Viernes 23 de Febrero del 2024 |
La heroÃna tuvo una aventura con mi prometido 165
Fue en medio de una reunión organizada por el duque Lavirins cuando llegaron a mis oÃdos los rumores relativos a la corte del Segundo PrÃncipe.
La ocasión era una pequeña fiesta, que tuvo lugar no mucho después del enfrentamiento del Vaticano con Knox, celebrada en la residencia ducal.
Aunque fue organizada por los vasallos para celebrar mi nuevo estatus ducal, siguió siendo modesta debido a los tumultuosos acontecimientos que envolvÃan al Imperio.
Aunque la reunión era relativamente Ãntima, la lista de invitados contaba con figuras prominentes.
Asistieron el prÃncipe heredero, el duque Justicia e incluso una breve aparición del propio emperador.
Los afortunados nobles que recibieron invitaciones quedaron asombrados por la llegada de invitados tan extraordinariamente estimados.
Entre los asistentes se encontraba Alicia, que antaño habÃa admirado fervientemente a Rublet. Sin embargo, sus sentimientos hacia él se habÃan transformado, y ahora no provocaban más que admiración.
"¿Por qué el Duque persigue a una chica como esa..."
Su atención se desvió entonces hacia Gerald, colocado a su lado, con su habitual mohÃn adornando sus facciones. Expresaba un ligero gruñido cada vez que conversaba con Rublet.
Sin embargo, cuando Gerald le lanzó una mirada severa, una señal sin palabras para que desistiera, ella se calló y su postura se hundió. Al presenciar el intercambio, no pude evitar reÃrme.
Escucha bien".
Hay que vivir y ver mundo durante mucho tiempo.
Tal vez fuera la compresa caliente de edición limitada con la que la pinché en secreto, pero Alice estaba más enamorada de Gerald de lo que jamás hubiera imaginado.
Tanto, que se quedó tan sorprendida que no podÃa ni comer cuando, poco después de la ceremonia de compromiso, él le dijo: "¿Cuándo quieres casarte? Lo haremos cuando tú quieras'.
"Me voy a casar... Me voy a casar..."
Al ver que Alice se retorcÃa, Gerald se dio cuenta de que le gustaba de verdad y, tras una larga pausa, le dijo la verdad.
"En realidad, sirvo a Ciella. ¿TodavÃa te gusto?"
"¡Qué...!"
La revelación dejó a Alice destrozada, haciendo que cesara todo consumo y se sumiera en un profundo ensueño.
Trascendió el engaño en sÃ; la conmoción residió en darse cuenta de que, en caso de proseguir una relación con Gerald, se forjarÃan nuestros lazos familiares.
Alice permaneció en este estado durante varios dÃas, hasta que finalmente llamó a Gerald y se enfrentó a él con vehemencia.
"Si Ciella y yo nos ahogamos, ¿a quién salvarás primero?".
"Ciella nunca se ahogarÃa, asà que te salvaré a ti primero".
"¿Por qué suponer que no lo harÃa? Hay una posibilidad real de que se ahogue".
"Bueno, a Ciella no le gusta el agua y no se acerca a ella, asà que tu suposición no es correcta, e incluso si se cayera, abrirÃa el laberinto para escapar".
"...!"
La frustración de Alice se manifestó enfurruñada al ver que la respuesta deseada se le escapaba. Sin embargo, al tener la seguridad de que él le darÃa prioridad, dejó escapar un bufido incrédulo y, con un suspiro resignado, aceptó a Gerald.
A pesar de su comportamiento sarcástico y egocéntrico, Gerald se mostró comprensivo con su pensamiento único y dijo que intentarÃa hacerlo bien sin romper con Alice.
Mi intención inicial de conceder a Gerald el apellido a su regreso se ha vuelto ahora irrelevante. No obstante, estoy obligado a mantener mi promesa de garantizar su regreso seguro a Lavirins.
Decidà emplear esta reunión como una ocasión para afirmar públicamente mi asociación con Gerald.
Los vasallos ya lo saben.
Durante la asamblea de vasallos, cuando revelé la verdadera lealtad de Gerald y disipé la idea errónea de que era un renegado, el asombro de los vasallos casi igualó al que mostraron al conocer mi identidad real como verdadero Señor de Luminous.
Especialmente notable fue la reacción del anterior marqués Lavirins, que parecÃa a punto de derrumbarse, traicionado simultáneamente por su hija y su hijo.
Todo esto es autoinfligido'.
¿Quién le dijo que fuera tan indeciso? Si Isabella no hubiera observado su vacilación como un junco al viento, no habrÃa guardado cada secreto con tanto celo.
De todos modos, los vasallos del banquete se mostraron torpemente amables con Gerald, que se habÃa tomado tantas molestias por Lavirins, aunque sus sentimientos fueran complicados.
Esto hizo que los demás asistentes se quedaran boquiabiertos.
"¿No son esas personas la vassa del duque? Pero, ¿por qué se ocupan asà de él, que ya está bien de considerarlo un enemigo?".
"En efecto, hoy me ha parecido bastante inusual su presencia".
"SÃ, tienes razón, aunque al duque Lavirins parece no importarle...".
Me miraron, y cuando me volvà hacia Gerald, el ruidoso salón de baile enmudeció de repente.
"..."
"..."
La gente tragó en seco, nerviosa ante el enfrentamiento entre la actual duquesa Lavirins y su antiguo enemigo.
En un silencio que podrÃa haberse oÃdo si hubiera caÃdo una aguja, ambos nos miramos sin expresión.
