BATDIV 14










BATALLA DE DIVORCIO 14



Me di cuenta de que era una mentira descarada. Como él mismo dijo, aunque no hubiera empleados, en la habitación de la dueña del cuarto piso aún residía la anterior duquesa.


—En el cuarto piso… sigue ahí. P-por favor… basta.

—Ah, cierto, la tía sigue ahí. Siempre se me olvida. Gracias por recordármelo, Izzy.


Max puso una expresión como si realmente lo hubiera olvidado. Era una actitud propia de un hombre que había anunciado con descaro su rebeldía en la mesa del banquete.


—¿Debería contárselo a mi tía? Que nuestra Izzy ha comido mucho y se ha puesto fuerte.

—Ugh… no… no quiero…!


Daisy negó con la cabeza frenéticamente.

Este maldito loco… ¿Está diciendo que va a hacerlo o no? Su actitud errática hacía que pareciera que no estaba en su sano juicio.


—Te voy a contar un secreto.


Max hundió su torso sobre el de Daisy, que jadeaba sin control. Su cálido aliento rozó su oído, haciendo que se le erizara el vello.


—Será mejor que lo recuerdes. Será información útil para que aprendas a manejarme y domarme.

—Ugh…

—Verás, cuanto más te retuerces, más me excito.


Como era de esperar, algo duro y caliente se movió sobre el abdomen de Daisy.

Maldito enfermo… No ha podido evitarlo y ya se le ha puesto dura otra vez.

Daisy frunció el ceño con fuerza.


—Cuando veo lo desesperada que estás por salvarte, me pareces patética… y adorable. Cuando veo algo así, me entran ganas de atormentarte hasta que llores y pisotearte hasta que te calmes.

—Eres un… maldito… pervertido…!

—Ya te lo dije. Me gusta que estés llena de vida.


Su gusto era absolutamente irremediable.

Por ahora, tenía que hacer algo para librarse de él, aunque fuera actuando como si estuviera indefensa. Si cuanto más se retorcía, más excitado se ponía, entonces lo mejor sería lo contrario. No quería estimular a este degenerado más de lo necesario.


—Hic… me duele… suéltame…..

—Piensa bien. ¿Qué crees que debería hacer para soltarte?

—S-suéltame, por favor…..

—No, no. En lugar de palabras, tienes que demostrarlo con acciones.


Si luchar solo lo excitaba más, entonces debía hacer lo contrario.

Tan pronto como llegó a esa conclusión, el cuerpo de Daisy comenzó a perder fuerza.


—Eso es.


Cuando Daisy dejó de resistirse, finalmente sintió que la presión de las manos de Max también disminuía.


—Lo siento. ¿Te hice mucho daño? Creo que todavía estoy borracho y no pude controlar mi fuerza.

—Hic…

—Pero tranquila, al menos tengo suficiente sentido común para no forzarte.


Qué falso… Max besó suavemente las muñecas enrojecidas de Daisy, como si intentara calmarla.


—Aunque… si sigues provocándome, no prometo nada.


No tenía fuerzas ni para responderle. O, más bien, su voluntad de luchar se había desmoronado por completo.

¿Era por el susto? ¿O simplemente por lo absurdo de la situación?

No lo sabía con certeza.

Una emoción inexplicable la invadió, su rostro ardía y su vista se nublaba por las lágrimas.


—No llores.


Max tomó su rostro con una mano y le limpió con los dedos las lágrimas que caían por sus mejillas.


—¿Te asusta ver sangre?


No, imposible. Había visto demasiada sangre como para que eso le afectara.

Lo que le hacía llorar no era la sangre, sino Max von Waldeck.

Este hombre estaba completamente loco.

Tal vez porque lideraba una unidad de fuerzas especiales, su fuerza era incomparable a la de cualquier otro hombre que hubiera enfrentado antes. Incluso así, la ira la consumía.

El combate no se trataba solo de fuerza bruta.

Daisy no era especialmente fuerte, pero siempre había usado su agilidad para atacar los puntos débiles de sus enemigos.

Siempre había sido buena en ello. Nunca había fallado.

Pero con este hombre… nada funcionaba.

¿Era demasiado lenta? No, no lo era.

Desde que le partió el labio de un cabezazo, Max von Waldeck no le había dado ni una sola apertura. Como si pudiera predecir todos sus movimientos, bloqueaba cada uno sin margen de error.


—Soy Izzy… La que mata a sus objetivos sin problemas.


¿Cómo era posible que no pudiera darle ni un solo golpe? ¿Cómo podía estar perdiendo de forma tan unilateral?

Jamás había sentido una humillación así.

Siempre había confiado en que su habilidad la mantendría con vida. ¿Acaso el problema era que llevaba un año retirada?

Antes la llamaban la mejor…

Como exasesina, su orgullo estaba herido.

Por primera vez, experimentó la impotencia absoluta.

No era miedo ni pánico.

Era ira.

La rabia le hacía brotar lágrimas.

Era humillante, pero no hizo el esfuerzo de ocultarlas.

