LESVAC 222

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La Emperatriz se volvió a casar 222

Truenos



"¡El Gran Duque Lilteang ha escapado!"

Justo en el momento de la exclamación de mi ayudante, se oyó otro estruendo producido por un trueno.

"Cómo pudo escapar el Gran Duque Lilteang..."

Cuando pregunté en respuesta, esta vez el resplandor de un relámpago surgió detrás de mí. Mi ayudante se estremeció y cayó al suelo, tal vez porque a contraluz parecía enojada.

Estaba un poco sorprendida, no enojada como para que tuviera miedo.

"Levántate."

Mi ayudante se levantó rápidamente. Tenía el cabello mojado y pegado a la frente por correr bajo la lluvia. Cuando le ofrecí un pañuelo, mi ayudante extendió ambas manos temblorosamente.

"Toma asiento."

"Mi ropa está empapada, Su Majestad."

"No te preocupes."

Una vez que señalé el sofá, mi ayudante se sentó vacilante con las manos y las piernas recogidas. Como si pensara que ahora actuaría enojada.

"¿Qué hay de Su Majestad Heinley?"

"Alguien más fue a informarle."

"¿Qué fue lo que pasó?"

Por lo que sé, el Gran Duque Lilteang fue encerrado en la Torre Roja debido a un incidente en la fiesta de cumpleaños de Heinley. Tenía entendido que la Torre Roja contaba con la seguridad más estricta, ya que es allí donde se encierra a los nobles de alto estatus. ¿El Gran Duque Lilteang incluso consiguió escapar en un país que no era el suyo?

Después de que se oyó el estruendo de otro trueno, la incesante lluvia cayó con más fuerza. 

Sin duda, éste era el día perfecto para que escapara...

"¿No se conocen los detalles de cómo escapó?"

"Así es. Hasta ahora no."

Mi ayudante se secó la frente con el pañuelo que le di y bajó la mano rápidamente. Aun así, parecía incapaz de ocultar su nerviosismo.

"Ayudante."

"Sí, Su Majestad."

"¿Hay algo más de lo que no me haya informado?"

Cuando se lo pregunté directamente para salir de dudas, mi ayudante se encogió de hombros.

"¿Perdone?"

Aunque hizo como si no supiera nada más, tenía mi pañuelo apretado en su puño sin piedad, así que insistí.

"Hasta donde sé, el castigo del Gran Duque Lilteang se llevó a cabo con el consentimiento del Emperador Sovieshu."

"Así es, Su Majestad."

Si se castiga directamente a un noble de alto estatus de otro país, puede derivar fácilmente en conflictos por el honor. Por esta razón, los crímenes de un noble de alto estatus de otro país no solían dirigirse contra ese noble directamente, sino contra su país a modo de protesta.

Pero este caso era diferente. El Emperador Sovieshu permitió que el Imperio Occidental castigara directamente al Gran Duque Lilteang por su crimen. No había forma de que este asunto se convirtiera en un conflicto entre estados. ¿Entonces por qué mi ayudante vino corriendo a estas horas de la mañana tan nervioso?

"Por casualidad... ¿Hay algo más sobre este asunto que no sepa?"

***

Los caminos bien pavimentados permanecieron intactos bajo la fuerte lluvia. Sin embargo, ni siquiera un camino en perfecto estado podía aliviar las molestias causadas por tener la parte inferior de la ropa empapada.

"¡Maldición!"

El Gran Duque Lilteang maldijo mientras tiraba de la parte inferior de su incómoda capa. Quería quitársela de una vez, pero tenía que ocultar su rostro hasta llegar al Imperio Oriental.

"¿Adónde vamos?"

Preguntó el Gran Duque mientras levantaba la mano para frotarse los ojos debido a la lluvia que nublaba su visión.

Un hombre con un paraguas sostenía un mapa con las esquinas húmedas en una mano y soltó un vago, "Umm..."

"¡¿Adónde vamos?!"

El Gran Duque gritó con fuerza, pero cuando la sangre agria se acumuló en su boca, su cara se retorció y apretó los dientes. Se cubrió la boca mientras gemía de dolor. La sangre que se deslizaba por las comisuras de sus labios caía al suelo.

