La Emperatriz se volvió a casar 224
Insoportable
"Por cómo me habló de la fuga del Gran Duque Lilteang e insinuó que yo permití su castigo, debe haberle pasado algo durante su encierro que le preocupa que se sepa."
Sovieshu daba vueltas por su habitación mientras hablaba.
Después de la conversación que tuvo con el Emperador Heinley, Sovieshu no pudo pensar con claridad hasta el día siguiente porque estaba lleno de ira. Ahora que estaba más calmado, pudo ver cuáles eran las verdaderas intenciones de Heinley.
'El Sovieshu del día es capaz de pensar como Heinley porque sus edades son similares.'
El Marqués Karl reflexionó en su interior y se mostró de acuerdo,
"Su Majestad tiene razón. El Gran Duque Lilteang debe haber resultado herido mientras estuvo encerrado. Ya sea intencionalmente o por accidente."
Sovieshu se detuvo para analizar la situación una vez más. Al cabo de un rato, sonrió con frialdad,
"Incluso si eso no fue lo que pasó, no importa. Sólo tenemos que encontrar al Gran Duque Lilteang primero y hacer coincidir nuestras palabras."
"Así es, Su Majestad."
Respondió el Marqués Karl.
Con la decisión tomada, Sovieshu hizo sonar la pequeña campana para convocar a sus 'cortesanos',
"Cambio de planes. Quiero que se centren más en averiguar sobre el paradero y las condiciones en las que estuvo encerrado el Gran Duque Lilteang que en investigar sobre el fenómeno de la disminución del maná."
"¿Está seguro?"
"Si estuviera en la posición del Emperador Heinley, ocultaría con más esmero las pruebas que me involucran en el fenómeno de la disminución del maná, porque se trata de un problema más grave."
"Tiene razón."
"Dado que no será fácil avanzar en la investigación del fenómeno de la disminución del maná, vamos a hacer lo contrario..."
"¿A qué se refiere, Su Majestad?"
"Creo que ya conocen nuestras intenciones lo suficiente como para estar precavidos, así que cambiaremos de objetivo. Dejaremos que sigan creyendo que estamos investigando el fenómeno de la disminución del maná, pero nuestro objetivo será ahora el Gran Duque Lilteang."
***
Sovieshu no se limitó a dar órdenes. Él mismo salió del Palacio Imperial con la mayoría de sus 'cortesanos', los cuales se dispersaron por el camino.
Para cumplir el objetivo de averiguar el paradero y las condiciones en las que estuvo encerrado el Gran Duque, Sovieshu soltó a sus 'cortesanos' por todas partes.
Entró en un bar frecuentado por plebeyos y pidió un trago que ni siquiera bebería.
La última vez que Sovieshu hizo esto solo, se había metido en una pelea, así que hoy le acompañó el Marqués Karl.
El camarero dejó sobre la mesa dos vasos de licor y dos bandejas de bocadillos para cada uno.
Sovieshu, naturalmente, empujó su trago hacia el Marqués Karl, le quitó los bocadillos y sonrió con satisfacción.
"Espero que hoy consigamos buenos resultados."
"Sí."
El Marqués Karl asintió mientras mantenía la mirada puesta en los vasos de licor colocados frente a él.
"¿Qué pasa? ¿No puedes beber?"
"¿Por qué me das los dos?"
"Ese licor es amargo."
"Y los bocadillos..."
"Me gustan, son dulces."
El Marqués Karl estaba en contra de que Sovieshu bebiera alcohol desde que se cayó borracho por la ventana.
Aunque el Marqués Karl era reacio a beber tanto alcohol, no tenía otra opción, así que se llevó a la boca el primer vaso de este amargo alcohol.
Mientras tanto, Sovieshu miraba a su alrededor mientras devoraba los bocadillos. Incluso parecía disfrutar del sonido del violín de un músico que tocaba a un ritmo rápido, por cómo miró hacia allí y sonrió.
