HDH 871




Hombres del Harén 871

Por segunda vez





Por un instante, Latil se preguntó: ¿Eso es siquiera posible?

Anya era una vampiro, mientras que Baekhwa era humano, pero su alma estaba atada a Anyadomis.

No es que fuera imposible acabar con ambos, pero que murieran al mismo tiempo… ya de por sí era poco probable, la posibilidad se reducía aún más.


—¿De qué estás hablando? ¿Baekhwa y Anya podrían morir?

[Los vi juntos mientras volaban y yo iba sobre ellos desde arriba. Pero de repente, el suelo se hundió de golpe y desaparecieron.]

—¿No los atrapaste?


Sonnaught preguntó, incrédulo. Según su lógica, un grifo debería haber sido capaz de atrapar al menos a dos personas.


[Tan pronto como me di cuenta de que el suelo había desaparecido, todo volvió a la normalidad. Cuando reaccioné, ya no había nada más que tierra, y ellos habían desaparecido sin dejar rastro. ¿Cómo se supone que los iba a atrapar?]


Ante la respuesta tajante del grifo, los ojos de Latil, Tasir y Sonnaught se abrieron de par en par.


—¿El suelo… desapareció?


Murmuró Latil en estado de shock antes de apresurarse a caminar en dirección al harén.
















⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
















—¡Gesta, Gesta!


El lugar al que Latil se dirigía era la residencia de Gesta. Caminaba por el pasillo llamándolo en voz alta, y cuando llegó, ambas puertas, la exterior y la interior, ya estaban abiertas.

Gesta estaba de pie en el interior de la habitación, con una apariencia frágil, observando en silencio a Latil.


—¡Gesta!


Latil entró con pasos firmes en la habitación.

Sonnaught y Tasir intentaron seguirla de manera natural, pero Tree, que estaba en la sala de estar, se apresuró a bloquearles el paso.


—Apártate.


Sonnaught ordenó con frialdad, pero Tree, dispuesto a recibir un regaño si era necesario, se mantuvo firme en su lugar.


—Está bien. De todos modos, sabemos por qué ha venido Su Majestad. Mejor nos quedamos aquí y tomamos un café en lugar de meternos en problemas.


Gracias a que Tasir sujetó a Sonnaught por la cintura y lo hizo retroceder, Tree logró mantenerse en su sitio sin ser empujado.

‘¿Meterse en problemas?’

‘¿Entonces eso significa que Su Majestad no ha venido por algo bueno?’

Aun cuando vio a Sonnaught y Tasir alejarse, Tree no pudo sentirse del todo aliviado. Preocupado, miró hacia la puerta interior que ya se había cerrado.

Y su preocupación no estaba errada.


—Gesta, necesito pedirte algo.


Tan pronto como Latil habló, la expresión de Gesta, que había estado parpadeando con fragilidad, se quebró notablemente.

Latil tomó su rostro entre sus manos para evitar que frunciera el ceño y le sonrió.


—Me ayudarás, ¿verdad?

—…….


Gesta, con una mirada gélida, la observó por un momento antes de responder a regañadientes.


—¿De qué se trata…?


Latil retiró lentamente las manos de su rostro y le explicó la situación.


—Los soldados del Escuadrón Anti Monstruos han desaparecido dos veces seguidas. Por eso, hace unos siete meses, le pedí ayuda a Kallain. Le pedí que infiltrara a cinco mercenarios vampiros de la Orden de la Muerte Negra, haciéndolos pasar por reclutas. Pero también desaparecieron, incluyendo a dos vampiros. Afortunadamente, dejaron una marca antes de desaparecer, así que envié a Baekhwa y Anya a investigar. Pero ahora ellos también han desaparecido.

Latil caminó lentamente hasta el sofá y se dejó caer pesadamente en él.


—Había un grifo en la escena. Dijo que, de repente, el suelo se hundió y luego volvió a la normalidad en un parpadeo. Si incluso Baekhwa y Anya, que son tan fuertes, no pudieron reaccionar, entonces algo realmente extraño está pasando.

—¿Y…?

