La Elección de Afrodita 39
La ira del látigo
Sin previo aviso, Hera levantó una fusta de cuero de aspecto corriente. Antes de que el cerebro de Afrodita pudiera siquiera procesar lo que estaba sucediendo, la Reina de los Dioses hizo un movimiento casual de su muñeca, enviando un golpe punzante hacia su oponente.
* * *
"¡Duele!"
Dijo Afrodita en voz alta, con una mueca de dolor, mientras Apolo le aplicaba un bálsamo curativo en los cortes. Ella retiró el brazo, pero el Dios del Sol la sujetó con fuerza, mientras chasqueaba la lengua y seguÃa aplicando la medicina.
"No seas tan niña. SabÃas a lo que ibas, cállate y asume las consecuencias"
"Cállate. Termina lo que estás haciendo y piérdete"
Replicó la diosa del amor, mirando con rabia a Apolo justo cuando éste habÃa terminado de aplicar el último bálsamo. Los cortes ya se estaban desvaneciendo como si fueran un truco de la luz o de la imaginación. Pero en lugar de marcharse, se sentó en la cama junto a Afrodita.
"Has molestado demasiado a Hera. ¿Estás pensando en ir a la guerra con ella?"
"¿De qué estás hablando?"
Respondió la diosa del amor, con su dolor de cabeza interfiriendo tanto en su deseo como en su capacidad de mantener una conversación.
"Sabes que odia que la llamen madre de Hefesto, sin embargo, ¿Cuántas veces has dicho que esos dos se parecÃan?"
Afrodita soltó una risita de dama, asombrada como siempre de lo agudo y perspicaz que podÃa ser Apolo.
"No es que ella no me haya insultado también. Y si no recuerdo mal, ella empezó"
"Eso está más allá de la cuestión"
"¿Entonces cuál es el punto?"
"DeberÃas haber pensado más en las consecuencias antes de abrir esa boca tuya"
"Ese es un consejo que Hera necesita más que yo"
En ese punto, Apolo concedió en silencio a Afrodita. Al fin y al cabo, fue la reina de los dioses quien recurrió a la violencia tras perder los nervios. Si la diosa del amor acudÃa a los tribunales, herir a otro olÃmpico no era una infracción menor de la ley. Zeus era plenamente consciente de ello, por lo que envió al dios de la curación, con la esperanza de que tal gesto apaciguara a Afrodita y la disuadiera de buscar reparación.
Ella sintió una punzada de envidia con ese pensamiento. A pesar de todas sus aventuras, el señor del Olimpo demostraba de vez en cuando preocupación, si no afecto, por su esposa. Afrodita, en cambio, se sentÃa como si no tuviera marido. HabÃa montado un escándalo con Ares y, sin embargo, no escuchó ni un suspiro de él. Ahora que lo piensa, ni siquiera sabe si él tiene idea de lo que pasó.
Ese pensamiento la puso de mal humor, haciéndola arremeter contra Apolo.
"Si quisiera tu consejo, te lo habrÃa pedido. Ahora vete"
"Claro, no lo quieres. Pero definitivamente lo necesitas. Lo hecho, hecho está. Pero puedes evitar que las cosas empeoren"
"¿Soy yo quien realmente necesita ese consejo?"
Antes de que Apolo pudiera responder, Afrodita la cortó con un: "No necesito ningún consejo de alguien que piensa que merezco ser azotado como un animal".
El dios del sol se calló avergonzado al recibir el golpe verbal, como la diosa del amor esperaba. Al fin y al cabo, Afrodita sabÃa que le disgustaba su estilo de vida despreocupado hasta el punto de que disfrutaba viendo cómo la azotaban, aunque no se notara en el rostro del dios de la curación. También dejó que su sirviente, Helios, difundiera los rumores sobre ella y Ares.
Mientras tanto, Apolo siempre intentaba ganarse el favor de Hera. Pero Afrodita sabÃa que, hiciera lo que hiciera, siempre serÃa un bastardo de Zeus y ni siquiera su bastardo favorito. ImagÃnate, el Dios del Sol pero más bajo que algunos de los bastardos de Zeus a los ojos de éste. Afrodita sintió tanto desprecio como lástima por él.
Le dio la espalda a Apolo como en señal de despido, pero entonces él habló.
"Afrodita"
"Pensé que esta conversación habÃa terminado"
Hubo unos segundos de silencio, puntuados únicamente por el sonido de las herramientas de Apolo que se movÃan en su bolsa.
Entonces habló: "No me disculparé por lo que hice"
"Gran sorpresa" dijo Afrodita con sarcasmo.
"Pero hay una cosa que me gustarÃa aclarar. No creo que hayas hecho nada malo"
A la diosa del amor le tocó callar, esta vez por sorpresa. Su orgullo le decÃa que mantuviera la espalda hacia él, pero se morÃa por ver la expresión de Apolo mientras decÃa eso.
"Nunca podrÃa haberle dicho esas cosas ni en un millón de años. Asà que, gracias por decirlo"
Ella se giró sorprendida, pero él ya no estaba allÃ.
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