'¿Voy y la sorprendo? No, serÃa una pena que la Gran Dama se asustara y terminara la relación'.
Tal vez esto fuera algo bueno.
A Leon se le ocurrió rápidamente una forma de utilizar a su favor a las dos personas que intercambiaban susurros y calculó las ganancias y las pérdidas.
Comenzó un melodrama infantil y las dos siluetas negras se superpusieron. Después de completar todos los cálculos en poco tiempo, salió del teatro con un arsenal hacia su hermano menor y el futuro prometido, que se estaba besando.
º º º
Grace se quedó mirando el techo negro y cerró los ojos con fuerza. Sin embargo, el escenario no cambiaba en absoluto. Aunque abriera o cerrara los ojos, sólo estaba la habitación negra, y aunque abriera y cerrara los ojos, sólo habÃa arrepentimiento.
No deberÃa haber ido a ver a Peter aquel dÃa.
Suspiró y se dio la vuelta cuando oyó un traqueteo debajo de la manta.
Estúpida...
No habÃa segunda escapatoria. El precio de que te pillaran intentando escapar era muy alto.
Winston no la visitó durante casi una semana después de que le pusieran los grilletes. Al principio, ella pensó que era bueno, pero a medida que pasaban los dÃas, cambió de opinión porque ni siquiera vino a cenar.
'Vale, a ver quién gana'.
No podÃa matarla. ¿Quién se entristecerÃa cuando ella muriera?
Grace decidió aguantar sin suplicar hasta el final. Los primeros dÃas valieron la pena. Se llenaba el estómago de agua en el baño y dormÃa todo el dÃa.
Sin embargo, incluso eso llegó a su lÃmite después de unos cinco dÃas.
El hambre seguÃa siendo hambre, pero la falta de estÃmulos externos era inesperadamente lo más difÃcil de soportar. Estaba atrapada en una habitación en la que sólo oÃa el sonido del ventilador, y la única voz humana que podÃa oÃr era la del celador que de vez en cuando comprobaba su supervivencia. No habÃa entretenimiento, como libros o radio, asà que incluso su mente estaba confinada como el cuerpo.
SentÃa que se volvÃa loca.
Al final, Grace aguantó unos dÃas más y perdió la paciencia. Sólo cuando llamó a la puerta de hierro y rogó al celador que llamara al capitán Winston, apareció el diablo con una comida.
La primera persona que veÃa en una semana, la primera comida que tomaba en una semana.
Fue otro momento miserable en el que el diablo parecÃa un ángel. Winston se sentó en la mesa de hierro sin dedicarle una mirada. No sabÃa lo que habÃa en la bandeja, pero desprendÃa un olor dulce y sabroso.
TenÃa hambre...
TenÃa mucha hambre. Se morÃa de hambre.
Grace no podÃa permitirse seguir peleando con él. Abandonando todo orgullo, se acercó tambaleándose y se sentó en el regazo de Winston.
Estaba loca.
Estaba realmente loca en ese momento. TodavÃa no podÃa olvidar su sonrisa victoriosa mientras se aferraba a su cuello y lo abrazaba.
"Mi perra, ¿tienes hambre?"
Él le dio unas palmaditas en la espalda como si fuera un cachorro llorón y disfrutó de su victoria. Después de disfrutar tanto tiempo de sus ruegos, la sentó entre sus zapatos y la hizo mirar hacia arriba como un perro antes de abrir la tapa de la bandeja.
Cuando Winston levantó la cuchara y cogió una gran porción de flan, la mirada de Grace siguió el flan mientras se balanceaba y goteaba salsa de caramelo. Sin embargo, la cuchara que ella esperaba que entrara en su boca se detuvo en el aire.
Se le hizo la boca agua y le temblaron las manos sobre los muslos de Winston.
"No, Bella. Espera".
"Por favor..."
El hombre que la miraba a través de la cuchara se rió.
"Por cierto, ¿Bella sigue aquÃ? Pensé que habrÃas huido otra vez".
Tras leer su intención, Grace reprimió su rabia y vergüenza tardÃas y le dijo obedientemente lo que querÃa oÃr.
"No volveré a escaparme, amo".
"¿Por qué? Te dije que lo intentaras".
"Ahora escucharé atentamente a mi amo".
Bajó la cuchara parada. Ante el hambre, olvidó su dignidad como ser humano y abrió la boca de buena gana. Aún asÃ, la cuchara se detuvo de nuevo con un palmo de distancia.
"¿Estás contenta de verlo?"
"SÃ".
"Debes estar feliz de ver el pudÃn".
"...Te he echado de menos, Maestro. Tan, tan, huuh..."
Sólo cuando las complicadas emociones estallaron en lágrimas, una cuchara se interpuso entre sus labios que derramaban lágrimas.
En el momento en que la dulzura explotó como un petardo en su lengua, que no probaba desde hacÃa una semana, su cabeza se puso blanca. Ante el instinto de supervivencia, olvidó todas las emociones que habÃa sentido hacÃa un momento.