"Umm..."

El hombre del paraguas seguía sin hablar claramente. Este comportamiento indeciso enfureció al Gran Duque, pero contuvo su ira. Acababa de sufrir por no controlarse. En este escenario, no sería tan tonto como para estallar de ira otra vez.

Sin embargo, cuando el hombre del paraguas murmuró,

"Mira aquí. Umm, ¿no es este el camino correcto?"

El Gran Duque Lilteang finalmente no pudo contener su ira, le arrebató el mapa y gritó furioso.

"¡¿Qué demonios te ocurre?!"

Su desgarrada boca se rompió aún más y comenzó a chorrear sangre, pero su creciente ira se impuso al dolor momentáneo.

"¡Por favor, hazlo bien! ¡Los hombres de ese bastardo lunático ya deben estar tras nosotros!"

El mapa, debilitado por el agua, se rompió al no poder resistir la fuerza del Gran Duque Lilteang. Los trozos del mapa desgarrado cayeron al suelo como una especie de lodo.

El hombre del paraguas lo miró y murmuró una vez más, "Umm..."

El Gran Duque Lilteang resopló irritado. La cara del Gran Duque estaba hecha un desastre porque le habían cosido la boca con una piedra dentro. Su buen cuerpo había quedado en el hueso y la zona alrededor de sus labios había perdido completamente la carne. Debido a la precipitada huida, no había recibido el tratamiento adecuado, por lo que la sangre brotaba cada vez que movía demasiado la boca.

El Gran Duque tenía tan mal aspecto que cualquier persona normal habría desviado la mirada porque sentiría dolor con sólo mirarlo.

Sin embargo, el hombre del paraguas más bien sonrió al Gran Duque ante su ira. Era una actitud indiferente, como si no le importara.

"Está bien. Ya le he dicho que sólo tiene que confiar en mí, Gran Duque."

La voz era cortés, pero al mismo tiempo demasiado perezosa y desconocida. Desanimado, el Gran Duque señaló con el dedo hacia dónde se suponía que debían ir.

¡Tenemos que ir por ahí rápido! ¡O los hombres de ese lunático nos alcanzarán!"

El hombre del paraguas levantó la mano, agarró los dedos del Gran Duque y se rió.

"Shh... Está bien. Sólo confía en mí."

"¡Huyamos—!"

"Ahora no."

El hombre del paraguas miró el mapa ensuciado que tenía a los pies y señaló en dirección a la capital con una leve inclinación del paraguas.

"Olvidé que necesitaba reunirme con una persona más antes de irme."

El Gran Duque Lilteang estuvo a punto de llorar.

'Finalmente pude escapar de ese lugar, ¿por qué vuelve a señalar hacia allí? ¡Debió haber terminado sus asuntos primero!'

"¡¿Quién demonios volvería en esta situación para reunirse con alguien?!"

"Hoy no me reuniré con nadie, así que aplacen también las audiencias de la tarde."

Cancelé las audiencias de hoy, una tarea que realizaba todos los días como una obligación. Este mal tiempo era un motivo de fuerza mayor, por lo que todos mis asistentes estuvieron de acuerdo con mi decisión.

Después de que terminé rápidamente con los asuntos importantes en mi oficina, volví directamente a mi habitación y entré en el dormitorio matrimonial. En este dormitorio, completamente aislado del estruendo de los truenos, Heinley dormía como un ángel amado por Dios. Incluso su cabello revuelto le hacía ver encantador.

Acaricié sus lindas mejillas un par de veces y le susurré al oído.

"Heinley."

Inmediatamente, su cuerpo se estremeció y sus pestañas se sacudieron. Acto seguido, sus párpados se levantaron para dejar al descubierto sus ojos púrpura, que tanto amaba.

"¿Reina? Navier."

Extendió la mano mientras me llamaba con voz soñolienta. Me tiró de la nuca y, naturalmente, me besó la clavícula, el cuello y el mentón.

"¿Por qué no dormiste más?"

