La Emperatriz se volvió a casar 223
Emperador cruel
Laura soltó un grito de sorpresa en cuanto abrió la puerta, así que le pregunté de inmediato,
"¿Quién es?"
"Es Lord Langdel, Su Majestad."
"Déjalo pasar."
Una vez que recibió mi permiso, el Vizconde Langdel entró, se quitó el sombrero y se sentó en el sofá.
¿Estuvo fuera? El traje del Vizconde estaba mojado alrededor de los hombros, el resto de su ropa parecía intacta.
"¿Saliste?"
"Sí. Tenía que ocuparme de unos asuntos."
El Vizconde Langdel miró incómodo a su alrededor y dejó el sombrero sobre sus piernas.
"Estarás más cómodo si lo dejas a un lado."
"Descuide. Más importante, Su Majestad. Creo que estaré fuera hasta mañana."
"¿En serio?"
"Sí. Pero puede estar tranquila porque el subcomandante de la 5ª División de los Caballeros Transnacionales estará a su lado en todo momento."
"Está bien. Hoy está lloviendo tan fuerte que de todos modos no saldré demasiado lejos."
Después de que el Vizconde Langdel se despidió, Laura se acercó a la ventana para comprobar de nuevo el clima y exclamó asombrada.
"Guau, ¿a dónde irá el Vizconde Langdel con esta lluvia tan fuerte?"
"Aunque actúa como mi caballero personal, en realidad es un miembro de la Alianza del Continente Wol. Debe tener más trabajo que hacer."
Laura aplaudió con una cara que decía, '¿¡Cómo se me ha podido olvidar?!'
Parecía haberlo olvidado porque el Vizconde Langdel pasaba mucho tiempo a mi lado.
"Bueno, eso es cierto."
"De hecho, es increíble que el Vizconde haya estado al lado de Su Majestad todo este tiempo."
La Condesa Jubel se puso del lado del Vizconde Langdel, pero no dejaba de mirar las marcas de agua que había dejado en el sofá, como si le disgustara.
Al final, la Condesa Jubel llamó a una sirvienta y le pidió que secara el sofá.
Mientras tanto, me senté frente a la ventana con una manta y un cojín. Me sumí en mis pensamientos con la cabeza apoyada en el alféizar.
No me preocupaba que el Vizconde Langdel estuviera ausente... lo que todavía me preocupaba era el asunto del Gran Duque Lilteang.
Si el Gran Duque Lilteang hubiera estado encerrado en condiciones normales, no habría problema porque fue castigado por su crimen bajo la aprobación de Sovieshu. Sin embargo, ese no era el caso.
Una vez que se supiera que el Gran Duque Lilteang estuvo encerrado en condiciones inhumanas, el bando de Sovieshu podría exigir explicaciones.
Si yo estuviera en su posición, presentaría una demanda si la otra parte fuera un país hostil. Por supuesto, la relación entre el Imperio Oriental y el Imperio Occidental no era tan mala como para decir que nos tratábamos como países hostiles.
No, aunque no seamos países hostiles, podría intentar sacar provecho de esta situación y luchar por el orgullo del Imperio Oriental...
Era posible que hubiera problemas. Si bien me golpeé levemente la cabeza contra la ventana varias veces, era difícil adivinar cómo resultaría, ya que el estado actual de Sovieshu no era normal.
¿Cómo planea Heinley hacer frente a esto?
***
En ese momento, Heinley se encontraba en un amplio comedor que no solía utilizarse.
En el centro del comedor había una mesa bastante larga. Heinley estaba sentado en un extremo de la mesa, mientras que Sovieshu estaba sentado en el extremo opuesto con sus sirvientes de pie a los dos lados.
El sitio era poco práctico para una comida de dos personas, pero Heinley lo escogió deliberadamente para esta ocasión.
Hubo poca reacción por parte de Sovieshu ante la llamativa mesa y el inadecuado sitio, por lo que Heinley sólo dijo con una falsa sonrisa.
"Espero que disfrute la comida."
Dos cocineros aparecieron para dejar la comida delante de Heinley y Sovieshu, luego se retiraron.
