Hombres del Harén 884
Una vida pacífica en el palacio (3)
Latil se acercó a Klein, dejó escapar un suspiro y preguntó:
—Klein. ¿No puedes pensar dos o tres veces antes de hablar?
Klein, que había estado con el ceño fruncido, se animó al ver a Latil y sonrió, pero al oír sus palabras, volvió a ponerse serio y murmuró:
—Diga dos o tres veces, por favor.
—¿Qué?
—Si dice "tres o cuatro veces", me acuerdo del número cuatro y me pongo nervioso.
¿Qué clase de tontería es esa? Latil lo miró desconcertado, y Klein, al notar su expresión, añadió rápidamente:
—Una o dos veces también está bien.
Latil cerró los ojos con fuerza y los volvió a abrir.
—Klein… No es cuestión de cuántas veces. Lo que te estoy diciendo es que pienses antes de hablar.
Pero justo después de regañarlo, Latil recordó que él tampoco era precisamente un modelo de prudencia. Sintiéndose una poco culpable, añadió:
—Claro, todos cometemos errores. Pero al menos delante de los niños, intenta medir tus palabras.
Sin embargo, a pesar del sermón razonable de Latil, la expresión de Klein se tornó incómoda.
—¿Te refieres a Siphisa? Para Siphisa, ¿yo no sigo siendo un niño?
—Mentalmente, sí que lo eres.
Klein frunció el ceño, como si no estuviera del todo convencido.
—¿Eh? ¿Lo entiendes o no?
Latil le estiró la mejilla con firmeza para asegurarse, Klein finalmente respondió de mala gana:
—Vale, vale. "Señor bebé mayor que yo", intentaré portarme bien. ¿Así está bien?
La respuesta no era muy convincente, pero Latil decidió conformarse y se dio la vuelta.
—¡Su Majestad, Su Majestad!
Pero justo cuando Latil se disponía a marcharse, Klein, que ya había recuperado el buen humor, lo siguió y preguntó con entusiasmo:
—¿Sabes qué he estado haciendo últimamente para cuidar mi piel?
'Vaya recuperación más rápida…'
Latil, considerando la actitud que Klein había mostrado hace un momento, estaba tentado de ignorarlo, pero al verlo tan animado, no pudo evitar ablandarse y preguntar con curiosidad:
—¿Qué has hecho?
En lugar de responder, Klein, como si le diera vergüenza, rozó su mejilla contra la de Latil.
Era adorable, pero completamente críptico.
—No entiendo. ¿Qué significa eso? ¿Qué has hecho?
La comisura de los labios de Klein se elevó. En lugar de explicar, agitó el cuello de su camisa con coquetería y preguntó con voz sugerente:
—¿Quieres venir a comprobarlo?
Latil lo miró confundido hasta que, tardíamente, captó su intención y rápidamente echó un vistazo a su alrededor. Por suerte, los niños se habían ido a jugar con Siphisa y no había rastro de ellos.
—¿No quieres?
Al ver su vacilación, Klein preguntó con un dejo de decepción. Latil negó rápidamente con la cabeza.
—Cómo iba a no querer.
Latil tosió levemente, miró alrededor otra vez y preguntó en voz baja:
—¿Cuándo vamos?
Vanille, que había estado observando a Klein y a la Emperador susurrando desde cierta distancia, suspiró aliviado. Menos mal… Parece que no han llegado a pelearse.
⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
Unos días después...
Latil revisaba una solicitud de ayuda no oficial enviada por Hyacinth y el calendario mensual del Escuadrón Anti Monstruos cuando el mayordomo entró con animación:
—¡Su Majestad! Sir Baekhwa, Sir Anya, el Sumo Sacerdote y el "Caballero de Cabello Verde" han regresado sanos y salvos.
—¡Al fin! Que pasen.
Al gesto del mayordomo, el secretario abrió la puerta, revelando a cuatro figuras polvorientas y desaliñadas que entraron en fila.
Al verlos, Latil se lanzó hacia Jaisin y lo abrazó con fuerza.
