La Emperatriz se volvió a casar 233
Él era el enemigo
¿Dónde estoy? Miré a mi alrededor. Sin duda era el interior de un Palacio Imperial. ¿Era el Imperio Oriental? ¿O el Imperio Occidental? Por extraño que parezca, no podía distinguirlo. ¿Se ha deteriorado mi mente?
Estaba confundida, pero no sentía miedo. No importaría aunque lo tuviera, porque mis piernas seguían moviéndose independientemente de mis intenciones. Caminé durante mucho tiempo. Finalmente, llegué a la puerta del gran salón de banquetes. Estaba ligeramente entreabierta. ¿Por qué está abierta? Normalmente estaba cerrada. Oí un ruido alborotado dentro, pero no era el sonido de la música de una fiesta.
Tampoco era el sonido de personas charlando. Se escuchaba como una pelea... pero no estaba segura.
Me despertó la curiosidad, así que entré sin dudarlo. Justo entonces, vi a dos enormes pájaros aleteando en medio del salón. Ambos eran hermosos pájaros de plumas doradas, que chillaban y batían las alas, sus regordetas barrigas sobresalían. Luego se encararon con los picos bien abiertos y empezaron a picotearse el uno al otro.
'¿Qué están haciendo? ¿Quiénes son esos pájaros?'
Para ver con más claridad, me agarré a la barandilla y me incliné. Al mirar de cerca, vi una cosa brillante, dorada, entre los dos pájaros.
'¿Qué será?'
Miré con más atención. Era una corona. Los dos pájaros se peleaban por la corona.
"Mi Reina."
En ese momento, me interrumpió una voz. Mis ojos se abrieron bruscamente. No había Palacio Imperial, ni pájaros, ni corona. Todo lo que vi fue una suave manta... ¿de oro y marfil?
"Mi Reina."
Al levantar la cabeza, vi a Heinley mirándome con preocupación.
'Oh, no. Debo haberme quedado dormida. ¿En qué momento?'
"¿Por qué duermes así? ¿Dónde está McKenna?"
Ah, ahora recuerdo.
"Él parecía cansado, así que le dije que se fuera a dormir un poco."
Después de que McKenna se fue, me quedé observando la cara de Heinley mientras dormía. Debió de ser entonces cuando me quedé dormida.
"¿Se fue porque tú se lo dijiste?"
"Él no quería irse, pero se lo ordené. Siempre está muy ocupado."
Heinley puso una cara intimidante. Su expresión decía que, en cuanto estuviera mejor, llamaría a McKenna y le reprendería. Puse mi mano sobre la de Heinley.
"Más importante, ¿qué hay de ti? ¿Cómo te encuentras? Veo que has recuperado la voz."
"Estoy bien. Ya no me duele la garganta."
La expresión de Heinley ahora decía, sé que estás cambiando de tema, pero lo pasaré por alto. Utilizó su mano libre para cubrirse la garganta.
"Me pasa desde que era joven. Me enfermo sólo un día y me recupero enseguida."
"Menos mal. ¿Sabes lo preocupada que estuve ayer?"
Asintió con la cabeza.
"Sí, lo sé. Pero no imaginaba lo bien que me sentiría con mi reina cuidándome."
"Eso no es verdad."
"Es verdad. Sentía mi vida amenazada."
¿Qué?
Me quedé mirándole, confundida, pero Heinley evitó mi mirada y se incorporó.
"Vaya, tengo hambre."
¿Qué pasa? ¿Qué significa esto?
***
"Debería desayunar un plato ligero. Sólo tomar sopa caliente. Puede comer un poco de pan, pero es mejor que no lo haga."
El médico del palacio dio el tratamiento y algunos consejos, luego se marchó. Una vez que trajeron la sopa de patatas y champiñones que pedí, le fui dando cucharadas a Heinley, una a una.
Era incómodo, pero... a Heinley le gustaban este tipo de cosas.
"Esto se siente raro, mi reina."
A él le gustaba darme de comer. ¿Le parecía raro que nuestros papeles se hubieran invertido? Heinley abrió la boca.
Para el almuerzo, el médico aconsejó una comida completa, siempre que evitara los alimentos picantes. Así que nos sentamos frente a frente en una mesa dentro del grandioso jardín otoñal. Heinley debía de estar muerto de hambre. Comió mucho más de lo habitual. Mientras comía, saqué a relucir las cosas que había querido decirle ayer.
