LESVAC 261

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La Emperatriz se volvió a casar 261

Hola y Despedida



Pensé que Sovieshu inventaría alguna excusa para ver a los bebés. Para mi sorpresa, nunca vino. Teníamos una fiesta esta noche para celebrar la fundación de la alianza, pero nos habían dicho que era poco probable que Sovieshu asistiera.

"¡Tienes que llevar una corona! ¡Una brillante!"

Laura exclamó. Por otra parte, la Condesa Jubel revolvió nuestros baúles.

"¿Dónde está el vestido? ¡El vestido especial obsequiado por el Emperador Heinley! El que tiene brillos que resplandecen con la luz."

Aunque ninguna de nosotras lo mencionó, me di cuenta de que mis damas de compañía se sentían aliviadas de no tener que encontrarse con Sovieshu esta noche. A mí también me incomodaba la idea.

Una vez vestidas y peinadas— la Condesa Jubel con un vestido color crema, Laura con uno rosa y yo con uno dorado— vestimos a Laura y a Kai con trajes amarillos a juego.

Laura gritó,

"¡Dios mío, son tan lindos!"

Comprendí su reacción. Eran unos bebés realmente adorables, y no sólo porque fueran míos. Con la misma ropa, finalmente parecían gemelos, a pesar de sus caras diferentes.

Justo en el momento en que terminamos de alistarnos, Heinley llegó. Llevaba un traje más brillante que de costumbre. Me acerqué a él, ansiosa por presumir de Laura y Kai.

"Mi Reina."

Sin embargo, se quedó helado al ver mi vestido dorado. Me miraba fijamente, embelesado.

"¿Te gusta más el vestido que yo?"

"No, mi reina. ¿Cómo podría?"

Sonreí burlonamente,

"Te quedaste mirándolo embobado."

"Es que eres tan deslumbrante que tuve que mirar a otro lado."

"Eres astuto con las palabras."

Me reí. En ese momento, Laura soltó una risita.

"Qué escena más bonita."

En cuanto la miramos, se frotó los brazos, me guiñó un ojo y se apresuró a salir. Cuando volví a mirar a Heinley, me estudió descaradamente, acercándose más,

"Mis ojos ya se han ajustado a tu deslumbrante apariencia. Te ves hermosa, esposa mía."

***

De camino al salón de banquetes, Heinley llevaba en brazos a Laura y yo a Kai. Mientras bajábamos los escalones, me detuve a mitad de camino.

Aquí fue donde Sovieshu me dejó para irse con Rashta. Aquella vez, los presentes me miraron con lástima.

Un año después, estaba en el mismo lugar. Esta vez, nadie se compadecería de mí. Ya no me sentía frágil, como un cristal a punto de romperse bajo el peso de sus miradas. El único sonido que flotaba en el aire era el de un alegre violín.

"¿Vamos, Mi Reina?"

Heinley me ofreció su brazo.

"Sí, vamos."

Acuné a Kai en un brazo y agarré a Heinley con el otro. Descendimos lentamente.

La Condesa Eliza nos recibió abajo,

"¡Madre mía, qué bebés tan adorables!"

Mis anteriores damas de compañía se abalanzaron sobre mí.

"El príncipe se llama Kaiser, ¿cierto?"

"Así es. Pero le suelo decir Kai."

"Sólo hay que ver esas mejillas. ¡Qué mono es el pequeño príncipe!"

¿Le gustaba ser el centro de atención? Kai sonreía más brillantemente que de costumbre.

'Ya veo que Kai es un acaparador de atención.'

"Su Majestad, ¿puedo sostenerlo?"

"Por supuesto."

Las damas sólo miraron a Kai.

Lanzaban miradas curiosas a Laura, pero Heinley la tenía firmemente en sus brazos, con la barbilla en alto. Nadie se atrevía a acercársele.

'Heinley... ¿qué estás haciendo?'

Tuve que apartar la mirada para no reírme. Fue entonces cuando vi al Rey de Whitemond. Parecía desanimado en la ceremonia de la firma. Su humor no parecía haber mejorado esta noche.

'Probablemente aún esté molesto porque la Princesa Charlotte canceló el matrimonio.'

Había añadido ciertas disposiciones al contrato de alianza que favorecían al Imperio Occidental, usando eso como excusa. Él debe haberlo notado.

'¿Debería hablar con él? ¿O eso molestará a los nobles del Imperio Occidental?'

Mientras reflexionaba, se me acercó otra persona— El Duque Tuania.

"Su Majestad, me complace enormemente verla tan saludable."

Las damas de compañía se callaron al oírle. Me sorprendió que me saludara. Era cercana a la Duquesa Tuania, pero no al Duque.

'¿Me preguntará por Nian?'

No estaba segura de cómo debía responder si lo hacía.

