Viernes 23 de Febrero del 2024 |
La heroÃna tuvo una aventura con mi prometido 169
"..."
El Papa miró mi mano vacÃa y no supo qué decir. Mientras tanto, Godori, el ciego de los 100 millones de oro, montó un espectáculo.
- Jovencita, jovencita, este Papa, no creo que pueda ver las vestiduras sacerdotales, ¡no cree en Dios!
"¿En serio?"
Me quedé mirando al Papa sorprendido por la proclamación de Godori. Él enrojeció de vergüenza y se corrigió rápidamente.
"No, no es eso lo que querÃa decir. Sólo intentaba transmitir la inefable belleza y esplendor de la prenda que tengo ante mÃ. Su resplandor es cegador, su artesanÃa no tiene parangón. Juro por lo divino que nunca he visto nada tan exquisito".
Elogió la túnica con fervor, sus palabras fluÃan elocuentemente. Escuché atentamente, luego imité cómo sostenÃa la túnica ante él y añadà un toque de capricho a la conversación.
"¿No estás de acuerdo? HabÃa pensado que Su Santidad tendrÃa la vista única para percibir su belleza. La túnica es tan ligera y cómoda que casi parece que no llevas nada puesto".
"Hmm, ya veo."
"¿Le gustarÃa probársela?"
"...Es un poco..."
- ¡Tienes que probártelo ahora para que Godori pueda comprobar tus medidas! ¡Si no te queda bien, lo arreglaré enseguida!
El movimiento de retirada del Papa fue interrumpido de nuevo por Godori.
En la encrucijada del conflicto, el Papa puso los ojos en blanco como si se avergonzara al oÃr que el espÃritu comprobarÃa las medidas él mismo.
Luego, cuando vio a Godori hosco, diciendo: "Supongo que al Papa no le gusta Godori...", sacudió la cabeza apresuradamente y dijo que lo llevarÃa.
"Lo siento, pero ¿puede el Duque ayudarme con esto?"
"Por supuesto."
Desdoblé la sotana transparente para el Papa desvestido, y sus ojos se abrieron de sorpresa cuando se dio cuenta de que intentaba ponérsela como él.
"¿Y te la vas a poner?".
"...Entonces, ¿cómo...?".
- Tienes que quitarte la ropa, ¡asà podré tomar bien las medidas!
exclamó Godori mientras hacÃa lo que le decÃan, y el pope de rostro severo me miró con ojos temblorosos como si tuviera que hacerlo, pero yo asentà con firmeza.
"Si no te sientes cómodo conmigo, ¿por qué no llamas a otro?".
"...Eso serÃa mejor".
Con eso, el difÃcil papa hizo entrar a tres sacerdotes varones que habÃan estado esperando fuera.
Los ojos de los sacerdotes se abrieron confundidos al ver las túnicas transparentes, pero cuando les dije que sólo eran visibles a los ojos de los hombres que creÃan en Dios, comentaron que eran unas túnicas muy bonitas y me acompañaron a la puerta.
Unos instantes después, la puerta de la sala de entrevistas, cerrada a cal y canto, volvió a abrirse.
Pude ver al Papa de pie, torpemente en calzoncillos, y a Godori aplaudiendo y gritando Bravo.
- ¡¡¡Bravo!!! ¡¡¡Bravo!!! ¡¡¡Bravo!!!
"Dicen que la sotana está hecha de hilo de espÃritu, y le sienta de maravilla".
"Te queda como un guante".
"Es tan deslumbrante que no puedo dejar de mirarla".
Tanto yo como los sacerdotes asistentes, que habÃan desempeñado su papel en el rápido cambio, colmamos de elogios entusiastas la ropa interior del Papa, tratándola como si fuera un atuendo nuevo.
Se suele decir que cuando tres personas actúan al unÃsono, pueden crear una presencia imaginaria. Cuando cinco individuos alÃan sus voces, incluso el Papa, de pie y avergonzado en ropa interior, parece confundir que lleva una túnica real hecha de hilo espiritual.
Aprovechando el impulso, seguà insistiendo.
"¿Por qué no adornar el desfile de espadas de este invierno vestido de esta manera? Si la gente del reino fuera testigo de tal santidad encarnada por su Santo Padre, el prestigio del templo se dispararÃa sin duda".
Los rostros del Papa y de los sacerdotes se pusieron rÃgidos ante la mención de la disminución del prestigio del templo después de todo lo ocurrido.
Fingà no darme cuenta y continué.
"Los espÃritus, en efecto, han concedido estas vestiduras a Vuestra Santidad. Yo también contribuiré fervientemente a la promoción de este acontecimiento. Le ruego humildemente que considere positivamente esta propuesta".
"Si el Duque lo cree conveniente..."
El Papa asintió con aprobación, regodeándose en los elogios de los impostores y en el restablecimiento del prestigio de su templo.
Bien, ahora sólo queda ser humillado delante de todos.
SonreÃ, agradeciéndole su aportación.
***
Al regresar a la residencia ducal de Lavirins tras mi audiencia con el Papa, me recibieron a las puertas Reynos y Rublet, ambos con expresión solemne.
¿Qué ocurre?