"Heinley, la próxima vez que llueva, cúbrete. No te quedes bajo la lluvia."
"Quise usar la fuerte lluvia como cobertura para recuperar la piedra de maná."
Las piedras de maná son un verdadero problema. Tanto para Heinley como para el país. No sabía qué decir, así que cerré la boca.
Heinley sonrió satisfecho y cambió de tema.
"De todos modos, fue agradable ver a mi reina tan preocupada por mí."
"Siempre me preocupo por ti, así que no te vuelvas a enfermar."
Era la verdad. ¿Creía que no me preocupaba por él?
Mi respuesta le gustó tanto que no dejó de sonreír.
Suspiré, arranqué un poco de carne de mi pescado y se la puse en el cuenco. Heinley la devoró, luego arrancó un poco de su propio pescado y me lo acercó a la boca.
Se suponía que ahora debía cuidar de él. Estaba a punto de reprenderle de nuevo, pero me contuve. Abrí la boca y dejé que me diera de comer.
"Cierto."
Me acordé de una cosa que pensaba preguntarle ayer. Como se enfermó, no pude preguntárselo.
"¿Qué pasa?"
Me aclaré la garganta.
"Heinley, ¿tiene el Duque Elgy algún tipo de rencor contra el Emperador Sovieshu?"
"¿Elgy?"
Sovieshu había preguntado en una carta si Elgy le guardaba algún rencor. Él había leído sobre eso en su diario. Ahora también sentía curiosidad. Cuando Sovieshu escribió en su diario, ¿acaso creía que Elgy iba tras él, y no tras el puerto?
Heinley frunció el ceño mientras mordía el tenedor.
"No lo sé. No estoy seguro de que le guarde rencor. Sí sé que lo odia, pero..."
"¿Pero?"
"Odia a mucha gente."
Heinley se encogió de hombros.
"¿Así que esto pasa a menudo?"
"Es un muñeco de vudú andante."
¿Podría su apodo ser intencionado, en vez de fortuito?
Después que comimos, Heinley dijo que tenía un asunto que tratar y se fue con McKenna. Debería descansar hoy, ya que ayer estuvo muy enfermo. Pero él no escuchó, diciendo que debía ocuparse del problema de inmediato. Y se fue.
¿Es así como se siente? Siempre que otros me decían que descansara, yo hacía caso omiso de sus consejos y me enfrascaba en el trabajo. ¿Aquellas personas también se sentían así?
En cualquier caso, no podía permitirme descansar cuando incluso mi esposo enfermo se estaba esforzando. Ordené a uno de mis ayudantes que enviara un saludable pájaro azul al Gran Duque Kapmen, luego me dirigí a mi oficina. Tras ocuparme de algunos asuntos, subí a mi habitación para prepararme para la cena junto con mis damas de compañía. Rivetti, que estaba ocupada estudiando mientras recorría el palacio, también comió con nosotras.
"¿Cómo vas con los estudios?"
"Es más complicado de lo que esperaba. Como es un territorio pequeño, pensé que podría manejarlo bastante bien. Creo que subestimé el trabajo que conlleva."
Mientras comíamos, hablamos de varias cosas, como su territorio, la contratación de una niñera, dónde ubicar y cómo decorar una habitación de bebé. Luego recordé la pregunta que le había hecho a Heinley, sobre si el Duque Elgy odiaba a Sovieshu. Pregunté lo mismo a la Condesa Jubel y a Laura. Hay tantas opiniones como personas. A veces las mejores respuestas vienen de quien menos uno espera.
La Condesa Jubel ladeó la cabeza.
"También me pregunto si el Duque Elgy odia a Su Majestad Sovieshu. Pero a decir verdad, ese duque..."
¿Qué? La condesa me miró, dubitativa. Dado que había sacado el tema, asentí para que continuara. Finalmente suspiró.
"Es un hombre misterioso. Me pregunto por qué traicionó a Rashta."
Laura gritó, clavando el tenedor en el pudín resbaladizo.
"¡Yo también! Siempre estuvieron juntos, como una pareja. ¿Por qué haría eso?"
