LA VILLANA VIVE DOS VECES 374
El sueño de la mariposa (41)
Cedric no pudo evitar sonreír al ver el rostro desanimado de Artizea.
Al principio, cuando ella dijo que no sabía bailar, pensó que era solo falsa modestia. Pero la realidad superó sus expectativas: realmente no tenía ritmo.
Lo poco que lograba hacer debía ser fruto de arduas prácticas. Sin pareja de baile, era imposible que se acostumbrara a sincronizar movimientos.
Además, recordó algo: antes de casarse con él, Artizea casi nunca había bailado en fiestas. Podía contarlas con los dedos de una mano.
Por un instante, el rostro irritante de aquel pelirrojo casi aparece en su memoria, pero Cedric lo reprimió con fuerza. ¿Para qué recordar a alguien que ya no es relevante?
El verdadero problema era que su sonrisa había empeorado el ceño fruncido de Artizea.
—Con práctica, lo lograrás.
dijo, intentando animarla.
—El vals no es difícil.
Artizea murmuró con voz apagada, jugueteando con su falda:
—Por mi culpa, Lysia tiene que repetir la misma parte una y otra vez…...
—¡A mí no me molesta! ¡Es divertido.
interrumpió Lysia, sonriendo.
—Además, Ansgar cambia la música y los pasos para que no sea aburrido.
Cedric extendió la mano.
—Lysia, descansa un poco. ¿Practicas conmigo?
Las mejillas de Artizea se tiñeron de rojo al instante. En lugar de tomar su mano, retrocedió como si la hubiera quemado.
Cedric miró su propia mano, confundido. Antes de que pudiera reaccionar, Artizea escondió el rostro entre las palmas y salió corriendo.
El chasquido de la puerta al cerrarse lo dejó paralizado.
—¡Señorita Tia!
Lysia corrió tras ella.
Cedric iba a seguirlas, pero Ansgar lo detuvo con voz inusualmente severa:
—Mi señor, perseguir a una dama así no es propio de un caballero.
—¿Qué?
Era cierto. Perseguir a una dama que buscaba espacio era inapropiado, incluso amenazante. Pero…
—Artizea aún es una niña. Como su protector, no puedo dejarla…..
—Las damas pequeñas también merecen respeto. Sobre todo siendo su prometido.
—Pero…..
—Por cierto… ¿No debería estar en la biblioteca estudiando?
—Ah…...
—Su dedicación a los estudios ha decaído. Me preocupa.
Cedric, sintiéndose como un niño regañado, murmuró:
—Entiendo. Entonces, Tia…
—Yo me ocuparé de la señorita.
Con un suspiro, Cedric arrastró los pies hacia la biblioteca. ¿Desde cuándo un duque se siente como un chico de trece años? Pero ante Ansgar, no había opción.
⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
Ansgar esperó a que Cedric se fuera antes de sonreír. Sabía exactamente dónde encontrar a Artizea: el desván.
En el palacio ducal, ese espacio estaba limpio y preparado para los niños. Ansgar incluso había dejado cajas viejas y trastos a propósito, para darle ese aire de escondite mágico.
Al abrir la trampilla del techo, encontró a las dos niñas sentadas en el suelo. Artizea aún tenía las mejillas encendidas.
—¿Preocupada?
preguntó Ansgar, acomodándose junto a ellas.
—Eres increíble…..
murmuró Artizea. ¿Cómo sabía dónde buscarme?
En la mansión de los Rosan, nadie jamás la encontraba aquí.
—Sir Cedric no está decepcionado.
dijo Ansgar con suavidad.
—Es más…...
Hizo una pausa dramática.
—Baila tan bien que aunque la señorita lo pisotee, él no sentirá nada.
Artizea no pudo evitar reír, Lysia soltó una carcajada. Ansgar, sin embargo, mantuvo su expresión seria:
—No bromeo. Sir Cedric es resistente.
—¡Eso no puede ser!
protestó Artizea, aunque su ansiedad se disipó.
Cedric no se enojaría. Esa certeza le dio fuerzas para intentarlo de nuevo.
—Quiero practicar más.
—¡Yo te ayudo!
dijo Lysia, entusiasmada.
Pero Artizea quería algo más: encontrar algo en lo fuera mejor que Cedric. Así, algún día, podría ayudarlo de verdad.
⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
—¿Algo en lo que seas mejor que él?
Pavel arrugó la nariz.
—¡Pero si eres buena con los números!
—Cedric es mejor.
—¡Claro, porque te lleva años de ventaja!
refunfuñó Pavel, recordando la pila de tareas que tenía.
Tras pensarlo, sugirió:
—¿Qué tal geografía? ¿O juegos de cartas?
Artizea hinchó los mofletes, indignada:
—¡Eso es jugar, no un talento!
—Bailar también es jugar.
Entre ellos, había un abismo de incomprensión.
0 Comentarios