LESVAC 266

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La Emperatriz se volvió a casar 266

SS1: Navier en Luipt (4)



No sabía si me molestaba más la brisa del mar o las miradas de los caballeros. Jugueteando con la áspera cuerda de la cubierta, respiré hondo y me di la vuelta.

Afortunadamente, los Caballeros de la 4ª División parecían tan asombrados como yo de encontrarme a bordo de su buque. Todos dejaron de mirarme al poco tiempo y volvieron a sus tareas.

"Qué extraña coincidencia. Debe ser obra del destino."

Comentó Ángel. Sólo él parecía indiferente a este giro de los acontecimientos. Hoy llevaba un uniforme blanco especialmente deslumbrante.

Como no respondí, entrecerró los ojos,

"Oh, cielos. Parece que a Su Majestad no le gusta admitir nuestros fatídicos lazos."

"Tienes razón. Si tal destino nos ata, me gustaría cortarlo."

"¿Cuál fue el problema? ¿Acaso te molestó que me interpusiera entre tú y el Gran Duque Kapmen haciendo travesuras desnudos?"

'Qué hombre tan detestable.'

Ojalá tuviera un abanico para golpearle la boca. Sin embargo, estaba en deuda con él por habernos rescatado de esa isla.

"Hablando del Gran Duque, ¿dónde está ahora? Normalmente nunca se aparta de tu lado. Como un perro leal."

"Fue a cambiarse."

Respondí rígidamente.

'El Gran Duque Kapmen puede ser del Continente Hwa, pero aún es de la realeza. ¿Cómo pudo Ángel referirse a él como 'perro'?'

Ángel sonreía complacido. Parecía estar disfrutando esto.

"¿Cómo es que Su Majestad quedó varada en una isla desierta?"

"Me caí por la borda."

Resoplé.

"Entonces, ¿no estabas tomando un descanso de volar en forma de pájaro? Si fueras un pájaro, ¿qué serías? ¿Quizá un cisne?"

Su sonrisa se ensanchó, como la de un zorro a la caza de su presa.

"Preferiblemente uno que pueda tragarse a un zorro por completo. Podría ser una cigüeña picozapato."



"Vaya. Ahora que lo dices, sí que te pareces."

Él se rió entre dientes. Pegarle tres veces no me haría sentir satisfecha. Me daban ganas de pegarle una decena de veces.

"¿Te dirigías al Continente Hwa?"

Me negué a responder con los dientes apretados, pero Ángel mantuvo la calma.

Detrás de nosotros, sonó la puerta de un camarote. El Gran Duque Kapmen salió, vestido con el uniforme de los Caballeros Transnacionales.

'Le queda bien.'

Pensé, asombrada. Por otro lado, Ángel sonrió pícaramente,

"Parece que tu presa se ha cambiado de ropa, Lady Cigüeña."

***

Después de cenar con los Caballeros Transnacionales, me quedé en el comedor todo el tiempo que pude. Después de todo, era una invitada. Pero mi presencia hacía que todos se sintieran incómodos. Finalmente, tras soportar demasiadas miradas, me levanté para dirigirme a la cubierta.

Afuera, el sol se había ocultado bajo el horizonte. El cielo se oscureció hasta adquirir un tono azul intenso, mientras las estrellas empezaban a vislumbrarse.

"No sé si debería decir esto después de recibir su ayuda, pero... tenga cuidado con ese hombre."

Me susurró el Gran Duque Kapmen, después de seguirme desde el comedor. Miré a mi alrededor, asegurándome de que no hubiera nadie lo suficientemente cerca como para escucharnos.

"¿Sabes lo que está pensando Lord Ángel?"

"¿Quieres saberlo claramente, o prefieres que sea indirecto?"

Mis ojos se abrieron completamente.

'¿Qué podría estar pensando?'

"Dímelo directamente."

