LESVAC 230

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La Emperatriz se volvió a casar 230

¿Te acuerdas?



Reflexioné sobre cómo dar la bienvenida a la sacerdotisa por un momento y tomé una decisión.

"Vamos a hablarlo con ella primero."

"¿Eso estará bien?"

"No celebraremos una ceremonia oficial de bienvenida. En cambio, nos presentaremos ante la santa y le preguntaremos directamente si quiere algo."

A la santa no le gustaría que celebráramos un gran acto. Pero si simplemente la dejábamos pasar sin reconocerla, las personas podrían criticarnos. Teníamos que encontrar un equilibrio.

Puede parecer una actitud indecisa, pero cuando cualquiera de las dos opciones es problemática, hay que encontrar un término medio. Algunos dicen que al no hacer nada, uno permanece neutral. Pero en este caso, no hacer nada tampoco era bueno.

"De acuerdo. Averiguaré su ubicación, Su Majestad."

Tres días más tarde, partí para encontrarme con la santa con un séquito que incluía a los caballeros más cercanos del Vizconde Langdel y de la Guardia Imperial, todos disfrazados de viajeros.

McKenna también estaba hoy con nosotros, por si acaso. Yo misma no lo había confirmado, y era difícil de creer, pero McKenna estaba entrenado en artes marciales. Además, si ocurría algo, podía transformarse en pájaro y llevar un mensaje rápidamente.

En un terreno cerca de la capital, vestidos de viajeros, esperamos a la santa. No mucho después de que llegamos, vimos a una mujer vestida de sacerdotisa venir hacia aquí caminando a duras penas, completamente sola. No tenía ni un solo guardia y parecía excesivamente cansada. Por fuera, no parecía una santa en peregrinación ni una gran sacerdotisa.

Sin embargo, uno no debe juzgar a nadie por su apariencia.

Los santos eran polifacéticos. Incluso el actual sumo sacerdote, que tenía un aspecto bastante sacerdotal ahora, solía ser perezoso y dar una impresión amenazadora cuando era santo.

"¿Eh?"

La santa, que había estado tambaleándose débilmente, se detuvo y levantó la vista. Uno a uno, su mirada pasó por encima de McKenna, el Vizconde Langdel y los caballeros. La santa gimió y se masajeó la frente.

"¿Cómo es que todo el mundo me encuentra tan fácilmente? Incluso cuando viajo en secreto."

Dado que parecía saber quiénes éramos, me acerqué a ella.

"¿He interrumpido tu viaje?"

Ella sonrió sin fuerzas e hizo una reverencia.

"No, en absoluto. Simplemente fue inesperado. Me sorprendió. Nunca pensé que vendría en persona..."

"Escuchamos que deseabas viajar discretamente. Sin embargo, hemos recibido mucha ayuda del sumo sacerdote. Además, no queríamos hacer la vista gorda a tu paso."

"Le pido disculpas, Su Majestad."

Hizo una reverencia en señal de disculpa y luego se rascó la nariz.

"He oído que estás haciendo una peregrinación. ¿Hay alguna forma en que pueda ayudarte? Si es así, por favor, sólo pídelo."

"No hay problema. Sólo necesito caminar... estaría bien tener un carruaje o un caballo, pero entonces no sería una peregrinación, así que no puedo solicitarlo."

Sonrió avergonzada y volvió a inclinarse. Luego se fijó en el Vizconde Langdel y susurró,

"Es un hombre honesto y recto. Sin embargo, no siempre es de ayuda hacer lo correcto."

¿De qué estaba hablando? No tuve tiempo de preguntármelo, porque ahora miró a McKenna y chasqueó la lengua.

"¿Qué? ¿Por qué hace eso? ¿Qué he hecho?"

Ella volvió a chasquear la lengua a McKenna. Luego lo ignoró y se dirigió a mí. Pensé en lo agradable que sería recibir una bendición. Pero cuando estudié su rostro, no pude adivinar lo que estaba a punto de decir. Su expresión parecía tensa y pesada.

