LESVAC 191

LESVAC 191







La Emperatriz se volvió a casar 191

La desesperación de Rashta



Ayer hubo un poco de revuelo por el incidente del intruso, pero el ambiente no tardó en calmarse porque el supuesto intruso era en realidad un sirviente del palacio imperial, y la persona que usó la magia de hielo... fue la que detuvo al sirviente sospechoso, así que este era un punto fácil de encubrir.

Por supuesto, no podía salir sin escolta durante un tiempo, y los caballeros probablemente estarían ocupados tratando de averiguar quién hizo esa extraña petición al sirviente.

En cualquier caso, decidí reunirme con las damas a las que había enviado las invitaciones como tenía previsto. Entre ellas estaba la concubina del anterior rey, con la que había dudado en reunirme hasta el final.

Y esta no fue una decisión tan mala.

"Honestamente, me preocupaba mucho que Su Majestad llamara a todas menos a mí."

La concubina del anterior rey sonrió ampliamente tan pronto como me vio, reveló directamente sus preocupaciones y estalló en risas.

"Después de lo ocurrido en el Imperio Oriental, es natural que sea reacia a hacerlo."

Las otras damas se quedaron sorprendidas por su franqueza, y yo también me quedé un poco desconcertada.

Tenía una personalidad muy diferente a la de Christa. 

Bueno. En ese sentido, Rashta y yo también teníamos personalidades muy diferentes.

A pesar de lo desconcertadas que estábamos todas, la concubina del anterior rey sonreía tan brillantemente que sus ojos se entrecerraron.

Esa noche, le conté sobre esto a Heinley.

Sin embargo, me di cuenta mientras hablaba que su expresión no era buena.

"¿Heinley?"

¿Por qué la expresión de Heinley es tan sombría hoy? Él normalmente no estaría tan callado.

Me acerqué, puse mi mano en su cara y le pregunté,

"¿Qué sucede?"

Me preocupó ver a Heinley triste después de que ayer hubiera disfrutado burlándose de mí. ¿Qué estaba pasando realmente?

Heinley me respondió enseguida.

"Tengo algo importante que decirte, Reina."

"Está bien, dímelo."

"Habrá un juicio contra 'esa mujer' en el Imperio Oriental."

A quien Heinley llama 'esa mujer' es Rashta... ¿Habrá un juicio contra Rashta?

"¿En serio?"

"Sí."

Bueno, es un gran problema que la princesa no sea la hija del emperador.... es normal que sea castigada por eso.

"Los asuntos del Imperio Oriental ya no me importan."

Me levanté mientras hablaba deliberadamente con firmeza y frialdad. Me pareció bastante extraño que Heinley tuviera una expresión tan grave. Con la personalidad de Heinley, ¿no sería algo que le gustaría?

Después de decir, "lo sé", Heinley suspiró,

"Pero el Imperio Oriental preguntó si Reina podía asistir al juicio."

"¿Yo? ¿En el juicio?"

"Ya que fuiste una víctima, el Imperio Oriental preguntó si Reina aceptaría asistir como testigo... ¿qué quieres hacer?"

***

Rashta salió al pasillo y pidió a un caballero que la vigilaba,

"Me gustaría ver a Su Majestad."

Podría haberla ignorado, pero el caballero le dijo que esperara un momento y se dirigió hacia el Palacio del Este.

Rashta deambuló por el pasillo, luego volvió a su habitación y se sentó en un sillón mientras esperaba nerviosa.

Al cabo de un rato, el caballero regresó para transmitir el mensaje, 

"Su Majestad me ordenó llevar a la Emperatriz Rashta."

Rashta se miró en el espejo y se arregló rápidamente el cabello antes de seguir al caballero.

"Desvergonzada."

"Cometió graves crímenes sin siquiera pestañear."

"Quién hubiera pensado que con esa cara de inocente sería tan despreciable. Tsk, tsk."

De camino al Palacio del Este, los murmullos que oía por los pasillos le provocaban un dolor desgarrador en el corazón, pero se esforzaba por ignorarlos.

Cuando finalmente se reunió con Sovieshu, sólo recibió una mirada gélida. Sus ojos, antes llenos de cálido afecto, se volvieron fríos como si hubiera llegado el invierno.

Ante la mirada gélida de Sovieshu, que sugería que no le hiciera perder el tiempo, Rashta abrió la boca con dificultad.

"¿Qué me van a hacer?"

"Eso dependerá de los crímenes que hayas cometido."

"No he cometido ningún crimen, Su Majestad."

"Aún piensas negarlo después de todo lo que se ha revelado."

"Sabías que yo... era una esclava fugitiva, pero me aceptaste."

"Sabía que eras una esclava fugitiva, no esta clase de persona."

