LESVAC 180

LESVAC 180







La Emperatriz se volvió a casar 180

Amor



El rostro de Sovieshu se puso rígido, sus ojos se llenaron de confusión y su aura se volvió pesada.

Cuando Rashta dio varios pasos hacia atrás, la pequeña distancia entre ambos se amplió. Ella se puso pálida y negó desesperadamente,

"¡No! ¡No! ¡No puede ser! ¡Su Majestad, esto no tiene sentido!"

Sovieshu, que permanecía inmóvil en el silencio agudo, suspiró ligeramente.

"¿No tiene sentido?"

Tras repetir las últimas palabras de Rashta, no tardó en murmurar con voz vacía,

"Sí. Como dices, esto realmente no tiene sentido."

"No es eso..."

Sovieshu apretó y abrió el puño repetidamente. Estaba muy enojado, pero no podía hacer nada aquí, por lo que parecía aún más enojado.

De hecho, no sólo tenía la mente revuelta, sino que todo tipo de emociones negativas le invadían de forma muy dolorosa. También fue doloroso que la princesa, a la que tanto amaba, no fuera su hija.

Los presentes se quedaron en silencio sin respirar. Nadie sabía qué decir en esta situación sin precedentes.

Sólo la princesa, conmocionada por la sangre que le había sido extraída, siguió llorando intensamente.

"Marqués Karl."

Al cabo de un rato, Sovieshu llamó a su secretario con voz grave.

"Sí, Su Majestad."

El Marqués Karl, que observaba la situación, se acercó rápidamente. Entonces, Sovieshu murmuró impotente.

"¿Qué se supone que debo hacer ahora?"

"Su Majestad..."

Sin embargo, la voz que siguió fue decidida.

"Trae a ese hombre."

'¿Ese hombre?' Rashta, que se encontraba aturdida, levantó la cabeza extrañada.

De repente, se produjo un alboroto. Al mirar en esa dirección, Rashta vio que los hombres de Sovieshu traían a Alan.

'¿Por qué Alan está aquí?'

Asustada, Rashta gritó,

"¡Su Majestad!"

Pero en vez de responder, Sovieshu llamó al sacerdote,

"Sacerdote."

"Sí, Su Majestad."

"Haz la prueba de nuevo para ver si la princesa es hija de este hombre."

La orden de Sovieshu fue categórica y fría.

Sintiendo la sangre salir de todo su cuerpo, Rashta exclamó sorprendida,

"¡Su Majestad, repitamos la prueba! ¡No tiene sentido! ¡La Princesa realmente es nuestra hija! ¡Hay que repetir la prueba!"

Sovieshu se enojó aún más cuando Rashta le pidió repetir la prueba, su paciencia se había agotado. No quería volver a pasar por esa humillación, no quería volver a escuchar que la Princesa no era su hija. Sin embargo, sí quería que la prueba se hiciera con Alan. Por eso ordenó traerlo.

"¡Suéltenme, suéltenme, Rashta! ¡Rashta!"

Alan gritó su nombre desesperadamente mientras lo traían a la fuerza. Al pronunciar abiertamente el nombre de la Emperatriz, provocó murmullos entre los presentes.

'Sin duda ha sido manipulado. No sé qué hicieron, pero lo manipularon. De lo contrario, este no habría sido el resultado.'

A menos que sostuviera en sus brazos a la princesa y le extrajera sangre para comprobar el resultado, jamás lo creería.

"Su Majestad, debe haber sido manipulado. Si no es así, es porque se extrajo muy poca sangre. Si se extrae más, se obtendrá el resultado correcto."

El sacerdote dio un paso atrás y gritó con una mirada asustada,

"No se le puede extraer mucha más sangre. ¡La bebé no lo soportaría!"

El llanto de la princesa se hizo más fuerte. El rostro de Sovieshu se volvió más rígido de lo que estaba.

Los nobles presentes también miraron a Rashta con desagrado. Querer extraer mucha más sangre sin necesidad de esa pequeña bebé no parecía buena idea, incluso si no se tratara de la princesa.

En medio de esto, Alan estaba aterrorizado y pidió ayuda a Rashta, pero nadie se preocupó por él.

