LESVAC 229

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La Emperatriz se volvió a casar 229

Un cuento antes de dormir



¿De qué encantador pajarito azul está hablando? Estaba tan estupefacta que no pude responder de inmediato. Por supuesto, McKenna es un pájaro azul, pero...

Ups, el Gran Duque Kapmen puede oír mis pensamientos. Sé que no debería reflexionar sobre esto, pero los pensamientos eran difíciles de controlar. No podía quitarme de la cabeza el pensamiento de que McKenna era un pájaro azul, sobre todo cuando ya me había pasado por la cabeza.

Rápidamente, miré a Kapmen. Pero él se limitó a mirar a Dolshi, como si no hubiera oído mis pensamientos.

Sentí un poco de alivio. Además, seguro que ya lo sabía, dada su habilidad. Aparte de Dolshi, cuyos pensamientos no podía leer, ¿había alguien cuyos secretos Kapmen no conociera?

En cualquier caso, lo que importaba ahora era lo extraño que Dolshi acababa de decir. Le pregunté sin pestañear,

"¿Un pájaro azul? ¿Dónde está ese pájaro azul del que hablas?"

McKenna se había quedado helado ante la mención de un pájaro azul. Su corazón latía tan fuerte que podía oírlo desde aquí.

Dolshi levantó las cejas mientras miraba fijamente a McKenna. Luego se volvió a dirigir a mí.

"Justo ahí. Un lindo pajarito azul. Cielos, ¿cómo puede batir las alas tan adorablemente?"

Me quedé mirando a Kapmen y pensé,

"Dolshi no para de hablar de un pájaro azul. ¿Es porque realmente ve uno, o se refiere al pelo azul de McKenna? "

Sin volverse hacia mí, Kapmen sacudió ligeramente la cabeza. Supuse que él tampoco lo sabía.

Mientras tanto, Dolshi se acercó a McKenna. Con una mirada desconcertada, sin saber nada de lo que estaba pasando, McKenna dio media vuelta a toda prisa y se largó. Dolshi corrió tras él.

***

Afortunadamente, al cabo de unas horas, Dolshi recuperó el sentido. No me enteré por él; fue McKenna quien me dijo que se había detenido de repente, ladeó la cabeza y se marchó solo. Pero como Dolshi no volvió ni conmigo ni con el Gran Duque Kapmen, este último tuvo que marcharse. Prometió volver más tarde.

"¿Qué demonios fue todo eso?"

Preguntó McKenna, tras determinar que era seguro y venir a buscarme a mi oficina. Aún estaba tan blanco como una sábana. Debió estar increíblemente asombrado.

"... Puede que sea un dragón."

Cuando le conté sobre Dolshi, el rostro pálido de McKenna palideció aún más.

"¿P-Pero por qué un dragón me llamaría pájaro azul...?"

Me encogí de hombros.

"¿Quizá comió algo malo?"

"¿Como qué?"

No podía contarle a McKenna lo de la poción de amor, así que negué con la cabeza.

McKenna se estremeció mientras se frotaba los antebrazos.

"¡Me miró fijamente y me llamó pájaro azul! Dios mío, juro que mi corazón dio un vuelco."

Me pregunté qué debía decir. Al final, me limité a sonreír torpemente. McKenna refunfuñó para sí mismo. Luego su expresión cambió.

"¡Ajá! Por culpa de ese extraño dragón, olvidé por completo lo que tenía que decirle. Su Majestad, necesito su ayuda con respecto a una ceremonia religiosa."

"¿Una ceremonia religiosa?"

"Sí, una santa muy estimada que partió en peregrinación se dirige hacía aquí. Un país vecino celebró una gran ceremonia de bienvenida para ella. Los bendijo, diciendo que la próxima generación hará renacer el país. Dicen que es una profecía, pero no lo es. Es una bendición."

McKenna añadió.

"En general, dice cosas buenas. Pensé que sería una buena idea darle la bienvenida y organizar una ceremonia."