"Su Majestad, la Rashta que conoció aquella vez y la Rashta que está frente a sus ojos es la misma persona."

"El yo que amaste y el yo que traicionaste es también la misma persona, Rashta."

No había calidez en sus palabras, sólo espinas afiladas y heridas dolorosas.

"Lo explicaré todo, Su Majestad, Si hay algún malentendido, lo explicaré todo."

Rashta habló con una expresión afligida, pero Sovieshu ni siquiera estaba dispuesto a escucharla.

"¿Malentendido? ¿Qué malentendido? ¿Qué la princesa haya resultado no ser mi hija es un malentendido? ¿O es un malentendido los pagarés que trajo el Duque Elgy? ¿O el documento del puerto que firmaste para el Duque Elgy? O..."

Después de una pausa momentánea, miró a Rashta con una expresión despiadada e hizo la última pregunta,

"¿O es un malentendido que se extendió el rumor en el Imperio Occidental de que la causa de mi divorcio con Navier fue su infertilidad?"

‘¿Qué significa esto?’ Ante el inesperado ataque, Rashta exclamó sorprendida,

"¡Rashta nunca hizo eso!"

Sovieshu preguntó con un resoplido de disgusto.

"¿Nunca lo hiciste, o desearías nunca haberlo hecho?"

"¡Su Majestad!"

"El Imperio Occidental hizo un reclamo oficial. Debes disculparte públicamente por esto."

"Todavía... Todavía soy la Emperatriz del Imperio Oriental, Su Majestad. ¿Quiere que me disculpe públicamente? ¡Eso sería una deshonra para el Imperio Oriental!"

"Bien, no hace falta que te disculpes. De todos modos, ya no representarás al Imperio Oriental."

Rashta rompió a llorar mientras miraba asombrada a Sovieshu.

"Su Majestad.. ¿Su Majestad ya no cree en Rashta? Una vez dijiste que sentías lástima por Rashta. Una vez dijiste que protegerías a Rashta. ¿Pero ahora culpas a Rashta por algo que no hizo?"

Sovieshu miró sin palabras a Rashta durante un momento.

"¿Algo que no hiciste? ¿Qué no hiciste de todo lo que dije?"

"¡Todo!"

La boca de Sovieshu se abrió del tamaño de dos dedos. Estaba realmente sorprendido.

"Ya... ya no sé. No sé en qué diablos estás pensando."

"¡Rashta no dijo que Navier fuera infértil! ¡Rashta sólo dijo que circulaba un rumor de que la razón de su divorcio fue su infertilidad! ¡Su Majestad también dijo que Navier podría ser infértil!"

Si la otra parte utilizara argumentos demasiado absurdos, uno se quedaría tan sorprendido que no se le ocurriría nada que decir para refutar.

Lo mismo ocurrió con Sovieshu. No podía entender a Rashta.

Incluso si tales rumores realmente circulaban, ¿no sabía que el hecho de que la emperatriz se lo contara a un noble de otro país en una carta era en sí mismo un problema?

"Ya basta, márchate. Fue una locura pensar que esta vez podría hablar adecuadamente contigo."

Finalmente, agitó su mano completamente exhausto.

Hablar de Navier le hizo recordar todos sus arrepentimientos, pero se sintió aún más tonto por intentar tener una última conversación con Rashta.

"¿Qué me van a hacer?"

"Tendrás las respuesta cuando comience el juicio. Podrás preguntárselo directamente al juez."

En ese momento, Rashta suplicó al borde de las lágrimas,

"... Por favor, sálvame."

Sovieshu la miró sorprendido mientras presionaba sus sienes palpitantes.

Rashta lo miraba como un gato empapado en la lluvia, con una expresión triste y desolada.

"Su Majestad, no castigue a Rashta con demasiada dureza. Rashta nunca ha cometido un crimen grave. Si el crimen de Rashta fue ocupar la posición de emperatriz, entonces es nuestro crimen, no sólo el de Rashta. Por lo demás, Rashta no ha hecho nada malo."



Sovieshu mantuvo los labios cerrados con fuerza.

Si la otra persona actuaba de forma arrogante, uno optaría por luchar hasta que su moral se derrumbara y dejaría que sufriera un castigo severo. Por el contrario, si la otra persona actuaba de forma lamentable uno no se sentía bien luchando. Este tipo de persona hacía sentir incómodo a cualquiera, incluso cuando se le daba un castigo merecido.

Más aún para Sovieshu, que había recogido a Rashta herida, le dio amor y la cuidó.

Al final, Sovieshu ordenó fríamente a Rashta con una expresión de enojo.

"Lárgate."

Rashta respondió "sí" con una voz apenas audible e indefensa. Luego se dio la vuelta para irse.

