Miércoles 21 de Febrero del 2024 |
La heroÃna tuvo una aventura con mi prometido 155
Como si yo no fuera el único que se habÃa equivocado, la voz de Reynos se quebró ligeramente al pronunciar las palabras "Duque Lavirins".
Sus mejillas también se sonrojaron.
Fingà no darme cuenta y continué.
"Sólo un poco".
"SÃ. Entonces hay una cosa que me gustarÃa pedirle... Me preguntaba si podrÃa pedirle prestada una prueba de paternidad al duque".
"¿Una prueba de paternidad?"
pregunté, sobresaltada por la inesperada pregunta. No es que Reynos tenga un hijo que esté ocultando.
"¿Por qué no me lo dices directamente?".
Aún te queda una oportunidad, aparte de la de Tyriel, y estoy segura de que estarÃa encantada de prestársela si me lo pidiera. Añadió Reynos, mientras reflexionabas.
"El Emperador desea utilizar la prueba de paternidad. Sin embargo, serÃa problemático para él pedirla prestada oficialmente, asà que quiere que tú te encargues en privado."
"Ah."
De repente comprendà por qué Reynos querÃa pedir prestado el discriminador de paternidad al 'Maestro de los Manipuladores del Amor de Ciel' y no al 'Duque Lavirins'.
Cualquier transacción entre un emperador y un noble, no importa de qué se trate, seguramente queda registrada y pasa a la historia, pero si le pides algo a un maestro del Gremio Oscuro, es una simple transacción.
'Es mucho más fácil para el emperador de esta manera.'
No sé por qué de repente está buscando una prueba de paternidad tan secretamente. ¿Qué es lo que pasa?
'No se me ocurre nada, aparte del Segundo PrÃncipe, cuya opinión pública ha empeorado últimamente debido a las finales'.
De todos modos, entregué la respuesta afirmativa a Reynos, que esperaba una respuesta.
"Ya veo, ¿y cuándo serÃa un buen momento para dártelo?".
"No, cuando le convenga al muchacho- tú, y... hay algo más que me gustarÃa preguntarte, si tienes tiempo".
"SÃ, por favor."
"Espero no haberte pillado con prisas."
"No, estoy bastante libre, asà que no dude en preguntar."
En realidad, no estaba libre. Acababa de llegar al trabajo y tenÃa una montaña de trabajo por hacer.
Pero hablar con Reynos era lo más importante para mÃ, asà que eso fue lo que dije.
Reynos alisó su rostro enrojecido. Como si le estuviera obligando a decir algo que le avergonzaba decir.
Entonces, con una ligera vacilación, habló.
"Um- En realidad, soy yo a quien has estado dando consejos sobre relaciones".
"¿Eh? ¿Qué?"
"Quiero decir, esa... con cinco hijos y los libros rojos."
"..."
"Quiero decir..."
"¡No!"
Me apresuré a interrumpir a Reynos.
"¡Lo sé, lo sé, lo sé!"
"Ah."
Reynos suspiró, sonando aliviado. Rápidamente di en la diana antes de que pudiera seguir divagando.
"Asà que eso es lo que me dijiste, no tenÃa ni idea, ¡oh Dios mÃo!".
En cuanto hablé, Reynos se tapó la cara con las manos. Luego se inclinó profundamente y comenzó a estremecerse.
Oh, no.
No habÃa duda. Eso es llorar, reÃr o ambas cosas, aunque supongo que la última, a juzgar por el enrojecimiento de los lóbulos de sus orejas.
Admito que estaba siendo un poco histérica. ¿Pero no es más raro que estuviera tranquilo en esa situación?
El corazón se me aceleraba como si se me fuera a salir del pecho. Intentando controlarme, me agarré con fuerza a las asas del sofá, esperando a que se calmara.
Por fin, cuando apenas habÃa dejado de llorar, levantó la vista. TenÃa la cara abierta y los ojos húmedos.
Evitando mis ojos, habló en voz baja.
"Entonces... hay algo que quiero preguntarte".
"Adelante."
"Eso... quiero decir."
Y entonces se volvió a envolver la cara con las manos. No, ¿qué iba a decir esta vez?
Esperé a que Reynos hablara, tratando desesperadamente de sacudirme la sensación de presentimiento que me invadÃa.
No sé cuánto tiempo pasó, pero finalmente, con el rostro cubierto, murmuró.
"Si tener cinco hijos le dará ganas de huir... ¿cuántos estarán bien? No quiero que huya, pero no estoy seguro... Quiero oÃr tu opinión".
"..."
"¿Cuatro están bien?... ¿o tres?"
"..."
"Si son demasiados, dos, o... uno está bien. O ella no quiere dar a luz en absoluto-"
"¡No!"
¿Qué pasa si digo que no quiero dar a luz. ¿Vas a cortar el imperio?
Yo, que estaba fuera de mà debido al repentino ataque, refuté sin respirar.
"¡No creo que sea un asunto que debas decidir ahora! Tú sabrás cuándo es el momento de dar a luz, ¿no?".
