LESVAC 232

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La Emperatriz se volvió a casar 232

No hay necesidad de palabras



Como le había dicho su padre, el Duque Elgy salió para reunirse con el Rey. El Rey, al que hacía tiempo que no veía, parecía furioso. Por supuesto, el Rey solía estar enfadado con él.

"¿Qué demonios has estado haciendo?"

Gritó en cuanto el Duque Elgy se acercó.

Elgy no tuvo tiempo de saludar ni de dar explicaciones.

"¡Esto ha ido demasiado lejos! ¡Tú y yo sabemos que no lo has hecho por amor!"

El Rey se levantó como un rayo, incapaz de contener su rabia.

"Esta vez sí que te has pasado de la raya. Si no paras, Elgy, no tendré más remedio que cortarte el grifo. A ti y a tu padre también."

Elgy ni siquiera pestañeó.

"Si está preparado para derribar a su oponente, debería prepararse para caer usted también."

"¡Mocoso...!"

El rostro del rey se tornó rojo de ira. Se agarró la nuca. Desde el fondo de su corazón, el rey quería empujar a Elgy por un precipicio.

No obstante, Elgy se limitó a permanecer de pie con una sonrisa despreciable, echando una mirada a un rincón de la sala de reuniones. Uno de los secretarios del Emperador Sovieshu estaba allí, mirándole fríamente. Sus miradas se cruzaron, pero ninguno de los dos se saludó.

Una vez que el rey consiguió calmarse a duras penas, volvió a sentarse en su trono.

"Duque Elgy, informe inmediatamente a la alianza que renunciará al puerto."

Elgy se quedó mirándole en silencio.

"Este no es momento de actuar con terquedad. Se reveló que la Emperatriz Rashta nació como esclava, por lo que su ascenso a la posición de emperatriz será anulado. Cualquier acuerdo que haya hecho como emperatriz también será anulado. ¿Por qué no lo dejas pasar?"

Al ver que Elgy no reaccionaba, el rey se levantó y se le acercó.

"No hagas nada que perjudique al país. Haz lo que quieras para deshonrar tu propio honor o arruinar tu propia vida, pero no dañes al país."

El rey levantó la mano y palmeó a Elgy en la mejilla.

"La razón por la que puedes pasearte con tanta arrogancia por otros países es porque este país es próspero. No seas tan tonto como para destruir el suelo que pisas."

Tras su breve visita al rey, la Princesa Sirim siguió al Duque Elgy fuera del palacio. Había estado esperando a propósito en el vestíbulo para acercarse a él.

"¿Todavía con lo mismo?"

Preguntó la Princesa Sirim al alcanzarle.

"¿Quién se beneficiará de tu venganza? Nadie gana aquí. Ni siquiera tú. ¿Cuánto tiempo crees que hará la vista gorda a tus hazañas?"

El Duque Elgy siguió caminando en silencio, pero la Princesa Sirim se mantuvo a su lado.

"No molestamos a los que ya llevan vidas problemáticas, mientras no nos hagan daño. Por favor, deja de hacerte daño. Piensa en tu labor."

Los pasos del duque se detuvieron de repente. La princesa hizo lo mismo.

"Mi querida hermana..."

El Duque Elgy sonrió levemente mientras miraba a la Princesa Sirim.

Ella sonrió en respuesta. Pero antes de que pudiera abrir la boca, se acercó un hombre vestido con uniforme blanco.

"Vaya. ¿Estás ocupado?"

Preguntó el hombre. Era Ángel, el comandante con cara de zorro de la 4ª División de los Caballeros Transnacionales.

"Hablemos luego."

Princesa Sirim dio unas palmaditas al Duque Elgy en la espalda, y acto seguido se retiró.

"Oh, ¿le interrumpí? Soy Ángel, Comandante de la 4ª División de los Caballeros Transnacionales de la Alianza del Continente Wol."

El Duque Elgy le aseguró que no había interrumpido y le preguntó el motivo de su visita. Ángel echó un vistazo a la espalda de la Princesa Sirim, que se marchaba, luego sonrió.

"Encontré divertida la queja que presentó a la Alianza del Continente Wol. Estoy aquí para investigar algunas cosas relacionadas con usted."