"Rashta."

Mirando su espalda, Sovieshu la llamó antes de que abriera la puerta.

"Sí, Su Majestad."

Rashta se dio la vuelta sin la menor esperanza, como una flor marchita.

"Hoy es el juicio contra el Vizconde Roteschu y contra los Vizcondes Isqua. Puedes asistir si quieres."

Sovieshu habló sin siquiera mirar a Rashta.

Rashta no entendía por qué quería que asistiera a los juicios, pero después de pensarlo un poco le contestó que asistiría.

Sovieshu asintió y le dijo que uno de sus secretarios la acompañaría. Rashta esperaba que fuera el Barón Lant.

Sin embargo, el secretario que Sovieshu envió más tarde donde Rashta era el Conde Pirnu, no el Barón Lant.

"Su Majestad es libre de asistir a la corte suprema de forma oficial o no oficial. Puede hacerlo de la forma que le resulte más cómoda."

El Conde Pirnu y Rashta no solían relacionarse ni siquiera en los días buenos de Rashta, por lo que se sentían incómodos el uno con el otro. En cambio, el Barón Lant se preocupaba por ella tanto como para sugerirle que huyera.

Por eso, Rashta pensó que Sovieshu había excluido deliberadamente al Barón Lant, que intentaba ayudarla, y le asignó al Conde Pirnu, con quien no se llevaba bien.

Las intenciones de Sovieshu sólo las conocía el propio Sovieshu, pero Rashta tenía razón en que no era del agrado del Conde Pirnu.

El Conde Pirnu siempre tuvo un mal presentimiento sobre Rashta.

No le caía bien desde hace mucho tiempo cuando investigó sobre un regalo que Rashta había recibido de Sovieshu. Descubrió que ella se lo había dado al Vizconde Roteschu, quien lo vendió.

"¿Qué me recomienda el Conde Pirnu?"

"Recomiendo asistir al juicio de forma no oficial."

"¿Por qué?"

"Ambos están relacionados con Su Majestad. La situación podría complicarse si la Emperatriz está presente."

A Rashta le resultaba difícil confiar en el Conde Pirnu, pero sentía que tenía razón, así que se puso un vestido sencillo, una capa de color púrpura claro encima, se recogió el cabello y se cubrió parte de la cara con la capucha.

La Corte Suprema tenía una estructura en la que un lado estaba conectado con el Palacio Imperial. Aunque se podía entrar a la Corte Suprema directamente desde una pequeña puerta del Palacio Imperial, normalmente se entraba y salía por la puerta principal.

Gracias a esta singular estructura de la Corte Suprema, que teóricamente no pertenecía al Palacio Imperial por estar situada fuera de sus muros, permitió al Conde Pirnu y a Rashta entrar fácilmente en el lugar donde se llevarían a cabo ambos juicios sin salir del Palacio Imperial.

Rashta, que entró en el gran salón, se situó entre la audiencia oculta bajo su capucha. El Conde Pirnu y su guardia se colocaron a ambos lados de Rashta por precaución.

Se podía oír los murmullos de los presentes. Principalmente hablaban de los juicios, pero por momentos también hablaban de Rashta.

Dado que los comentarios no eran buenos, Rashta se bajó aún más la capucha y preguntó,

"¿De quién es el primer juicio?"

"Primero será el juicio contra el Vizconde Roteschu, después vendrá el juicio contra los Vizcondes Isqua."

El juicio sólo comenzó tras una lenta espera de casi 40 minutos.

"Roteschu Rimwell."

Cuando el Juez de la Corte Suprema, que se sentó en el lugar más alto, miró hacia abajo y pronunció un nombre, un rostro familiar subió por unas escaleras con los brazos sujetados por dos caballeros.

Era el Vizconde Roteschu.

En cuanto apareció el Vizconde Roteschu, los presentes se quedaron callados por un momento.

Rashta miró a su alrededor. Aunque el salón estaba en silencio, los presentes tenían una expresión feroz.

Debido a la larga historia de la Familia Imperial del Imperio Oriental, ésta siempre había sido motivo de orgullo.

A pesar de que hubo veces en las que apareció un emperador que no se ganó el corazón de los ciudadanos, y otras veces en las que los ciudadanos tomaron la iniciativa de criticar a la Familia Imperial, por lo general los ciudadanos que amaban al Imperio Oriental también amaban a la Familia Imperial.

El Emperador Sovieshu era uno de los emperadores más queridos por los ciudadanos. Se vio envuelto en varios escándalos desde que tomó a Rashta como concubina, pero el Emperador Sovieshu nunca abandonó sus obligaciones.

