Historia en la Biblioteca 13

Historia en la Biblioteca 13

Martes, 16 de Febrero del 2021


Historia en la Biblioteca 13



'Espera, ¿es esto lo que llaman un triángulo amoroso? Tengo curiosidad'

En cuanto se dio cuenta de que el oponente no era el Emperador, los movimientos de Vivian se congelaron de inmediato. 

'¿Quiénes eran y qué tipo de relación mantenían?'

Su imaginación voló por su cabeza

Esta vez no estaba interesada en sus relaciones sexuales como material para su novela, sino en sus relaciones y circunstancias. La curiosidad era siempre la perdición de su existencia.


¡"H, H, Hah! ¡Yo, yo te quiero! Te quiero. Hah, ah!"


A diferencia de cuando estaba con el Emperador, la mujer había dicho la palabra quiero de su boca. No sólo eso, sino que también parecía que sus reacciones y respuestas eran mucho más activas que la última vez.

Jadeaba desesperadamente en busca de aire. Era difícil determinar si la técnica del hombre se había elevado al nivel de un Dios, o si era debido al amor que cualquier exposición a su toque se convertía en estimulación.


"No creo en el amor de una prostituta"

"Haa"

"¿Cómo puedo creer en el amor confesado por un cuerpo vulgar que deja volar sonrisas en todas direcciones?"


Eran palabras severamente duras y como fueron susurradas suave y dulcemente, como uno hace con su amante, sonaron mucho más crueles. De su conversación, que naturalmente habría hecho fruncir el ceño a la mayoría, Vivian captó ágilmente un aroma.

El olor del dinero.

Esto será sin duda un éxito en el mercado.......

Actualmente, en el Imperio, el amante ideal era el hombre que era diferente de día y de noche. El hombre que propició esta tendencia fue el duque Bron, y se decía que a cualquier mujer que se hubiera acostado con él le resultaría imposible salir nadando de sus encantos.

Si el emperador era arrogante sin diferencia entre el día y la noche, se podía decir que ese hombre era el más dulce caballero de día y rudo sin vacilación de noche.

No, eso es lo que ella deseaba que fuera cierto.

Si tuviera que tomar a esas personas como motivo y escribir una nueva novela, así la escribiría.

El Emperador y ese hombre. Ninguno de los dos parecía ordinario, pero tenían sus respectivos encantos. Y cuantos más, mejor. Si ambos aparecieran, ¿acaso sus novelas eróticas no colmarían las esperadas fantasías sexuales de los lectores e incluso se desbordarían?

Es decir, flores en ambas manos..... No, bestias en ambas manos.

Le picaban los dedos. Vivian pensó desesperadamente en su precioso cuaderno, la pluma y la tinta que llevaba en el bolsillo interior. Sin embargo, su distancia con la pareja era demasiado estrecha como para permitir que su rasposa pluma bailara por las páginas sin ser atrapada.

Hizo un mohín de decepción y decidió grabar sus figuras dentro de sus ojos decepcionados.

Estaría encantada de saber al menos quiénes son estas personas.

Sentía una curiosidad mortal. ¿Quién podría ser el hombre que rivalizaba orgullosamente con la gran presencia del Emperador? ¿Y quién podía ser la mujer fatal que confesaba su amor a otro incluso después de haber compartido su intimidad con el Emperador?

Aunque la balanza se tambaleaba continuamente de forma peligrosa entre la vida y la muerte como consecuencia de su curiosidad, la respuesta estaba decidida desde hacía tiempo en su interior.

Dado que el oponente ni siquiera es el Emperador, ¿cómo podría morir si sólo estoy haciendo el trabajo de una bibliotecaria?

No había razón para castigarla si argumentaba que simplemente los había visto por casualidad mientras pasaba por allí. De todos modos, esos dos debían saber que había un bibliotecario trabajando en ese momento. Lo sabían y aun así actuaron de esa manera, así que fue por ellos.

Era una tortura que no se diferenciaba de obligarla a ver el gorrión y pasar el molino. Vivian dejó de rebelarse contra la irresistible fuerza de la curiosidad y se asomó por los huecos entre las estanterías. Al hacerlo, vio a la pareja enredada en la oscuridad.

El vestido de la mujer estaba tirado después de haber sido, francamente, desgarrado, y aunque sus rasgos no eran claros, era claramente un desastre. Las lágrimas rodaban continuamente de sus ojos cerrados como perlas.


"Ja, ¿así que pusiste esa cara debajo de Su Majestad mientras gemías?"

"Ha, ah. Ahhhh!"


Los gemidos llenos de lágrimas perturbaron sus oídos. Era un sonido que se había hundido y empapado completamente en el fango del placer profundo. El tipo de placer que hacía que uno estuviera casi inconsciente e indefenso ante las sensaciones apasionadas.

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