El Duque Elgy frunció el ceño.

"¿Qué cosas?"

"El contrato que enviaste no mencionaba nada sobre cómo pagaste el puerto. ¿Qué diste a cambio?"

"Mi cuerpo."

"Ah... Tu cuerpo."

Ángel parpadeó.

Ángel esbozó una sonrisa curiosa ante la respuesta de Elgy. 

"Veo que tienes un cuerpo muy caro."

El Duque Elgy pareció disgustado. 

"Tal vez."

Ángel se cruzó de brazos.

"Tendrás que repetirlo luego. Delante de la Corte de la Alianza. ¿Te parece bien? Ahora todavía puedes cambiar de motivo. Haré la vista gorda."

El Duque se encogió de hombros. 

"Me parece bien."

"Si tú lo dices."

Había asegurado que no tendría inconveniente, así que no había necesidad de ser más considerado. Ángel sacó una libreta y anotó el motivo. Luego preguntó,

"Dado que la Emperatriz Rashta del Imperio Oriental nació esclava, no podía convertirse en emperatriz. Por lo tanto, cualquier trato que haya hecho con la anterior emperatriz se considera ilegítimo. Además, como la Emperatriz Rashta hizo el acuerdo arbitrariamente, la transacción es inválida. ¿Es eso correcto?" 

"No."

Ángel levantó una ceja.

"¿Estás refutando esto?" 

"Hay una condición necesaria para que el ascenso de Rashta a la posición de emperatriz pueda considerarse nulo."

Respondió el Duque. 

"El Emperador Sovieshu no debía saber que era esclava antes de nombrarla Emperatriz."

Ahora ambas cejas de Ángel se alzaron. 

"Duque Elgy, ¿afirma que el Emperador Sovieshu lo sabía y lo consintió?"

"Sí. Por lo tanto, todos los acuerdos que hizo son válidos ya que fue una emperatriz legítima."

El Duque sonrió satisfecho.

Ángel anotó todos los detalles en la libreta. Su pluma se deslizaba afanosamente. De repente, la mano de Ángel se detuvo. Debía de tener algo más que escribir, pero aun así bajó lentamente la libreta.

"Por casualidad, ¿sabe algo de todo esto el Emperador del Imperio Occidental?".

Los ojos del duque se entrecerraron.

 "¿Por qué preguntas por él?" 

"Los dos pasaban mucho tiempo juntos antes de su ascenso al trono."

El duque se encogió de hombros. 

"Pasábamos mucho tiempo juntos, pero en este caso, no actuamos en conjunto."

"Ya veo." 

Ángel dio un golpecito con el pie.

"Sin embargo, en este complicado escenario, al final él salió beneficiado."

"Se casó con la mujer de la que se enamoró. A eso no se le puede llamar beneficiarse. Sería demasiado calculador."

"El matrimonio siempre ha sido un movimiento calculado, Duque Elgy."

Ángel volvió a escribir en su libreta. Elgy esperó. Un momento después, la pluma de Ángel volvió a detenerse.

"Ah, Duque Elgy, esto no concierne al puerto, pero..."

"Pregunte." 

"¿Está el Emperador Heinley involucrado con el fenómeno de la disminución del maná?" 

Elgy hizo una ligera pausa.

"No." 

"Ya veo."

Ángel asintió y sonrió. Escribió una última frase en su libreta.

— El Duque Elgy sabe algo. 

***

En medio de la noche, alguien susurró a Sovieshu. 

"Su Majestad, Su Majestad."

Abrió los ojos y se incorporó. El Marqués Karl, que tenía la boca cerca de su oreja, retrocedió rápidamente. Sovieshu miró el reloj. Eran las dos de la madrugada. 

"Le pido disculpas, Su Majestad. Me quedé esperando, pero no se despertaba..."

"No, hiciste lo correcto."

Sovieshu miró el reloj con el ceño fruncido. Otras veces se había despertado solo, poco después de ponerse el sol. Pero hoy había pasado bastante tiempo. En realidad, había estado ocurriendo durante los últimos días. De hecho, basado en la fecha de hoy, hubo un día en el que no se despertó en absoluto. 