Sovieshu se saltó la respuesta y fue directo al grano.
"Bueno, ¿qué querías decirme?"
Sovieshu pasó directamente a lo principal, no creía necesario intercambiar palabras amistosas. Heinley tenía la misma opinión, así que preguntó inmediatamente.
"¿Recuerdas que el Gran Duque Lilteang casi mata a un niño de una de nuestras familias nobles?"
A Sovieshu todavía le faltaban por revisar muchas partes de su diario.
El Marqués Karl también le contaba sobre los acontecimientos importantes, pero no podía abarcarlo todo en un solo día.
Cuando Sovieshu no respondió y su expresión se volvió rígida, Heinley cortó tranquilamente la cabeza del pescado con el cuchillo.
"El Gran Duque Lilteang se fugó."
"¿Qué?"
"Consideré que debía hacértelo saber. Otra cosa, te pido que nos envíes de vuelta al Gran Duque si lo encuentras primero ya que aún no ha cumplido los cinco años."
Sovieshu sonrió y cortó la cabeza del pescado tal como lo hizo Heinley.
"Ya veremos."
De su boca salió una respuesta ambigua. Sin embargo, estaba analizando la situación en su interior.
'Por cómo sacó a relucir que el Gran Duque Lilteang se fugó y habló del crimen que había cometido, deduzco que no fue encerrado en secreto. Eso implica que 'yo' permití que el Gran Duque fuera encerrado aquí. La condena parece ser de cinco años de prisión por sus palabras. Su intención al reiterar los hechos no debe ser otra que tratar de evitarse cualquier problema que pueda surgir con la fuga del Gran Duque porque yo también estuve de acuerdo con su condena...'
Sovieshu concluyó rápidamente y lo acusó como un zorro astuto.
"Quién sabe qué trato recibió el Gran Duque para decidir fugarse."
Aunque no entendía por qué había dejado la condena del Gran Duque Lilteang en manos del Imperio Occidental, estaba convencido de que no habría permitido que lo torturaran, por lo que lanzó esta acusación bajo esta suposición.
Además, era una acusación que podía emplear a ciegas para intentar averiguar cómo había tratado realmente Heinley al Gran Duque.
Este comentario le dio a Heinley justo en el blanco. Aun así, Heinley respondió sin titubear.
"El Gran Duque no es un niño, ya es bastante grande como para que te preocupes."
A Sovieshu no le agradaba el Gran Duque Lilteang, pero le agradaba menos el Emperador Heinley, por lo que susurró sarcásticamente mientras sacaba la carne del pescado con el tenedor,
"Si alguien como el Gran Duque Lilteang pudo fugarse de una celda del Imperio Occidental, es probable que necesite mejorar sus medidas de seguridad. ¿Qué te parece aumentar el número de guardias?"
"No se necesitan más guardias."
Heinley respondió con una sonrisa que ocultaba su nerviosismo, luego miró con incomodidad a los sirvientes a ambos lados de Sovieshu y habló con el mismo sarcasmo.
"Sólo los magos de Su Majestad o los Caballeros Transnacionales serían capaces de atravesar la seguridad de la Torre Roja donde estaba encerrado el Gran Duque Lilteang."
"..."
"Por supuesto, es imposible que los Caballeros Transnacionales aparezcan de la nada."
Heinley parecía insinuar con ese comentario, '¿No será que fuiste tú quien sacó al Gran Duque de allí?'
"Suena como si estuvieras buscando una excusa."
"Es una sospecha razonable. Después de todo, te gusta husmear en los palacios de otros países en medio de la noche."
Ambos mostraban una sonrisa, pero maldecían para sus adentros.
'Se cree tan astuto como un viejo zorro.'
'No es más que un pequeño zorro.'
Llamaron a la puerta mientras revisaba en mi oficina los documentos que había pedido traer a uno de mis ayudantes sobre lo que se había discutido en el Consejo Privado en relación con el caso del Gran Duque Lilteang.
'Seguro que es Heinley.'
Si hubiera sido otra persona, uno de mis ayudantes lo habría anunciado primero. Dado que no fue así, no cabía duda de que era Heinley.