Fui yo quien sonrió primero.
Levanté una mano como para llamar a una escolta y luego me dirigà en voz baja a Gerald, que me veÃa cara a cara por primera vez desde que habÃa dejado Lavirins.
"HacÃa tiempo que no te veÃa asÃ".
"Lo sé".
respondió Gerald suavemente, tomando las yemas de mis dedos entre los suyos y besándome el dorso de la mano, un gesto que hizo que los nobles que nos observaban soltaran un grito de asombro silencioso.
Sus miradas decÃan: "¿Qué estoy viendo?" y "¿Esto es real?", pero mi sonrisa se hizo más profunda al darme cuenta de que les habÃamos engañado tan bien.
Me volvà hacia Gerald, que me habÃa expresado su admiración.
"Te devolveré el apellido Lavirins como te prometÃ".
"...Elogio vuestra compasión, duque".
La voz de Gerald, con un deje ronco, acompañó otro beso en el dorso de mi mano. Luego se colocó a mi lado sin decir palabra. Observando el salón de baile ahora en silencio, hablé.
"A partir de este momento, Gerald vuelve a ser un Lavirins. Aunque ya no puede reclamar el puesto de heredero, sigue siendo miembro del linaje ducal. Les imploro a todos que sean cautelosos en la elección de sus palabras".
"..."
Los nobles, aún incapaces de comprender la situación, miraron con los ojos muy abiertos y no reaccionaron.
Fue entonces cuando oà el sonido de un aplauso.
Dirigà mi atención hacia el origen del sonido. Reynos, junto con Rublet, aplaudÃan mi declaración. Con las dos figuras más influyentes de la sala aplaudiendo, el silencio se hizo insostenible para cualquier otro.
Pronto, el salón reverberó con sonoros aplausos. Los nobles intercambiaron miradas incrédulas, sus manos se retorcÃan de incertidumbre, una mezcla de sorpresa y nerviosismo se apoderaba de ellos.
Los vasallos darÃan explicaciones más tarde y, al dÃa siguiente, la noticia se habrÃa extendido por toda la capital.
Mientras tanto, vislumbré un brillo de lágrimas en los ojos de Gerald, que bajó la mirada en diagonal.
DebÃa de recordarle el dolor que habÃa sufrido.
Y pensamientos sobre Isabella.
Cuando firmé el contrato con Gerald, se lo habÃa prometido.
Que asegurarÃa su supervivencia hasta que él regresara a Lavirins.
Pero ahora que Gerald estaba de vuelta en Lavirins, ella podrÃa morir en cualquier momento. Decidà pedirle a Reynos que concediera un poco más de margen a la fecha de ejecución de Isabella en honor a la dedicación de Gerald a mÃ.
'Estaba tan callada como un ratón en prisión'.
Mientras el caldeado ambiente se enfriaba lentamente en medio de tan complejas emociones, Alice, junto a Gerald, tomó la palabra.
"¡Pero si te casas conmigo, adoptarás el apellido Cherish, bueno-no, tendrás que hacerlo, ¿comprendes, joven amo?".
TenÃa un toque de humor, que se dirigieran a mà como plebeyo y como joven señor de Lavirins en rápida sucesión. Dejé que mis labios se curvaran hacia arriba, y ante esto, Alice, que me habÃa estado lanzando miradas severas, resopló y desvió la mirada.
Me di cuenta de que estaba furiosa porque se reÃan de sus lóbulos acampanados, pero dado su enamoramiento de Gerald, no tenÃa tan mal aspecto.
***
Una vez que se hubo calmado la conmoción provocada por Gerald, los nobles volvieron a sus propias discusiones, conversaciones que giraban en torno a la reincorporación de Gerald y a cómo cubrir las vacantes dejadas por el incidente de Estalroot.
Mientras tanto, yo aprovechaba cada oportunidad que se me presentaba durante el banquete para inyectar de vez en cuando elementos de emoción en mis interacciones con los nobles. Estos fragmentos de conversación servÃan para crear expectación ante el inminente lanzamiento de los grandes almacenes Luminous.
Mientras me dirigÃa a una zona común para tomar un breve respiro, una voz llegó a mis oÃdos.
Me detuve, atento al tono de preocupación que mostraba la voz de una dama.
"¿Te has enterado de los rumores? Se dice que gente que sirve en el castillo del Segundo PrÃncipe ha estado desapareciendo".
"El mismo Segundo PrÃncipe afirmó que han sido enviados a tareas urgentes".
"Yo también lo pensé, pero se trata del joven maestro Abeja, que trabaja allà como sirviente".
En un murmullo silencioso, la mujer examinó su entorno, lo que me hizo apartar la mirada como para desvincularme de cualquier escucha. Ella también parecÃa cautelosa con los posibles fisgones.
Ajena a mi presencia, prosiguió su conversación sotto voce:
"¡Iba detrás de un criado que habÃa ido a buscar algo y desapareció en cuanto dobló una esquina! Además, oà ruidos extraños como de alguien gritando...".
"¿Está seguro de que no malinterpretó la situación? O tal vez fue un truco de los ojos..."
"Al principio, consideré esa posibilidad. Pero a pesar de lo mucho que esperé, el joven amo Honeybee nunca reapareció. Asà que, uniéndome a los otros sirvientes, me dirigà a esa sala, y allÃ, nos encontramos con un espejo premonitorio... un espejo sombreado ominosamente en rojo sangre."
Un espejo "ominoso".
Sólo hay un nombre que viene a la mente, ¿no?
"Knox".
Me mordà el labio con fuerza.
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