Eso inquietó a Sovieshu,

"Tráeme agua fría." 

"Sí, Su Majestad."

El Marqués Karl rápidamente volvió con el agua. Una vez que Sovieshu la aceptó, Karl dio un paso atrás.

"He investigado algunas de las cosas que Su Majestad ordenó."

"¿Que yo ordené?" 

Frunció el ceño. 

"Ah. ¿Sobre combinar mis personalidades?"

"Sí. Su Majestad sufrió una gran conmoción, que dividió su personalidad. Para que vuelva a su estado original, el médico del palacio y yo estamos de acuerdo en que debe reunirse con la persona que le provocó esa conmoción." 

"Ya lo intentamos, pero no surtió efecto."

"Es cierto. Cuando te reuniste con Navier, no hubo efecto. Al principio. Pero después de que tu personalidad del día la viera, y se acostumbrara más a tus deberes como emperador, comenzaste a actuar de forma diferente."

La declaración del Marqués Karl sonaba peligrosa. 

"La diferencia entre mis dos personalidades es cada vez mayor." 

"Sí, Su Majestad. Mi opinión es que, en vez de aplacar su mente conmocionada con otro incidente impactante, debemos pensar en este incidente como en una herida. Debemos encontrar una manera de sanarla."

'Si Su Majestad pudiera ver a Glorym una vez más... Pero está muerta. No hay forma de verla.'

El Marqués Karl estudió detenidamente el rostro de Sovieshu. 

"Su Majestad, ¿podría explicar con más detalle lo que pasó ese día?" 

"Tuve una visión de Rashta yendo tras Navier. Salté para intentar salvarla... En el sueño, vi a una niña cubierta de sangre. Probablemente era Glorym."

"¿Y después de eso?" 

"Después de eso, me desperté como ahora."

Sovieshu suspiró y se levantó de la cama. Sacudió la cabeza, como si estuviera mareado, y luego se balanceó.

"No sé si ahí está la clave."

"Lo pensaré."

A continuación, el Marqués Karl informó de algunos asuntos urgentes.

Sovieshu se acercó a la mesa y selló sus propuestas o las rechazó. Tratados los asuntos urgentes, Sovieshu se dirigió de nuevo a la cama, como era habitual. 

"Su Majestad, el Comandante de la 4ª División de los Caballeros Transnacionales estuvo aquí."

El Marqués Karl le contó las exigencias de Ángel para llegar a un acuerdo. Luego le contó lo que había decidido el Sovieshu del día. 

"Así que la alianza intenta sacar provecho del conflicto entre el Imperio Oriental y el Occidental."

Sovieshu murmuró. Se quedó pensativo por un momento.

"Presenta testimonios firmados de nobles y funcionarios sobre la aparición del Duque Elgy en la prueba de paternidad del templo con Ahn. Explica cómo él fue el único que estuvo a su lado cuando circularon rumores sobre su estatus de esclava. Además, detalla los diversos escándalos que resultaron de su cercanía."

Planeaba demostrar la invalidez de los documentos, basándose en el hecho de que el Duque Elgy sabía desde un principio que Rashta era una esclava. 

Pero el Marqués Karl no terminó ahí.

"Su Majestad, hay una cosa más que debo decirle."

"¿Qué es?" 

"El Emperador Heinley ha pedido que le demos la ubicación de Ahn."

Sovieshu frunció el ceño.

"No se la des." 

"Dijo que Navier quería saber."

"Uh. Dile a ese tonto que aparece durante el día que al menos se encargue de eso."

A la mañana siguiente, Sovieshu, de diecinueve años, se despertó sin saber nada de lo ocurrido durante la noche. Aun así, podía suponer que el Sovieshu de la noche se había ocupado de cualquier asunto urgente antes de volver a dormir. 

Tras pedir que le trajeran el desayuno, Sovieshu comió en su mesa mientras repasaba su trabajo. Había pospuesto muchas cosas, sabiendo que le faltaba experiencia. Pero en algún momento pensaba cumplir con sus deberes él mismo. Para ello, tenía que estudiar tanto como pudiera.

Una vez que ordenó al sirviente que recogiera los platos, uno de sus secretarios entró para informarle sobre Ahn. 