Miró el reloj y se pasó la mano por los ojos.

"Aún es temprano."

Anoche, Heinley me había dicho que dormiría mucho porque no tenía trabajo por la mañana. Por esa razón, parecía no querer despertarse.

"Heinley, ¿no te han dado ningún mensaje?"

"¿Un mensaje? ¿Era urgente?"

"Parecía urgente."

"No sé nada... Puede que McKenna haya decidido contármelo más tarde para no interrumpir mi sueño porque considero que no era urgente."

Sólo para informarme, mi ayudante había acudido a mi oficina apresuradamente y con el rostro pálido antes de la hora habitual de venir a trabajar al palacio imperial. ¿McKenna consideró por su cuenta que este asunto no era urgente? Eso lo hacía más sospechoso.

Incluso al final, cuando le pregunté a mi ayudante si había algo más que yo no supiera sobre este asunto, se puso nervioso incapaz de responder. Me suplicó con voz deprimida que comprendiera que se encontraba en una posición en la que no podía darme esa respuesta.

Por eso acudí directamente a Heinley....

"Ya despierta."

Cuando le quité las sábanas, Heinley se aferró a mis piernas con el ceño fruncido.

"Mmm, ¿Qué ocurrió, Reina?"

"Me enteré que el Gran Duque Lilteang escapó."

"¿El Gran Duque?"

Heinley me miró un poco sorprendido antes de volver a recostarse en mi regazo.

"Lo castigaste con la aprobación del Emperador Sovieshu, así que no debería haber ningún problema, ¿verdad?"

"Eso creo."

Su cabello se deslizaba suavemente entre mis dedos. Después de frotarlo un par de veces, tiré con fuerza de sus mejillas con ambas manos.

"Entonces, ¿por qué mi ayudante estaba tan pálido? ¿Eh?  Heinley, ¿cuál crees que es la razón?"



***

"Me habías dicho que dormirías toda la mañana. ¿Acaso te caíste de la cama?"

Cuando Heinley entró en la oficina con las mejillas hinchadas, McKenna se rió con las manos en la barriga. Heinley apretó los dientes mientras reprimía el impulso de enviarlo a volar de un solo golpe.

"Escuché que el Gran Duque Lilteang escapó."

"Sí."

Ante la mención del Gran Duque Lilteang, McKenna inmediatamente se puso serio.

"Está claro que alguien debió ayudarlo a escapar de la torre. Los rastros apuntan a que la seguridad fue vulnerada desde fuera."

"Debiste haberme informado."

"No quise informarle mientras ambos dormían porque temía que la Emperatriz lo encontrara extraño. La Emperatriz podría interpretarlo como un problema grave."

Heinley resopló. Si Navier no se hubiera levantado temprano e ido a su oficina, si el fiel ayudante de Navier no hubiera ido a buscarla a toda prisa, en ese caso, Heinley habría estado realmente agradecido por la consideración de McKenna.

"¿Qué ocurre?"

Preguntó McKenna preocupado al notar el desánimo de Heinley.

"Un ayudante de Reina le informó muy temprano. Reina me despertó porque se dio cuenta de que algo extraño pasaba."

McKenna frunció el ceño.

"¿Así que la Emperatriz ya lo sabe? ¿Su Majestad le contó... que ordenó coser la boca del Gran Duque con una piedra dentro?"

Heinley se cubrió la cara con las manos.

"Sí. ¿Qué pasará si Reina piensa que soy una basura con la que no puede relacionarse?"

"Te desechará..."

"¡McKenna!"

Cuando los dos estaban a punto de empezar a pelear, el canciller, que había permanecido en silencio como si no estuviera aquí, tosió para hacer notar su presencia e informó,

"Hemos dado instrucciones a los inspectores para que investiguen quién le ayudó a escapar y cuál es su paradero. También se dio instrucciones al 2º Cuerpo de Guardias para que bloqueen los accesos a la capital e investiguen a quienes entraron y salieron alrededor de la hora estimada de la fuga. Así que no debe preocuparse, Su Majestad."

"Buen trabajo."

