MAAQDM 110






Mi Amado, A Quien Deseo Matar 110




—¿Por qué no comes más? ¿Se ofendió nuestra princesa mendiga porque insulté al perfecto duque?

—Si comes demasiado después de pasar hambre, es malo para la salud.


Era una lección que Giselle había aprendido de niña. El día que aquel hombre la rescató, ante la primera comida decente de su vida, se atragantó devorando como una fiera. Incluso cuando el dolor de estómago la doblaba, siguió comiendo.

'Quizá mañana no haya nada'

Ahora, con el estómago lleno, ese miedo le parecía ridículo. Pero entonces llevaba un mes sobreviviendo a migajas.

Al principio, el hombre le sirvió más comida cada vez que ella pedía, hasta que abruptamente dejó de hacerlo:


—Morirías si te atiborras después de inanición.


Giselle no lo creyó. Entre los Roslein, la comida era demasiado valiosa para desperdiciarla en bocas inútiles. Así que robó comida a escondidas.

Al día siguiente, pagó el precio: su cuerpo se hinchó hasta casi reventar.


—Ah… cierto.


¿Habrá encontrado ese recuerdo en la mente del hombre? Sus ojos amargos se clavaron en ella.

¿Te sabe amargo mi pasado? Más amargo será ese cigarro.

Giselle bebió su té, desafiando al demonio con rostro de ángel. Él no insistió en que comiera más, pero ofreció algo inesperado:


—¿Quieres fumar uno?


Ella negó con la cabeza. El silencio que siguió era denso, peligroso.

Solo había dos opciones: encerrarla de nuevo o desnudarla. Decidió hablar primero:


—Ey…


Iniciar una conversación.

El hombre apartó el cigarro de los labios, pero en lugar de responder, exhaló humo y arqueó una ceja con arrogancia, cruzando las piernas.

¿Quién se cree este bastardo?

Giselle enterró sus uñas en las palmas y preguntó con voz dócil:


—¿Cómo te llamas?


Su ceño se frunció, como si aplastar la ceniza en el plato requiriera toda su atención. Solo habló al volver a ponerse el cigarro:


—Lorenz von Eisenhardt.

—No es verdad.




Crac.




El cigarro crujió bajo sus dientes. El sonido fue una advertencia. La boca de Giselle se cerró; la de él se abrió para escupir palabras envenenadas:


—Nací con ese nombre.


Desde que tuvo conciencia, supo que era el héroe de Constanza, Barón Lorenz von Eisenhardt. Era una verdad arraigada en su ser… hasta que el dueño de su cuerpo lo llamó "parásito sin raíces" y cortó ese único lazo.


—¿Quién eres tú para negarlo? ¿La mascota de ese mocoso engreído?


Giselle retrocedió. Él había admitido antes que no era Lorenz, pero ahora…


—Solo quería saber tu nombre. ¿Por qué te enfadas?

—Entonces dime: ¿qué soy?


La pregunta la paralizó. Entre sus dedos, la brasa del cigarro brillaba como un ojo rojo. Un demonio observándola.

El silencio se volvió asfixiante. Fue él quien lo rompió:


—Si no puedes responderme, no me niegues mi nombre. Es… irresponsable.


Aplastó el cigarro contra la mesa hasta partirlo en dos y se levantó. La silla chirrió. Cuando agarró la muñeca de Giselle, su corazón se detuvo.


—Si terminaste, ven conmigo.


No la desnudó. La llevó a la entrada de la cabaña y le arrojó su trench coat.

¿Ya nos vamos?

Era una mala noticia: si la encerraban de nuevo, escaparse sería imposible.


—Saca tu abrigo del bolso.


Ella pensó que se refería al frío del sótano.


—¿Solo eso? Afuera hace…

—¿…Yo también salgo?

—Traje el auto. ¿Qué tal un paseo?


¿Un secuestrador invitándola a un "paseo romántico"?

Era absurdo. Él estaba furioso, pero actuaba como si le ofreciera una cita.

¿Qué diablos planea?

Parecía haber otro propósito oculto en este "paseo", algo que Giselle no entendía. Pensó que quizás quería trasladarla a otro sitio, pero dejó su bolsa de ropa en la cabaña al subir al coche, así que probablemente no era eso.

¿Acaso no considera que pueda intentar escapar?

La respuesta llegó de inmediato, aunque no la quisiera: en cuanto entraron al auto, el hombre esposó sus muñecas juntas.

El coche descendió por la montaña hasta llegar al asfalto. No había ni rastro de civilización en medio de ese bosque, solo oscuridad impenetrable más allá de los faros. Tan negra como los pensamientos de Giselle.

Al volverse hacia la ventanilla, sus ojos se encontraron con su propio reflejo en el cristal. Mientras planeaba su siguiente movimiento, el hombre —que tamborileaba el volante y tarareaba con irritante despreocupación— preguntó de pronto:


—¿Quieres que te enseñe a conducir? Como él ya no puede hacerlo por mi culpa… ¿Qué tal si yo me disculpo siendo tu profesor?


¿Disculparse? ¿Acaso sabía siquiera lo que era el remordimiento?


—No, gracias.


respondió secamente.

El silencio regresó, pero esta vez sin su odioso tarareo. Era igual de inquietante que en la cena, aunque hablar sin cuidado antes solo había empeorado las cosas. Ahora mantuvo la boca cerrada, ignorando incluso cuando el hombre se aclaró la garganta.


—¿Estás enfadada?


Los ojos de Giselle se agrandaron en su reflejo.

¿En serio? ¿Él me pregunta a mí eso? ¿Cuándo le había importado su estado de ánimo? Ya le había dicho que no esperaba cariño, que el odio no le afectaba.

No respondió. Ni siquiera cuando él jugueteó descaradamente con la cadena de las esposas.


—¿Nada más te interesa aparte de mi nombre?


Le tentó responder con un "no" cortante, pero…

Él fue quien se enfureció antes por una pregunta inocente. Duele no saber ni quién eres.

Aún así, ahora sabía algo sobre él. Cuanto más descubriera, más vulnerabilidades encontraría. Tal vez podría usarlas. Para eso, debía halagar su ego.


—Tengo muchas preguntas.


dijo, deslizando la mirada hacia él.


—¿Muchas?


Sus pupilas brillaron frente al camino, incapaz de ocultar su entusiasmo


— Pregunta.

—¿Puedes controlar el cuerpo del ajusshi cuando quieras, ocultar y devolver recuerdos…?

—Así es.


Los hombres siempre presumían de sus habilidades. Como los machos en la naturaleza, que mostraban su fuerza para ahuyentar rivales y atraer hembras.

¿Será instinto?

Él no era diferente. Con solo decir "así es", ya se notaba su arrogancia.


—¿Cómo lo haces?


La mayoría de los hombres no necesitaban que les preguntaran para fanfarronear. Pero si una mujer mostraba interés…

No podrían evitar vaciar hasta el último de sus secretos.

¿Y él? ¿Sería igual?

Asure: se está cambiando el término ajussi por Señor. en ingles señor es Mister. Este nuevo término cambiado es para diferenciar cuando esta con Edwin que con Lorenz ... Ajussi significa hombre de mediana edad, relativamente lo mismo pero para diferenciar, si les agrada, me avisan, sino continuo con Señor (Mister)

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