Marquesa Maron 163
ARCO 3: Finales de primavera, 'Si la puerta al mundo demoníaco se abre en el refrigerador de mi casa' (1)
'¡Todo el esfuerzo que pusimos en restaurar este viejo castillo...!'
Las palabras brotaron como un torrente mientras contemplábamos los destrozos. Habíamos cambiado todas las ventanas, rellenado las grietas de los muros, reconstruido la chimenea desde cero. El tejado estaba tan dañado que costaba encontrar un ático que no goteara.
Y justo cuando por fin lo habíamos arreglado todo...
—¡Mierda!
El juramento no salió de mí, sino de Campanilla.
—¿Qué clase de maldito portal al Infierno se abre en la nevera de alguien? ¡Esto es de locos! ¿Por qué pasa esto siempre aquí? ¡La mala suerte tiene límites! ¿Es que los demonios no tienen conciencia ni moral? ¡Si ya son demonios, al menos podrían ser educados!
—Cálmese, Campanilla.
—¿Cree que estoy para calmarme? ¡Tú lo sabes, Valen! ¡Sabes lo que Haley y yo sufrimos para hacer esto habitable!
—Lo sé, lo sé.
—¡Aquí hasta el último grano de polvo es importante para mí! ¡Y esos estúpidos demonios...! ¡Ahora entiendo por qué la gente los odia! ¡No tienen consideración, cero consideración!
Valen bajó la cabeza como si fuera el culpable.
—Permíteme disculparme en su lugar. Dejemos la ira y... centrémonos en buscar una solución.
—¡¿Y por qué te disculpas tú?!
—Porque también soy un demonio, un Aquapher...
—¡Entonces yo también debería disculparme! ¡Soy mitad hada, mitad demonio!
Campanilla resopló, pero acarició el hombro de Valen para calmarlo.
Tiene mal carácter, pero al menos sabe reflexionar.
Desde la nevera (que antes era una mazmorra) hasta la sala de recepción, pasando por mi dormitorio, el despacho e incluso la torre que estaba intacta... el castillo parecía ahora un montón de escombros patéticos.
La cocina y el almacén habían perdido una pared entera; el comedor estaba agrietado por todas partes. Cualquier día el techo podría venírsenos encima.
Lo irónico era que la cámara del tesoro y la biblioteca seguían intactas.
¿Qué pasa? ¿Es que el dios de la causalidad de este mundo me está dando clases particulares carísimas para meterme en una Ivy League?
—Haley, ¿crees que podemos acercarnos?
Me acerqué a Sevrino, que examinaba los escombros. Negó con la cabeza.
—Está todo perdido. Irreparable. La nevera y lo demás... no queda nada usable ahí dentro. Incluso si encontráramos un hueco, sería demasiado peligroso entrar.
—¿Y si uso magia para limpiarlo?
—Podrías, pero entonces el resto de la estructura colapsaría.
Esta vez el juramento salió de mí. Como los niños podían oírnos, lo murmuré entre dientes, pero ni así alivió mi frustración.
—Fue mi error. Debí preverlo.
—¿Cómo ibas a prever que un portal al Infierno se abriría en nuestra nevera?
—Tú no lo sabías, Sevrino.
Las cosas habían ido tan bien últimamente que hasta olvidé el argumento original.
—Oye... una pregunta.
Mientras repasaba mentalmente la lista de provisiones perdidas, Valen se acercó con cautela.
—Cuando se abre un portal al Infierno... ¿qué pasa exactamente?
—¿Cómo que no lo sabes, siendo un Aquapher?
—Nunca había visto uno......
—Pues que puedes ir al Infierno. Y viceversa: ellos pueden venir aquí.
—¿E-entonces... saldrán demonios de ahí?
Su expresión era una mezcla de terror y emoción. Se escondió tras Campanilla, pero luego dio unos pasitos hacia los escombros, curioso. Lo alcé en brazos antes de que pudiera acercarse más.
—¿No oíste que es peligroso? Un Aquapher patético como tú podría meterse en serios problemas ahí dentro.
—Ah, eh... lo siento.
—Sevrino y yo nos encargaremos. Los demás, retrocedan.
—¡Oye! ¿Y por qué yo...?
—Compórtate como un adulto. Das vergüenza ajena.
—¡Pero si soy mucho más joven que Campanilla y Valen, 100 veces más frágil que Romero!
—¡Por favor!
—Haley, ¿me protegerás, verdad?
—Bájate antes de que te arroje al Infierno yo misma.