Al darse cuenta de esto, el Marqués Karl deseó que Sovieshu pudiera olvidarse pronto de Navier y disfrutar de estos pequeños placeres de la vida.
Pero en cuanto ese pensamiento vino a su mente, una desagradable conversación llegó a oídos del Marqués Karl.
"El Emperador Heinley era un poco duro, pero no era cruel."
"¿De qué estás hablando? Siempre ha habido rumores sobre su crueldad."
"Es cierto, como el rumor de su relación con piratas..."
"Dado que es amigo del Duque Elgy, no se puede esperar nada."
"No, ahora es diferente. Sus acciones son realmente crueles. Encerró y mató a su cuñada junto a una de las familias más prestigiosas."
"Suena un poco extraño. ¿Su Majestad encerró y mató a personas por no hacer nada?"
"Sí, suena un poco extraño."
"¿Por qué? ¿Qué tiene de extraño? No importa qué clase de persona sea realmente Su Majestad, no se puede negar que se volvió frío y cruel después de la llegada de la Emperatriz Navier."
"No, ha habido desde siempre rumores de que era así. Olvidas lo que se dice de la muerte del rey anterior..."
"¡Shh!"
"Se dice que las personas demasiado cautivadoras nublan el juicio de cualquiera. Me preocupa un poco que la Emperatriz Navier sea esa clase de persona."
El Marqués Karl miró a Sovieshu mientras se quejaba en su interior.
'¡No puede ser!'
Sovieshu ya tenía la mirada puesta en el grupo de borrachos, con las piernas cruzadas y los codos apoyados en la mesa.
Ahora eran esos borrachos los que no paraban de hablar de Navier.
Sovieshu sacudía los pies con mayor rapidez cada vez que oía comentarios incómodos. Aunque la mayoría de los borrachos defendían a Navier, él no podía ignorar las voces molestas.
El Marqués Karl se apresuró a llamar al camarero porque temía que Sovieshu se metiera en otra pelea.
"¡¿Qué otros tipos de bocadillos tienen?! Quiero más, tráeme todos. ¡Date prisa!"
Cuando el Marqués Karl le extendió un puñado de monedas que sacó de su bolsillo, el camarero hizo caso omiso del orden en que había recibido los pedidos y trajo primero sus bocadillos.
"Aquí tiene."
El Marqués Karl empujó rápidamente la bandeja hacia Sovieshu.
Entre todos los bocadillos, Sovieshu tomó una galleta, se la metió en la boca y la mordió con fuerza. Dado que era una galleta dura, el sonido al masticarla era aterrador. Como el sonido al rechinar los dientes.
El Marqués Karl se alarmó aún más y trató de tranquilizar a Sovieshu.
"No hay que prestar atención a esas tonterías. Fueron plebeyos como éstos los que tacharon a Navier de insensible a pesar de que cumplía a la perfección con sus deberes de emperatriz."
Pero fue en vano. Sovieshu volvió a meterse otra galleta en la boca, la masticó con fuerza y se la tragó.
"No me agrada."
"¿Qué?"
"No me agrada Heinley."
Al menos esta vez Sovieshu no se levantó a pelear. El Marqués Karl se sintió un poco aliviado y le acercó rápidamente otra bandeja de bocadillos.
"¿Por qué Navier se casó con un hombre así?"
"..."
"El Imperio Occidental se verá acorralado cuando se conozca su implicación en el fenómeno de la disminución del maná. ¿Tiene sentido que se quede hasta el final en un lugar donde hay quienes no la valoran? No lo creo."
Sovieshu añadió convencido,
"La única razón por la que Navier se metería con un tipo como Heinley es por su enojo conmigo."
"Su Majestad..."
"Honestamente, soy mucho mejor que él."
"Es cierto."
Para el Marqués Karl, el Sovieshu del día era similar a Heinley, pero aun así se puso del lado de Sovieshu.
