La Elección de Afrodita 19
La promesa olvidada de Afrodita
Al contrario que todos los demás, Afrodita no se inmutó ni tuvo miedo de Erinyes. Su personalidad no era la de una mujer débil y endeble en primer lugar, y francamente, la presencia de Hefesto junto a ella era de cierta ayuda. Su cuerpo rÃgido era como un enorme pilar de piedra. Aunque no era Atlas, era un incondicional que podÃa mantenerse firme incluso si el trueno de Zeus se desataba. Sólo su silueta permitÃa a Afrodita permanecer imperturbable ante los temibles visitantes.
Hefesto preguntó:
"Me sorprende que las tres diosas vengan al Olimpo. ¿Puedo preguntar qué ocurre?"
[Nuestro asunto no es con ustedes]
Sin embargo, extrañamente, el eco de la voz de Erinyes en sus oÃdos no le pareció siniestro.
Afrodita miró a Erinyes con asombro. Durante los últimos dÃas, habÃan aparecido en su mente visiones desconocidas para ella, aunque fugaces, e incluso de Erinyes, sentÃa una sensación de familiaridad. Inconscientemente, su agarre alrededor de la mano de Hefesto se tensó. Con su mirada todavÃa fija en Erinyes, Afrodita no se dio cuenta de que Hefesto habÃa bajado la mirada con consternación.
"¿Entonces a quién has venido?"
La voz de Zeus cortó el aire tenso y ante su pregunta, las tres hermanas giraron la cabeza al mismo tiempo hacia la misma dirección. Tres finos dedos señalaron a Afrodita y los labios de Erinyes se movieron a coro.
[Hemos venido a visitar a nuestra hermana menor]
Afrodita se sobresaltó: "¿Yo?"
[SÃ, hermana]
No habÃa mucha justificación para el uso del apodo "hermana". Aunque no habÃa nacido de una concepción normal, Erinyes era considerada una hija de Urano y Gea. Por lo tanto, podÃa decirse que Afrodita, nacida de Urano, compartÃa su padre con ellos. Era un hecho técnico, pero ¿no eran demasiado diferentes para ser hermanas?
Afrodita miró a Erinyes con incertidumbre. A diferencia de lo que ocurrió antes con Zeus, las tres hermanas Erinyes miraron a Afrodita y recitaron como una canción giratoria:
[Afrodita, última hija del cielo]
[Estamos aquà como testigos de tu juramento]
[Si el juramento de hoy se rompe, la seguridad nos pertenece]
Afrodita frunció el ceño, incapaz de comprender el significado de sus palabras. Preguntó confundida:
"¿Qué juramento? No lo recuerdo"
Sorprendido por su negligente respuesta, Zeus gritó por lo bajo:
"¡Oh, Afrodita!"
"¿Por qué? Acabo de decir que no me acuerdo"
"Una mentira no funciona con Erinyes"
¡Por eso lo dijo tal cual! Afrodita intentó apelar a Zeus, pero Erinyes fue rápida.
[No interfieras, Zeus]
Afrodita pensó que la diosa que habÃa callado a Zeus era Alecto. No era seguro, pero sà muy probable. Entonces, Alecto, Megara y TisÃfone se dirigieron a Afrodita por turnos.
[Hermanita, es natural que no lo recuerdes]
[Porque fue un juramento de este tipo]
[En ese momento, sólo eras fluida sin entender, asà que juraste de memoria]
De repente, Hefesto apretó la mano de Afrodita hasta el punto del dolor.
"Ah"
'¿Qué le pasa?'
Desconcertada, Afrodita clavó las uñas en las palmas de Hefesto para desquitarse y volvió los ojos hacia Erinyes. Sin dudarlo, preguntó:
"¿Quieres decir que tengo un juramento con mi memoria como garantÃa?"
[SÃ]
"¿Sobre qué juré?"
Las serpientes que se enroscaban sobre Erinyes sacudieron de repente la cabeza y sisearon, revelando en sus afilados colmillos el veneno verde que goteaba amenazadoramente.
[Si completas tu juramento, naturalmente te darás cuenta]
"¿Lo que significa que no puedes decÃrmelo antes?"
Erinyes asintió. Afrodita se dio cuenta entonces de que el juramento que estas viciosas hermanas intentaban afirmar no tenÃa nada que ver con el vacÃo de su memoria. Se quedó boquiabierta.
'Espera, ¿qué habÃan dicho?'
"¿Creen que el juramento que hice se romperá? ¿Hoy?"
[Por lo que sabemos, tal vez]
Si el juramento iba a ser traicionado, Erinyes adquirirÃa por derecho la garantÃa, que eran los recuerdos de Afrodita; era como un juego que no dejaba a Afrodita ninguna posibilidad de triunfo. Atrapada en una situación aparentemente desesperada, Afrodita puso sus lÃmites:
"¿Qué diablos debo hacer y cómo? Ni siquiera lo sabes, ¡no, no! No te acerques más. Habla ahÃ"
[De acuerdo. Aunque no lo recuerdes, ahora no te pasará nada]
Afrodita miró a las Erinyes que se acercaban lentamente. Incluso una era suficiente carga, pero como eran tres, era poco probable que ganara compitiendo de frente. ¿PodrÃa pedir ayuda a los otros dioses? Atenea serÃa la mejor combatiente aquÃ, pero no podÃa ser vista porque la multitud estaba escondida detrás de Erinyes.
Tal vez fuera mejor huir. Afrodita dio un paso atrás, intentando encontrar una retirada, pero antes de que pudiera dar un solo paso, una fuerte fuerza la retuvo.
"Quédate quieta"
Era Hefesto. Dio un paso adelante, empujando a Afrodita a su espalda. Al soplar el viento, el aroma de su cuerpo, que habÃa quedado densamente arraigado en su rico dobladillo de ropa, rozó la punta de su nariz.
HabÃa en él un aroma de fuego y ceniza, de pasión y paciencia. Afrodita respiró profundamente sin darse cuenta. Estaba bien. No habÃa que confundir este olor con el de otra persona ni con el de alguien que lo notara. Deseó poder oler un poco más...
Sin embargo, no era del todo el mejor momento para saborear el aroma de su cuerpo.
"Erinyes"
No habÃa miedo, ni servilismo en la voz de Hefesto.
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