Sevrino me agarró del brazo con manos temblorosas. Usando la energía demoníaca estancada en el subsuelo, comencé a despejar los escombros. Por cada piedra que movía, dos más se derrumbaban, pero tras un rato de forcejeo, logré abrir un espacio lo suficientemente amplio para descender.
Solo después de soportar una larga reprimenda preocupada de Campanilla pude bajar. Aunque en un lugar saturado de energía demoníaca podía usar magia sin restricciones, Campanilla seguía pateando el suelo, histérico ante la idea de que los escombros me aplastaran.
En el sótano derrumbado, poco quedaba de lo que alguna vez fue una nevera. El hecho de que el portal se hubiera abierto precisamente en la cámara frigorífica de carnes confirmaba lo que el Ejecutor había dicho:
'Cuando la energía demoníaca más pura se estanca en un lugar sin fluir, allí se abre un portal al Infierno'
El portal en sí parecía una grieta en la roca, como las cavernas que se forman en los acantilados. En la penumbra del sótano, una abertura negra se extendía, con energía demoníaca ondulante emanando de su interior. Era lo suficientemente intimidante como para sentir que te succionaría si te acercabas demasiado.
Ignorando las protestas de Sevrino, me aproximé un poco más.
Por fuera, se parecía a las fauces de una bestia de esas películas de terror extranjeras, pero no me daba miedo. Quizás porque la energía que emanaba me resultaba extrañamente familiar.
¿Debería entrar y salir rápidamente? ¿Sería demasiado temerario? Tendría que intentarlo cuando Reikart y Campanilla no estén. Si están aquí, me agarrarán del pelo y me gritarán ¿Estás loca?.
Mientras reflexionaba, un sonido proveniente del portal me sobresaltó.
—......?
Era real. Algo dentro del portal estaba haciendo ruido. Al aguzar el oído, lo escuché con más claridad.
—¿Qué es esto?
Era una voz.
Llena de curiosidad e inocencia, casi ingenuamente pura.
—¿Qué crees, tonto? ¡Es un portal al mundo humano! ¿Nunca escuchaste lo que dicen los mayores? ¡Cuando se abre un portal al mundo humano, comienza la destrucción!
—¡Bah! ¿Todavía crees en eso? Qué miedoso. Eso es solo un cuento que inventaron las abuelas para que los niños no se pierdan lejos de casa.
—¡No! Escucha. Dicen que los portales al mundo humano se abren en los lugares más inesperados. Si entras, los humanos crueles capturan Aquapher como nosotros, nos arrancan el corazón y...
—¡Qué estupideces!
—¡Qué risita más irritante! Se burlaba de su amigo por ser miedoso, asegurando con total convicción que los cuentos de los adultos eran tonterías y que esto seguro era solo una madriguera de topos o zorros.
—¡No! Ignorante, los portales al mundo humano son tan mundanos que atraen sin esfuerzo a imprudentes como tú. ¡Ay, qué haces! ¿No vienes? ¡Si entras, no podrás salir nunca!
—Cállate. Hoy no volveré con las manos vacías. Mi padre dijo que si no traía una buena presa, me cambiaría el nombre a Comebichos.
—¿Quién?
—Mi papá.
Se escuchó otro crujido. Uno de ellos avanzó decidido, y el otro, refunfuñando, lo siguió con pasos igualmente ruidosos.
—Tristán, no tienes ni una pizca de miedo. Ni siquiera sabes lo aterradores que son los humanos. ¿Para qué existen monstruos que arrancan corazones? Dios no sabe nada. Debería llevarse a los malditos humanos en vez de a nosotros.
—Te digo que son tonterías. ¿Qué ganarían los humanos viniendo hasta aquí para empezar guerras con eso de destrucción y demás?
—¡Porque los humanos son codiciosos!
Tiene razón.
Casi asentí sin darme cuenta.
Después de un rato observando fijamente el portal en la nevera, Sevrino, que había bajado tras de mí, suspiró al ver la prisión completamente derrumbada.
—No queda nada usable.
—Nada que hacer.
—¿Qué haces ahí? Si ya viste todo, subamos.
—Espera un momento.
De nuevo, sonaron crujidos desde el interior. Hice un gesto de silencio y atraje a Sevrino hacia mí. Él también inclinó el oído, escuchando a mi lado.
Si te gusta mi trabajo, puedes apoyarme comprándome un café o una donación. Realmente me motiva. O puedes dejarme una votación o un comentario 😉😁.
0 Comentarios