Cuando Sovieshu recordó cómo Heinley había intentado manipularlo durante su comida juntos, murmuró más indignado,
"Otros hombres tampoco están a la altura de Navier, pero Heinley es el peor de todos."
Los ojos de Sovieshu se llenaron de determinación.
"Lo tengo claro. Debo traer de vuelta a Navier a toda costa."
Marqués Karl se inquietó un poco. La conversación que tuvo ayer con el Emperador Heinley parecía haberle hecho odiarle aún más en un solo día.
Dado que el Sovieshu de entonces se dejaba llevar más por sus emociones que el Sovieshu adulto, le preocupaba no poder predecir sus acciones.
Como había dicho el Sovieshu de la noche, tal vez si era necesario combinar sus dos personalidades separadas lo antes posible.
'Pero, ¿cómo?'
El Marqués Karl no dejó de pensar en eso, incluso durante todo el camino de vuelta al palacio después de salir de la taberna.
Por otro lado, Sovieshu estaba disgustado por las personas del Imperio Occidental en la taberna que llamaron a Navier, "Emperatriz Sanguinaria", y a Heinley, "Emperador Marioneta".
Sovieshu, que llevaba un rato caminando en silencio, se volteó hacia el Marqués Karl y lo llamó en voz baja.
"Karl."
"Sí, Su Majestad."
"Investiga sobre las personas cercanas al Duque Zemensia. Encuentra a cualquier familiar que siga con vida, incluso aquellos que estuvieron de su lado en un momento dado, pero luego le dieron la espalda, son útiles."
Resultó ser que hallar al Gran Duque Lilteang no era tan fácil como se había previsto en un principio. Cuando Heinley se enteró del escape, estaba más preocupado de que se descubriera su trato cruel al Gran Duque. En cuanto al escape en sí mismo, parecía tranquilo.
Sin embargo, resultó inesperadamente difícil encontrar pistas de su paradero.
Heinley no hablaba mucho, ni siquiera cuando me acompañaba en mis paseos por el jardín. Se limitaba a caminar con una expresión reservada y pensativa. Incapaz de soportarlo, le froté los hombros.
"Heinley, ¿estás bien?"
Finalmente me miró y respondió con una sonrisa,
"He estado pensando en el paradero del Gran Duque, pero sé que lo encontraremos pronto, Mi Reina. Gracias por preocuparte por mi."
"Esa respuesta me deja a gusto."
Heinley se rió entre dientes y frotó su frente contra la mía. "Mi reina, eres encantadora. Me gusta verte expresar lo que sientes."
¿Es ahora momento para esto? En todo caso, me alegra que mis palabras lo hayan reconfortado.
Cuando McKenna lo llamó, Heinley me agradeció el agradable paseo, me besó en la mejilla y se marchó. Sólo me di la vuelta cuando Heinley entró en el interior del palacio y ya no podía verle. Esperaba que atraparan pronto al Gran Duque para la tranquilidad de Heinley.
Justo cuando estaba a punto de volver a mi habitación, vi que Sovieshu venía hacia mí. Llegó frente a mí en un instante. Como no podía ignorarlo del todo, lo saludé brevemente y me marché en otra dirección.
Sin embargo, Sovieshu caminó a mi lado.
Me desvié en dirección contraria, pero él se dio la vuelta y volvió a pegarse a mí. Enojada, me detuve y lo miré. Sus pasos cesaron. Me miró de frente. Si fuera un insecto, ya lo habría aplastado. ¿Qué pretendía al seguirme?
"Navier, te han engañado."
"Lo sé. Realmente fui engañada por ti."
Me di la vuelta para marcharme, pero Sovieshu no se separó de mi lado. Apresuré mis pasos, pero él me siguió, sin dejar de hablar.
"Navier, ¿sabes qué clase de persona es el Emperador Heinley?"
"Lo conozco mejor que tú."
"No lo conoces."
Puse los ojos en blanco.
"Basta de tonterías."
Sovieshu habló con determinación.