"Su Majestad, encontramos los registros que pidió de cuando Ahn fue vendido como esclavo, los cuales explican a dónde fue."

"Tráelos."

"Sí, Su Majestad."

'Este Ahn del que hablan es supuestamente el primer hijo de esa mujer llamada Rashta. ¿Por qué Navier estaría buscándolo?'

El Sovieshu del día no sabía que Rashta y Ahn eran prácticamente desconocidos. No entendía la petición de Navier, que el Emperador Heinley le había transmitido. En cualquier caso, lo vio como una oportunidad de utilizar al niño para ponerse de nuevo en contacto con Navier. 

En contacto... pensar en ello le recordó la irritante carta enviada por el Emperador Heinley. Arruinado su humor, Sovieshu caminó solo hacia el Palacio Oeste. Fue a la habitación que una vez utilizó Navier, aunque no recordaba nada. Sentado solo en el suelo descubierto, en una habitación desprovista de muebles, estiró las piernas. 

En el momento en que imaginó las conversaciones íntimas que Navier y él pudieron haber mantenido en esta habitación, le invadió la envidia. Dio un fuerte pisotón en el suelo mientras intentaba reprimir el inesperado dolor punzante.

"¡Ack!" 

Se apretó la cabeza. Sovieshu tardó mucho en poder bajar las manos. La expresión que mostraba ahora era mucho más sombría. 

Los dolores de cabeza comenzaron después de ver a Navier. Sentía como si truenos pasaran por sus oídos. No era tan doloroso como para no poder soportarlo, pero era una sensación sumamente desagradable. Antes, se habría limitado a pedir un analgésico. Pero ahora sabía que en realidad no tenía diecinueve años. Cada vez que llegaba el dolor, Sovieshu sentía más miedo. Vivía aterrado ante la idea de que llegara el día en que no despertara más. De que llegara un momento en que el Sovieshu original ocupara tanto el día como la noche, y él dejara de existir. 

El Marqués Karl y los otros secretarios eran los hombres del Sovieshu de la noche. No podía consultar con ellos. Si les contaba sus preocupaciones, felizmente encontrarían la manera de deshacerse de él. 

'Necesito un confidente...'

Sovieshu se puso de pie y se acercó a la ventana. Se agarró al marco. El jardín, teñido por las coloridas hojas otoñales, era hermoso, a pesar del frío viento.

'Necesito un subordinado que siga mis órdenes y guarde silencio sobre mi situación. '

También necesitaba pastillas para dormir. Pastillas que le hicieran dormir toda la noche, sin despertarse. Tal vez entonces su personalidad de la noche desaparecería lentamente. 

***

Heinley se había marchado a recuperar otra piedra de maná, pero regresó tras encontrarse con una fuerte lluvia. 

"No pasa nada, mi reina. Todo lo que necesito es un té y dormir bien."

Lo dijo completamente empapado. Pero al día siguiente, su estado empeoró hasta el punto de que ni siquiera podía hablar. Aún conservaba su agudeza mental, era más un fuerte dolor de garganta. Después de que el médico del palacio lo trató, Heinley se agarró la garganta, angustiado por no poder comunicarse. Podría haber soportado la fiebre, pero no poder hablar era agonizante para él. 

Me dolía verle así, así que le tomé la mano. 

"Yo cuidaré de ti. No te preocupes, Heinley."

McKenna trató de disuadirme. 

"No puede, Su Majestad. Sería terrible que se resfriara. Yo cuidaré de él."

Pero Heinley estaba tan afónico que no podía comunicarse con nadie. En momentos como éste, debía quedarme con él. Después de todo, podía entenderlo como a un libro. 

"No te preocupes, McKenna. Yo cuidaré de Heinley. Sería difícil para ti, porque no lo entiendes. Él me necesita a su lado, ya que puedo saber lo que quiere."

Tal como ahora. Visto cómo Heinley agitaba desesperadamente los brazos, él prefería que lo cuidara yo antes que McKenna.

Los ojos de McKenna se abrieron completamente al mirar a Heinley.

"Pero... ¿no lo entendería yo mejor?"

