Viernes 23 de Febrero del 2024 |
La heroÃna tuvo una aventura con mi prometido 166
TenÃa que ir al palacio del Segundo PrÃncipe para averiguar si el rumoreado personaje del espejo era realmente Knox.
Sin embargo, no tengo ninguna relación con el Segundo PrÃncipe, asà que no puedo ir a su palacio y pedirle que me enseñe el espejo.
Le pedà a Reynos que lo comprobara por mÃ, pero ni siquiera él pudo entrar porque el dueño del palacio, el Segundo PrÃncipe, se negó a reunirse con él.
Supongo que es Knox".
Pensé, tratando de averiguar cómo entrar en un lugar tan inexpugnable que ni siquiera el prÃncipe heredero podÃa entrar.
'Si no puedo entrar, lo mejor que puedo hacer es hacerles salir, pero cómo puedo hacer eso...'
Justo entonces, llegó una convocatoria del Emperador.
No para el Duque Lavirins, sino para el Maestro de los Manipuladores del Amor de Ciel.
Reynos me habÃa dicho que trajera la prueba de paternidad, y sin demora, me disfracé del Maestro y pisé el umbral del palacio imperial con la prueba de paternidad.
Una vez más, la consideración del Emperador me permitió llegar sano y salvo a la sala de audiencias con mi identidad oculta.
En cuanto el Emperador salió de detrás del velo, caà de bruces y recité un largo saludo.
"Yo, un cuerpo humilde, saludo a Su Majestad el Emperador del Imperio, el Sol del Imperio, el principio y el fin del Imperio, el agente del Dios Sol que acabó con la oscuridad y otorgó la gracia de la luz".
Sólo éramos tres en la sala de audiencias, el Emperador, Reynos y yo.
La última vez, tenÃa un par de caballeros a mano por si acaso, pero esta vez, habÃa algo en la falta de incluso eso que me molestaba.
¿Era el Emperador de los que confÃan en alguien tan fácilmente?
Me pregunté si estarÃa pasando algo más, y mientras me devanaba los sesos, el Emperador, que por alguna razón me miraba cálidamente, habló.
"¿Te has divertido haciendo el tonto?".
"¿Qué?
Qué demonios.
pregunté. Sobresaltado, levanté la cabeza y me agaché rápidamente al ver que el Emperador me miraba fijamente.
"¿Qué significa eso?
me interrumpió Reynos, con un deje de vergüenza en la voz que sugerÃa que no se trataba de un asunto discutido de antemano. El Emperador habló con pereza.
"Es ella. Es la duquesa Lavirins".
"...!"
Me quedé tan sorprendido que dejé de respirar. Reynos no pudo responder inmediatamente, tal vez porque sentÃa lo mismo.
El Emperador, irritado por nuestro silencio, murmuró lentamente.
"PrÃncipe heredero, nunca te he visto preocuparte tanto por nadie más que por el duque Lavirins".
"...Bueno, es que el Maestro es muy amigo del Duque...".
"¿Por cuánto tiempo más pretendes mantener esta fachada? Respóndame, Duque. ¿Hasta cuándo debo perpetuar el acto de ser engañado?"
El tono tranquilo del Emperador me produjo una sensación de hundimiento. Cerré los párpados y un escalofrÃo recorrió mi cuerpo.
La consecuencia de engañar al linaje real, por no hablar del Emperador, era la muerte.
Aunque dudaba que el Emperador recurriera a tal extremo, a juzgar por su carácter, reconocà el daño sustancial que mi fingimiento podrÃa infligir al recién adquirido estatus ducal de Lavirins y al Grupo de Manipulación del Amor de Ciel.
Tratando de abordar el asunto y atenuar mi culpabilidad, me aventuré a hablar, pero Reynos, posicionado en mi defensa, se me adelantó.
"El duque Lavirins es inocente, y todo esto se hizo a instancias mÃas".
"...!"
"En un principio, el Duque tenÃa intención de divulgar su identidad, pero se lo desaconsejé por precaución".
Al sentir que la mirada del Emperador se posaba en Reynos, me pregunté si mi percepción me estaba jugando una mala pasada, la frigidez de sus ojos recordaba a una extensión helada.
Antes de que Reynos sufriera consecuencias inmerecidas, me apresuré a desvelar la verdad.
"No, la decisión de ocultar mi identidad fue sólo mÃa. Actué por mis propias motivaciones egocéntricas. Te imploro que sólo me responsabilices a mÃ".
"No, fui yo quien influyó en ella. El Duque Lavirins no tiene la culpa".
"¡No! Su Alteza Real ignoraba mi verdadero papel como Maestre. Le ruego que no le castigue..."
"Basta."
Cerré la boca ante las duras palabras.
El corazón me latÃa tan fuerte que pensé que se me saldrÃa del cuerpo en cualquier momento.
Oh, no. Aunque pudiera sobrevivir, ¿qué pasarÃa con Cuero, con nuestro gremio, con Gerald, que acababa de regresar a Lavirins...?
Me mordà el labio mientras mi mente se agitaba. El emperador, cuya expresión era imposible de leer porque tenÃa la cabeza inclinada, habló.
"Castigaré al duque Lavirins".
"¡Majestad!"
gritó Reynos sorprendido. Se movió como para protestar, pero se detuvo en seco ante las siguientes palabras.
"El Duque será prometido al PrÃncipe Heredero a la mayor brevedad".
"... ¿Perdón?"
