La Emperatriz se volvió a casar 167
Te daré una oportunidad
"Bueno... no gran cosa."
Alan habló vagamente. Entonces, Rashta volvió a mirar con desdén su expresión aparentemente inocente y extendió las manos.
"Dámelo."
"Eh, eh. Está bien."
Alan le quitó nerviosamente el sombrero y le entregó el bebé.
Rashta agarró al bebé con ambas manos y se fijó en su cara. Aunque lo sabía, se sintió extraña al ver una cara tan parecida a la de la princesa. Pero debido a la diferencia de edad, el bebé era evidentemente mucho más grande.
"¿Cuál es su nombre?"
"Ahn. Su nombre es Ahn."
"Es tan de mal gusto."
Rashta, que habló con frialdad, volvió a fijarse en la cara del bebé.
Por alguna razón, sintió un pequeño cosquilleo en su corazón. Sudor frío corría por su espalda y sus brazos estaban tensos.
Alan miró aturdido su expresión conmovida y abrió la boca.
"En realidad vine a decirte algo, Rashta."
"¿No te dije que no hablaras informalmente?"
"Rashta. Ahn también es tu hijo."
"Deja de hablar informalmente."
"El primer hijo de la Emperatriz. El primer hijo de la Emperatriz del Imperio Oriental."
Rashta, que fruncía el ceño por la manera informal en que Alan hablaba, recompuso su expresión ante el repentino e inquietante presentimiento.
"¿Cómo podría ser mi hijo? Es tuyo."
"También es tu hijo. Y tú eres la Emperatriz. Rashta, mi Ahn también es hijo de la emperatriz, ¿no es demasiado lamentable que viva como un hijo bastardo?"
"¿De qué estás hablando?"
"¿No merece al menos ser tratado como casi un príncipe imperial?"
Rashta miró a Alan con los ojos completamente abiertos.
Alan sonrió ampliamente con una mirada expectante e ilusionada, como si estuviera caminando en un sueño.
"En aquel lugar... solías ser una esclava sin posibilidad de ayudar a tu hijo, pero ya no. Así que no hay necesidad de ocultarlo, ¿verdad? Sería desgarrador para Ahn tener que vivir como un bastardo mientras su hermana menor es una princesa."
Los ojos de Rashta se tiñeron de miedo.
***
Incluso después de la muerte de la anterior reina, que ejercía una fuerte influencia en el país, el mundo volvió a la calma.
El clima se hacía cada vez más caluroso, y el aroma de los acianos impregnaba cada rincón.
Las vestimentas de los nobles se volvieron gradualmente más ligeras y coloridas, como las flores que brotaban en los jardines.
Heinley pasó días aprendiendo de Kapmen cómo ayudarme a sentir el flujo de maná. Mientras me sentaba cerca a leer libros infantiles, libros relacionados con la crianza de los hijos y a veces tocaba el piano. Últimamente, también me escabullía del salón, dejando a Heinley y Kapmen solos para ir al baño.
Por otro lado, mi madre comenzó a discutir seriamente con mi padre sobre la posibilidad de prolongar su estancia en el Imperio Occidental. También informé a mis padres que Rashta había contratado un mercenario para acabar con sus vidas, pero sólo quedó en un intento gracias a Heinley. Sin embargo, se rieron a carcajadas de que un mercenario no sería suficiente para acabar con la Familia Troby.
En cualquier caso, fueron días generalmente tranquilos, excepto por los ocasionales pensamientos sobre Christa que me venían a la cabeza.
Fue en la noche después de una visita a la capital que Heinley habló de la fiesta.
"Creo que también deberíamos hacer una fiesta para celebrar el embarazo. ¿Qué te parece, Reina?"
Me estaba quedando dormida en el sillón cuando lo miré sorprendida por su inesperada pregunta.
¿Una fiesta?
Naturalmente, me trajo recuerdos de la fiesta que Sovieshu organizó para Rashta. Y de los sentimientos desagradables de entonces.
Me opuse por reflejo.
"No falta mucho para tu fiesta de cumpleaños. Hacer una fiesta ahora supondría una carga para quienes asistan, Heinley."
Era una excusa, pero era creíble.
De hecho, cuando estaba en el Imperio Oriental, no celebraba mi cumpleaños porque ese día estaba bastante cerca de las Celebraciones de Año Nuevo.
Pero en vez de rendirse, Heinley me acarició los hombros y respondió,
"Entonces se puede hacer algo sencillo en lugar de grandioso."
"..."
"Para celebrar también que el comercio con Luipt va por buen camino."
Habiendo dicho esto, Heinley parecía tener muchas ganas de hacer la fiesta. Asentí a regañadientes. Si tanto quería hacerla, no podía negarme.
"Está bien."
