Miércoles 21 de Febrero del 2021 |
La heroÃna tuvo una aventura con mi prometido 134
"Quizá debamos sugerir a Su Santidad que se declare un santo. ¿Cuándo fue el último santo?"
"Hace unos doscientos años, creo".
"Jeje, nunca pensé que verÃa el nacimiento de un santo en mi vida".
Limitándose a una sola persona, Gilliot, la reunión de emergencia terminó con una nota tan cálida.
Mientras todos se daban las gracias por sus servicios y se marchaban, sólo Gilliot permaneció congelado, con los puños cerrados en señal de frustración.
'La Reina ha dicho que hay que aplastar al pequeño marqués Lavirins'.
Y, sin embargo, se la venera como a una santa. Esto es indignante.
Debo informar a la Reina'.
Gilliot se preparó inmediatamente para salir.
Se apresuró a ir a ver a la reina, ausente de su palacio desde el compromiso del Palacio de RubÃ, y le contó lo sucedido.
La corte de la reina estaba comprensiblemente alborotada.
***
"¿Qué demonios es esto...?"
Al oÃr el informe de Gilliot, la reina repitió las mismas palabras, desconcertada. ¿Qué, qué demonios es esto?
Menos mal que el Pequeño Marqués se habÃa hecho una prueba de paternidad, eso estaba claro.
Si de algún modo pudiera manipular al marqués Cherish para que lo utilizara, podrÃa eliminar de inmediato a aquella mujer Tyriel.
Pero pensar que eso darÃa lugar a que el Pequeño Marqués Lavirins fuera declarado santo era una idea absurda.
¿Era realmente tan fácil convertirse en santo?
La ardua tarea de poner de rodillas a la Pequeña Marquesa Lavirins parecÃa insuperable. ¿Qué opciones tenÃa?
Estos enojosos pensamientos consumÃan la mente de la Reina. Paseando inquieta por la habitación, se mordÃa nerviosamente las uñas hasta que Gilliot, que se habÃa postrado ante ella, la tranquilizó para que no se inquietara.
"Afortunadamente, Su Santidad está de nuestro lado".
"¿Qué quieres decir?"
La Reina se detuvo bruscamente, clavando en Gilliot una mirada penetrante.
Gilliot relató la conversación que habÃa mantenido recientemente con el Papa, justo antes de su llegada a palacio.
"Su Santidad está contemplando la canonización de la Dama Puritina".
De hecho, el Papa no estuvo presente en la reunión de sacerdotes mayores porque estaba hablando con Knox sobre "cómo conseguir que el prÃncipe heredero confÃe más en el templo".
Pero cuando se enteró de la reunión por Gilliot, escribió: "Ten por seguro que no ocurrirá, pase lo que pase".
"Si Lady Puritina se convirtiera en santa, la familia imperial confiarÃa más en nosotros".
"Si hacemos que Lady Puritina utilice la Purificación en público, entonces, naturalmente, se le otorgará el cargo de Santa a Lady Puritina".
Al oÃr esto, Gilliot se quedó un poco estupefacto.
¿Hacer que Lady Puritina utilizara la Purificación en público?
Eso era imposible, ya que ella no podÃa controlar a voluntad la demonización del prÃncipe heredero. Fue entonces cuando una teorÃa surgió en la cabeza de Gilliot.
'¿Quieres decir que va a manipular la medicina para el prÃncipe heredero?'
En efecto, fue en el templo donde se elaboró la medicina que aliviaba la maldición del dragón maligno que portaba Reynos. Esto implicaba que, con un poco de manipulación dentro del templo, el prÃncipe heredero podrÃa transformarse potencialmente en un dragón maligno.
A Gilliot le pareció una conjetura intrigante, pero comprendió los peligros de profundizar demasiado en tales asuntos y optó por dejar de lado su curiosidad.
En su lugar, se apresuró a ir al palacio de la reina y transmitió sin demora las palabras del Papa. Abrumada por la angustia, la Reina dejó escapar un profundo suspiro.