Los dÃas siguientes fueron asÃ. Winston domesticó a un perro y la alimentó bocado a bocado sólo cuando ella lo pedÃa, y Grace se lo comÃa como un perro.
Si hubiera tenido cola, la habrÃa movido.
Cuando su cuerpo se recuperó lo suficiente como para ingerir alimentos sólidos, él escondió la comida bajo su lengua para que ella pudiera besarle de buena gana. Grace tuvo que agarrar al hombre al que querÃa matar por la mejilla y abrazarlo fuertemente por el cuello antes de meterle la lengua hasta el fondo de la boca para incitarlo a que le llenara el estómago.
Ahora que se habÃa librado de la inanición, al recordar aquella época, gritaba y se arrancaba los cabellos de resentimiento y vergüenza.
"¡Aagh! Te mataré!"
Al dar una patada a la manta, las cadenas que cruzaban la habitación golpearon el suelo como un látigo.
Grace, que luchaba sola, volvió a mirar aturdida al negro techo y fijó la vista en sus pies. Una pequeña mesa de madera estaba colocada sobre la barandilla. Las manecillas del reloj de mesa colocado en el borde señalaban las diez de la noche.
Se me olvidaba...
Recordando algo desagradable que deberÃa haber ocurrido hacÃa tres horas, Grace se levantó de mala gana.
"Uuugh..."
Grace gimió mientras se colocaba en el borde de la bañera con una pierna levantada. Dos de sus dedos estaban alojados profundamente entre sus piernas.
"Estoy ofendida".
Su cara se contorsionó como si estuviera tocando algo repugnante. Sólo después de tantear durante largo rato en las húmedas paredes interiores, sus dedos salieron.
En el extremo del dedo Ãndice que salió, habÃa un tapón de goma que parecÃa un pequeño sombrero. Era un pesario que se colocaba en el cuello del útero para evitar el embarazo.
Después del coito, tenÃa que dejárselo en el estómago al menos seis horas antes de sacárselo. Hoy, a la hora de comer, ha venido Winston y se lo ha puesto él mismo para que ella se lo quitara para cenar, pero se le ha olvidado porque estaba despistada.
Algún dÃa tenÃa que saber cómo usar y cuidar los anticonceptivos, pero no querÃa aprenderlo de Winston.
Grace murmuraba palabras feroces una y otra vez mientras lavaba meticulosamente el pesario en el fregadero.
"Ofensivo. Molesto. Terrible".
No al pesario, sino al hombre que se lo habÃa hecho.
"Bastardo que sólo tiene eso en la cabeza..."
No querÃa tener el hijo de ese bastardo, asà que era algo bueno para ella.
Sin embargo, ella estaba enojada y miserable con el hecho de que esta era una situación necesaria. Como vengándose del inocente tapón de goma, lo lavó enérgicamente, lo puso a secar en la repisa y salió del cuarto de baño.
Luego, se envolvió en una manta sobre su cuerpo desnudo y frÃo.
Se habÃa llevado toda la ropa. No sólo le quitaron la ropa. No sólo se habÃan llevado todos los objetos personales, sino que todos los instrumentos utilizados para la tortura, desde herramientas hasta cuerdas y cadenas, estaban guardados en un armario y cerrados con un gran candado.
La puerta de hierro también habÃa sido sustituida por otra más terrorÃfica con múltiples cerrojos y cerraduras. Además, habÃa una pequeña puerta cerca del suelo que podÃa abrirse y cerrarse, asà que allà ella conseguÃa comida e intercambiaba sábanas y toallas.
Por eso no habÃa visto otra cara que la de Winston desde que la volvieron a encerrar aquÃ.
Los prisioneros en los campos no estarÃan tan completamente aislados. Todo lo que el bastardo habÃa dejado para ella eran muebles, grilletes en los tobillos, un collar de perro y medias.
"Pervertido".
Grace recordó lo que habÃa ocurrido hacÃa unos dÃas.
"¿Por qué rompes las reglas?"
No estaba obligada a llevar medias, pero Winston se las puso él mismo. Se sentó en una silla, dejando a Grace al final de la mesa.
Lo que ella podÃa hacer en diez segundos, él no podÃa terminarlo en más de diez minutos.
No, serÃa más exacto decir que no lo terminó. Debió de pasarse un minuto jugueteando con los dedos de los pies de ella, uno por uno, como si estuviera haciendo un examen. El anhelo fue apareciendo poco a poco en los ojos del hombre mientras frotaba y presionaba suavemente la gruesa y suave carne con las yemas de los dedos.
Estaba a punto de besarle los pies.
Ella miró al hombre que admiraba sus pies como si fueran arte. El deseo se disparó al invertirse la posición del amo y el sirviente. Aunque sólo fuera una expresión de lujuria por aquel hombre, deseaba ver cómo aquella persona se sometÃa a ella.
Grace levantó el pie y se lo acercó a la boca.
Bésame. Chúpalo. Lo que sea, actúa como una esclava.
Sin embargo, Winston no era un oponente fácil. Frunció el ceño y miró a Grace...
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