Su afirmación era absurda. No le creía, pero me contuve y le dije a McKenna que Heinley deseaba que yo cuidara de él. 

Dado que McKenna no comprendía las señas que él me hacía, al final acordamos que ambos cuidaríamos de él juntos.

Sintiéndose más tenso que nunca, Heinley tragó saliva. La saliva le quemaba al bajar por su garganta hinchada. No podía relajar los hombros. Cuando Navier le hizo aquel dibujo antes, no tenía ni idea de lo que significaba. Heinley pensó que ocurriría lo mismo si fuera al revés, pero Navier nunca supo que no había podido interpretar su dibujo. De hecho, había escondido el malentendido debajo de la alfombra, para nunca resolverlo.

Heinley amaba a Navier, pero no podían comunicarse sin palabras. Ahora no era diferente. 

Frenéticamente, le había indicado que prefería que le cuidara McKenna. Pero Navier no le entendió en absoluto. Más bien, se sentó a su lado con una sonrisa. 

"Comprendo. Cuidaré de ti. Me quedaré a tu lado todo el día de hoy, Heinley."

Le temblaron las manos. 

¿Se sentiría Navier profundamente decepcionada si supiera que su comunicación fallaba? Ella creía que se entendían con una mirada. Heinley no quería ver su decepción. Así que, aunque le dolía tanto la garganta que le costaba respirar y el cuerpo le ardía de fiebre, se esforzó por hacerse entender correctamente. 

"¿Heinley? ¿Tienes frío?" 

Navier le agarró las manos temblorosas. La preocupación cruzó su rostro helado. Sus cálidas manos envolvieron suavemente las de él. 

Heinley se aferró a sus manos y miró por encima de su hombro a McKenna. 

'Ayúdame.'

McKenna asintió sutilmente en señal de que lo entendía. 

No obstante, un minuto después, Heinley se desmayó. Cuando recobró el conocimiento, Navier lo miraba con preocupación. Al contemplar aquellos ojos fríos, rebosantes de afecto, Heinley pensó que era tonto por temer sus cuidados. Había renunciado a una guerra por la mirada de aquellos ojos. No podía creer que hubiera tenido miedo.

Culpándose de lo que había hecho antes, reunió todas sus fuerzas para sonreírle a Navier. Cuando Navier lo vio, frunció el ceño.

"¿De verdad vas a bromear en medio de todo esto?"

Heinley sacudió la cabeza. Pero debido a su enfermedad, los músculos de su cara no se movían. Relajó su sonrisa para no ofenderla. Pasaron unos treinta minutos. Heinley sintió sed, quizá porque había sudado mucho, así que levantó una mano y se señaló la garganta. 

'Agua. Por favor, tráeme agua, mi reina.' 

Cuando pronunció su deseo, Navier volvió a fruncir el ceño. 

"Realmente no puedo impedírtelo."

'¿Qué hice?'

Sin darle oportunidad de responder, ella besó su cuello. Cuando sus labios suaves y fríos tocaron su piel enrojecida, se sintió electrizado. Pero en cuanto ella se echó hacia atrás, le entraron ganas de llorar. Por encima de su hombro, vio a McKenna perplejo, con una botella de agua en la mano.

'No, no me la des. No importa. Mi Reina se avergonzaría si me entendieras.'

Heinley habló con la mirada. McKenna dejó la botella en el suelo. Aliviado, Heinley miró a Navier y le agradeció. 

Pasó otra hora. Heinley quería cambiarse de atuendo, así que agarró su ropa y la sacudió. 

"¿Tienes calor?"

Navier le abanicó de inmediato. 

McKenna, que estaba a punto de traerle ropa, se sentó a regañadientes cuando Heinley le hizo señas de que no importaba. Pasaron dos horas más y Heinley sintió hambre. Se palpó el estómago. Navier le preguntó si le dolía y se lo frotó mientras le cantaba. McKenna estaba a punto de traerle sopa, pero observó la cara de Heinley, preguntando en silencio,

'¿Qué hago?'

Esta vez, Heinley no le dijo que no importaba. Estiró la mano hacia McKenna a espaldas de Navier, moviendo los dedos con desesperación. 

'Sálvame.'

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