Después de elogiarle, Heinley le dio algunas instrucciones más y miró pensativo por la ventana.

Todavía caía una lluvia torrencial, por lo que afuera de la ventana parecía de noche aunque no era ni mediodía.

"¿En qué piensa, Su Majestad?"

"¿Qué hay del Emperador Sovieshu?"

"Aún no debería saber sobre la fuga, a menos que esté involucrado. Si usted lo ordena, la investigación continuará en secreto para evitar que se entere."

Heinley ya lo había pensando, así que sacudió la cabeza.

"No, prefiero reunirme con él para discutirlo."

"¿Su Majestad?"

"Fue una decisión que tomamos juntos. Será mejor aclararle de una vez quién también tiene responsabilidad."

Al terminar de hablar, Heinley llamó a un sirviente y ordenó,

"Pregunta al Emperador Sovieshu si podemos almorzar juntos."

***

Heinley tratará de discutirlo con Sovieshu.

Aunque el castigo impuesto por Heinley había sido bastante cruel, el Gran Duque Lilteang había provocado un incidente en el que un niño indefenso pudo haber perdido la vida.

Si Sovieshu quisiera que este asunto se resolviera sin ningún escándalo, se podía hacer como si la fuga simplemente no hubiera ocurrido.

En ese caso, se encontraría al Gran Duque para volver a encerrarlo, o Sovieshu se lo llevaría en silencio. Estaría bien sin importar a qué conclusión se llegara.

El problema es cómo reaccionará el actual Sovieshu. Probablemente no sepa que aceptó que el Imperio Occidental se hiciera cargo del castigo del Gran Duque, a menos que el Marqués se lo haya dicho. Incluso así, podría enfadarle el trato cruel a un noble de alto estatus de su país.

Reflexioné mucho, pero este asunto no estaba en mis manos. Finalmente, dejé de pensar al respecto y me forcé a centrar mi atención en el libro infantil que estaba abierto sobre mis piernas.

No era bueno para la educación de mi bebé imaginar a una persona cuya boca está cosida con una piedra dentro. Por lo tanto, me propuse purificar la confesión de Heinley a través de la lectura de cuentos felices.

"Esto no me gusta."

Laura gritó de repente mientras se tapaba los oídos y su cuerpo se retorcía ante el estruendo de los truenos. Ahora que lo pienso... esto me trae recuerdos. Cuando me reí, Laura bajó las manos y me preguntó,

"Su Majestad, ¿qué pasó? ¿Qué pasó? ¿Pensó en algo divertido?"

La Condesa Jubel miró un poco desconcertada a Laura por su comportamiento, pero Laura no dejó de preguntarme con ojos brillantes,

"¿Qué pasó? ¿Qué pasó?"

"No es nada especial. Es sólo que recordé que a mi hermano le daban miedo los truenos de pequeño."

"¿Lord Koshar?"

No sabía si todavía le daban miedo. No pasaba suficiente tiempo con mi hermano como para averiguarlo.

Tan pronto como asentí, Laura dijo,

"Jamás lo habría imaginado."

Casi al mismo tiempo, Mastas dijo,

"Me lo puedo imaginar."

Laura y Mastas se miraron como si la respuesta de la otra no tuviera sentido.

Yo... estoy a favor de Laura. Creo que Mastas dijo algo extraño.

Cuando me puse un poco del lado de Laura, Mastas se justificó con una expresión de injusticia.

"A primera vista parece débil y vulnerable. ¿No es comprensible que le tema a los truenos?"

¿El hombre del que habla Mastas es mi hermano? Laura me preguntó en voz baja si tenía otro hermano, tal vez pensando lo mismo.

En cuanto respondí que era mi único hermano con una sonrisa, Mastas se entristeció aún más porque mis otras damas de compañía tampoco coincidían con su opinión sobre mi hermano. Fue gracioso. Rose apretó los labios con fuerza y sacudió los hombros.

En medio de esta alborotada charla, alguien llamó con prisa a la puerta del salón.

Finalmente, dejamos de hablar.

Laura se levantó del sofá y se dirigió a la puerta.

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