—Mi músculo sagrado. ¿Regresaste bien?
Jaisin, que no esperaba tal efusividad de la Emperador, tropezó aturdido y balbuceó:
—¡S-sí! ¡Sí! ¡Sí!
—Vaya entusiasmo en tu respuesta.
rió Latil, observándolo con cariño. Notó que el sacerdote estaba más delgado, le invadió la compasión. Alzó una mano para acariciarle la mejilla, pero...
—¡Su Majestad! Estoy cubierto de tierra... He estado saltando entre músculos.
Jaisin retrocedió un paso, evasivo, dejando la mano de Latil en el aire.
—?
Baekhwa suspiró ante la escena.
'¿En serio? La Emperador te abraza y tú te apartas...'
—¡Podremos continuar... después del baño!
declaró Jaisin, como solución.
Otro suspiro más fuerte de Baekhwa.
—¿En serio?
Latil no le importaba el polvo, pero si Jaisin insistía en evitarlo, no podía forzarlo. Con cierta pena, lo soltó.
Al girarse, vio a Anya sonriendo y saludando. Latil le devolvió el gesto, pero entonces notó al Mago Blanco junto a él.
El mago alternaba la mirada entre el suelo y Latil a velocidad vertiginosa. Al cruzarse sus ojos, farfulló:
—Yo... ayudé... mucho... ¿Me perdonaría ya...?
—Desde que te uniste al rescate de Tasir.
—¿Eh?
—Hace tiempo que dejé de perseguirte en serio.
El Mago Blanco parpadeó, tardando en procesarlo.
—¡¿En serio?!
exclamó, eufórico.
Su sonrisa genuina (liberada tras tanto nerviosismo) reveló una belleza que su actitud tímida solía opacar. El mayordomo no pudo evitar mirar fijamente su rostro, luego lanzó una mirada sospechosa a Latil.
'¿Qué? ¡Yo no hice nada'
quiso protestar la Emperador, pero al ver a Jaisin jugueteando con su manga, calló.
El sacerdote tenía una expresión inusualmente melancólica.
⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
Esa noche...
Latil fue a buscar a Jaisin para cenar juntos y asegurarse de que estuviera bien. El sacerdote, recién bañado, lucía impecable: su ropa fresca y su cabello húmedo y ordenado contrastaban con su aspecto polvoriento de horas antes.
—¡Su Majestad! ¿Me honra con su visita?
exclamó Jaisin al verla entrar.
Latil cerró la puerta y se acercó de inmediato, escudriñando su expresión.
—¿Hmm? ¿Ocurre algo?
—Antes parecías melancólico. Quería comprobar si ya estabas mejor.
Afortunadamente, Jaisin parecía normal. Pero cuando Latil insistió con un "¿De verdad estás bien?", el sacerdote volvió a agitarse y suspiró.
—Ah... eso.
—¿Qué pasa? ¿Ocurrió algo? ¿Estás herido?
Latil le cubrió el rostro con una mano, revisándolo minuciosamente. No había señales de lesiones, pero Jaisin bajó la mirada y murmuró:
—No, no es nada importante. Solo que......
—Dímelo. Soy tu esposa, ¿no?
—¡Sí que lo es!
Jaisin se animó por un instante al oír la palabra, pero su expresión pronto se nubló de nuevo.
—?
—Vamos, dime.
insistió Latil, tomándole las manos.
Finalmente, Jaisin cedió:
—Es que... involucra a otros. A Sir Anya y Leysian.
—Ah. Esa tensión entre ellos. Lo sé, pero hago como que no lo noto. Puedes contármelo.
—¡Ah! ¡Así que ya lo sabía!
Jaisin se relajó un poco y soltó el secreto.
—Baekhwa también se enteró.
—Entiendo. Pero ¿por qué tú estabas tan afectado?
El alivio de Jaisin duró poco. Su rostro se ensombreció de nuevo.
La culpa era toda de Baekhwa.
