MDSDCS 130






Mi deseo son dos camas separadas 130

¿Una relación prohibida? (5)





—Pero… ¿qué…? Ah…


Endymion hundió sus dientes en su piel fina como un beso, dejando al instante un marcado rastro rojo en sus labios.


—Pero hacerle esto a usted, que tiene esposo… pensé que sería destruirla. Por eso intenté salvarla de mis propios deseos.

—Mion, pero no es necesa— ¡Ah!

—Siempre hace lo mismo. Incluso ahora, con esos labios tan bonitos, está avivando mis deseos más impuros… Como con ese pañuelo.

—¿Qué pañuelo? Ah… E-espera…


Sin darse cuenta, Julia quedó atrapada entre los brazos de Endymion.

Desde el dorso de su mano hasta su muñeca, luego la parte interna de su brazo, cada beso la dejaba sin aliento, hasta que finalmente alzó la mirada hacia él, jadeando.


—Le daré el mayor de los placeres. Usted, mi reina, solo preocúpese de disfrutar entre mis brazos.


Endymion inclinó la cabeza y susurró a una distancia donde sus alientos se mezclaban. Cada palabra rozaba suavemente sus labios, ardientes, haciendo que Julia se estremeciera.


—Yo pagaré el precio de nuestro pecado.


Como si creyera que ella dudaba, Endymion acarició suavemente su nuca. Al mismo tiempo, sus caderas, rodeadas por esos brazos firmes, temblaron sin control.


"¿De qué pecado habla? ¿Acaso cree que esto es un encuentro prohibido?"

"¿Porque él es un prisionero y yo una reina?"


Aun mientras su temperatura corporal subía, Julia esbozó una leve sonrisa.

Finalmente lo entendió. "Así que me alejaba por miedo a que esto fuera inapropiado…" Y ese pensamiento la llenó de alegría.

'Qué adorable'

Pobre de ella, ignorante de que su "adorable" esposo jamás tuvo tales escrúpulos morales, y que todo esto era parte de un plan maquiavélico para devorarla.


—Mmm… Eso no importa…

—Perdóneme.


Endymion, con su máscara de hombre virtuoso, puso una expresión atormentada por el remordimiento mientras besaba su cuello pálido.


—Ah…




Plaf.




Sin darse cuenta, Julia ya estaba tendida sobre el sofá. Endymion, encima de ella, desabrochó con rudeza los botones de su camisa.




Rasg.




La tela se desgarró. Julia se dejó arrastrar por él, aunque conocía bien sus movimientos. Pero esta vez, con su expresión y tono distintos, todo se sentía… diferente.

El hecho de que, aunque no hubiera nadie más, el lugar estuviera tan expuesto, la hacía sentirse vulnerable, intensificando cada sensación.


—Mion, ¿qué lo del pañuelo…? ¡Ah!

—Shh…...


Endymion la calmó con dulzura, alzándola con un brazo mientras comenzaba a besarla.


—Mmm…


El calor de su contacto fue inevitable. Julia terminó aferrándose a él.

La unión, suave y luego feroz, junto a los incontables besos, la hicieron olvidarlo todo.




Plop.




El vestido arrugado bajo su cuerpo cayó al suelo, completamente estropeado…


—¿No le gusta?


Endymion besó su espalda con ardor, como si quisiera consolar a Julia, que se retorcía.


—Seguramente es la primera vez que hace algo tan vulgar. Podemos parar.

…Incluso si solo eran ellos dos, el decoro de una reina se desmoronaba.

—Ugh…...


Julia negó la cabeza, lágrimas en sus ojos, Endymion las lamió con satisfacción.


—Entonces llore todo lo que quiera.

—¡Espera…!

—¿Qué tal si probamos algo aún más vulgar esta vez?


Con esa voz fingiendo ternura, Julia quedó atrapada en sus manos hasta perder el conocimiento, vencida por el éxtasis.
















⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
















Una vez abierta la compuerta, el agua fluyó sin obstáculos.