"Haz la prueba."

Sovieshu, que sentía que cuanto más tiempo pasara más se convertiría en un hazmerreír, ordenó fríamente.

"Sí, sí, Su Majestad."

El sacerdote volvió a situarse en la estructura y le dijo a Rashta,

"Emperatriz. Por favor, párese aquí."

Pero Rashta retrocedió y gritó,

"¡No lo aceptaré a menos que la prueba sea con Su Majestad el Emperador! ¡No me haré la prueba con ese hombre! ¡Es un insulto para mí! ¡Su Majestad! ¡Absolutamente no!"

Con los puños cerrados y los dientes expuestos, parecía que atacaría a cualquiera que se le acercara.

Como ella misma afirmó, seguía siendo la Emperatriz, así que no hay nada que pudiera hacerse al respecto si se negaba rotundamente a hacerse la prueba.

El sacerdote dudó y miró a Sovieshu, que tenía el ceño fruncido.

Alan se arrodilló apresuradamente y suplicó.

"Su Majestad, yo tampoco tengo nada que ver con la Princesa. Sólo me reencontré con Rashta después de que se convirtiera en su concubina."

A Rashta le enfureció tanto que la siguiera llamando directamente por su nombre, que golpeó a Alan en la tibia con su tacón. Dado que lo golpeó con todas sus fuerzas, la sangre brotó.

"Ah."

Alan finalmente cerró la boca y se inclinó por el dolor.

Sovieshu contempló la patética escena, y luego le hizo un gesto a los dos caballeros que estaban alrededor de Rashta.

Al recibir la señal, los dos caballeros se acercaron a Rashta, la agarraron por los brazos y la llevaron a la fuerza frente a la estructura.

Esta no era la manera de tratar a la Emperatriz, pero ninguno de los nobles se sorprendió.

Ahora que las cosas habían llegado a esto, Rashta no podría permanecer en la posición de Emperatriz. Sólo sería cuestión de cuánto aguantaría, de qué manera caería, y de si sería castigada o no una vez que fuera depuesta.

Delante de la estructura, uno de los caballeros sujetó a Rashta y el otro extendió su mano, presionando fuertemente la herida que le había hecho Sovieshu en la prueba anterior.

La sangre volvió a fluir de la herida, cayendo en el plato recién colocado.

"¡Suéltenme! ¡Déjenme ir! ¡Soy la Emperatriz! ¡No pueden hacer esto! ¡Su Majestad, sigo siendo la Emperatriz! ¡No pueden hacer esto!"

Al oír los miserables gritos de Rashta, algunos nobles sensibles fruncieron el ceño, pero la mayoría no pestañeó.

Sólo después de sacarle la sangre, los dos caballeros soltaron a Rashta. Rashta se tambaleó hacia atrás, llorando y empujando a los caballeros.

Sin embargo, eso no alivió su ira, así que apretó los puños y golpeó a los caballeros que la trataron con dureza.

Al ser todavía la Emperatriz, los caballeros recibieron los golpes de Rashta sin oponer resistencia, ya que Sovieshu no dio ninguna orden especial.

Pero sus rostros se volvían más oscuros con cada golpe, y algunos de los nobles inteligentes chasquearon la lengua.

Tanto si se divorcia como si es expulsada a la fuerza de su posición en el futuro, eran sus caballeros los que realmente estarían a su lado. Era una tontería enemistarse con ellos.

El único divorcio que vio Rashta fue el de Navier, por lo que no sabía esto.

"Se están demorando demasiado."

Una vez que Sovieshu habló con frialdad, otros dos caballeros agarraron a Alan y lo arrastraron hasta la estructura.

Rashta dejó de golpear a los dos caballeros.

La actitud de los caballeros hacia Alan fue más dura que antes, y aún más aterradora de ver.

Además, tan pronto como lo arrastraron hasta la estructura y lo obligaron a extender la mano, le cortaron el centro de la palma con una daga sin consideración.

"¡Ahh!"

Cuando Alan gritó de dolor, mucha sangre cayó sobre el plato.

'No se necesita tanta.'