"Se pregunta por qué Su Majestad Navier viaja al Continente Hwa. Dado que estás conmigo y eres una maga de hielo, cree que tu destino es Luipt. También teme que lo congeles. Parece creer que tus ojos son míticos como los de una cigüeña picozapato, o algo así."

Kapmen frunció el ceño,

"No estoy seguro de lo que quiere decir la última parte."

En ese momento, un ruido a lo lejos hizo que nos separáramos sobresaltados. Ángel subió a la cubierta con una pequeña bandeja de uvas verdes. Me la ofreció,

"Te fuiste antes del postre."

Quise decirle 'eres bueno para fingir amabilidad'. Pero realmente nos había ayudado.

"Gracias."

Ángel se paró a mi lado. Se agarró a la barandilla con una mano y se quedó mirando el océano,

"Fue muy afortunado que ambos cayeran al mar y sobrevivieran. Incluso si las olas no los hubieran ahogado, podrían haber sido capturados por piratas, o pasarles algo aún peor."

Fruncí el ceño. ¿Estaba siendo sarcástico? No lo parecía. Su voz sonaba más seria de lo habitual.

'¿Los Caballeros Transnacionales viaja a menudo por mar?'

Pero su comportamiento sombrío sólo duró un momento. Cuando nuestras miradas se cruzaron, volvió a sonreír.

Aun así, después de oír sus palabras, los crujidos que hacía el buque contra las olas me producían escalofríos. En vez de responder, me quedé mirando el mar oscuro como boca de lobo.

***

Alessia se enfrentó al mar oscuro y gritó,

"¡Sálvenme!"

Todo a su alrededor estaba completamente oscuro, incluidos el mar y el cielo. La única luz procedía de la luna y las estrellas del firmamento. Si no fuera por el estruendo de las olas al romper, ni siquiera habría sabido que el mar estaba allí.

"¡Sálvenme! ¡Que alguien me salve!"

Alessia volvió a gritar, aferrándose al bote. Las lágrimas corrían por su rostro.

"Madre, Padre."

Después de que Alessia fue acusada por el Príncipe Sovieshu de dar a su madre galletas mezcladas con drogas abortivas, sus días de ensueño en el palacio imperial se hicieron añicos. Ella lo negó todo, pero nadie la escuchó.

El Imperio Oriental la expulsó de vuelta al Ducado Krom.

"Has deshonrado a tu familia."

Expresaron sus padres a su regreso.

La actitud de ambos la sorprendió, pero afortunadamente sólo duró un momento. No tardaron en escuchar su historia con ternura. Maldijeron al Emperador Osis y a su abominable emperatriz, así como a ese pequeño demonio que era el príncipe heredero. Pero el pequeño ducado no podía permitirse iniciar un conflicto internacional por un problema como éste.

Alessia decidió enviar una carta al emperador para explicarle el malentendido.

"¿Su Majestad lo entenderá?" 

Ella preguntó a sus padres.

"No lo sabremos hasta que la envíes."

Contestó su padre. Por otro lado, su madre añadió, 

"Vale la pena intentarlo. Si se corre la voz de que intentaste dañar a la emperatriz, tu posición aquí podría peligrar."

Entonces Alessia escribió la carta.

Era injusto. El único crimen que había cometido era enamorarse. Ni siquiera había hablado con el príncipe heredero, y mucho menos enviado galletas mezcladas con drogas abortivas. Una vez que envió la carta, Alessia rompió a sollozar. Recordar tiempos felices en palacio sólo la entristecía más.

"Bebe esto."

Le dijo su padre, compadeciéndose de ella. Le había traído chocolate caliente.

Aceptó la taza. Olía dulce. Entre sollozos, Alessia murmuró,

"No volveré a poner un pie en el Imperio Oriental, Padre. Lamento haberlos decepcionado."

"No pasa nada."

Alessia bebió el chocolate caliente y se secó las lágrimas. La dulce bebida la animó.