—¡Espera, alguien podría vernos!

—Total, no hay nadie.


Ni siquiera se tomaron el tiempo de llegar al dormitorio. Comenzaron justo ahí, en el pasillo.


—Mi reina, ¿existe algún dispositivo que guarde voces?

—¿Eh? ¿Para qué lo preguntas?

—Quiero grabar su voz cuando gime, para escucharla en todo momento.


Hasta durante los paseos diurnos, susurraba palabras vergonzosas al oído.

Cada vez que lo hacía, los sirvientes que los seguían discretamente se alejaban. Julia, al final, se vio abrumada por los gustos cada vez más atrevidos de Endymion.


—¡Ya te dije que no más! ¡Basta! ¡Es una orden de tu reina!

—Dígamelo al oído, entonces. Quiero que solo yo lo escuche.


Perdieron toda noción del tiempo, sin separarse ni un instante.


—Ustedes dos siempre parecen recién casados. Qué envidia.

—Estos días, Su Majestad ha estado especialmente cariñoso con la reina. Hasta a mí me conmueve.


Así, sin querer, Julia terminó sumergiéndose en los nuevos gustos de su 'esposo', mientras Endymion disfrutaba sin restricciones de lo que él creía era un deseo pecaminoso.

Y así, pasó una semana desde que Endymion perdiera la memoria... temporalmente.
















⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
















—¡Quiero ir a casa!

—¿Eh? ¿Su Alteza?


Duque Hyde e Iris intercambiaron una mirada rápida, desconcertados. Pero el pequeño Príncipe Knox, con los ojos brillantes de determinación, insistió:


—Me voy. Quiero ver a mamá y a papá.

—Ja, ja. El chef está horneando galletas especialmente para Su Alteza —dijo Duque Hyde, intentando persuadirlo—. Son exquisitas. Sería una pena perdérselas…


Knox hizo una pausa, recordando las famosas y deliciosas galletas de la casa ducal.

'¡Al fin y al cabo, es solo un niño!'

Los duques sonrieron, satisfechos, al ver cómo al príncipe se le hacía agua la boca. Pero justo en ese momento…


—No. Me voy.

—¿Eh? ¡Vamos, quédate un poco más!

—¡Sí! ¡A nuestra Iridis le encanta jugar con Su Alteza! ¡Podrían ir de picnic juntos —insistió la duquesa, forzando un tono alegre—.


Sabían que Endymion aún no estaba en su sano juicio y trataban de ganar tiempo. Hasta mencionaron a su prima para convencerlo.

Pero Knox, aunque heredó la dulzura de Julia, también tenía la astucia de Endymion.

Al ver cómo los adultos se esforzaban por retenerlo, el niño intuyó instintivamente que algo andaba mal.


—¡Waaaah! ¡Quiero ir a casa! ¡Llévenme ahora!

—B-bueno, Su Alteza, cálmese.


balbuceó el duque, sudando frío.


—No es que no queramos llevarlo, es solo que…...


El llanto desconsolado del príncipe de tres años sumió la Mansión Hyde en un caos instantáneo.















⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
















—¿Qué? ¿Knox?


Julia dejó caer la carta que acababa de recibir, sobresaltada por el mensaje urgente de la Mansión Hyde.


—Sí, Su Majestad. Intentaron distraerlo llevándolo a la residencia de campo, pero Príncipe Knox ha estado… inusualmente insistente. No les quedó más opción.


La dama de compañía y la niñera observaban a Julia con curiosidad, incapaces de entender por qué la reina no se alegraba de reunirse con su hijo después de tanto tiempo apartados.

'¡No puede venir al palacio ahora! ¡Mion aún no ha recuperado la memoria!'

El hechizo tenía una duración mínima de un mes. Hasta entonces, Knox no podía verlo.

Eso en el mejor de los casos. Si no, tendrían que mantenerlos separados hasta que el niño fuera lo suficientemente mayor para entender la situación.