"Asà pues, la Dama Puritina va a ser canonizada... como santa".
Lo último que deseaba era que el Pequeño Marqués de Lavirins alcanzara la santidad.
Siendo ya un individuo insufrible, ser santa no harÃa sino inflar su arrogancia. Sin embargo, eso tampoco significaba que deseara que Puritina se convirtiera en santa, pues eso la vincularÃa para siempre a la familia Cherish. Por desgracia, parecÃa que sólo le quedaban dos opciones.
"Ja".
Con un suspiro que le salió del corazón, la Reina dio rienda suelta a su cansado corcel.
¿A quién demonios debÃa elegir? Los retos del siglo no serÃan tan difÃciles.
***
Mientras tanto, las cosas no iban muy bien en la villa del marqués Cherish. Tyriel miró tembloroso al marqués Cherish, que habÃa hecho una sugerencia escandalosa.
"La prueba de paternidad de Ciella... ¿Te refieres a la prueba de paternidad del Pequeño Marqués?".
"SÃ. El artesano Ermetsch encontró con ella a su nieto biológico, asà que por qué no lo probamos nosotros también, y asà nadie podrá decir nunca que no eres mi hija..."
"¡No!"
interrumpió Tyriel asustado al marqués.
"¡No! ¡Nunca lo harÃa!".
"Es una oportunidad, Tyriel".
Como un padre cariñoso, el marqués la persuadió pacientemente.
"Tyriel, ésta puede ser una oportunidad. No puedes seguir viviendo en una controversia perpetua. He preguntado a la Pequeña Marquesa y me ha dicho que sólo hace falta un mechón de pelo, asà que..."
"¡No, no!"
Llevada al lÃmite, Tyriel empujó con todas sus fuerzas al marqués. Indefenso, tropezó hacia atrás y se estrelló contra la mesa que tenÃa detrás.
¡Pum!
La sala retumbó con un fuerte estruendo cuando el marqués y la mesa se desplomaron juntos. Un jarrón, tan alto como su antebrazo, descendió directamente sobre la cabeza del Marqués.
¡Chararang!
"Keuk..."
En el mismo momento en que el jarrón se hizo añicos, el marqués Cherish perdió el conocimiento.
"¡P-Padre!"
Sobresaltado, Tyriel corrió hacia él. Los sirvientes del marqués, sobresaltados por el ruido, entraron corriendo en la habitación.
"¡Marqués!"
"¡Qué, qué ocurre!"
"Bueno, padre tropezó y se cayó...".
No podÃa decir que le habÃa empujado, asà que Tyriel mintió titubeando.
HabÃa mentido tantas veces durante su vida como Cherish que podÃa hacerlo sin que se dieran cuenta.
Mientras tanto, un hilillo de sangre goteaba de la frente del marqués Cherish. El mayordomo se horrorizó.
"¡El marqués está herido! Llama al consejero!"
Varios de los hombres contratados salieron corriendo de la habitación. Tyriel, el único que estaba a su lado, con el corazón hundido al pensar que el marqués estaba herido, vaciló a su lado.
"¿P-padre...?"
gritó con voz temblorosa, y pronto los ojos del marqués se abrieron. Tyriel se sintió aliviado al verle. Justo cuando estaba a punto de llamarle "Padre" y abrazarle, oyó una voz que decÃa.
"... ¿Joven Puritina? ¿Por qué estás aqu�"
El marqués escupió las palabras con una frialdad glacial. Tyriel se quedó inmóvil.
Acunando su dolorida cabeza, dijo algo que hizo que el corazón de Tyriel se hundiera aún más.
"¿Has venido a ver a Alice? Espera, mayordomo, ¿por qué estoy aqu� ¿Y qué es todo esto?"
"¿Perdón?"
Desconcertado por la ininteligible pregunta del marqués, el mayordomo se quedó con la mirada perdida. Luego comprendió que se trataba de un lapsus temporal de memoria causado por un golpe en la cabeza, y respondió con sinceridad.
