Miércoles 21 de Febrero del 2024 |
La heroÃna tuvo una aventura con mi prometido 150
De repente, la sala se quedó en silencio.
¿Qué significa esto, que la purificación no funciona? La gente estaba atónita, pero era Tyriel quien estaba más desconcertada que nadie.
Ella era la única de ellos que podÃa purificar, y sus poderes habÃan resultado inútiles delante de todos.
"Eh, eh, eh..."
tartamudeó Tyriel, sin palabras. Los funcionarios del templo que se habÃan apresurado a convertirla en santa también se quedaron sin palabras.
Ahora me toca a mÃ".
Me levanté en silencio, como se habÃa acordado, y miré a Reynos.
Sacudió la cabeza, aparentemente incapaz de hablar, y luego abrió la boca.
"¿Tienes algo que decir, Pequeño Marqués?".
Al instante, todos los ojos se clavaron en mÃ. Sentà las miradas y hablé con solemnidad.
"SÃ, tengo algo que decir sobre este caso".
Mi voz no era alta, pero bastaba para transmitir mis intenciones. Hice una ligera pausa, con la esperanza de exaltar el ambiente, y cuando sus miradas frustradas alcanzaron un crescendo, continué con voz autoritaria.
"De hecho, recientemente he recibido un favor divino, y sé por qué el Segundo PrÃncipe se ha convertido en lo que es. Me temo que Su Alteza el Segundo PrÃncipe...".
Dicho esto, hice una nueva pausa y sonreà interiormente a los sumos sacerdotes reunidos en los bancos, que me observaban con ojos perplejos.
HabÃan pensado en utilizarme, pero no esperaban que anunciara que era favorecida por Dios.
Apartando la mirada de ellos, terminé.
"-se ha ganado la ira de Dios".
"...!"
"¿La ira de Dios?"
"¿Su Alteza Imperial el Segundo PrÃncipe?"
Un murmullo surgió de la multitud ante la fuerza de las palabras.
El Imperio Argentime siempre habÃa sido una nación altamente religiosa. A pesar de la corrupción del templo, el pueblo seguÃa creyendo en su Dios.
En tales circunstancias, debió de ser un shock para ellos oÃr que su prÃncipe, de entre todos los pueblos, habÃa provocado la ira de Dios.
Hablé rápidamente antes de que pudieran recuperarse de su conmoción y empezar a alborotarse de nuevo.
"No hace mucho, recibimos un chivatazo del templo de que alguien habÃa manipulado las medicinas que enviábamos a Su Alteza el PrÃncipe Heredero".
"¡Qué!"
"¡Qué insolencia!"
Los sumos sacerdotes, excitados, se pusieron en pie de un salto y gritaron. A diferencia de los sacerdotes que ahora se encontraban en el campo, no eran conscientes de la espada del Papa.
Me encogà de hombros y comencé a descender a la arena, añadiendo un astuto inciso.
"Y también he oÃdo que el Segundo PrÃncipe, aunque lo sabÃa, no os lo dijo, sino que se quedó de brazos cruzados".
"¡Qué palabras son ésas, pequeño marqués Lavirins!"
Una voz chillona cortó el aire. Me volvà para ver a la Reina mirándome con el rostro pálido como la muerte.
"No tiene sentido que manipularan la medicina del prÃncipe heredero en el templo, ¿pero te atreves a involucrar al segundo prÃncipe? El Pequeño Marqués deberÃa saber mejor que nadie lo grande que es el pecado de faltar al respeto a la familia imperial!"
La reina, que no paraba de resoplar, gritó a los caballeros.
"¿Qué estáis haciendo? Detened inmediatamente a la persona que ha dicho esas tonterÃas!"
"Deteneos".
Los caballeros se detuvieron en seco.
Reynos detuvo a los caballeros y habló en voz baja, pero potente.
"El Pequeño Marqués aún no ha terminado de hablar".
"¡PrÃncipe Heredero!"
"No es demasiado tarde para actuar una vez que hayamos verificado su autenticidad".
"¡Si lo que ha dicho el Pequeño Marqués es cierto, ¿no deberÃa haberse convertido ya el PrÃncipe Heredero en un dragón maligno tras tomar la pÃldora del templo?! El hecho de que el PrÃncipe Heredero no se haya convertido en un dragón maligno, ¿no es una prueba en sà mismo?"
Sintiendo que la marea se volvÃa en su contra, la reina gritó con un nudo en la garganta.
Sin perder un segundo, Reynos respondió a sus palabras con un tono más tranquilo.
"Yo no tomé la medicina".
"...!"
"¿Qué...?"
Las palabras sorprendieron no sólo a la Reina, sino incluso al Emperador que estaba a su lado. No, todos los presentes estaban atónitos excepto yo. Reynos continuó en un tono inquebrantable.
"Cuanto más tiempo permanecÃa con el Pequeño Marqués, más infrecuente se hacÃa la maldición del dragón maligno, hasta el punto de que no necesitaba tomar ninguna medicina. Siempre me he preguntado qué era, pero ahora lo sé".
Terminó, mirándome para darme énfasis.