'Primero debo inventar una excusa para Mion.'

La magia ancestral era tan compleja que ni Julia, cuya habilidad mágica no tenía rival, podía manipularla con seguridad. Hasta los investigadores desconocían todos sus riesgos.

Si Knox llegaba y las memorias reprimidas de Endymion reaccionaban ante un estímulo demasiado fuerte…

'¡Podría haber una interferencia mágica y lastimarlos a ambos!'

Julia envió al mayordomo mayor a la mansión Hyde con una orden clara: Retener al príncipe a toda costa.


—Su Majestad, lamento informarle… la duquesa envió otro mensaje. El carruaje ya partió hacia el palacio.


¡Solo había una hora de trayecto entre la residencia de campo y el palacio!

Julia se levantó de un salto y corrió directamente hacia Endymion.


—¡Mion!

—Ah, mi reina. Qué temprano hoy.

—¡Ven conmigo!


Lo arrastró como si lo secuestrara, interrumpiendo su plácido paseo por los jardines.


—Dama de compañía, ¿cuál es el lugar más apartado del palacio? Que sea donde podamos quedarnos largo tiempo sin ser molestados.

—La torre de observación astronómica al noroeste. Solo hay una habitación en la cima, completamente aislada.

—Perfecto.


Era ideal, especialmente porque Knox, cada vez más curioso, solía recorrer cada rincón del palacio. ¡Un lugar perfecto para esconder a Endymion!


—Allí podremos estar solos por días sin que nadie nos interrumpa. Haré todo lo posible por no decepcionarla.


Endymion, ignorante de la situación, sonrió y susurró con picardía.

Julia forcejeó una sonrisa y se detuvo al pie de la empinada escalera que era el único acceso a la torre.


—Mion, no salgas de aquí hasta que yo venga a buscarte.

—¿Y usted?


Endymion, perspicaz como siempre, frunció el ceño.


—¿Qué está pasando?


¡No había tiempo! Julia lo empujó hacia la escalera, impaciente.


—No preguntes. ¡Entra, cierra la puerta y quédate ahí! Enviaré comida a cada hora.

—Así que quiere esconderme.


Su voz se tornó fría. De pronto, agarró la muñeca de Julia con fuerza.


—¿Acaso… quien estaba en la mansión Hyde viene hacia aquí?

—¿Cómo sabes eso?


El rostro de Julia palideció. Endymion se mordió el labio y la jaló hacia sí, con una mirada gélida.


—Hasta ahora, fingí no darme cuenta porque creí poder ganar su corazón.

—¡Espera, luego hablamos de eso!

—Pero veo que fue inútil.


Julia, demasiado agitada para notar que había avivado sus celos, miró hacia atrás con nerviosismo.


—Desde el principio, nunca fui solo un sustituto, ¿verdad? Por eso se esfuerza tanto en ocultarme.

—¡Mion, escóndete primero!


Ignorando sus súplicas, Endymion no se movió. En cambio, acarició su mejilla con ternura pero firmeza, y sacó algo de su pecho.


—Sé que nuestra relación… prohibida… comenzó antes de que perdiera la memoria.

—¿Qué estás diciendo?


Julia se quedó boquiabierta al reconocer el jirón de tela que sostenía.


—Estaba en mi bolsillo cuando desperté. Es la prueba de lo nuestro.


¡¿Por qué tenía ESO consigo?!

Era el pañuelo marcado con el rojo de sus labios, el mismo que usaron en su último beso antes de que perdiera la memoria.


—Temía nuestro amor secreto. Por eso, cuando perdí la memoria, fingió que no éramos nada.


Endymion contempló el pañuelo con nostalgia, lo dobló con cuidado y lo guardó cerca del corazón.


—Pero al final, volvimos a unirnos. No huiré de este destino.


¡No, no era eso!

Aun entre la vergüenza por el pañuelo, el malentendido de Endymion era tan absurdo que Julia se quedó sin palabras, sin saber por dónde empezar a explicar.

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