Tragué saliva, forcé una expresión calmada y la miré. Susurró en voz baja, para que sólo yo pudiera oírla.

Tuve que hacer un gran esfuerzo para no soltar un grito de asombro. Me quedé estupefacta y estuve a punto de pedirle una aclaración, pero ella no perdió el tiempo y continuó, esta vez en voz más alta.

"El pueblo del Imperio Occidental verá la llegada de Su Majestad como un signo de buena suerte. Ella suprimió la naturaleza sanguinaria del emperador."

Al oír esto, los Guardias Imperiales se sobresaltaron y me miraron sorprendidos.

Hecho esto, la santa se inclinó y me pidió comprensión, porque estaba muy ocupada. Antes de que pudiera responder, se marchó sola, de vuelta a su peregrinaje.

"¡Cielos! ¿Por qué fue tan siniestra conmigo?"

Murmuró McKenna al verla marchar. Luego me miró a mí.

"La santa le susurró algo, Su Majestad. ¿Qué le dijo?"

'Si tienes más de un hijo, procura que se lleven bien entre ellos...'

Eso fue lo que me susurró la santa antes de marcharse. A priori, no parecía nada especial. Cualquiera que tuviera varios hijos querría que se llevaran bien. Seguramente lo dijo como una bendición. 

Si es así, ¿por qué me lo susurró? Esas palabras me inquietaron. 

"¿Qué le dijo la santa, Su Majestad?"

"Obviamente debe haber sido algo muy bueno. ¿Cierto?" 

"¿Dijo que su bebé se convertirá en un destacado emperador?"

"No, debió decir que Su Majestad se convertiría en una maga asombrosa. ¿No les parece?" 

Les había dicho a mis damas de compañía que iría a ver a la santa, así que me acribillaron a preguntas una vez que volví. No podía responder con total sinceridad. Intenté pasar de ellas. 

"Me dijo que era una suerte que Heinley me hubiera conocido."

"De hecho, dijo que el pueblo del Imperio Occidental debería estar agradecido de que Su Majestad conociera a la Emperatriz Navier."

Respondió el Vizconde Langdel. 

Mis damas de compañía, complacidas, gritaron de acuerdo,

"¡Así es!"

Las damas se alegraron al oírlo porque ayudaría a cambiar la opinión de la gente. Habían oído que algunas personas creían que Heinley se había vuelto cruel por mi culpa, tras el exterminio de la Familia Zemensia. 

"Como los Guardias Imperiales también lo han oído, pronto se extenderá la noticia. Tal vez por eso lo dijo la santa."

El Vizconde mostró una amable sonrisa. Todavía no le había dicho que la santa también había dicho cosas raras sobre él. Sólo murmuré un gracias. 

No obstante, le conté todo a Heinley una vez que regresó un par de días después. 

"¿Dijo que nos aseguráramos de que nuestros hijos se llevaran bien? ¿Crees que no se le ocurrió nada más que decir?"

Puede que no fuera sincera, pero aún así era una extraña profecía. En cuanto le dije que le había chasqueado la lengua a McKenna, se echó a reír. Sin embargo, se tomó en serio lo que dije sobre el Vizconde Langdel. 

"Sabes, también había caballeros de la 4ª División en el lugar donde fui a recuperar esta piedra de maná."

"¿Crees que están tramando algo?"

"No. Al igual que la última vez, estaban buscando pruebas. Deben haber oído que alguien en las cercanías perdió su maná."

"¿Te metiste en otra pelea?"

Heinley me dijo la última vez que no había tenido otra opción que luchar contra algunos caballeros. Recuperar las piedras de maná ya era bastante difícil. Me preocupaba que se hubiera encontrado con más caballeros. El Cuarto Comandante empezaría a sospechar si sus caballeros eran atacados cada vez que iban en busca de pistas. Se daría cuenta de que, efectivamente, había pruebas en la zona. 

"Desvié su atención antes de recuperar la piedra. Pero no puedo seguir haciendo eso."