"HabÃa quedado con usted para hablar con la señorita, pero el marqués debió de perder pie y chocó con la mesa".
"¿Pequeña dama?"
El marqués Cherish frunció el ceño ante aquella palabra ininteligible. Entonces el mayordomo tomó la palabra.
"Quiero decir 'la señorita, Tyriel Cherish'. "
"DeberÃas haberlo dicho. ¿Por qué se refieren a Lady Puritina como una Cherish?"
"¿Qué?"
¿Realmente sufre amnesia?". El mayordomo estaba realmente desconcertado por aquellas palabras frÃas y duras. Mientras buscaba palabras, el marqués se volvió hacia el rÃgido Tyriel y le preguntó.
"Dime, Lady Puritina, ¿por qué se te conoce como la damita de la familia Cherish?".
"... ¡Ah, parece que te has hecho una mala herida en la cabeza, te traeré medicinas!".
Presa del pánico, Tyriel echó a correr.
El suelo parecÃa ceder bajo sus pies. Corrió, y corrió, y corrió, y corrió, hasta que las piernas le fallaron y estuvo a punto de caerse, y se tambaleó y apenas consiguió apoyarse en la pared para recuperar el aliento.
El pasillo oscuro y desierto se alzaba ante Tyriel, engulléndola como una entidad monstruosa.
Las imágenes de la mirada penetrante del marqués pasaron por su mente, dejándola mareada y desorientada.
"¿De verdad... ha terminado? ¿Realmente...?
Aunque el marqués ya habÃa recuperado la consciencia antes, esta vez se sentÃa diferente. Tyriel no podÃa deshacerse de la sensación de que nunca volverÃa a mirarla con el amor de un padre.
Ah...
Abrumada por el vértigo, Tyriel se desplomó en el suelo, con los dientes apretados mientras contemplaba su siguiente movimiento. Sólo una persona acudió a su mente como posible salvadora de aquella terrible situación.
El Sr. Knox...".
Ansiaba desesperadamente acudir al Vaticano en busca de ayuda. Sin embargo, si lo hacÃa, la reprenderÃan por su incapacidad para ejercer sus poderes y ganarse el corazón del prÃncipe heredero.
TenÃa que conquistar rápidamente el corazón del prÃncipe heredero. Como un ratón acorralado, la mente de Tyriel corrió en busca de una solución.
Menos mal que Ciella mencionó un próximo banquete...'.
Corriendo hacia su habitación, Tyriel cogió el frasco de Estalroot.
Luego salió corriendo de la villa.
***
Algún tiempo después del asunto Ermetsch, los rumores sobre mi posesión de una prueba de paternidad, junto con la sugerencia de que la prueba de paternidad del Templo podrÃa ser incorrecta, se habÃan extendido por los cÃrculos sociales.
Sinceramente, esperaba que Alice o la marquesa Cherish vinieran corriendo a pedirme que les dejara utilizar la herramienta, pero se mantuvieron sorprendentemente calladas.
QuerÃa tomar prestados sus sentidos, para ser precisos, pero era como si me estuvieran observando.
¿Por qué?
Mis dudas se disiparon rápidamente cuando un sacerdote de alto rango, al que habÃa estado sobornando en nombre de Luminous, se acercó a mà y me confió la situación del templo.
Van a hacer santo a Tyriel...".
Dejé escapar una risa untuosa. La Reina habÃa apretado a Cherish.
'No quiere hacerme santa, asà que va a hacer de Tyriel toda una Cheri'.
Y todo ello mientras sofocaba las protestas de su aliada, la marquesa Cherish.
Pero los cálculos de la Reina eran erróneos.
Sólo hay una forma de elevar a la santidad a un Tyriel caÃdo en desgracia.
Pero, por desgracia, no pudo hacerlo delante de todos: purificar y pacificar a los malvados Reynos.
- Piiik.
[Mi Señora, ¿qué haces levantada?]
Esto se debÃa a que Reynos era ahora plenamente capaz de controlar el poder del Dragón Maligno, incluso durante la Luna de RubÃ.
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