Viernes 23 de Febrero del 2024 |
La heroÃna tuvo una aventura con mi prometido 177
"..."
Estaba oscuro a mi alrededor porque no habÃa encendido las luces. Parpadeé perezosamente.
Los labios de Reynos se curvaron suavemente mientras me observaba nervioso.
"Jovencita".
"... ¿Letty?"
Reynos se estremeció visiblemente al ser llamado "Letty". Mientras reflexionaba sobre lo que habÃa dicho mal, me di cuenta de que me habÃa llamado "señorita", no "El" ni "Princesa", y comprendà que aquello no era Eldorado.
En el momento en que lo reconocÃ, los recuerdos que habÃan estado encerrados bajo la superficie volvieron lentamente.
Yo era Ciella Lavirins, Señor del Ducado de Lavirins, y sólo habÃa una persona que podÃa llamarme señorita.
El pequeño sol, el PrÃncipe Heredero de la Argentime Imperial, y un hombre que me amaba.
"... Alteza".
Se me quebró la voz después de estar tanto tiempo tumbada. Fruncà el ceño, con la garganta seca y dolorida, y Reynos empapó un paño en agua y me lo pasó por la boca.
Apenas me aclaré la garganta, levanté la vista hacia él, desafiándole a que dijera algo. Apartó su mirada de la mÃa y murmuró en voz baja.
"Lo siento. Me quedaré aquà hasta que lleguen los demás".
Sonaba como si fuera a quedarse aquà hasta que llegaran "otros que se preocuparan por mÃ".
Pero, ¿por qué esa disculpa sonaba más a 'no volveré a aparecer delante de ti'? Alargué la mano y agarré el dobladillo de su túnica, temiendo que su frágil figura se desvaneciera en cualquier momento.
Sacudà ligeramente la cabeza de un lado a otro, mirándole a él, que estaba sorprendido.
"..."
Mi cabeza sonó con el menor movimiento. El rostro de Reynos se afinó mientras fruncÃa el ceño al sentirme frente a él.
"Lo siento."
Se puso en pie tambaleándose y retrocedió unos pasos. Mi mano, que habÃa estado agarrando la suya, se convirtió rápidamente en un apretón de nada.
Le grité con todas mis fuerzas.
"¡Para!"
Gimoteé mientras él intentaba alejarse.
Reunà todas las fuerzas que pude y le hice señas para que se acercara, pero no lo hizo, asà que dije: "Ah...". Gemà y cerré los ojos, fingiendo desmayarme de nuevo.
Reynos, sobresaltado, corrió a mi lado.
Le arrebaté la muñeca cuando la alcanzaba y lo fulminé con la mirada mientras permanecÃa inmóvil como un muñeco de hojalata roto.
"¿Adónde vas?"
TenÃa la voz ronca por no haber bebido suficiente agua.
Cuando Reynos intentó devolverme el trapo mojado, me negué en redondo, apretando todo lo que pude en mi agarre.
"¿Adónde vas?"
Repetà la pregunta dos veces, pero no hubo respuesta.
La forma en que intentaba alejarse de mà me escocÃa como un punzón. Estaba al lÃmite de mi paciencia cuando ni siquiera me contestaba cuando no me sentÃa bien.
Sintiéndome ahogada, le perseguà ferozmente.
"Estoy pasando un mal momento."
"...Lo siento."
"¿Adónde vas?"
Reynos se mordió el labio con fuerza. Guardó silencio un momento, como si estuviera eligiendo sus palabras, y luego, con una voz que se tragaba las lágrimas, apenas consiguió escupir un solo carácter.
"En tus ojos, jovencita, fuera de la vista, fuera de la mente...".
De algún modo, me lo esperaba.
Volvà a apretarle la mano para evitar que se apartara de mÃ.
Intenté decirle que se sentara en vez de quedarse de pie, pero me dolÃa tanto la garganta que tosà con fuerza varias veces. La cara de Reynos se quedó en blanco al darse cuenta de que me dolÃa.
Queriendo decir lo menos posible, señalé la silla.
Tras un momento de vacilación, Reynos se sentó. Hablé en voz baja, tratando de forzar lo menos posible mi garganta seca.
"Alteza, entiendo por qué erais reacio a hablar de mi vida pasada".
Bajó la mirada débilmente. Su agarre de mi mano seguÃa crispado, como si quisiera huir de la habitación, pero las siguientes palabras le hicieron mirarme con ojos temblorosos.
"Pero, Alteza, sigo enamorado de vos, y en mi vida anterior lo estuve hasta la muerte".
Reynos, pálido como si aquello fuera imposible, abrió la boca, pero lo único que salió fue un jadeo desgarrado e incoloro.
Los recuerdos de mi época de princesa llegaron a Reynos en forma de entradas de diario.
Por lo tanto, Reynos debe haber visto las entradas de mi diario cuando era princesa.
[... Sólo una vez, desearÃa poder volver atrás en el tiempo.
Asà nunca podrÃa conocer a Letty.
No, pero aún quiero conocer a Letty...
No. No pienses en eso.
...no quiero volver a verte, pase lo que pase.
Realmente espero no volver a verte, Letty].
No habrÃa escrito eso si hubiera sabido que él, un dragón con memoria eterna, verÃa mi diario.
Al recordar la frase que habÃa escrito en mi último dÃa, cerré los ojos con desesperación.