Mientras rescataban a la gente del monstruo del túnel, Baekhwa había descubierto el asunto entre Anya y Leysian y, acto seguido, le había soltado a Jaisin un sermón interminable:
'Hasta una vampiro que apenas ve la luz del día logra enamorar a un Príncipe... ¿y usted, siendo el esposo legal y oficial de la Emperador, sigue sin ser correspondido?'
Le había repetido lo mismo todo el día (excepto cuando dormía).
Para colmo, el Mago Blanco no hacía más que sonreírle a Latil con ese rostro perfecto, Baekhwa suspiraba a su lado como una máquina de vapor. Era imposible no deprimirse.
Pero Jaisin no podía confesarle eso a Latil.
Ante su silencio persistente, Latil se levantó de puntillas y besó sus labios.
—Qué boca más terca tienes.
⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
En el día del cumpleaños de Klein, Latil propuso a los miembros del harén —que, debido a sus ocupaciones, cada vez les costaba más reunirse— cenar todos juntos.
Los consortes no tenían el menor interés en celebrar el cumpleaños de Klein. Pero, pensando que si no asistían a la cena, la Emperador terminaría cenando a solas con él, todos aceptaron la invitación.
Cuando el Chambelán recogió las respuestas unánimes y se las comunicó a Latil, no pudo evitar soltar una risa.
—"Como terminaremos cenando juntos, hoy también habrá pelea"
Latil no pudo negarlo y terminó riéndose también.
Más tarde, tras terminar sus deberes vespertinos, Latil tomó el regalo que había preparado para Klein y se dirigió al harén.
Sin embargo, sus pasos se desviaron automáticamente cuando divisó el gran invernadero. Sin darse cuenta, se encontró parado frente a la estructura, mirándola fijamente.
Al verlo, los pensamientos sobre Girgol se intensificaron, sumiéndolo en una melancolía más profunda de lo habitual.
Girgol se había ido, y ahora nadie sabía dónde estaba. Incluso Siphisa aseguraba no conocer su paradero. Aun así, Latil no sabía qué hacer con el invernadero.
'¿No sería mejor si no lo tuviera frente a los ojos? ¿Debería cambiar su forma? ¿O moverlo a otro lugar?'
Las dudas lo asaltaban una y otra vez.
Pero como Zai’or aún vivía allí, seguía postergando la decisión, incapaz de actuar.
[¡Ay, aquí estaba usted!]
De pronto, la voz atolondrada de Grifo lo sacó de sus pensamientos. El ave volaba hacia él desde la dirección del harén y, sin perder tiempo, se posó en su hombro.
[¡Vinimos a buscarla porque el Lord no llegaba!]
—Ah… ya están todos. Lo siento.
[¿Por qué mira el invernadero con tanta tristeza?]
—Estoy pensando si destruirlo o moverlo.
Latil respondió con honestidad mientras jugueteaba con las plumas del ala de Grifo. Pero el ave reaccionó como si hubiera escuchado una blasfemia, saltando indignado.
[¡No, no puede hacer eso! ¡Girgol ese tipo armará un escándalo si descubre que destruyó su casa!]
—¿Un escándalo? Pero si Girgol ya se fue…
Confundida por la afirmación, Latil lo interrogó. Grifo movió ligeramente la cabeza antes de preguntar:
[Oh… ¿acaso no se lo dije?]
—¿El qué?
[¡Ay, se me olvidó!]
—?
[Girgol me dejó un mensaje para usted.]
Latil abrió la boca, desconcertada. Eso nunca me lo habías dicho.
—"Dile a la Jovencita que no toque mi invernadero."
[Eso fue lo que dijo]
Las palabras de Girgol, transmitidas por Grifo, primero lo sorprendieron… y luego hicieron que su corazón se agitara.
—¿En serio?
[Claro]
—¿No lo estás exagerando?
[Me pidió que se lo transmitiera tal cual. No añadí nada]
Aunque venían de Grifo, el mensaje sonaba creíble. No había rastro de exageración en esas palabras directas.
El corazón de Latil latía con fuerza, sin querer, esbozó una sonrisa.