***

¿Cuáles eran algunas estrategias para evitar que el Cuarto Comandante fuera avisado mientras recogía las piedras de maná? 

Uno: Eliminar a los adversarios para recuperar la piedra.

Dos: Esperar a que los adversarios no estén atentos para recuperar la piedra. 

Tres: Distraer a los adversarios para recuperar la piedra. 

Heinley ya había utilizado las estrategias uno y tres. Eran métodos eficaces, pero su uso repetido despertaría sospechas. En cuanto a la número dos... si los adversarios no bajaban la guardia, era inútil. 

Necesitaba encontrar otra estrategia para Heinley. Ahora que lo pienso, ¿no usaba el Marqués Ketron magia ilusoria? 

Si le pedía ayuda, sería estupendo, pero... no podía. El Marqués Ketron no sabía de la implicación de Heinley en el fenómeno de la disminución del maná. Además, aunque ahora estaba de nuestro lado, Heinley todavía era precavido. 

¿Y si el Marqués Ketron ayudara a Heinley sin saber lo que estaba pasando? Eso probablemente sólo funcionaría una o dos veces... pero incluso una breve ayuda podría ser útil. Mientras no hubiera cientos de piedras de maná esparcidas por ahí.... No, era preferible no recurrir a él. Al menos hasta que hubiera explorado otras alternativas. 

A decir verdad, había estado tentada de pedirle ayuda a Dolshi. Él estaba consiguiendo muchas joyas por ayudarme con mi magia. ¿Qué tal si le pedía ayuda para recuperar las piedras de maná?

¿Debería preguntarle y ver? Pero, ¿cómo reaccionará ante las piedras de maná...? Estaba reflexionando sobre esto a solas mientras mojaba mis manos en una palangana grande de agua tibia, cuando oí a Dolshi no muy lejos.

"Dama de nombre gracioso, ¿seguramente no considera eso entrenamiento?"

Cuando lo miré, sobresaltada, se dirigió directamente hacia mí. El Gran Duque Kapmen caminaba a su lado, con una expresión de dolor. No retiré las manos del agua. 

Dolshi se aclaró la garganta mientras evitaba hacer contacto visual. Debió recordar cómo salió corriendo de repente detrás de un pájaro azul mientras me enseñaba la última vez. 

"Es una buena forma de entrenar."

Dolshi cambió de opinión un momento después. Hizo un gesto con la mano para que continuara. 

Como sólo había estado jugando con el agua, saqué las manos y me las sequé. Dolshi me observó y pidió a los demás que se apartaran. Pedí a mis damas de compañía y al Vizconde Langdel que nos dejaran un poco de espacio. Esperé hasta que retrocedieron. Sin embargo, no se alejaron demasiado. 

Aún así, Dolshi parecía satisfecho. 

"Dama de nombre gracioso. Ese pájaro azul de la última vez... ¿fue criado aquí?"

Mantuve la boca cerrada. No tenía ni idea de qué decir. 

"Definitivamente vi un pájaro azul revoloteando. Lo seguí, pero desapareció. Cuando volví en mí, no había ningún pájaro."

No había un pájaro, pero sí un hombre con el cabello azul. 

"Kapmen, ¿también experimentaste alucinaciones cuando tomaste la poción?"

El Gran Duque negó con la cabeza. 

"Dama de nombre gracioso, ¿crían pájaros en el Palacio Imperial? ¿Hay azules?" 

No me atreví a decirle que no. Si descubría a McKenna convertido en pájaro, me preocupaba que el dragón causara una conmoción. Me aclaré la garganta,

 "Sí tenemos pájaros, pero... ¿por qué lo preguntas?"

"¿Cómo que por qué? Porque son lindos."

"¿No crees que fue un efecto secundario de la poción? Ya debería haber desaparecido. ¿Por qué buscar a ese pájaro?" 

Fue extraño que hubiera visto la versión humana de McKenna como un pájaro mientras estaba bajo la influencia de la poción. No podía entenderlo. 