Bajé inmediatamente del carruaje. Los dos hombres que me habÃan visto se apresuraron a acercarse a mà y me hicieron una serie de preguntas.
"Jovencita, ¿ha visitado hoy el palacio?".
"¿Ha activado hoy el laberinto?"
"No, en absoluto. ¿Por qué lo pregunta?
"El Segundo PrÃncipe ha desaparecido. Un laberinto apareció en el palacio del Segundo PrÃncipe."
"¿Qué?
Sorprendido, me quedé mirando a Rublet, que me dio la impactante noticia, y luego Reynos me explicó la situación.
"Hace algún tiempo, la Reina desapareció de la residencia del Segundo PrÃncipe".
Explicó que la desaparición se habÃa ocultado al público para evitar el pánico.
"Sellamos la residencia del Segundo PrÃncipe y lanzamos una operación de búsqueda. Sin embargo, hoy se ha manifestado de repente un laberinto que ha absorbido a los caballeros enviados a investigar."
"Pensaron que iban a ser arrastrados por espÃritus malignos y morir, pero cuando despertaron, dijeron que estaban fuera. No eres realmente tú, Cereal, ¿verdad?"
"No. Por qué iba a hacer algo asÃ, y además, sólo estaba en el Vaticano".
Con mi aclaración, las expresiones de Reynos y Rublet se relajaron poco a poco, aunque aún quedaban rastros de preocupación. Eran conscientes de que, a menos que pudieran desentrañar el misterio de quién habÃa activado el laberinto, la situación podrÃa derivar fácilmente hacia el caos.
De no ser por ellos dos, me habrÃa enfrentado a un arresto inmediato por la activación del laberinto.
Justo entonces, Reynos, que habÃa estado mirándose los pies y pensando en algo, levantó la vista, con una expresión frÃa como el hielo.
"Creo que ha sido Knox".
"¿Qué?"
"Teniendo en cuenta que Knox fue quien otorgó Habilidades a los Empoderados, podrÃa haber hecho lo mismo con el Segundo PrÃncipe. Es posible que capturara gente, los manipulara y les concediera acceso a los poderes del Laberinto".
"¿Qué quieres decir, Knox, quién es ese..."
Rublet, que no sabÃa nada de Knox, preguntó en tono interrogante.
Anticipándome a una larga explicación, guié a ambos hasta la residencia ducal de los Lavirin.
***
"Hay un demonio llamado Knox, que solÃa estar en el Vaticano, pero que ahora ha sido trasladado al Palacio del Segundo PrÃncipe".
Reynos ofreció una explicación concisa a Rublet.
"Existe desde el antiguo reino de Eldorado. Fue él quien dio a Lavirins el poder del laberinto, a Justice el poder de matar de un solo golpe y a Puritina el poder de la purificación."
Parpadeé, sin dejar de escuchar.
Rublet no sabe que Reynos es el mismo dragón malvado de hace mil años, pero cuando esperaba que preguntara: "¿Cómo lo sabe Su Alteza?", asintió en silencio.
No parecÃa nada sorprendido de que Reynos supiera tanto sobre Eldorado, pero por su reacción, me di cuenta de que Rublet habÃa sabido la verdad todo el tiempo.
¿Cómo logró mantenerlo oculto?
Mientras me rascaba la cabeza con asombro, Reynos continuó explicando.
"La concesión de una habilidad requiere el sacrificio simultáneo de los humanos asociados a esa habilidad. Por ejemplo, si un grupo de sacerdotes se sacrifica simultáneamente por un objetivo común, el que lo hereda se convierte en Purificador."
Ajá, ya veo. Cada vez estaba más claro.
Hace mil años, los Empoderados habÃan surgido debido a un enemigo común: el Dragón Maligno.
Tras la derrota del dragón, el propósito común se habÃa desvanecido, lo que explicaba la falta de nuevos Empoderados.
'...¿Pero cómo concedió la habilidad del laberinto al Segundo PrÃncipe?'
Miré a Reynos con aire inquisitivo, y él cerró los labios con expresión reticente antes de continuar.
'...¿Entonces cómo le dio al Segundo PrÃncipe la habilidad del laberinto?'
Miré a Reynos con una mirada inquisitiva, y él cerró los labios con una expresión reacia antes de finalmente continuar.
"El laberinto es diferente".
"¿Diferente?"
"Como tiene que haber espÃritus malignos, requiere rencores en lugar de abnegación...".
Asà que fue creado recogiendo las almas de personas que fueron obligadas a morir.
Miré fijamente a mi sombra, molesto por haber aprendido algo que no necesitaba saber.
...Un momento.
¿Se refiere a la gente que desapareció del Palacio del PrÃncipe?
"Lo que estás pensando, jovencita, es probablemente correcto".
Un escalofrÃo recorrió mi espina dorsal.
¿No significa eso que no sólo los sirvientes que lo siguieron, sino incluso la madre que lo dio a luz y lo crió se han convertido en espÃritus malignos?
Rublet, con cara de asco, preguntó con brusquedad.
"¿Dónde está ahora ese tal Knox?".
"¿Has encontrado el espejo?".
Seguà el ejemplo de Rublet e hice mis propias preguntas.
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