Dudé de mis oÃdos, pensando en un castigo como un descenso de rango o la prohibición de entrar en la capital durante varios años.
Pero por mucho que esperé, no llegó ninguna otra orden, asà que levanté cautelosamente la cabeza para comprobar la expresión del emperador, por si acaso.
Si mis ojos no se equivocaban, me estaba mirando y sonreÃa con benevolencia.
¿Por qué sonrÃe asÃ...?
Mientras me quedaba boquiabierto, el emperador respondió a mi pregunta.
"Es vergonzoso que me hayas engañado, pero mi corazón está apesadumbrado por el prÃncipe heredero, asà que te castigaré con esto. ¿Tienes alguna objeción?"
"Los compromisos se hacen cuando los corazones están de acuerdo, asà que por favor considera los sentimientos del Duque".
Reynos, cuyo rostro seguÃa pétreo, protestó, y el Emperador, cuyo rostro era igualmente pétreo, señaló.
"¿Debo considerar el corazón de la castigada?"
"No. Pero obligarla a dar un paso tan trascendental en su vida como son los esponsales...".
"Pero ella no dice una palabra de que no le gusta".
Reynos guardó silencio ante las palabras urticantes, y el Emperador, que habÃa desplazado su mirada hacia mÃ, formuló una pregunta en un tono que parecÃa afectuoso.
"Compartid conmigo, duque Lavirins. ¿Os inclináis por el castigo de los esponsales con el PrÃncipe Heredero, o preferirÃais otra forma de castigo?"
"Me inclino por el castigo de los esponsales con el PrÃncipe Heredero".
No tuve que pensarlo. Respondà con frialdad, y mi cabeza se echó hacia atrás. Un Reynos nervioso me abordó.
"Una vez dichas, las palabras no se pueden deshacer. SerÃa prudente que meditaras tu elección un poco más...".
"No puedes recogerla porque ya la has escupido".
Reynos tragó saliva mientras la punta del Emperador seguÃa golpeando.
El Emperador, que se habÃa hundido por completo, se volvió hacia mÃ.
"Estar prometida al PrÃncipe Heredero es convertirse en miembro de la familia imperial. Esto significa que no podrás cuidar de Lavirins con tanto esmero como lo haces ahora, Duque. ¿Es eso aceptable para usted?"
"SÃ, si Su Majestad me concede el permiso, tengo la intención de conservar mi tÃtulo mientras superviso el patrimonio familiar con mi padre como señor principal. He asumido tales responsabilidades en el pasado cuando ocupaba el cargo de marqués menor, asà que deberÃa resultar manejable."
Mi respuesta, que salió como si la hubiera estado esperando, hizo que Reynos pareciera aún más nervioso.
Fingà no verlo y discutà con entusiasmo con el Emperador. De hecho, desde que el Emperador me prestó el Palacio de Cristal, habÃa sospechado que esto ocurrirÃa algún dÃa.
"Al entrar en el linaje materno de la familia imperial, vas a encontrar una resistencia importante. Navegar por las operaciones de la familia supondrá un reto. ¿Has contemplado estas implicaciones?"
"Me avergüenza decir que sÃ, pero Lavirins ya ha experimentado dificultades extremas en varias ocasiones, y tengo la vaga idea de que, aunque entrara un control, serÃa mejor que entonces".
"Ya veo, ya veo.... Entonces, ¿ha pensado qué hacer con el sucesor de Lavirins?".
"Perdone mi atrevimiento, pero dado que sigo siendo el único heredero de sangre de Lavirins, estoy contemplando la posibilidad de confiar esta responsabilidad a mi propia descendencia. Naturalmente, serÃa necesaria la autorización de Su Majestad..."
"Me temo que tendrá que hablar de eso con el prÃncipe heredero, no conmigo, aunque primero debe seguirse la lÃnea de la familia real".
El Emperador parecÃa satisfecho con mis respuestas rápidas y sin fisuras.
Cuando empecé a sentir cierto alivio por su aparente favor, bajó la voz, pivotando rápidamente.
"Dejemos a un lado estos asuntos. Supongo que habrás conjeturado la razón de mi discreta convocatoria de hoy".
"Majestad, me atrevo a decir que desconozco sus grandes intenciones".
Esas cosas es mejor dejárselas a la otra parte, aunque se noten.
Mantuve la cabeza inclinada, mis pensamientos firmes. El Emperador expresó su satisfacción con una inclinación de cabeza, y luego pasó al quid de la cuestión.
"Hoy voy a utilizar la prueba de paternidad del Duque para confirmar la verdadera identidad del Segundo PrÃncipe".
Como era de esperar.
Mi suposición era correcta, pero exteriormente me quedé tumbado en el suelo, como si no me hubiera dado cuenta.
"Entonces necesitaré un mechón de pelo tanto de Su Majestad como del Segundo PrÃncipe".
"Ya me los he procurado".
Reynos, en respuesta a la señal del Emperador, entregó un frasco que contenÃa un mechón de cabello dorado.
Posteriormente, el Emperador me pasó un mechón de su propio cabello. Esto significaba que la ampolla contenÃa el cabello del Segundo PrÃncipe.
Inmediatamente, en presencia del Emperador, dispuse los cabellos de los dos individuos a ambos lados del indicador de filiación.
Pronto, la joya en el corazón de la libra cambió a un tono azul.
Esto significaba que el Segundo PrÃncipe no era hijo biológico del Emperador.
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