"No importa lo que digan los demás, nosotros creemos en ti."

Su padre abrió los brazos y la abrazó,

"No eres el tipo de chica que haría algo así."

Su suave voz la adormecía. Mientras le escuchaba, se quedó profundamente dormida. Ella esperaba que al despertar al día siguiente se hubiera olvidado de lo sucedido. Tal vez haya sido por tanto llorar. Quería superarlo y vivir una buena vida.

Ella apartó de su mente el recuerdo de los ojos del príncipe, llenos de resentimiento.

Cuando despertó, se encontró en medio del océano.

"¿Por qué? ¿Por qué me hicieron esto? Dijeron que me creían."

Enterró la cara entre sus manos y rompió a llorar.

Ser expulsada por un crimen que no había cometido era terrible, pero ser abandonada por sus padres era peor. 

'Ahora moriré ahogada o de sed.'

Ambas posibilidades la aterrorizaban. Incluso el chapoteo de las olas le asustaba.

Ella lloró durante horas, hasta que finalmente logró quedarse dormida al amanecer. Antes de dormirse, se hizo una promesa a sí misma.

Si sobrevivía, no dejaría que nadie volviera a utilizarla.

Cuando volvió a abrir los ojos, Alessia yacía en el suelo de un enorme barco. Se levantó sobresaltada y miró a su alrededor. El sol del mediodía se cernía sobre ella. A su alrededor, hombres con cicatrices la miraban con el ceño fruncido.

En lo alto, había una bandera pirata negra.

Un chico andrajoso se acercó a la aterrorizada Alessia. Le entregó una escoba,

"Si estás despierta, trabaja. Barre aquí, después pasa el trapeador y sécalo con un trapo."

***

"Ya han pasado dos años y sigues siendo una inútil."

Dijo el chico andrajoso. Alessia lo había confundido con un niño mucho más pequeño cuando lo conoció. Ahora tenía unos dieciséis años, sólo que su cuerpo no se había desarrollado adecuadamente debido a la desnutrición.

Dos años más tarde, lo único que había crecido era su regaño. Alessia lo fulminó con la mirada. Él había sido rescatado apenas medio año antes que ella, pero aun así actuaba como un superior.

"Si sólo estás aquí para molestarme, cállate."

"En lo único que has mejorado es en maldecir."

"Si no puedes cerrar la boca, ¿te la cierro yo?"

Alessia agitó el afilado cuchillo de cocina que sostenía. El joven soltó una risita y se apartó del camino.

'Tengo un montón de cosas que hacer como para aguantar sus molestias.'

Pero entonces se quedó inmóvil, con la mirada puesta en la cintura del chico.

"¿Qué es eso?"

Ella señaló la nueva arma que él llevaba.

"Una daga."

"Ya lo veo. ¿Por qué la llevas?"

El chico sonrió y desenvainó la daga para blandirla por encima de su cabeza,

"Me llevarán a la próxima incursión."

"¿Qué?"

Todavía parecía demasiado joven. Él volvió a envainar la daga,

"Estoy bromeando. Aún no tengo edad suficiente para eso. Únicamente debo fingir que sé luchar."

"¿De qué estás hablando?"

"El capitán me enviará a reunirme con el almirante."

Alessia palideció. Al vivir con los piratas, había oído muchos rumores terribles. El Almirante de Bohean Azul era el peor. Decían que era tan cortante y frío como una espada, dispuesto a ejecutar a cualquier pirata que atrapara.

"Ni siquiera sabes pelear todavía. ¡No vayas!"

"¡Sólo estaré ahí parado!"

"¿Parado dónde... en la cubierta o en la horca?"

"El almirante no siempre lucha con los piratas. A veces quiere comerciar."

"¡No puedes confiar en los nobles!"

Pero el joven no quiso escuchar. Al día siguiente, dejó el barco.