En vez de permitirle entrar de inmediato, apoyé los brazos en el escritorio y miré hacia la puerta.
Al cabo de unos instantes, volvió a llamar a la puerta.
Me levanté en silencio, me acerqué a la puerta y esperé a que llamara de nuevo.
En cuanto oí dos golpes seguidos, abrí la puerta.
Heinley se quedó con la mano levantada por la sorpresa, sus ojos se abrieron mucho y su cara se iluminó.
"Reina, apareciste como por arte de magia."
No respondí, simplemente me di la vuelta. Sin embargo, Heinley se puso rápidamente frente a mí y me extendió la caja en sus manos.
"Reina. Aquí tienes."
Sentí que la caja estaba caliente apenas la sostuve.
"¿Qué es?"
"Es la sopa de guisantes que querías comer hace unos días."
Cuando abrí la tapa de la caja, dentro había un tazón de sopa.
Parecía recién hecho por el humo que desprendía y lo delicioso que olía. Se veía tan apetitoso que se me hizo agua la boca.
"Lo hice yo mismo."
Heinley se jactó con una encantadora sonrisa.
Se veía adorable. Sin embargo, era obvio que intentaba apaciguar mi molestia con comida.
Dos sentimientos opuestos surgieron en mí, por lo que suspiré levemente. Una parte de mí quería pasarlo por alto, pero otra parte de mí quería hablarle fuerte, aunque él no quisiera oírlo.
Después de un momento de reflexión, opté por lo segundo. Puse la caja que me había dado Heinley sobre el escritorio y tomé sus manos.
"Heinley."
"Come antes de que se enfríe."
Aunque habría estado bien hacer como si no hubiera pasado nada... no era la primera vez que descubría un comportamiento de Heinley distinto del que mostraba delante de mí.
Sentía la necesidad de hablarlo seriamente con él, al menos una vez.
"Heinley. Sé que no lo haces impulsivamente... pero quisiera que no castigaras a las personas tan cruelmente."
La sonrisa de Heinley se desvaneció y bajó la mirada hacia sus manos en las mías.
"Mantener encerrado al Gran Duque ya era suficiente castigo. No había necesidad de ser más cruel."
Heinley frunció los labios con una mirada de injusticia.
"Pero Reina, él—"
"A mí tampoco me agrada el Gran Duque Lilteang. Al principio, intentó acercarse a mí mediante sobornos, pero como no le funcionó, se alió con Rashta para desprestigiarme."
No quería sonar demasiado fuerte porque temía que Heinley se sintiera herido, así que lo miré a los ojos y le acaricié la cara.
"Heinley. Aunque la venganza sea justificada, si el método es cruel, las personas olvidarán las razones y sólo se fijarán en el método."
Para tener dos caras, realmente no debes dejar que nadie lo sepa. A pesar de los esfuerzos de Heinley por ocultarla, he visto su verdadera cara en más de una ocasión.
Heinley también había hecho actos crueles abiertamente. Como la manera sanguinaria en que se deshizo de la Familia Zemensia por mí.
"Heinley. Hay una clara diferencia entre un castigo severo y un castigo cruel."
Heinley era un emperador que realmente amaba al Imperio Occidental. No quería que sus logros quedaran olvidados en la historia sólo por sus actos crueles.
Heinley me miró en silencio por un momento y luego se dio la vuelta.
"Reina, entiendo lo que quieres decir. Intentaré no ser tan despiadado, pero espero que Reina comprenda que no ascendí al trono en las mismas condiciones que el Emperador Sovieshu. A él le basta con sentarse tranquilamente y cumplir con sus deberes, su autoridad aumenta con hacer todo de acuerdo a lo establecido."
Sólo podía ver la espalda de Heinley, pero me di cuenta de que suspiró con pesar.
"Reina, debo asegurarme de que los nobles no me tomen a la ligera. Sin embargo, hasta las ratas muerden a los gatos cuando se ven acorraladas, así que tampoco puedo presionar a los nobles hasta acorralarlos. Debo ser un emperador justo como un emperador temible. Un emperador que no inquiete a los nobles, pero ante el cual deban inclinarse."