Por supuesto, a las personas les gustaría que esta santa dijera cosas buenas sobre el futuro. Eran tiempos agitados. Tal vez una bendición traería algo de tranquilidad al pueblo. Sin embargo...

"¿No deberíamos preguntarle a Heinley?"

Una vez que él estuviera de acuerdo, yo podría elegir cómo recibir a la santa y planear una ceremonia. Pero Heinley debería decidir si hacerlo o no primero.

"Bueno..."

McKenna pareció contrariado y suspiró.

"Ella llegará antes de que regrese Su Majestad Heinley."

Acababa de decir que un país vecino había organizado una ceremonia de bienvenida. Sin embargo, ¿había perdido la pista de su paradero hasta que estuvo tan cerca?

"¿Estás seguro?"

"Sí, ocultó su paradero después de la última ceremonia. Quizá se sentía agobiada. Quería llegar al Imperio Occidental sin hacer ruido, pero mi familia la descubrió por casualidad cuando volvíamos de recuperar una piedra de maná."

"Ya veo. No es una decisión fácil de tomar."

"Así es, Su Majestad."

Normalmente, no me supondría ningún problema celebrar un evento o recibir a un visitante en nombre de Heinley. Pero como McKenna dijo que la santa deseaba viajar en silencio, dudaba si estaría bien recibirla. Si organizábamos una gran ceremonia de bienvenida, podría ofenderla y provocar que nos maldijera. Entonces el plan sería contraproducente.

Pero si pretendiéramos no saber que estaría de paso por aquí y se marchara sin más, en cuanto las personas se enteraran, podrían quejarse de que no la acogiéramos como en el país vecino. Y como Heinley no estaba, yo sería el blanco de las quejas.

"¿Qué debemos hacer, Su Majestad?"

Preguntó McKenna con voz ansiosa.

Un inmenso barco arribó a los muelles de Bohean Azul.

El barco se detuvo lentamente, como si se deslizara en el puerto. No había banderas que indicaran su afiliación. Un total de doce personas desembarcaron y se dispersaron. Una de ellas caminaba sola, en línea recta hacia un destino claro. Esta persona caminó por las calles traseras durante un rato, antes de subir a un carruaje. A continuación, se detuvo en un mercado repleto de personas. Después de visitar varias tiendas del mercado, la persona volvió a subir al carruaje. Se dirigió a un destino lejano.

El carruaje no se detuvo hasta adentrarse en el Ducado Claude.

"Hemos llegado, Su Alteza."

El Duque Elgy salió del carruaje. Entregó una única y enorme maleta al mayordomo, que le saludó en tono pesado. Luego entró en la residencia. El interior de la mansión estaba decorado en tonos crema claro y púrpura. Su ambiente luminoso y suave sugería que en cualquier momento podría empezar a sonar música agradable.

No obstante, en contraste con su enorme tamaño, sólo unas pocas personas residían en la mansión. Parecía más una elaborada casa de muñecas que un hogar.

"¿Quiere ir a ver al Gran Duque?"

Preguntó el mayordomo mientras seguía al Duque Elgy al interior. El Duque Elgy se quedó en blanco, mirando la mansión.

"No."

Tras ordenar que dejaran la maleta en su habitación, se marchó. Pero justo antes de salir, una voz alegre le detuvo en seco.

"¡Hijo mío!"

Se dio la vuelta y miró hacia arriba con el ceño fruncido. En el segundo piso, con un lado de la cara cubierto por el cabello, se encontraba de pie una mujer esbelta con una sonrisa radiante. En cuanto la vio, el rostro de Elgy se ensombreció.

"¿Cuándo has llegado, hijo mío?"

La mujer bajó las escaleras revoloteando como una mariposa y se dirigió hacia él. Con su elegante vestido y su postura recta, parecía una noble prominente. Sus ojos rebosaban afecto mientras miraba al Duque Elgy.

"Ha sido tan duro para mí. Te he echado mucho de menos, hijo mío. Al menos deberías haber escrito una carta."

La mujer sonrió y le agarró del brazo. Sin embargo, se apresuró a apartarla.