"Una vez que sepas quién es en realidad, no querrás estar a su lado."
"Vete. No quiero escuchar tus tonterías."
A pesar de mi advertencia, no lo hizo. Eventualmente, dejé de caminar y lo fulminé con la mirada. Sin embargo, hizo caso omiso,
"Tus ojos son muy bonitos. Siempre lo han sido, pero ahora son aún más bonitos."
"¡Sovieshu!"
Había sido inútil.
"Piénsalo, Navier. Te hice daño, sí. Pero prometí amarte y protegerte toda la vida. ¿Ese tipo? No lo conociste por mucho tiempo antes de casarte con él. ¿Sabes lo que eso significa? Sólo se enamoró de tu apariencia. ¿Realmente crees que alguien que conociste hace poco puede amarte para siempre?"
Es increíble, él es el menos indicado para decirme eso. En mi ira, la hierba bajo los pies de Sovieshu se volvió blanca y se congeló. Pero no se inmutó en lo más mínimo,
"Tu habilidad es como tú."
"Aunque Heinley y yo nos separáramos, no tendría nada que ver contigo."
"Estarás triste."
Respondí cruzada de brazos,
"Has olvidado de quién es el bebé que llevo dentro. ¿Te lo recuerdo?"
"Ya lo sé. Espero que el bebé se parezca a ti."
"Incluso si mi relación con Heinley se estropeara, nunca volvería contigo. Si te quedo claro, vete."
Me di la vuelta y me alejé molesta. Incluso entonces, Sovieshu todavía me seguía,
"Navier, puedo aceptar al bebé como si fuera mi hijo biológico."
¿Qué le pasa?
"El bebé también puede aceptarme como su padre. Aún no sabe quién es."
Cuando me quedé mirándole, estupefacta, él sonrió con orgullo. Por muy brillante y agradable que pareciera su sonrisa, me enfurecía. Levanté la voz y hablé con menos formalidad,
"Te habías rendido. ¿Por qué actúas así otra vez?"
"Porque he descubierto que tu esposo no es un buen hombre. Espera, ¿rendirme? No fui yo quien se rindió."
Entrecerré los ojos.
"Fuiste tú. Independientemente de si Heinley es una buena persona o no, es mejor que tú."
"Entra en razón, Navier. No ignores mis palabras sólo porque estés enojada conmigo. Eso no es todo, las personas del Imperio Occidental..."
"¿Qué pasa con ellos?"
Él evitó mi mirada,
"Olvídalo."
"¿Por qué? Dilo. ¿Qué pasa con las personas del Imperio Occidental?"
De repente, Sovieshu no quiso responder. Tal vez porque en realidad no tenía nada que decir. Lo fulminé con la mirada, diciéndole que si había terminado con su recuperación aquí, debería volver al Imperio Oriental a ocuparse de sus propios asuntos, como la pérdida de uno de sus puertos.
Antes de que pudiera concluir mi crítica, uno de mis ayudantes se me acercó apresuradamente,
"¡Su Majestad! ¡Su Majestad! Un... un miembro de los Caballeros Transnacionales ha venido."
"¿Un miembro de los Caballeros Transnacionales? ¿Te refieres al Vizconde Langdel?"
"¿El Vizconde Langdel es un Caballero Transnacional?"
Sovieshu preguntó sorprendido. Le hice un gesto para que mantuviera la boca cerrada y centré mi atención en mi ayudante. Afortunadamente, mi ayudante no prestó atención a la pregunta de Sovieshu.
"No es Lord Langdel. Es otra persona."
"¿Otra persona?"
***
Seguí a mi ayudante hasta una pequeña habitación donde conocí a nuestro invitado. "Supongo que eres un compañero de Lord Langdel."
Un hombre de cabello plateado vestido de blanco puro estaba allí de pie, inmóvil. Al oír mi voz, se dio la vuelta para saludarme. Era un hombre apuesto con ojos risueños, largos y estrechos como los de un zorro.