Así que Girgol dejó ese mensaje… ¿Acaso "no tocar el invernadero" significa que algún día volverá?
Tan pronto como lo pensó, su ánimo, antes sombrío, se llenó de emoción. El invernadero, que antes le parecía un recordatorio doloroso, ahora se veía como el hogar al que Girgol regresaría. Le inspiraba calidez, como si fuera algo que jamás debía alterarse.
Con paso ligero y ánimo renovado, Latil finalmente se encaminó hacia el harén.
Sin embargo, durante los 30 minutos que Latil se demoró, el salón del banquete ya era un hervidero de alboroto. Incluso antes de abrir la puerta, los gritos desde dentro lo dejaron claro.
Curioso por lo que ocurría, Latil abrió la puerta con sigilo, intentando pasar desapercibida.
Lo primero que vio fue a Klein, empapado como una rata, protestando ante Meradim.
—¡¿Otra vez me lanzas agua?! ¡¿Por qué?!
—¡Insultaste a mi hijo! ¡Es lo mínimo!
—¡¿Qué hijo?! ¡Sigue siendo un huevo! ¡Y nunca lo insulté!
Titus, apoyando a Meradim, intervino:
—¡Dijiste que los alevines tienen "cabeza de pez"!
Klein, exasperado, replicó:
—¡¿Y eso qué tiene de insultante?! ¡Tu especie tiene cabezas de pez!
Meradim respondió lanzándole más agua, haciendo que Klein gritara:
—¡¡Pez estúpido!! ¡¡Me gasté un mes preparando este traje para la Emperador!!
Tasir, viendo que la situación se descontrolaba, intentó mediar:
—Ja, ja… basta, ¿no?
—Cállese él primero, hermanito.
—El príncipe siempre habla así. ¿No podría ser magnánimo, noble rey sirena?
Meradim pareció considerar la idea, pero entonces Gesta, tapándose la boca, añadió:
—Aunque… técnicamente, Klein tiene razón. Los bebés sirenidos sí tendrán cabezas de pez…
Klein, sintiéndose respaldado, alzó la voz:
—¡¿Ves?! ¡Es la verdad!
Tasir miró fijamente a Gesta con una sonrisa tensa, este lo devolvió con ojos como platos.
Mientras tanto, Ranamoon, ajena al alboroto, bebía té con elegancia, como si tuviera la habilidad de bloquear todo ruido a su alrededor.
En otro rincón, Kallain, Sonnaught y unos pocos más conversaban en voz baja. Al escuchar con atención, Latil descubrió que Sonnaught le daba consejos de crianza a Kallain, mientras Sonnaught opinaba desde afuera.
[Esto es un desastre.]
Grifo resumió la escena en una frase.
Latil asintió.
—Sí…
Pero luego, sin poder evitarlo, se rió.
Cuando los consortes llegaron por primera vez, sus peleas la exasperaban. Pero después de todo lo vivido, ya no le afectaban. Al contrario, este caos se sentía… normal. Como parte de su vida cotidiana.
—Aun así, prefiero esto. Que podamos quejarnos y reconciliarnos entre nosotros.
[Por mucho que lo endulce, sigue siendo un desastre.]
—Bueno, para nosotros, esto es paz.
Mientras acariciaba la cabeza de Grifo, Tasir lo notó y se acercó.
—¡Su Majestad! ¿Cuándo llegó?
Aunque el escándalo continuaba, todos reconocieron al instante las palabras "Su Majestad" y se apresuraron a callarse y ponerse de pie.
Tasir extendió la mano hacia Latil.
—Vamos.
Con una sonrisa radiante, Latil caminó hacia donde los hombres del harén lo esperaban.
Asure: Se viene el frutifantastico del que falta, vamo a ver (supuestamente son 2 capítulos como el de Tasir) .... Feliz miércoles
Si te gusta mi trabajo, puedes apoyarme comprándome un café o una donación. Realmente me motiva. O puedes dejar una votación o un comentario 😁😄
0 Comentarios