***

Unos días más tarde, el joven estaba en la horca, con una cuerda blanca alrededor de su cuello. Un cartel atado a su pecho decía: 'Tercero al mando de una infame banda de piratas.'

Alessia se quedó paralizada en medio de su recorrido por el mercado, estupefacta ante la escena,

"Ese idiota."

Otro pirata que le había acompañado a hacer las compras chasqueó la lengua. Él había rescatado al chico y le había enseñado el oficio.

Alessia lo agarró del brazo y lo zarandeó,

"¿Por qué lo llaman nuestro tercero al mando? No creo que el almirante se haya creído eso. El chico es un tonto."

"Estoy seguro de que no lo cree. Pero el Príncipe Claude, el hermano del rey, quiere eliminar a los piratas. El almirante debe seguirle el juego. Una vez muerto, ¿quién puede decir si es el tercero al mando o no?"

"¡Eso es ridículo!"

"El capitán no quiso poner en peligro a ninguno de sus hombres más preciados, así que envió al chico como si fuera uno de ellos para las negociaciones."

Alessia palideció. Entonces un estruendo resonó en la plaza. El suelo debajo del joven cayó. Ella reprimió un grito de horror al ver cómo pataleaba y forcejeaba.

El joven, que solía llevarle fruta y galletas cada vez que lloraba, ahora se retorcía como un pez. El almirante y el rey observaban con desinterés.

Ella tragó con dificultad,

'Al menos he sobrevivido. Es mejor estar viva.'

Justo entonces, el pirata que estaba a su lado le susurró,

"Huye."

Alessia lo miró sorprendida, mientras él mantenía la mirada al frente,

"Eso es lo que el chico me dijo antes de marcharse. Si tuviera que morir, lo aceptaría con gusto si eso sirviera para que huyeras. No quiere que acabes como todos los piratas."

"Yo, yo..."

Los ojos de Alessia se llenaron de lágrimas. Volvió a mirar a la horca. El joven seguía luchando.

"Sobrevive, pase lo que pase. Ese es su último deseo."

En ese momento, ella prestó atención a los murmullos de la multitud que veía al chico,

"Se lo merece."

"El mundo se convertirá en un lugar más limpio."

'No. Él sólo fue rescatado y mantenido cautivo. Como yo.'

Ella quería gritar. Pero en cambio se mordió el labio y apretó los puños. Si hablaba, la acusarían de ser su compañera y la colgarían junto a él.

"Vete. Haré la vista gorda."

El pirata a su lado la empujó.

Con su cabeza aún dando vueltas por la confusión, Alessia avanzó entre la multitud. Sin embargo, se dirigió hacia el joven.

Detrás de ella, el pirata maldijo,

"¡Idiota! ¿Por qué vas en esa dirección?"

Pero en lo único que podía pensar Alessia era en que el joven la viera por última vez. Siguió adelante hasta llegar a la horca. En cuanto sus miradas se cruzaron, el joven dejó de forcejear.

Alessia gritó y se acercó a la horca, mirando al almirante.

El almirante se puso de pie de inmediato. Tras un vistazo a su mirada llena de odio, hizo una señal a sus hombres para que se llevaran a la mujer. Sus hombres agarraron a Alessia.

"¡Suéltenme! ¡He dicho que me suelten!"

De nada servía el forcejeo de Alessia.

"¡Alto!"

Alguien ordenó. Un miembro de la realeza estaba sentado al lado del almirante, con la mano levantada. Al oír su voz, los guardias soltaron a Alessia.

"¿Qué está pasando?" ´

La multitud empezó a murmurar.

El viento sopló, balanceando el cuerpo del joven. Al girar hacia Alessia, sus ojos sin vida volvieron a encontrarse con los de ella. Fue entonces cuando recordó el último deseo del joven muerto.

'Sobrevive, pase lo que pase.'

Alessia se quitó de encima a los guardias y se acercó al hombre de la realeza,

"He sido capturada por piratas. Por favor, ¡sálvame!"

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