"Lady Navier. Soy Ángel, Comandante de la 4ª División de los Caballeros Transnacionales."
Tras dar su nombre y su estatus, hizo una reverencia. Nada más verle me di cuenta de que debía de ser la persona de la que me advirtió el Vizconde Langdel. Tenía curiosidad por saber quién me pediría el favor. Al instante, supe que debía ser él. Por el momento, actué con normalidad y acepté su saludo. Pero como los Caballeros Transnacionales no tenían la mejor reputación, me sentí un poco nerviosa. Por lo general, los Caballeros Transnacionales no visitaban con buenas intenciones. Por eso había sido tan sorprendente que el Vizconde Langdel se nombrara a sí mismo mi guardia personal.
¿Por qué estaba este hombre aquí ahora?
Mi ayudante, más nervioso que yo, permanecía a mi lado con los puños cerrados.
"Trae el té y unas galletas."
Una vez que lo ordené, mi ayudante se apresuró a salir de la habitación.
"Tome asiento."
Cuando señalé el sofá, el Comandante de la 4ª División, que había esperado hasta ahora de pie, finalmente se sentó.
Me senté frente a él, observándolo. Este hombre de aspecto similar al de un zorro tenía una sonrisa traviesa, postura recta y hombros anchos. Como un Comandante de los Caballeros Transnacionales, seguramente era un maestro en artes marciales. Sus guantes blancos destacaban. Parecía que nunca se los quitaba.
No parecía tan mala persona. Pero si tomo en cuenta la fama de los Caballeros Transnacionales, y la advertencia del Vizconde Langdel, podría estar ocultando su lado malvado.
Además, el Vizconde había enviado la advertencia a través de un mensajero. Él mismo aún no había regresado.
Cuando nuestros ojos se encontraron mientras lo examinaba, él se rió entre dientes y dijo sin desviar la mirada.
"Eres una observadora meticulosa."
En ese momento, mi ayudante trajo lo que había ordenado y volvió a marcharse. El Comandante de la 4ª División levantó su taza de té, aún con los guantes puestos. Mientras esperaba a que terminara de beber un sorbo, cerró los ojos como si lo saboreara.
Luego dejó la taza en la mesa y habló afablemente, como si quisiera tranquilizarme. "No tiene por qué estar alarmada, Emperatriz Navier. Sólo he venido a pedirle un favor al Superior del Comandante de la 5ª División."
¿Vino a verme como la Superior del Comandante de la 5ª División, en vez de como la Emperatriz del Imperio Occidental?
"¿Qué favor?"
El Vizconde Langdel ya me había dicho qué responder, pero primero debía escuchar su petición. Además, sentía curiosidad.
"Verás, en mi camino..." El Comandante de la 4ª División hizo una pausa.
¿De qué está hablando?
"Me encontré con un hombre terriblemente flaco. Dios mío, tenía la boca llena de heridas. Cualquiera tendría miedo de mirarlo."
Aunque entrecerré los ojos, el Comandante de la 4ª División me miró fijamente mientras levantaba la taza de té. Una sonrisa se reflejó en sus ojos. Luego, susurró como si fuéramos dos niños intercambiando secretos,
"Había cicatrices alrededor de su boca. Parecía que se la habían cosido."
"¡!"
Mis cejas se levantaron. Inmediatamente me vino una persona a la mente: el Gran Duque Lilteang. Cuando lo miré asombrada, él finalmente hizo su petición.
"Estoy a cargo de varias misiones a la vez, así que estoy un poco corto de personal ahora. Lady Navier, si le parece bien, a cambio del Gran Duque Lilteang—ups."
El Comandante se palmeó la boca como si hubiera cometido un error, y terminó su petición con una sonrisa.
"¿Me presta a la 5ª División?"
Tragué saliva. ¿Este es el favor? Era más bien una condición. Si le prestaba a la 5ª División, entonces me daría la ubicación del Gran Duque Lilteang.
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