¿Es tan bueno? Heinley abrió la boca completamente de la emoción y me pidió en voz baja.
"Reina. Yo escribiré las invitaciones."
"Ese es mi papel—"
"Reina no debe permanecer mucho tiempo sentada en su escritorio. Ahora es el momento de mayor riesgo."
En esta etapa era más propensa a sufrir un aborto espontáneo. Incluso por cualquier pequeño esfuerzo, mis damas de compañía se ponían nerviosas.
Pero eso no significaba que no pudiera sentarme en mi escritorio a escribir algunas cartas.
"Entonces vamos a dividirlo."
Al final, intenté llegar a un acuerdo, pero Heinley también se negó inmediatamente.
"No, lo haré solo."
"¿?"
"Reina, sólo relájate. Escucha música y ve obras de teatro."
Si lo hace por mí, me resulta más cómodo. Pero, ¿qué esperaba con tanta alegría que no podía mantener la boca cerrada?
Viéndolo así, definitivamente estaba tramando algo...
***
"Ese hijo de perra..."
Sovieshu escupió fuertes improperios, aplastó en sus manos la invitación enviada por el propio Emperador del Imperio Occidental y la tiró.
La invitación rebotó en la pared y rodó por el suelo. Sovieshu cerró los ojos, resoplando fuertemente.
Su ira creció tanto que sintió su visión borrosa.
'¿Quería que fuera a felicitar a su esposa por su embarazo? ¿Realmente me preguntaba si podía hacerlo por la relación pasado? Además, ¿me estaba pidiendo consejo como padre que había pasado por el embarazo y el parto de su esposa?'
"Bastardo demente."
Escribió una invitación como si hubiera sido amigo de toda la vida de Sovieshu. Pero sólo se estaba burlando de él.
Mientras rechinaba los dientes, Sovieshu pateó una vez más la invitación que rodaba por el suelo.
Todo el mundo sabía lo que pasaría si Sovieshu asistiera al evento.
Si bien asistir a una boda nacional podía considerarse un asunto de estado, resultaba bastante inusual que un emperador asistiera a una fiesta en honor al futuro hijo de otros gobernantes.
¿Pero Heinley quería que asistiera? ¿Menos de un año después del divorcio?
¿Quién vería al Emperador Sovieshu asistiendo a esta fiesta y pensaría, '¡El Imperio Oriental y el Imperio Occidental están en buenos términos!'?
Nadie. Todos se reirían y señalarían con el dedo a sus espaldas. Pensando que el Emperador Sovieshu todavía sentía algo por su ex-esposa.
Lo que más le enfurecía es que era cierto.
"Su Majestad."
En ese momento, el Marqués Karl lo llamó al otro lado de la puerta.
"¿Qué ocurre?"
Al entrar en el dormitorio, el Marqués Karl cerró la puerta firmemente e informó en voz baja.
"Se dice que Rashta estaba llorando en los brazos del Duque Elgy."
Una de las cejas de Sovieshu se levantó.
"¿Ahora?"
"No, ahora no. Lo supe porque el rumor se extendió. Debe haber sido ayer."
Ayer fue el día en que el Sovieshu ordenó traer al primer hijo de Rashta para compararlo con la princesa.
Sovieshu se echó a reír a carcajadas.
"Si el rumor se extendió, significa que todos en el palacio están hablando de eso."
El Marqués Karl puso una cara de vergüenza. Ese parecía ser el caso.
"¿No es consciente en absoluto de que lleva la corona de la emperatriz?"
Sovieshu murmuró desconcertado.
Ya circulaba un rumor vergonzoso con el Duque Elgy. A pesar de eso, ¿volvió a reunirse con él?
Además, Sovieshu empezaba a temer que fuera infértil tras enterarse de que Navier no lo era.
La princesa, que finalmente pudo conseguir, era idéntica a su hermano mayor, y sólo se parecía al propio Sovieshu en el número de dedos de las manos y los pies.
A pesar de lo desagradable que podía ser escuchar que Rashta se había refugiado en los brazos del Duque Elgy, esto realmente le enojaba.
"Me habías dicho que Alan fue directamente a ver a Rashta justo después de reunirse conmigo."
"Sí, Su Majestad."
"..."
"Su Majestad, ¿qué pasa?"
Si el padre del primer hijo de Rashta fuera Alan... ¿Rashta rompió a llorar porque le trajo viejos recuerdos ver al padre de su primer hijo? ¿Le confesó lo que sentía a su actual amante, el Duque Elgy, para que la consolara? ¿Es posible que el Duque Elgy fuera el verdadero padre de la princesa?
'No. Es absurdo, los tiempos no encajan. Lo mismo ocurre con el hijo del Vizconde Roteschu. Por los tiempos es imposible que sea el verdadero padre de la princesa.'