Rose y Mastas no sabían nada de Elgy ni de Rashta, así que comieron tranquilamente mientras nos escuchaban. Pero la reacción de Rivetti fue inesperada.
"¿Qué quieren decir?"
Preguntó con los ojos bien abiertos. Parecía que escuchaba todo esto por primera vez. A Laura le sorprendió,
"¿No lo sabes?"
"No. Pensaba que los dos eran realmente cercanos."
Rivetti evitó a Rashta y se fue a vivir a un lugar remoto. Pero una vez que abandonó la capital, una serie de acontecimientos extremos la atormentaron. Parecía que no se enteraba de nada. Incluso después de mudarse al pueblo cercano a su territorio, no prestó atención al mundo exterior.
Laura dijo,
"Mientras Rashta se sometía a una prueba de sangre con su hija, el Duque Elgy apareció con el hijo de Rashta. Es decir, tu sobrino."
Rivetti dejó el tenedor.
"¿En serio?"
Si bien Laura cerró la boca, la Condesa Jubel intervino,
"Ese incidente confirmó el adulterio de Alan y Rashta."
Rivetti palideció.
Rose golpeó el costado de la condesa con el codo, sacudiendo la cabeza. La Condesa la miró extrañada, parecía pensar que era mejor que Rivetti se enterara ahora, ya que acabaría enterándose. Sin embargo, su expresión cambió al observar a Rivetti.
Rivetti se mordió los labios con fuerza y miró fijamente al filete. La expresión de su rostro era terriblemente intimidatoria.
La Condesa le susurró a Rose,
"¿He dicho algo malo?"
Rose frunció el ceño y se puso la mano en la frente. Rivetti normalmente notaría el cambio en las personas que la rodeaban, debía de estar realmente sorprendida por la noticia.
Sin darse cuenta de cómo las damas de compañía la miraban, murmuró,
"¿Eso significa que... el Duque Elgy era enemigo de papá y Alan? ¿Por su culpa, papá y Alan se confabularon con Rashta... y él lo usó para acusarlos?"
***
"Por aquí."
Koshar estaba parado en la puerta principal y saludó con la mano a Mastas, que acababa de salir.
Ella sonrió ampliamente en cuanto le vio. Su alegría provocó en Koshar una sensación extraña. La mayoría de los nobles fruncían el ceño al verle o parecían asustados. En el Imperio Occidental había más nobles que le trataban bien, pero aun así, era la primera vez que veía a alguien sonreírle tan feliz.
Por lo general, ni siquiera su familia parecía muy contenta de verle. Era el alborotador, así que aunque le amaban, también estaban constantemente preocupados por él.
"¡Lord Koshar!"
Mastas corrió como un caballo de carreras, por lo que olvidó dónde poner las manos. Se sacudió torpemente y luego se apresuró a mantenerlas firmes con una cara seria.
"¿Cómo está?"
Recobró la compostura, pero ya era demasiado tarde.
Koshar estuvo a punto de reírse, pero se contuvo. Los dos se dirigieron hacia el restaurante que habían acordado visitar. Pero una vez sentados, la expresión de Mastas se ensombreció. No era una expresión forzada como antes. Parecía realmente sombría.
"Señorita Mastas, ¿se encuentra bien?"
Preguntó Koshar preocupado. Su comportamiento era inusual. Sus ojos se abrieron de par en par, como si acabara de despertarse, y sacudió la cabeza.
"Estoy bien. Sólo estaba pensando en alguien."
"¿Un hombre?"
"¡No! No pienso en ningún hombre aparte de ti."
Ante la respuesta de Mastas, se quedó en silencio.
"Eso, eso no significa que siempre piense en ti. Podría decir que tampoco pienso en ti, pero sería una mentira. Bueno, no creas que me vienes mucho a la mente."
Mastas divagó, luego hizo una forma casi de pellizco con los dedos.
"Sólo esto. A veces, muy de vez en cuando, pienso en ti."
Koshar separó un poco más el pulgar y el índice de Mastas.
"Yo pienso mucho en la Señorita Mastas."
La cara de Mastas se puso roja como un tomate. Se quedó mirando, embelesada, sus dedos.
"¿Tanto...?"
La diferencia era de menos de un centímetro, pero a ella le parecía la longitud del mar y el cielo sin fin.
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