El sacerdote temblaba mientras vertía también la sangre de la princesa, previamente extraída, y la mezclaba con el líquido especial del templo.

Al igual que antes, burbujeó. Pero ocurrió algo más, esta vez la sangre se aclaró hasta desaparecer.

"La princesa es hija de ese hombre. ¡La Princesa es hija de ese hombre, Su Majestad!"

Ante la declaración del sacerdote, los murmullos se hicieron repentinamente más fuertes.

Sovieshu se cubrió la cara con ambas manos. Las lágrimas se deslizaban por sus dedos.

Sorprendidos de ver llorar al Emperador, los presentes sintieron pena por Sovieshu, que había sido engañado por Alan y Rashta.

"¡No, realmente no es cierto, Su Majestad! ¡Incluso odio ver la cara de este hombre! ¡¿Cómo podría la princesa ser hija de alguien tan detestable?!"

Rashta gritó enloquecida y tiró todo lo que estaba sobre la estructura.

"¡De ninguna manera tendría un hijo con alguien así teniendo a Su Majestad! ¡Su Majestad, la princesa es su hija! ¡Su única hija!"

Gritó desesperadamente, pero los nobles presentes la consideraron aún más patética.

"¿Cómo se atreve a hablar de esa manera al Emperador?"

"Su forma de hablar es grosera."

"Aunque lleve ropa elegante y se siente en el trono de la emperatriz, nunca podrá purificar su sangre."

Los presente, al oír a Rashta hablar de forma grosera, la despreciaron por cuestiones ajenas al incidente.

A la gente le gustaban los héroes y, al mismo tiempo, los envidiaba en secreto. Mientras un héroe pudiera mantener una muy buena valoración no tendría mayores problemas.

Sin embargo, incluso a la Emperatriz Navier, que tenía un comportamiento impecable, se le reprochaba ser fría, indiferente y carente de humanidad.

La actual valoración de Rashta estaba muy por debajo de lo imaginable. Con todos los incidentes y escándalos que estaban ocurriendo, su valoración caía en picada día tras día.

Al ser reverenciada como la esperanza de los plebeyos, los plebeyos tenían altas expectativas para Rashta. A pesar de su origen, esperaban que Rashta fuera mucho mejor que la Emperatriz Navier y salvara su orgullo.

Pero dado que su comportamiento no estuvo a la altura y sólo surgieron malas sospechas una tras otra, las altas expectativas se convirtieron en un sentimiento de traición que se hizo más fuerte.

Si Rashta comenzara a caer en medio de esto, aquellos que la envidiaban en secreto lo disfrutarían porque podrían manifestar con orgullo su aversión, y aquellos que la apreciaban sinceramente convertirían las altas expectativas y el afecto en un odio mordaz.

¿Qué pasará cuando se sepa que el mito de Rashta era un castillo de arena construido sobre una mentira...? Una sonrisa despiadada se dibujó en la boca de Joanson.

Si bien es cierto que se debía principalmente a la desaparición de su hermana, el propio Joanson era el epítome del afecto convertido en odio.

Cuanto más se decepcionaba de Rashta, más se avergonzaba de sí mismo por haberla admirado, y para ocultar esta vergüenza la condenaba duramente en sus artículos.

"¡Su Majestad, Su Majestad, realmente no tengo nada que ver con esa princesa!"

Alan se aferró a Sovieshu, pero éste lo empujó sin piedad.

Los caballeros lo alejaron a patadas para que no se atreviera a acercarse de nuevo al Emperador.

Alan gemía mientras envolvía sus brazos alrededor de su cuerpo golpeado, pero nadie se compadeció de él.

Lejos de compadecerse, Sovieshu estaba tan enojado que quería arrancarle la cabeza.

Mirándolo, el sacerdote recogió los instrumentos de la prueba que habían sido tirados al suelo por Rashta y los volvió a colocar sobre la estructura.

Justo entonces.

"Oh. ¿Ya salieron los resultados de la prueba?"

Apareció una persona que no había sido llamada, una persona que no había venido precisamente a observar.

Se trataba del Duque Elgy.


***

"No te imaginas cómo me sorprendió verte de repente."

