La Elección de Afrodita 38
Intercambio malicioso
Por supuesto, Afrodita no habÃa olvidado las palabras de Hera. De hecho, fue un factor que la llevó a elegir a Ares como instrumento involuntario de su complot. Cuando se quedó sumida en sus propios pensamientos, relegando la diatriba de la Reina de los Dioses en el fondo de su mente, ésta dijo algo que sacudió la atención de la diosa del amor.
"¿Te atreves a despojar a mi hijo sólo porque no soportas la fealdad de tu marido?"
"¿Perdón?" dijo Afrodita, con un ceño fruncido que ahora se abrÃa paso en su hermoso rostro.
"¡Has utilizado a mi hijo como un trapo!"
La diosa del amor no entendÃa por qué su marido se veÃa arrastrado de repente a la conversación. Y no sólo eso, su madre estaba haciendo un gran escándalo de su apariencia. Afrodita pensó que el rostro del dios del fuego nunca se considerarÃa justo, pero tampoco se le podÃa llamar feo. Ni por asomo. Cuanto más pensaba en ello, más se ofendÃa la diosa del amor por las palabras de Hera.
Todo el mundo sabe que no hay amor perdido entre las dos, pero no sabÃa que fuera tan malo, pensó Afrodita. La aversión que la Reina de los Dioses sentÃa por su hijo desfigurado era de dominio público, tanto en el reino mortal como en el inmortal. Pero una cosa era oÃr un rumor y otra escuchar a la persona real escupiendo veneno con cada sÃlaba.
Lo que la diosa del amor no sabÃa era que su marido habÃa cometido un pecado imperdonable contra su madre. De haberlo sabido, tal vez se lo habrÃa pensado dos veces antes de pronunciar sus siguientes palabras.
"Supongo que hace falta uno para conocer a otro, ¿no? Un sapo feo, quiero decir"
"¿Qué acabas de decir?"
Respondió Hera, con los ojos desorbitados. Cómo se atrevÃa esta diosa de segunda categorÃa a contestarle asÃ. ¡Ella, el único ser de todo el universo al que incluso Zeus temÃa!
"Es decir, no es que tuviera un padre. Asà que la fealdad sólo podÃa provenir de una fuente"
Dijo Afrodita, incitándola aún más aunque sabÃa que no era creÃble. Al fin y al cabo, el único parecido entre ambos era el color y la forma de sus ojos. La madre tenÃa los ojos escarlata coronados por el pelo castaño oscuro. Su hijo tenÃa un tono más oscuro de rojo y el pelo casi negro.
Hera lo sabÃa muy bien, y por eso la flecha verbal de Afrodita se clavó profundamente en su corazón. Si el disgusto de la madre por su hijo no era evidente para la diosa del amor entonces, lo era ahora.
"¡Cómo te atreves a decir algo asÃ!" dijo la Reina de los Dioses, la ira en su voz evidente ahora.
"¿Por qué no?"
"¿Qué?"
"Hera, realmente te pareces a Hefesto"
"¡Estás haciendo el ridÃculo!"
Al ver que unas pocas palabras estaban provocando en Hera una rabia inesperada y apenas contenida, Afrodita siguió con su avalancha de burlas.
"¡Debe ser cierto que eres su madre!"
"¡Afrodita!" gritó Hera mientras se levantaba, temblando de furia.
"Oh, sÃ. Como diosa de la belleza, te daré un consejo. MÃrate en el espejo antes de maldecir a tu propio hijo"
Respondió, cada sÃlaba chorreando malicia ahora. Afrodita se planteó si habÃa llevado a Hera al lÃmite o si debÃa continuar. Sin embargo, su oponente dijo algo que la hizo perder el control.
"Eres una mocosa arrogante e insolente"
"¿Qué?"
"No sólo pareces estar orgullosa de participar en actos tan desvergonzados, sino que incluso tienes el descaro de insultarme cuando deberÃas rogarme que te perdone"
Afrodita se echó a reÃr.
Si Hera hubiera comenzado su conversación asÃ, Afrodita no habrÃa atacado. Después de todo, ella no hacÃa mucho con Ares de todos modos. Pero su suegra lo convirtió en algo personal en el momento en que arrastró a Hefesto e insultó su propio ser. La diosa del amor habÃa planeado fingir estar arrepentida, asentir con la cabeza todo el tiempo y esparcir un "SÃ, reina" aquà y allá. Pero estaba harta de la diosa que tenÃa delante, y harta de esta farsa.
"Bueno, ¿quién empezó con los insultos?"
"¡Afrodita! ¿Cómo te atreves a hablarme as� Yo, como reina del Olimpo..."
"¡Ja! ¿Hablas de una forma que harÃa sonrojar al más humilde de los humanos y de repente, sacas a relucir tu autoridad?"
Hera se sonrojó avergonzada y guardó silencio, algo que Zeus nunca hubiera creÃdo posible de haber estado presente. Pero la diosa del amor no era Zeus y continuó.
"Esto es divertidÃsimo. Si no te gustó que tu apuesto hijo se acostara conmigo, deberÃas volver a vivir con él como si fuera un niño. ¿Descargar tu ira no él, no yo?"
"¡Cómo te atreves, cómo te atreves!"
"¿Y dijiste que Hefesto era feo? Lo siento, pero tú eres mucho, mucho más horrible"
Silencio.
"Lo siento, Hera, pero tú eres mucho más horrible"
ParecÃa que este desagradable encuentro estaba llegando a su fin. Afrodita se quedó mirando a Hera, pensando que habÃa ganado, cuando Hera cogió algo con su mano temblorosa.
Si te gusta mi trabajo, puedes apoyarme comprándome un café o una donación. Realmente me motiva. O puedes dejar una votación o un comentario 😊😌.
0 Comentarios