"Su Majestad, tal vez mi esposa—"

Pero en cuanto abrió la boca, el Vizconde Langdel intervino,

"Ella vive feliz con su enamorado, en quien confía, incluso después de los cientos de mentiras que otro hombre le dijo."

La expresión del Duque Tuania se endureció.

"¿Me imagino que ese enamorado eres tú?"

"Sí."

Las damas de compañía se taparon la boca con sus abanicos e intercambiaron miradas divertidas. Probablemente les resultaba entretenido ver a su anterior y a su actual pareja peleándose.

Sin embargo, parecían saltar chispas entre el Duque y el Vizconde. Al notar esa atmósfera violenta, me aparté prudentemente.

***

Pasé una velada estupenda reencontrándome con viejas amistades. Aunque lo estaba disfrutando, al cabo de tres horas me cansé. Como no nos habíamos visto en bastante tiempo, todos me hacían las mismas preguntas, una y otra vez.

Eventualmente, decidí salir a tomar un poco de aire fresco con Laura. Quería que Heinley viniera conmigo, pero no paraba de presumir a su hijo a los nobles del Imperio Oriental.

Podía ser lindo a veces, pero... esta noche, lo dejé atrás.

"Vamos a tomar un poco de aire, mi pequeña."

Por otro lado, Laura se había portado excepcionalmente bien hoy. La cubrí bien con su manta por el frío de la noche. Afuera, le señalé algunas cosas familiares,

"Mi bebé, tu mamá solía venir aquí a menudo. ¿Ves esto? Este era mi árbol favorito."

Aunque no podía entenderme, sacó una mano de la manta e intentó agarrar el árbol.

"Siempre que tu mamá tenía muchas cosas en la cabeza, venía aquí. En verano, flores blancas florecen por todas sus ramas."

Algún día, cuando Laura y Kai fueran mayores, ¿podría traerlos nuevamente al Imperio Oriental?

"Aquí es donde tu mamá y tu papá dieron su primer paseo juntos. Y aquí..."

Una vez que señalé la fuente, me quedé inmóvil. Había alguien conocido frente a la misma.

'Sovieshu.'

A diferencia de los otros nobles, vestidos con sus mejores trajes, él llevaba ropa cómoda.

'¿También salió a dar un paseo?'

Nuestras miradas se cruzaron. Su expresión era vacía y de asombro.

Bajé lentamente mi mano que apuntaba a la fuente. Laura, ajena a todo, se recostó en mi hombro.

Nos miramos en silencio. No tenía idea de que me lo encontraría aquí. No había hecho nada malo, así que no me sentía culpable, pero sí incómoda. La mirada de Sovieshu se movió rápidamente entre Laura y yo. Se mordió el labio inferior.

"¿Cómo estás?"

"¿Estás bien?"

Los dos preguntamos al mismo tiempo. Tras una breve vacilación, Sovieshu se aclaró la garganta,

"Estoy mucho mejor."

"Eso no es lo que he oído."

"Demos por hecho que sí, así no tendremos que molestarnos más el uno al otro."

'Dice eso, pero no deja de mirar a Laura.'

La levanté más alto en mis brazos,

"Bueno, me alegra que al menos hayas recuperado la memoria."

Sovieshu se estremeció,

"¿Cómo lo sabes?"

"Por la forma en que hablas."

Él sonrió amargamente,

"Sabes, la Princesa del Imperio Occidental se parece a la mujer que amo."

Se me revolvió el estómago. En vez de mirarme a mí, Sovieshu miró a Laura,

"Le deseo toda una vida de felicidad a tu niña."

Laura miró a Sovieshu con curiosidad, pero yo la apreté con más fuerza y me di la vuelta.

Él me habló a la espalda,

"Quédate un poco más. Yo me iré. Después de todo, puedo volver aquí cuando quiera."

Consideré brevemente decirle, 'no, gracias'. Pero al final, asentí. Por una vez tenía razón. No sabía cuándo o si volvería aquí alguna vez, mientras que él podía visitar este jardín siempre que quisiera.

Escuché crujir las hojas secas mientras se marchaba. Cuando el ruido se desvaneció, me di la vuelta lentamente. Sovieshu ya no estaba. En su lugar, los recuerdos inundaron mi mente. Me imaginé las versiones pasadas de Heinley, Sovieshu y yo, parados en este mismo lugar.

***

Mientras esperaba que nuestro carruaje estuviera preparado, levanté y bajé la pluma una docena de veces. Había perdido la cuenta de cuántas hojas de papel había desperdiciado. Cada vez que ponía la pluma sobre el papel, cambiaba de opinión.

"¿Su Majestad? Todo está listo."

La Condesa Jubel llamó desde afuera.

Al mirar el reloj, me quedé atónita. Ya era hora de partir. Llevaba tres horas aquí sentada y lo único que tenía para mostrar era un montón de papel arrugado.

