La Elección de Afrodita 31
Soy yo, Hefesto
Afrodita despidió a Atenea con fastidio. Se estaba cansando de intentar mantener la calma. No tenÃa mucho espacio para escuchar a Atenea hablar en nombre de Zeus. Se mordió el interior de los labios y miró en dirección al santuario de Zeus.
'¿Cuánto tiempo más tendré que esperar? Aparece de una vez'
Tal vez Hefesto escuchó la voz dentro de su cabeza como Afrodita podÃa escuchar ahora la voz que habÃa esperado tanto tiempo.
"Hola"
Afrodita giró rápidamente la cabeza. Hefesto tenÃa el mismo aspecto de siempre. Su pelo negro estaba atado, y llevaba ropas negras sin dibujos ni adornos con una prenda exterior marrón que le caÃa hasta los tobillos. No llevaba ningún brazalete ni colgante. Su aspecto sencillo destacaba entre los dioses ataviados con ropas y joyas extravagantes para la fiesta.
Sólo me lo perdà porque se acercó a mà desde mi punto ciego; si caminara hacia mà desde cualquier otra dirección, lo habrÃa visto enseguida.
'¿Pero qué pasa con él? ¿Será capaz de encontrarme enseguida?'
Aunque se habÃa adornado con hermosas prendas, no se sentÃa segura.
Sintiéndose resentida, habló con un tono sarcástico.
"Bueno, bueno, ¿Quién eres?"
Silencio.
"Creo que te he visto antes en algún sitio... ¿Dónde fue? ¿Asistió a mi boda?"
Athena suspiró por detrás. Por supuesto, Afrodita la ignoró y siguió mirando a Hefesto. Hefesto no parecÃa demasiado sorprendido por las acciones de Afrodita.
"Quiero hablar"
"Ni siquiera te conozco. ¿De qué vamos a hablar?"
"Afrodita"
"Todo el mundo sabe mi nombre en el Olimpo. Te estoy preguntando quién eres"
Era un hombre que abandonó a su novia después de su primera noche juntos y no habÃa aparecido delante de ella durante casi diez dÃas. Afrodita no estaba exagerando. De hecho, pensó que él deberÃa agradecer que ella no le hubiera abofeteado ya. Sin embargo, cada vez estaba más enfadada por su comportamiento tranquilo. Esperaba que se disculpara y le pidiera clemencia, pero parecÃa no recordar lo que habÃa hecho.
Incluso dio una respuesta sincera e incorrecta a su pregunta.
"Soy yo, Hefesto"
"Ja"
Afrodita se quedó sin palabras por un momento. En serio, ¿va a responder con su nombre? ¡DeberÃa haber dicho que era mi esposo sin siquiera pensarlo! Ella dejarÃa pasar su respuesta como una broma si él estuviera sonriendo al menos, pero no pudo encontrar nada parecido a una sonrisa en su rostro. La miraba secamente.
"Vayamos primero a un lugar privado"
Afrodita no dio ninguna respuesta.
"Por favor"
Afrodita seguÃa molesta, pero podÃa oÃr una sensación de desesperación en su voz. No tuvo más remedio que asentir. Siguió con una expresión desagradable, pero cogió la mano de Hefesto cuando éste se la tendió. Luego hizo un mohÃn. La peculiar sensación de estabilidad que le proporcionaban sus grandes y cálidas manos la seducÃa extrañamente. SentÃa que serÃa difÃcil seguir molesta si se aferraba a ella, pero tampoco querÃa dejarla ir.
"¿No puedes hacer una sola cosa?"
"¿Qué?"
"No es nada. Vamos"
El lugar donde Hefesto llevó a Afrodita no estaba muy lejos del lugar donde se celebraba el banquete, pero estaba en un rincón apartado donde no habÃa nadie. Las paredes y los pilares estaban entrelazados de una manera extraña, bloqueando la vista, y ni la luz ni el viento llegaban a este lugar, dejando sólo una sombra seca. Afrodita pensó que nadie se fijarÃa en ella si se escondÃa aquÃ.
"Parece un lugar de refugio"
Hefesto dejó de preparar un lugar para sentarse para Afrodita. Sin embargo, su voz siguió siendo la misma.
"Ya lo habÃa utilizado para tal fin"
"¿De verdad?"
"No es nada. Siéntate aquÃ"
Afrodita se sentó encima del abrigo castaño de Hefesto. Al contrario de su aburrida apariencia, la tela era cálida, como si estuviera impregnada de magia.
'Hm, mejor de lo que pensaba'
También le gustaba lo mullida que era. Sobre todo, le agradaba el sutil aroma de Hefesto que podÃa percibir en el abrigo. Afrodita frunció rápidamente el ceño para evitar una sonrisa accidental. Forzó una voz frÃa.
"Entonces, ¿de qué vamos a hablar?"
"En primer lugar, lo siento. Estuvo mal que me fuera de la habitación esta mañana sin decirte nada"
Afrodita no esperaba que se disculpase tan rápidamente. Fue una disculpa muy educada también.
"QuerÃa decir esto aquà en lugar del lugar ruidoso en el que estábamos"
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