"Supongo que tienes razón. Aún así, me hizo sentir bien, ¿sabes? Es sólo un pájaro. Tal vez debería criar uno."

Justo cuando terminó de hablar, oí una voz familiar gritar,

"¡Su Majestad!"

McKenna corrió hacia mí, con algo presionado contra su costado. Pero cuando se dio cuenta de la presencia de Dolshi, se detuvo y se quedó inmóvil. Sus ojos se desorbitaron. Cerró la boca de golpe, como si tuviera miedo ahora que sabía que este 'hombre' era un dragón. 

Pero Dolshi, que antes le había llamado 'pájaro azul, pájaro azul' en tono melodioso, no estaba bajo los efectos de la poción. Ya no veía a McKenna como un pájaro. Ni siquiera le dirigió una mirada, como la primera vez que me lo presentó el Gran Duque Kapmen. 

Observé a McKenna y luego sonreí a Dolshi.

"Te enviaré uno de los pájaros azules criados en el palacio como regalo."

"Oh, ¿de verdad?"

"Sí."

"Lo espero con ansia."

Volví a mirar a McKenna. Tenía los hombros tensos mientras esperaba a que el Gran Duque se marchara con Dolshi. Mientras lo observaba, pensé de repente,

'Quizá éste sea el camino.'

McKenna, como pájaro azul, podría pedirle a Dolshi que recolectara las piedras de maná para nosotros. Entonces Dolshi podría dar un paso adelante... 

"Su Majestad, ¿por qué me mira así?" 

"¿Cómo?"

"Hace un momento, me estaba mirando con una mirada muy calculadora."

"No es cierto, McKenna."

Duque Elgy continuó la historia hasta que su madre se durmió. No se levantó hasta pasadas cinco horas. Antes de abandonar la pequeña casa, la arropó y le dio un beso en la frente.

Volvió a pasar por el estrecho sendero cubierto de maleza, atravesó el jardín trasero, entró en el edificio principal y, finalmente, subió las escaleras hasta su habitación. Nada más abrir la puerta, descubrió a su padre esperando, rígido como un muñeco de piedra. 

El Duque suspiró, irritado. 

"¿Qué haces en mi habitación?"

"Ten en cuenta que esta habitación formaba parte de esta casa antes de ser tuya."

El Duque Elgy enarcó las cejas. No se quedaba aquí porque le faltara dinero, lo cual su padre sabía. No tenía sentido decir tal cosa. Mientras el Duque Elgy pensaba en su padre, que no le caía nada bien, levantó la gran bolsa que le había traído el mayordomo. La colocó sobre la cama. 

"¿Otra vez vas por ahí causando problemas? ¿No sabes que cada vez que oigo algo nuevo sobre ti, me siento tan avergonzado que es insoportable?"

Su padre le fulminó con la mirada. 

"¿Cómo podría no hacerlo?"

"¿No te importa?" 

"¿Es peor que te avergüence sin darme cuenta, o que te avergüence a propósito? ¿Pensabas que estaba haciendo lo primero, padre? ¿O eso es lo que querías creer?"

Su padre se quedó boquiabierto. 

Elgy se desabrochó el chaleco y lo tiró sobre la cama. Pero sus dedos dejaron de desabrocharse la camisa cuando oyó las siguientes palabras del Gran Duque Claude. 

"Su Majestad te ha convocado."

Elgy bajó las manos. 

"El Emperador del Imperio Oriental envió un emisario. Está increíblemente enfadado. Esta vez has cruzado una línea que no deberías. La Familia Imperial del Imperio Oriental está en un nivel diferente de las familias con las que te has metido hasta ahora."

Elgy se dirigió a la puerta sin contestar. Si su padre no se marchaba, lo haría él. 

Justo antes de que se cerrara la puerta, el Gran Duque habló en un tono alto, con voz fría e impotente.

"¿Cuánto tardarás en perdonar a Alessia? Arriesgó su vida para salvarte, lo sabes. Tú más que nadie no deberías actuar así."

En vez de dar una respuesta, el Duque Elgy cerró la puerta de un portazo. 

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