"¿Su Majestad?"

"Dame unos minutos."

Finalmente me decidí. Moví la pluma con rapidez, lo que produjo un agradable sonido. Al final, escribí la carta sobre la que había deliberado durante tres horas en sólo cinco minutos.

Una vez que salí, Laura dijo,

"Su Majestad, no deje que la Condesa Jubel le apresure. Si necesita más tiempo..."

La Condesa Jubel lanzó una mirada fulminante a Laura, pero yo sacudí la cabeza,

"No lo necesito. Vámonos."

Justo cuando tenía que subir a nuestro carruaje, mi padre y mi madre llegaron. Mi madre me abrazó con fuerza.

"Trataré de visitarte a menudo. No te preocupes."

También me despedí de mi padre. Luego se acercó Heinley, que prometió verlos pronto.

Una vez que las despedidas se acabaron, le extendí a mi padre la carta que había escrito apresuradamente.

La aceptó, con cara de confusión.

"¿Qué es esto, Navier?"

***

"¿Navier escribió esto? ¿Para mí?"

"Sí, Su Majestad."

Sovieshu recibió del Duque Troby un sobre ordinario de color blanco, formal pero sin adornos. Ni siquiera estaba sellado. Cuando desdobló la carta, vio una letra familiar e impecable. Mientras Sovieshu leía, el Duque Troby y el Marqués Karl se miraron.

Eventualmente, Sovieshu dobló la carta.

El Duque sentía curiosidad por lo que había escrito su hija, pero no se atrevió a preguntar. El Marqués Karl también sentía curiosidad, pero permaneció en silencio. ¿Qué podría haber escrito Navier para que el Emperador Sovieshu mirara así a la nada? ¿Estaba viendo cosas otra vez?

Un momento después, Sovieshu se levantó y salió. Caminó sin rumbo hasta llegar a la fuente. Allí se detuvo. Se quedó de pie con los brazos detrás de la espalda, mirando el chorro de agua.

— No puedo decir que deseo que vivas feliz, pero sí espero que te conviertas en un buen emperador.

Sovieshu relajó los brazos y cerró los ojos.

'Finalmente me doy cuenta de lo arrogante que he sido. No puedo gobernar tu vida como gobierno este país.'

Desde el momento en que pidió el divorcio, él debería haber sabido que no recuperaría a Navier.

Aun así, no podía deshacerse del anhelo. Lo carcomía. Así que cometió aún más errores, que se sumaron a sus muchos remordimientos. Nunca debió hacerla pasar por todo esto.

"Su Majestad."

El Marqués Karl lo llamó. Sovieshu mantuvo su mirada fija en la fuente,

"He sido un tonto. Perdí la oportunidad de recuperar a Navier hace mucho tiempo, pero aún así podría haber hecho las cosas más fáciles. Desde el año pasado, sólo he tomado las peores decisiones posibles."

Los ojos del Marqués Karl se abrieron de golpe.

Suspirando, Sovieshu se dio la vuelta,

"Pero no dejaré que eso me desanime. Esa también sería la peor decisión."

"Su Majestad."

Los ojos del Marqués Karl empezaron a humedecerse.

"No importa cuánto me arrepienta. No puedo borrar mis errores del pasado. Todo lo que puedo hacer es seguir adelante... sólo entonces dejaré de sumar remordimientos."

Sovieshu volvió a suspirar,

"Vámonos."

El Marqués Karl hizo una pausa para secarse las lágrimas antes de seguir al emperador al interior del palacio.

En el carruaje de camino a casa, Heinley repitió todo lo que las personas habían dicho sobre nuestros bebés. Lo mucho que todo el mundo les quería, lo inteligente que se veían, lo adorables que eran, y otros cumplidos.

Al principio también me sentí bien con eso. ¿Cómo podía no estar feliz de que mis hijos recibieran cumplidos? Pero al cabo de un día o dos, mi mente se desvió hacia otros asuntos. No obstante, Heinley parecía empeñado en repetir cada palabra que había oído sobre nuestros hijos.

'¿Cómo Heinley recuerda todo eso?'

Unos días más tarde, finalmente llegamos al Imperio Occidental. Para mi sorpresa, salir del carruaje fue como volver a casa. Había sido agradable visitar el Imperio Oriental después de tanto tiempo, pero este lugar se había convertido en mi hogar.

"¿Mi Reina?"

Heinley me extendió su mano. Acuné a Laura en un brazo y entrelacé mis dedos con los suyos. Acto seguido, inclinó la cabeza y levantó las manos entrelazadas, besando el dorso de la mía. Luego sonrió.

Yo le devolví la sonrisa,

"Estamos en casa, Heinley."