"Debió de decirse que el Pequeño Marqués estaba bendecido por Dios".
Levanté suavemente el dobladillo de mi falda e incliné la cabeza en señal de gratitud por su reconocimiento de mi valÃa. Mientras tanto, el emperador, sorprendido sin decir palabra, tartamudeó.
"¿Es cierto que ahora no tienes que tomar ninguna pÃldora...."
"Puedo controlar la maldición del dragón maligno".
El emperador retrocedió tambaleándose, sujetándose la frente ante las decididas palabras de Reynos.
"¡Su Majestad!"
"¡Su Majestad!"
Los nobles de alrededor corrieron en ayuda del Emperador. El Emperador les hizo un gesto con una mano, como si estuviera bien, y murmuró.
"Me alegro, me alegro mucho".
Se alegraba sobre todo de que su hijo, por el que siempre se habÃa preocupado porque habÃa heredado la maldición del dragón maligno, no tuviera que tomar esa medicina.
Miró a Reynos, que estaba sobre la arena, y al Segundo PrÃncipe, que seguÃa inmovilizado por los caballeros, y luego se volvió hacia mÃ.
"Pequeño marqués, sigue hablando".
"¡Majestad!"
Presa del pánico, la Reina gritó faltando al respeto. Pero el Emperador la despidió con un gesto de la mano.
"Escucharé todo lo que tenga que decir mi Pequeño Marqués y juzgaré entonces".
Luego me miró fijamente, su actitud resuelta obligó a la Reina a sentarse.
"Como ordenéis".
Incliné la cabeza y descendà las escaleras, dirigiéndome directamente a la parte superior de la arena.
Con sacerdotes y caballeros iluminando el camino como si el mar se partiera con cada uno de mis movimientos, pude plantarme ante el hombre lagarto convertido en segundo prÃncipe sin ninguna inhibición.
"¿Qué demonios es esto?"
El Segundo PrÃncipe, inconsciente de la situación gracias a sus sentidos rotos, me gruñó, y yo le respondà a gritos, sintiéndome como un actor de teatro representando una escena culminante para el público.
"¡Anoche, Dios me dijo que un terrible castigo caerÃa sobre aquellos que se atrevieran a desafiar las leyes del cielo y a hacer la vista gorda ante la difÃcil situación de su hermano!".
"Oh..."
"Dios".
Unos cuantos espectadores, completamente embaucados, esbozaron santas sonrisas.
Les devolvà la mirada con un gesto exagerado.
"¡Pero el PrÃncipe Heredero no querÃa que su querido hermano sufriera el castigo divino, asà que yo, como favorecido por Dios, estoy aquà para revertir la ira divina que ha caÃdo sobre el Segundo PrÃncipe!"
Saqué a Godori de su funda y se lo tendÃ.
"¡Con este mismo espÃritu!"
- ¡Hola!
Godori, de pie en la palma de mi mano, levantó un brazo corto en un saludo retumbante.
Estático.
Eso es lo que era.
La gente miraba sin comprender al erizo resplandeciente con una expresión congelada en el rostro, ya que se suponÃa que el espÃritu legendario aparecÃa cuando el mundo estaba revuelto y salvaba el dÃa.
Me sentà aliviado por la reacción.
Supongo que soy el único que no lo sabÃa'.
De hecho, no tenÃa ni idea de que Godori tuviera semejante leyenda. La habrÃa utilizado hace tiempo, sin descartarla como debilidad, pero tropecé con ella mientras buscaba algo que cimentara mi imagen de santo.
De pie frente a la confusa multitud, Godori señaló al Segundo PrÃncipe y bramó,
- ¡Derrotaré a este feo lagarto por ti!
"¡Qué haces, suéltame, suéltame!".
El Segundo PrÃncipe, dándose cuenta de que las cosas se le iban de las manos, torció el cuello y forcejeó.
Mientras tanto, un miembro del gremio escondido en un rincón de la arena, lejos de la vista del público, envió una señal al espejo.
Centellea.
Estaba preparado para romper el hechizo ilusorio del Segundo PrÃncipe.
Me apresuré a llevar a Godori hasta el Segundo PrÃncipe.
Entonces Godori, que de algún modo habÃa conseguido sacar abundantes plumas, abofeteó al Segundo PrÃncipe en la cara con una pluma.
- ¡Los puntos débiles del lagarto feo son la cabeza, el pecho y el estómago!
Dejando a Godori a su suerte, junté las manos y musité una oración como si fuera un verdadero santo, tropezando con mis palabras y gritando al final.
"¡Dios!"
Como si estuviera preparado, el miembro del gremio que estaba a mi lado abrió el pergamino de anulación mágica.
En un instante, apareció una pequeña mancha de luz en mi cuerpo y en el de Shade.
Era un efecto extra especial, ya que la magia ilusoria habrÃa desaparecido si simplemente se hubiera liberado.
La luz brillante y sagrada se desvaneció rápidamente, y en el suelo donde habÃa desaparecido...
"¡¡¡Quita a este erizo loco de mi cara, ahora!!!"
Shade, transformado de nuevo en su forma original, estaba siendo sujetado por los caballeros, montando una escena.
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