Una vez que Heinley me besó en ambas mejillas y se marchó, volví a sentarme en mi escritorio para leer los documentos del Consejo Privado. Sin embargo, no dejaba de pensar en lo que había dicho Heinley.
Había perdido el apetito, por lo que ni siquiera quería comer la sopa de guisantes que antes me había parecido deliciosa. Sin embargo, no quería tirar la comida que Heinley me había preparado, así que al cabo de un rato abrí la caja y saqué el tazón.
Cuando me llevé una cucharada a la boca, me di cuenta de que ya se había enfriado. Aun así, seguí comiendo.
Para el momento en que me había comido casi la mitad, entró uno de mis ayudantes.
"¿Qué es eso?"
Mi ayudante entró con una caja plateada y parecía muy incómodo.
"¿Me escuchaste?"
"El Emperador Sovieshu envía esto a Su Majestad..."
En cuanto habló mi ayudante, comprendí por qué estaba tan incómodo.
¿Sovieshu? ¿Otra vez? No me dejará en paz.
"Dile que no sabes dónde estoy."
Cuando me negué rotundamente, mi ayudante salió nervioso con la caja.
Después de que mi ayudante se marchó, dejé la cuchara a un lado. No quería forzarme a comer más porque sentía que me dolería el estómago.
Heinley era importante, pero también lo era mi bebé. No quería que se enfermara por mi culpa.
Había terminado de limpiar mi escritorio y estaba a punto de tomarme una taza de té cuando mi ayudante, que acababa de salir, volvió a entrar.
‘¿Qué es ahora?’
En cuanto lo miré con el ceño fruncido, mi ayudante me extendió una carta con una expresión de que realmente no quería hacer esto.
"El Emperador del Imperio Oriental..."
"Devuélvesela."
Mi ayudante salió con la carta.
Guardé los documentos y me cubrí los ojos con las manos. Ya no podía concentrarme en lo que estaba escrito.
Sin embargo, mi ayudante volvió poco después y me extendió de nuevo la carta.
Estaba a punto de repetirle que se la devolviera, pero al examinarla más de cerca, vi que esta vez tenía el sello del Emperador del Imperio Oriental.
La envió como una carta oficial para que no pudiera rechazarla.
Acepté enojada la carta, pedí a mi ayudante que saliera y la abrí bruscamente.
Bueno, ¡veamos qué quiere decirme y por qué me envía una carta!
— ¿Puedes devolver ésta también?
Sin embargo, el texto de la carta era sólo esta línea.
Fue breve... pero me irritó mucho.
Inmediatamente me levanté y salí con la carta.
En cuanto abrí la puerta, un ramo de flores apareció ante mis ojos. Flores blancas y amarillas se mecían frente a mí.
Una vez que acepté el ramo de flores, vi la cara de Sovieshu detrás.
"Es un regalo."
"Su Majestad. Mi esposo siempre me regala ramos de flores, no hace falta que una persona de otro país lo haga."
No golpeo a Sovieshu con el ramo de flores porque el problema podría ser mayor.
¿Cuándo terminarán estos quince días? ¿Siempre ha sido tan largo medio mes?
Antes de que Sovieshu pudiera responder, un mensajero empapado por la lluvia se acercó como si tuviera mucha prisa.
El mensajero se inclinó en cuanto nos vio a Sovieshu y a mí.
Reconocí que era uno de los mensajeros habituales del Vizconde Langdel, así que le pregunté,
"¿Qué sucede?"
Esto me salvó. No quería tener otra conversación absurda con Sovieshu.
"El Vizconde Langdel.... el Comandante... me ordenó comunicarle de inmediato... sin demora..."
No entendía qué quería decir, pero parecía que le resultaba incómodo hablar delante de Sovieshu.
Sin dudarlo, devolví el ramo de flores a Sovieshu y entré en la oficina con el mensajero.
Cuando cerré la puerta y le pedí que hablara, el mensajero me informó,
"Su Majestad, el Comandante Langdel me ordenó comunicarle que mañana alguien vendrá a visitarla, quiere que en la medida de lo posible se niegue a lo que le pida."
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