Para los ciudadanos, lo importante era Sovieshu como emperador, no como hombre. Incluso si fuera un playboy, no les disgustaría mientras velara por los intereses del país.

El Vizconde Roteschu fue quien quiso convertir a su nieta en miembro de la Familia Imperial amada por sus ciudadanos.

Ninguno de los presentes dirigió una mirada cálida al Vizconde Roteschu.

Este sentimiento no fue diferente para el Juez de la Corte Suprema. Cuando el Vizconde Roteschu se detuvo en el sitio del acusado, el Juez de la Corte Suprema comenzó a recitar sus cargos con una expresión tan fría como la de la audiencia presente.

"Roteschu Rimwell. Engañaste al Emperador, a los ciudadanos y al país, para hacer de la hija de tu hijo, Alan Rimwell, una princesa. Cuando Rashta Isqua, la esposa de tu hijo, se convirtió en la concubina del Emperador, permitiste que quedara embarazada de tu hijo y lo ocultaste para que tu nieta fuera consagrada como princesa. Además, te aprovechaste del secreto de esta relación para obtener beneficios, chantajeaste a la Emperatriz Rashta para recibir periódicamente dinero y objetos de valor. ¿Es esto cierto?"

"... Sí, es cierto."

Cuando el Vizconde Roteschu lo admitió, los presentes comenzaron a maldecir rotundamente. Rashta contuvo la respiración.

Lo único cierto en lo que dijo el Juez de la Corte Suprema fue que el Vizconde Roteschu la había chantajeado para recibir dinero y objetos de valor.

Sin embargo, el despreciable Vizconde Roteschu 'admitió' que tales mentiras eran ciertas.

'¿Qué demonios le pasa? ¿Por qué reconoció esas mentiras con tanta tranquilidad?'

El Juez de la Corte Suprema levantó la mano para calmar a la audiencia y le hizo otra pregunta al Vizconde Roteschu.

"¿Quiénes están involucrados en este crimen? Si dices la verdad, tu castigo podría reducirse, pero si mientes, tu castigo será mayor."

"Mi hijo, Alan Rimwell, y mi nuera, Rashta Isqua."

El Vizconde Roteschu cerró los ojos mientras la audiencia escupía maldiciones con más vehemencia.

El Conde Pirnu vio a Rashta a su lado mordiéndose los labios con fuerza.

"¿Reconoce usted todos los cargos?"

El Juez de la Corte Suprema hizo otra pregunta, a lo que el Vizconde Roteschu respondió con calma,

"... Sí. Lo planeé con mi hijo y mi nuera porque quería que mis descendientes fueran de la Familia Imperial."

Desde el momento en que Alan se enamoró de Rashta, el Vizconde Roteschu no quiso aceptar a Rashta como su nuera, por lo que se opuso con todo tipo de acciones.

Sin embargo, la Rashta a la que tanto se había opuesto y maltratado, ahora la consideraba su nuera. Era realmente irónico.

El Juez de la Corte Suprema volvió a hablar con un rostro inexpresivo.

"Traigan a Alan Rimwell."

Mientras que el Vizconde Roteschu fue llevado a otro piso por los caballeros, esta vez apareció Alan.

Las voces llenas de indignación de la audiencia se hicieron más fuertes, comenzaron a lanzar huevos, frutas y todo tipo de cosas.

"¡Maldito bastardo!"

"¡¿Cómo se atreve a codiciar a la Familia Imperial?!"

"¡Cuélguenlo ahora!"

"¡Cuélguenlos a los dos!"

"¿Dónde se esconde la Emperatriz? ¡Tiene que ser arrastrada con ellos!"

Al oír los gritos a su alrededor, la cara de Rashta se puso blanca.

Esperaba que el Vizconde Roteschu culpara a otros de sus crímenes. Pero no había esperado que el Vizconde Roteschu tratara de hundir a todos con él.

El Vizconde Roteschu sujetó a su hijo con una mano y a Rashta con la otra para llevárselos a ambos a la muerte.

A Rashta le temblaban las piernas de miedo.

No había persona más aterradora que aquella que estaba decidida a morir con tal de arrastrar a otros.

Podría encontrar formas de atacar a quienes intentan defenderse, pero no había forma de hacer frente a quienes lanzan un ataque suicida. Este era el caso del Vizconde Roteschu.

Bajo la capa holgada, un par de lágrimas cayeron al suelo. 

'¿Su Majestad quería que viniera aquí para ver esto? Ahora que estoy acorralada, ¿se supone que debo aceptar mi situación con los brazos cruzados?'

Si te gusta mi trabajo, puedes apoyarme comprándome un café o una donación. Realmente me motiva. O puedes dejar una votación o un comentario 😃😁.

Publicar un comentario

0 Comentarios

Haz clic aquí