"Pero si es demasiado, se escapará..."
"¡No huirá, no, no creo que lo haga!"
Bajando las manos de la cara, Reynos me fulminó con la mirada. ¿En serio?
pregunté, y asentà frenéticamente.
"No creo que lo haga, sÃ, estoy seguro".
La cara de Reynos se iluminó ante mi seguridad de que no iba a huir. Pero no duró mucho, y luego volvió a su timidez.
No, esta vez iba a decir otra cosa.
"Um... he oÃdo que acaban de sacar la tercera entrega de "Por qué llora todas las noches". Me pregunto si es su recomendación...".
Casi me desmayo en ese momento. Mientras me ponÃa en pie tambaleándome, sujetándome la frente por el mareo, un Reynos presa del pánico se detuvo en seco para decir: "¡Mi señora, ah, no, usted!".
Luego, sin tomar aliento, se excusó.
"No quiero ser raro, sólo pensé que podrÃa ayudarme a estudiar".
Temblorosa, me recosté en el sofá y apoyé la frente en él hasta que me entraron ganas de desmayarme. Como no dije nada, Reynos, que se estaba poniendo inquieto, se encargó de poner fin a la conversación.
"... No haré más preguntas. Con permiso".
Gracias.
Cerré los ojos y continué diciéndole telepáticamente que se fuera. Nunca habÃa deseado tanto separarme de Reynos, pero por desgracia, él no se echaba atrás.
"¿Te importa si te hago una última pregunta?".
Quise decir que no, pero me di cuenta de que si le dejaba marchar, sentirÃa una increÃble curiosidad por lo que iba a preguntar.
Sintiendo que estaba abriendo la caja de Pandora, finalmente respondÃ.
"SÃ... Adelante".
"¿Puedo volver a ver esa... marioneta de dragón malvado? ¿La que dijiste que habÃas hecho de un dragón malvado de verdad?".
Temiendo que no entendiera, Reynos recitó amablemente mis divagaciones.
Oh...
Desesperado, envié a un miembro del gremio a buscar una marioneta de dragón demonÃaco. Cerré los ojos con fuerza y se lo entregué con manos temblorosas.
Finalmente, el muñeco de dragón demonÃaco en cuestión estaba en manos de Reynos.
Piiiiiiiiiiiiiiiik-
Piiiiiiiiiiiiiiiik-
Piiiiiiiiiiiiiiiik-
Con cada apretón de los dedos de Reynos, la aplastada marioneta demonÃaca crujÃa y, con ella, mi corazón también crujÃa y se aplastaba.
Reynos examinó la cara, el vientre, las alas y la cola del muñeco. Cogió la mano del muñeco y la agitó, como si quisiera sacudirlo, y batió sus diminutas alas con los dedos.
Me cubrà la cara con las manos, resistiendo el impulso de meterme en la ratonera. De pronto, oà un sonido extraño, como un desgarro, y bajé lentamente la mano.
Levanté la vista y vi.
"...!"
¡Un trozo de algodón blanco puro sobresalÃa del costado de Piik en la mano de Reynos! Atónito, me quedé mirando, y Reynos, más avergonzado que nunca, balbuceó una excusa.
"No quise rasgarlo, quiero decir".
"..."
"TenÃa curiosidad, asà que estuve dando golpecitos aquà y allá, y de repente, me encontré..."
"..."
Miré fijamente a Reynos, que estaba inventando una excusa ridÃcula. La muñeca no podÃa haberse roto sola, ¿verdad?
De hecho, lo habÃa estrujado cuando hablé antes con Cuero, pero ni Reynos ni yo nos dimos cuenta.
Y asà Piik fue desgarrado por Reynos.
Ppwiiiiik...
Los gritos de Piik sonaban inusualmente lastimeros, quizá porque se le habÃa abierto el costado. Miré fijamente el peluche con la pelusa que le sobresalÃa, preguntándome si era por eso por lo que estaba desgarrado, y dije con desgana.
"No lo hice para maldecir al dragón malvado... En realidad me gusta el dragón malvado... y lo hice porque me gusta, y sólo querÃa tenerlo a mi lado...".
"Oh... Lo siento..."
Se disculpó en voz baja, su tez se oscureció aún más ante mi excusa, y dejó caer su mirada.
Con sus largos dedos, introdujo suavemente el algodón que sobresalÃa en el cuerpo de la muñeca.
Pero cuando volvió a hacer un mohÃn, preguntó con voz escalofriante,
"¿Por casualidad tienes una aguja e hilo..."
"¿Sabes coser?".
"Un poco, ya que tengo que coser mi propia ropa cuando voy a la batalla".
Ya veo.
Pero era imposible que un Gremio Oscuro tuviera algo asÃ. Por supuesto, no era difÃcil de encontrar, asà que hice que un miembro del gremio fuera a buscarlo.
Poco después, llegó un bonito anillo de la tienda general, y asà comenzó la cirugÃa de urgencia en el costado de Piik.
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