"Hijo mío... ¿sigues enfadado conmigo?"

En vez de responder, le pasó por un lado.

"¿Qué crees que estás haciendo?"

Antes de que pudiera alejarse, la voz de un hombre enojado le detuvo. Su padre bajaba las escaleras.

"Deberías responder cuando tu madre te habla."

Los ojos del Duque Elgy se volvieron incomparablemente más fríos. Su expresión se llenó de desagrado, como si presenciara algo horrible e inmundo.

El rostro del Gran Duque Claude se tornó amenazador.

"Me escuchaste, Elgy."

El Duque Elgy no respondió a nadie. Salió por la entrada arqueada de la parte trasera de la mansión. La mujer se cubrió la cara con las manos y sollozó.

"Cariño, ¿cuándo me perdonará Elgy?"

Su voz sonaba realmente triste.

El mayordomo y el Gran Duque Claude la miraron con expresión contrariada.

***

La puerta de la parte trasera de la mansión daba a una zona ajardinada, medio abierta y medio cubierta por un tejado. Las vides, llenas de uvas moradas en verano, estaban ahora secas y retorcidas. Había algunos manzanos esparcidos por el jardín, algunos de los cuales daban tentadoras manzanas rojas. Pero Elgy ni siquiera les dedicó una mirada mientras caminaba.

Llegó a la parte trasera del jardín, donde el camino se estrechaba tanto que sería más apropiado llamarlo sendero. El Duque Elgy levantó las ramas. Las hojas rozaron su frente al entrar en el sendero.

Caminó durante un rato, hasta que apareció una pequeña casa. Aunque era diminuto en comparación con el edificio principal, se trataba de una estructura encantadora y anticuada.

Cerca de la puerta crecía un pequeño huerto. Una mujer estaba sentada junto a éste. Estaba inmóvil, en una silla de ruedas. Era difícil distinguir si era humana o una muñeca. Debió de oír que alguien se acercaba entre los arbustos, pero ni siquiera giró la cabeza.

"Madre."

Elgy la llamó con voz ronca.

Finalmente giró la cabeza. Cuando la mujer le vio, la luz y la vida volvieron a su rostro. Le extendió la mano.

Elgy soltó todo lo que traía y se acercó a ella. Se arrodilló, agarró su mano huesuda y apoyó su mejilla en la misma. Luego, en un tono mucho más cálido que antes, murmuró,

"He vuelto, madre."



Una sutil brisa agitó las hojas de los árboles que rodeaban la casa. Levantó la cabeza del dorso de su mano y se quitó el abrigo. Se levantó y se lo puso sobre los hombros a la mujer.

"¿No hace frío? ¿Entramos?"

Sin embargo, la mujer sacudió la cabeza y dijo que deseaba quedarse fuera más tiempo. Así que Elgy se quitó la bufanda y se la puso en el cuello. Con una sonrisa, le apretó la mano.

"¿Ya tienes calor?"

La mujer asintió.

Elgy la empujó en la silla de ruedas, para que pudiera disfrutar de su jardín. Tarareaba una canción, pero después de sólo dos vueltas, le dio un violento ataque de tos. Su carraspera sonaba tan áspera que a Elgy le preocupó que pudiera escupir sangre.

Elgy la levantó y la llevó a la casa, recostándola en la cama. Afortunadamente, la chimenea estaba encendida, así que el interior se sentía cálido. Después de hervirle un poco de agua, esperó a que se la bebiera toda. Acercó su cuerpo demacrado y la ayudó a acostarse. La cubrió con una manta, acercó una silla y se sentó a su lado.

"He oído una historia interesante de camino aquí, madre. ¿Te gustaría escucharla? Trata de un hombre que traiciona a su esposa y una mujer que le ama."

Su madre cerró los ojos.

"Por supuesto, los dos son castigados. Pero... es una historia inconclusa. ¿Te gustaría escucharla?"

Con los ojos cerrados, la mujer asintió. Una leve sonrisa cruzó sus labios.

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