Después de escuchar la petición inesperada de la Princesa Charlotte, la reunión se dio por terminada enseguida, y salí junto a Heinley a dar un paseo por el jardín.

Heinley se echó a reír mientras se frotaba el pecho. Como si todavía le sorprendiera el hecho de que hubiera aparecido inesperadamente.

No lo estaría a menos que ella hubiera hablado de ser su concubina, ¿cierto? Así que pregunté desconcertada,

"¿Fue tan sorprendente?"

"Reina, tenías una cara muy enojada."

"Eso..."

"Además, desviaste la mirada en cuanto me viste. Estabas reprimiendo tu enojo."

Eso era cierto.

Hubo un pequeño malentendido. No, hubo un grave malentendido. Pensé que la Princesa Charlotte quería ser la concubina de Heinley.

Por eso, me sentía tan avergonzada que no podía ni levantar la cabeza después de saber que había sido un malentendido.

En especial, me daba mucha pena con la Princesa Charlotte por el malentendido. Me alegro haber hecho lo posible por sonreír delante de ella.

Si le hubiera mostrado un poco de mi lado frío, probablemente ahora estaría encerrada en mi habitación sin querer ver a nadie.

"Sólo..."

"¿Sólo?"

"Estaba un poco confundida."

Respondí débilmente en voz baja.

Me daba vergüenza haberla malinterpretado, pero todavía sentía una punzada en el pecho al recordar lo sucedido.

Sólo pensar que Heinley podría tener una concubina resultaba doloroso y desgarrador.

"Reina..."

Sin saberlo, este hombre se había clavado profundamente en mi corazón.

Había decidido no aceptar el amor por completo, no amar a este hombre tan profundamente para poder alejarme aunque me hiciera daño.

Cuando descubrí que podía convertirse en un pájaro, debí darme cuenta de que este hombre podría atravesar fácilmente mi escudo. En algún momento consiguió llegar a mi corazón.

¿Se dio cuenta de cómo me sentía?

"Reina."

Llamándome en voz baja, Heinley tomó mi mano entre las suyas, la puso sobre su pecho y dijo,

"Puedes estar tranquila. Nunca permitiré que mi hermano Koshar se case con alguien que no desee. Nunca lo presionaré para que se case por motivos políticos, así que no tienes que preocuparte."

Ah. No se dio cuenta en absoluto.

"No eres una persona perspicaz."

"¿Qué?"

Cuando estaba hablando con la Princesa Charlotte, Heinley se acercó con una expresión seria, casi interrumpiéndonos. Escuchando ahora a Heinley, parece que se acercó apresuradamente porque temía que me sintiera ofendida por la petición de la Princesa Charlotte de casarse con mi hermano.

"No es por presumir, pero soy muy perspicaz, Reina."

"Si alguien te dijo eso, será mejor que dudes de lo que diga en el futuro."

"Reina también me dijo una vez que era perspicaz."

"... Yo soy la excepción. Siempre."

"Por supuesto, Reina es la excepción. Siempre."

"Soy la excepción porque me amas."

"Así es."

"Tú eres la excepción para mí."

"¿De verdad?"

"Eres la excepción porque..."

Giré la cabeza tras omitir las últimas palabras. Aunque miré en otra dirección, pude sentir a Heinley estremecerse porque tenía mi mano en su pecho.

Al mirarlo, sus ojos púrpuras estaban completamente abiertos, llenos de confusión. '¿Qué estaba pensando?'

"Reina, hace un momento..."

"¿Hace un momento?"

"Reina. ¿Qué ibas a decir hace un momento?"

"¿No dijiste que eras muy perspicaz? Si es cierto, deberías saberlo."

"Ya me lo imagino, pero quiero escucharlo de ti."

"Le preguntaré a mi hermano que piensa sobre la propuesta de la Princesa Charlotte."

"No. ¿Por qué hablas repentinamente de esa princesa, Reina?"

"Te amo."

"Reina, le estás dando demasiada importancia..."

Heinley dejó de hablar y se quedó helado. Tuvo que levantar su mandíbula con una mano para poder cerrar la boca.

Heinley me miró con una expresión extraña, incapaz de reír o llorar.

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