Sovieshu se sacudió a la fuerza la creciente ansiedad que le produjo la historia de Rashta.
Pero la desconfianza seguía empujando su cabeza de un lado a otro.
'¿Hay alguna posibilidad de que exista un tercero?'
Le molestó tardíamente que Rashta celebrara una fiesta de té sólo con hombres nobles.
"Realmente no me gusta nada de esto."
"¿Se encuentra bien, Su Majestad?"
"Nunca pensé que un año pudiera ser tan largo."
"¿Debo ir a pedirle a Rashta que cuide su comportamiento?"
"¿Has escuchado alguna vez hablar a un pez dorado?"
"Según el maestro que dio clases a Rashta, su capacidad de aprendizaje es lenta, pero no tiene un mal cerebro."
"Por eso es un problema aún peor. Si tuviera un mal cerebro, podría pensar que es porque no entiende. Pero sabiendo con certeza que su cabeza no está mal, me enoja aún más."
Tras hablar con dureza, Sovieshu ordenó al marqués que se retirara. Luego recogió la invitación que había aplastado y pateado.
Desdobló la invitación, la leyó, volvió a fruncir el ceño y la tiró.
Era sumamente desagradable. Sin embargo...
'Creo que debería enviar un regalo.'
Navier podría sentirse agobiada si enviara un regalo, pero ¿no se sentiría decepcionada si no lo hiciera?
Además, era natural enviar un regalo cuando nacía el primer hijo de la familia gobernante de un país vecino.
A menos que la relación fuera particularmente mala o estuviera en camino de serlo.
Pero, ¿qué regalo debería enviar? ¿Qué tipo de regalo debería enviar al hijo de Navier?
Los ojos de Sovieshu, que estaba reflexionado, se posaron en el retrato alterado.
Su expresión se deformó. Un niño nacido entre él y Navier. La imagen de ese niño que había venido a su cabeza cientos de veces desde pequeño, apareció una vez más ante sus ojos.
El hijo de Navier. El hijo que podría... haber sido mío.
Se sentía asfixiado, como si sus pulmones estuvieran siendo presionados con fuerza. Sovieshu se obligó a sacudir la cabeza.
Ya sea un príncipe o una princesa, algún día lo vería. Sólo de pensar en ese momento ya le hacía sentir que le faltaba el aire.
Sovieshu apoyó la frente contra el retrato y apretó los labios.
Ojalá el niño sólo se pareciera al Emperador Heinley. Ojalá no se pareciera en nada a Navier.
***
Heinley finalmente aprendió el método de inducción de maná del Gran Duque Kapmen.
Los últimos días habían sido tan aburridos que estaba deseando aprender algo nuevo de inmediato.
No mostré mi impaciencia, pero quería que Heinley me enseñara a controlar el maná lo antes posible.
Una vez que pudiera controlar el maná, quería mostrar a mis padres lo que podía hacer, así que les dije por adelantado, "Hay algo que realmente quiero mostrarles".
Sin embargo, Heinley sacudió la cabeza cuando le pedí que se diera prisa en ayudarme a controlar el maná.
"Ahora no, Reina."
"¿Por qué?"
"Lo acabo de aprender. Es peligroso."
"¿No sería más peligroso si lo olvidaras con el tiempo?"
"Primero tengo que probar si puedo hacerlo bien."
¿Qué clase de prueba? ¿Cómo se supone que lo probara?
Fruncí el ceño y miré a Heinley con cara de, '¿Lo dices en serio?'
Pero Heinley era como una espada cuando se trataba de mi seguridad.
"Es inútil mirarme de forma tan encantadora."
Solté un suspiró. Era bastante testarudo, y nunca cedería en una cuestión como ésta.
"¿Cómo piensas probarlo?"
Finalmente, cuando le pregunté un poco inquieta, Heinley respondió con una sonrisa significativa.
"Tengo un sujeto de prueba."
"¿Un sujeto de prueba?"
"Sí, así que ten un poco de paciencia y espera, Reina. Lo probaré y ayudaré a Reina lo antes posible."
"Está bien..."
"¿Estás molesta, Reina?"
"Realmente no."
"Creo que estás molesta..."
"No."
"Reina..."
"¿Qué quieres?"
Heinley, que me miró aturdido por un momento, sacudió la cabeza con una cara triste.
"Bueno. Si Reina dice que no, es que no. Me preocupa porque me sigues respondiendo con pocas palabras, pero si dices que no, te creeré."
* * *
"¿Su Majestad? ¿Con quién se peleó?"
Heinley levantó su mirada decaída al escuchar la voz alegre de McKenna.
"¿Realmente pasó algo? ¿Por qué tienes los ojos hinchados?"