Entonces, al notar mi expresión, sentà que Reynos empezaba a alejarse de nuevo, asà que abrà los ojos y me enfrenté a su ansiedad.
"En mi vida anterior, os amé, Alteza. Y os amé con todo mi corazón".
"...No tienes que mentir por mÃ".
"No miento, ¿de qué servirÃa mentir sobre algo asÃ?".
Movà la mano que sujetaba su muñeca y ahuecé el dorso de su mano frÃa.
Miré fijamente sus ojos dorados, que oscilaban como un reloj, y carraspeé.
"Cuando dije que no querÃa volver a verte...".
Reynos vaciló. Después de todo, por eso tenÃa miedo de decir la verdad.
Percibiendo su inquietud, hablé con la mayor claridad posible, con la esperanza de aclarar cualquier malentendido.
"Dije que no querÃa verte porque temÃa que algo volviera a salir mal por mi culpa, no porque no me gustaras".
Silencio.
Durante un largo rato, no habló. ParecÃa ligeramente aturdido, como si no hubiera entendido bien mis palabras.
Me atraganté, preguntándome si estarÃa intentando desaparecer de nuevo. Agarrándole del brazo aturdido, le sacudà con un apretón que helaba la sangre.
"No porque no me guste Su Alteza, sino por el bien de Su Alteza. Lo escribà porque te quiero mucho y no quiero volver a verte sufrir".
Por fin, sus ojos volvieron a concentrarse.
Me miró desconcertado, luego levantó una mano temblorosa y me acarició la mejilla suavemente, como si acariciara una pluma.
"Sigo interpretando tus palabras como quiero oÃrlas...".
"Su Alteza tiene razón en esa interpretación".
Completamente agotada de energÃa al darme cuenta de que mis palabras por fin habÃan tenido sentido, me hundà de nuevo en la cama, pero no olvidé terminar.
"En mi vida anterior, te amé con todo mi corazón, hasta el dÃa de mi muerte..."
Me atraganté. Sentà lástima por él, que debÃa de haberme malinterpretado y sufrido todos estos años por culpa del diario.
Se me saltaron las lágrimas y parpadeé rápidamente. Cuando le vi llorar con expresión estúpida, levanté la mano con dificultad y le limpié las comisuras de los ojos. Se inclinó hacia delante para que yo no tuviera que hacerlo y susurró.
"Estás mintiendo".
"Sabes que odio mentir".
"O aún no lo has recordado todo...".
"No. Lo he visto todo, incluso lo que te ocurrió después de mi muerte".
Le enjugué las lágrimas, que fluÃan libremente como un manantial en el bosque. Antes de darme cuenta, mis propios ojos rebosaban de lágrimas.
"Siento que hayas tenido que tomar esa decisión, Letty. Pensé que lo harÃa... No, Alteza, usted vive para la eternidad, asà que pensé que superarÃa mi breve asociación con usted rápidamente..."
"¿Cómo podrÃa?"
Reynos enterró sus labios en la palma de mi mano, con los ojos llorosos.
"Fuiste el primer y último ser al que entregué mi corazón... Cómo pude".
"Lo siento."
"No. Todo es culpa mÃa, y si hubiera sido un poco más inteligente al respecto, no habrÃas pasado por lo que pasaste, jovencita".
"No."
Dije, su voz culpable hizo que se me hundiera el corazón y le eché los brazos al cuello.
"No es culpa tuya. Sólo tuvimos mala suerte".
"..."
"Solo tuvimos mala suerte, el momento no fue el adecuado, las circunstancias no fueron las correctas, fue solo eso, nosotros...".
Me atraganté, incapaz de continuar.
Tiré de Reynos en un abrazo y dejé caer mis lágrimas, y él también sollozó sin sonido a través de una serie de respiraciones calientes.
Con un nuevo aliento caliente brotando de mis labios, conseguà decir lo que no habÃa sido capaz de decir en mil años.
"Nosotros... nos querÃamos".
Su agarre sobre mà se hizo más fuerte, y nos apoyamos el uno en el otro, sin palabras, dejando que los restos del pasado se desvanecieran en lágrimas.
Fui yo quien abrió la boca primero.
"Béseme, Alteza".
Sorprendido por la descarada orden, me estrechó en un fuerte abrazo y luego me soltó rápidamente.
No pude evitar sonreÃr ante su mirada.
TenÃa la cara llena de lágrimas de tanto llorar. Probablemente lloré más, no menos.
Reynos giró la cabeza en un ángulo y sus pestañas doradas se agitaron con la misma sonrisita. Cerré los ojos despacio, sintiendo su calor cada vez más cerca.
Pronto tuve algo suave y cálido en los labios. Abrà suavemente la boca y él entró en mÃ.
Su beso sabÃa a lágrimas.
Salado, amargo y dulce, se extendió desde la punta de mi lengua, viajó por mis venas y golpeó ligeramente mi corazón.
Mi pecho se hinchó hasta amenazar con estallar, y me sentà tan feliz que podrÃa morir ahora mismo.
Le quiero, Alteza, le quiero tanto que no puedo dejar de pensar en ello.
Repetà mis sentimientos por él una y otra vez en mi mente, grabando este momento en mi alma para conservar el sentimiento para siempre.
Reynos Ruhr Argentime.
Lo amé, lo amo y lo amaré por siempre.
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