Al principio había reaccionado por puro instinto, pero había notado que Max von Waldeck era débil ante las lágrimas.

Si lloraba fuerte, al menos se sentiría culpable y actuaría con más cuidado.

Ese era su plan mientras derramaba gruesas lágrimas… pero estaba equivocada.


—Mmm… ¿Sabes? Ver llorar a alguien me excita aún más.


Dios… Era el peor.

Había dicho algo tan perturbador con una expresión completamente seria. Y no solo eso.


—Por cierto, Izzy, te ves especialmente hermosa cuando lloras.


Antes había dicho algo parecido… ¿Cómo no lo notó antes?

No, era normal que no lo supiera.

Después de todo, ¿quién iba a suponer que alguien se excitaría al ver a otra persona llorar?


—No te preocupes. Lo viste antes, ¿no? Yo siempre cumplo mis promesas. Hoy solo dormiremos.

—…….


No tenía energía para responder.


—Lo prometo.


Por la seriedad en su mirada, parecía sincero al decir que no forzaría nada más.

Si hubiera querido, podría haberla tomado por la fuerza. Pero no lo hizo.

Y si, como decía, se excitaba cuando ella luchaba, entonces resistirse no serviría de nada.

Daisy había gastado hasta su última gota de energía.

Se sentía vacía, sin fuerzas, hundida en la cama.


—Ahora deberías bañarte. Si has salido, tienes que limpiarte bien para no resfriarte.


Después de besarla en la punta de la nariz, Max se levantó.

Lo decía con la misma naturalidad que una monja aconsejando a los niños antes de dormir.

Sus palabras no coincidían en absoluto con su peligrosa apariencia.


—¿Quieres bañarte primero o después?


¿Cuál sería la mejor opción?

De todos modos, negarse no era una opción en los términos de Max von Waldeck.

Estaba demasiado agotada para luchar.

Tenía que elegir el menor de los males.

Mientras miraba el techo, tratando de decidir, Max sugirió otra opción.


—¿No tienes fuerzas ni para bañarte? ¿Quieres que te ayude, cariño?

—No.


Daisy negó con la cabeza, completamente exhausta.

Era la peor propuesta posible, pero después de haber gastado toda su energía en resistirse frenéticamente, ya no le quedaban fuerzas ni para oponerse.


—No se preocupe por mí y simplemente… haaa… báñese primero, Max.

—¿Acaso te sientes mal?


¿No había sido él mismo quien casi le había roto la muñeca? Y ahora se hacía el preocupado. Era como si diera la enfermedad y luego ofreciera la cura. Ni siquiera valía la pena responder.


—Sí, sí. Solo… rápido…

—Si esa es realmente tu decisión, lo haré.


Daisy pensó que tendría que luchar otra vez porque insistiría en bañarla, pero sorprendentemente, Max cedió sin oponer resistencia.

Justo cuando estaba a punto de suspirar aliviada, escuchó un sonido de tela deslizándose.

Era el sonido de Max desnudándose.


—Maldita sea, ¿no podía al menos quitarse la ropa en el baño en lugar de hacerlo aquí?


Fue solo un instante, pero su torso esculpido quedó a la vista.

Sabía que estaba confiado en su cuerpo, pero el hecho de que se desnudara sin previo aviso la dejó demasiado avergonzada como para levantar la cabeza.

Si se quejaba, él seguramente respondería con algo como '¿Qué tiene de vergonzoso entre esposos?' Y la última vez que se quedó mirándolo embobada, terminó en una situación desastrosa.


—Te lo vas a gastar.

—Mi rostro, digo. Lo estás mirando fijamente.

—¿Por qué lo miré?


Cuando recordó su estupidez anterior, Daisy quiso patear las sábanas con frustración.

Si al menos solo fuera la cara… Pero si accidentalmente veía más de su cuerpo desnudo…


—¿Qué opinas? Ahora que me has visto sin ropa, ¿has cambiado de opinión?

—¿Quieres tener sexo conmigo ahora? ¿En la cama o en la bañera?

—Si tú quieres, para mí está bien en cualquier momento y en cualquier lugar.


…Y un sinfín de frases similares.

No quería saber qué diría si lo atrapaba mirándolo otra vez.

Solo imaginarlo hizo que su mente se llenara de obscenidades que Max podría soltar sin pensarlo dos veces.


—Mejor no miro. ¿Para qué arriesgarme a escuchar más estupideces?


Daisy se dio la vuelta rápidamente.

No sabía cuánto tiempo pasó, pero el sonido de la tela deslizándose se detuvo. Luego, escuchó pasos acercándose.


—Voy a bañarme, así que quédate quieta y espérame.


Su voz resonó en su oído con un tono lejano.

Daisy mantuvo los ojos cerrados con terquedad. Tenía la sensación de que si los abría un poco, lo vería desnudo.

Sintió su gran mano acariciándole el cabello.


—Si desapareces sin permiso, la próxima vez nos bañaremos juntos.


Después de dejar esa advertencia escalofriante, Max entró al baño.

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