McKenna retrocedió asombrado ante su mirada sombría.
"Nada. Por cierto, ¿dónde está el Marqués Ketron? ¿Aún no ha llegado?"
"Ya casi es hora de que llegue..."
Justo cuando le respondía. Un asistente entró para anunciar que el Marqués Ketron había llegado.
McKenna se apresuró a sentarse y enderezó su espalda con orgullo.
"Déjalo entrar."
Heinley habló con voz firme y, con los brazos cruzados sobre el escritorio, observó entrar al Marqués Ketron.
No había fuerza en los pasos del marqués al entrar. Las comisuras de su boca estaban caídas, y sus ojos arrogantes vacilaban.
Normalmente parecía un caballito de mar, pero hoy parecía un alga medio seca.
Su tez pálida y oscura sugería que los rumores sobre sus recientes problemas familiares eran ciertos.
'Tal vez sea por la muerte de su prima Christa', McKenna pensó para sí mismo.
Sin embargo, la expresión de Heinley no cambió mientras observaba al impotente Marqués Ketron.
No tenía una cara de felicidad, ni de compasión.
Heinley permaneció en una postura de brazos cruzados, y una vez que el Marqués Ketron se acercó a cinco pasos de su escritorio, preguntó con voz grave.
"¿Cuál es la debilidad del viejo Duque Zemensia?"
El Marqués Ketron miró a Heinley completamente sorprendido.
Tras la noticia de que Christa se había suicidado, mientras todavía estaba en shock, el viejo duque se le acercó y le dijo que obviamente Heinley estaba involucrado en este asunto, además le pidió que se preparara porque sin duda tenía la intención de eliminar a todos los que tuvieran algún tipo de relación con Christa.
Un par de horas más tarde, recibió la orden imperial de ir al palacio.
Ahora, la mente del Marqués Ketron estaba hecha un desastre.
El suicidio de su prima, la petición de su tío, los sucesivos encuentros a solas con el Emperador, el conflicto con su esposa, las miradas frías de sus hijos...
Todo era un desastre. Tenía miedo pero la confusión era mayor. ¿Y ahora me pregunta por la debilidad del viejo Duque Zemensia?
''Por qué lo preguntas de repente..."
"¿No lo entiendes, marqués?"
"¡!"
"Te estoy dando ahora la oportunidad de cambiar de bando."
Los ojos del Marqués Ketron se agitaron intensamente.
"Quieres decir que..."
"Vende a tu tío."
Los ojos del Marqués Ketron se agitaron aún más rápido.
"Su Majestad, ¿de qué está hablando?"
"¿Tiene algo de malo? El viejo Duque Zemensia vendió a su hija para cubrir sus propios crímenes."
Heinley siguió estrangulándolo, sin darle tiempo para pensar con calma.
"No es una situación tan extrema como la del viejo duque, ¿verdad? Si me dices la debilidad de tu tío, olvidaré lo que me has hecho."
"Pero..."
"No sé de qué te preocupas. Es fácil. Míralo de esta manera. ¿No crees que el viejo duque que salvó su vida vendiendo a su hija puede venderte a ti, su sobrino?"
Después de pensarlo brevemente, el Marqués Ketron abrió la boca.
"Su debilidad son sus dos nietos."
"Ya veo. Los ama tanto que no le importó sacrificar a su hija."
El corazón del Marqués Ketron latía con fuerza. ¿Es cierto? ¿Es cierto lo que está diciendo? ¿O está tratando de separarme del viejo duque? ¿El viejo duque realmente abandonó a Christa?
Era difícil imaginar al viejo duque abandonando a Christa por él, pero era fácil imaginarlo abandonando a Christa por su hijo y sus nietos.
Adoraba mucho a sus dos nietos. Incluso en la reunión antes de que Christa se fuera a Compshire, el viejo duque no abrió la boca.
Pero precisamente por eso era tan extraño.
Desde que Christa se marchó a Compshire hasta ahora, el viejo duque se había mantenido en silencio. ¿Qué demonios había pasado para que volviera a abandonar a Christa?
Heinley se quedó mirando a un desconcertado Marqués Ketron, y eventualmente volvió a abrir la boca.
"Gracias por informarme de su debilidad. Pero eso fue demasiado sencillo como para borrar tus crímenes, ¿no lo crees?"
¿Qué otra cosa quería?
El Marqués Ketron, que parpadeaba sin comprender, miró a Heinley sorprendido. Esto era algo que ni siquiera McKenna sabía, así que también estaba sorprendido.
"Qué más quieres..."
"Tu cuerpo."
McKenna dejó caer los papeles que sostenía en sus manos al instante, mientras que el Marqués Ketron dio un paso atrás.
"¿Qué?"
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