***

Al terminar el desayuno, me senté en mi escritorio para organizar mi agenda. Revisé los próximos eventos del mes, tomando nota de aquellos a los que nos invitaron y de los planificados por mí. Entonces me fijé en una fecha.

'Pronto será mi cumpleaños.'

Por alguna razón, sentí un nudo en la garganta. Por fin me di cuenta de que podía relajarme. Todavía tenía que estar pendiente de la alianza, de nuestro país y de mi familia. Pero comprendí lo preciosa que era nuestra vida cotidiana después de haber estado a punto de perderla por Ángel. La Ceremonia de Año Nuevo había terminado, pero hoy me parecía Año Nuevo.

'La paz reinará a partir de ahora.'

Devolví el calendario a su sitio, sintiéndome realizada.

Laura sacó la mano de la cuna, así que la volví a meter dentro. Luego saqué el pie de Kai de su boca. Ambos abrazaron a sus muñecos con forma de insecto mientras yo besaba sus frentes. Observar a nuestros bebés era como ver caer la nieve. Me llenaba de una profunda serenidad, de una sensación de plenitud.

Nuestro amor había creado a estas dos preciosuras. Se sentía como nada menos que un milagro.

"Estás de buen humor, Mi Reina."

Heinley entró en mi oficina, sonriente, con McKenna pisándole los talones. Heinley debe haber notado la admiración en mi rostro.

Me enderecé. Teníamos que prepararnos para la reunión del consejo más tarde, pero Heinley se me acercó con una sonrisa,

"¿Te gustó el lazo que usé ayer, Mi Reina?"

"Si el amor tuviera forma, se parecería a eso."

Respondí sarcásticamente. McKenna soltó una risita mientras se inclinaba sobre sus papeles. 

"Su Majestad Heinley diría que si el amor tuviera forma, sería como los diamantes o el oro."

"¿En serio?"

Cuando le pregunté, Heinley sacudió la mano.

"No. Si el amor tuviera forma, se parecería a ti, esposa mía."

Sin previo aviso, McKenna se convirtió en un pájaro azul. Se revolvió las plumas con irritación y salió volando a toda prisa.

Reprimí una risa, sacudiendo la cabeza. De repente, Yunim llamó a la puerta. 

"¡Sus Majestades! Lord Koshar desea verlos a los dos."

¿Koshar? ¿Qué le trae por aquí?

Heinley hizo sonar la pequeña campana para permitirle entrar. Un momento después, la puerta se abrió y Koshar se unió a nosotros. Todavía tenía la misma cara larga que la última vez que lo vi. Debía de seguir afectado por lo ocurrido con la Princesa Charlotte.

No entendía por qué. Le había dicho que todo estaría bien.

"¿Qué pasa, hermano mío?" 

Ante la pregunta con un tono afectuoso de Heinley, Koshar se enderezó.

"Solicito que se me asigne acabar con los Bandidos Mil Eternos en nombre de la Alianza Oriente-Occidente."

Me quedé tan sorprendida que mis ojos se movieron de un lado a otro de la habitación. Fue entonces cuando me percaté de la ropa tirada de McKenna en el suelo y del propio McKenna posado en una gárgola cerca de la puerta. Tenía el pico abierto en un estado de shock casi cómico.

Me pregunté si debería sentirme aliviada. Ese era un comportamiento más propio de Koshar y, por suerte, aún no se había dado cuenta de la pila de ropa de hombre en el suelo.

"Hermano."

Heinley dio un paso adelante y agarró la mano de Koshar,

"¿Por qué esta sugerencia repentina? Ya te lo hemos dicho, no tienes nada que lamentar en lo que respecta a la Princesa Charlotte y Mastas. No perdimos nada por eso."

Sin embargo, Koshar se mantuvo firme,

"Su Majestad, esa es la única manera en que puedo ser de ayuda. Además, nuestra alianza tendrá que demostrar su poder. Enfrentarme a los Bandidos Mil Eternos será una tarea fácil para mí. Navier, por favor, despídeme con buenos deseos y una sonrisa."

No podía rechazar una petición así de mi propio hermano.

Cuando Koshar se marchó, McKenna bajó revoloteando. Voló alrededor de la cabeza de Heinley en señal de protesta, pero ni se inmutó.

Al final, McKenna recogió su ropa con el pico y voló a una pequeña habitación cercana. Poco después, reapareció completamente vestido. Miró fijamente a Heinley y luego se volvió hacia mí.
 
"¿Qué hará, Su Majestad?"

"Este problema—"

En ese momento, Heinley intervino,

"McKenna, no te vuelvas a quitar la ropa delante de mi esposa."

"¿Qué estás diciendo?"

McKenna lo miró desconcertado.

"Paren con eso."

Levanté las manos entre los dos y esperé a que se calmaran,

"Si mi hermano quiere ir, se lo permitiré."

McKenna se sorprendió,

"¿Lo dice en serio?"

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