—Tú usas la Guarida del Zorro. Incluso si el suelo colapsa de repente, podrías escapar a través de ella. ¿Podrías ir al lugar y echar un vistazo?


Gesta comenzó a caminar lentamente, rodeando el sofá donde Latil estaba sentada.

Mientras analizaba su expresión desde todos los ángulos, Latil forzó una sonrisa y preguntó:


—¿No quieres ir?

—Su Majestad quiere enviarme a un lugar tan peligroso… ¿Es porque me considera desocupado? No soy ministro, ni comandante de la Guardia Imperial, ni tengo hijos…

—No es eso. Incluso si fueras ministro, te habría pedido lo mismo.

—Entonces, ¿cree que un consorte inútil y ocioso como yo puede ir a un lugar peligroso y morir sin que importe?


Latil observó sus párpados entrecerrados y preguntó con sospecha:


—¿Lancaster?

—Ding dong.


Los ojos, que estaban a medio cerrar, se abrieron de golpe y su expresión se tornó visiblemente molesta.

Conde Lancaster se dejó caer en el sofá y miró de cerca a Latil, esbozando una sonrisa burlona con un solo lado de sus labios.


—Otra vez has venido a tratarme como si fuera un caballo, ¿verdad?

—Hazme el favor.

—No quiero.

—Llama a Gesta.

—Tiene miedo.

—…….


Conde Lancaster sonrió con malicia, esperando la reacción de Latil.

Ella empujó su hombro y se levantó de golpe del sofá.


—¡Ay, ay! La Emperador está golpeando a su consorte.


Conde Lancaster se quejaba mientras sostenía su hombro como si realmente le doliera.


—¿Crees que no tengo a nadie más que pueda ayudarme?


Latil bufó y, sin más, abrió la puerta de golpe.

En la sala de estar, Tree vio la expresión afilada de la Emperador y pensó de inmediato: ‘Ah… otra vez han peleado.’

Con lágrimas en los ojos, le suplicó:


—Su Majestad, no importa lo que haya dicho nuestro Joven Maestro, yo me disculpo en su lugar. Él siempre está esperando por usted. Por favor, no se enoje.


Ante su sincera súplica, Latil se quedó sin palabras y solo abrió la boca, sin saber qué responder. Luego, echó un vistazo por encima del hombro.

Conde Lancaster, sin que quedara claro si estaba actuando o si Gesta había regresado, bajó la cabeza con expresión abatida.

Latil resopló y salió al pasillo.

Mientras caminaba por el corredor, vio a Tasir y Sonnaught apoyados en la barandilla, bebiendo café.

Tasir vio la expresión enfadada de Latil y comentó con una sonrisa, dirigiéndose a Sonnaught:


—Te lo dije. Saldría en menos de 5 minutos.

—…!
















⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
















Hora de la cena.

Latil llamó a los miembros de su séquito, les explicó brevemente la situación y luego preguntó:


—Así están las cosas. ¿Quién cree que debería ir? Kallain, Sonnaught y Ranamoon no pueden, tienen que cuidar de los niños. Tasir tampoco, porque es un emisario.


Apenas terminó de hablar, Klein levantó la mano de inmediato.


—¡Majestad! ¡Últimamente estoy aburrido!


Al escuchar eso, Gesta puso una expresión extraña, recordando cómo él mismo había rechazado la propuesta de Latil diciendo: ‘¿Acaso parezco aburrido?’.

Latil también miró de reojo a Gesta por reflejo, pero luego volvió su atención a Klein y le respondió con firmeza:


—No puedes ir.

—¿Eh? ¿Por qué no?

—Porque eres débil.

—¡Majestad!


Klein, que estaba muy orgulloso de sus habilidades con la espada, abrió la boca con incredulidad. Sabía que entre los demás consortes destacaba menos porque no eran humanos, pero estaba convencido de que, entre las personas, él era de los más fuertes.


—Majestad, creo que sus estándares son demasiado altos. No soy débil.

—¿Ah, sí? Klein, ¿qué harías si de repente el suelo bajo tus pies desapareciera?

—Saltar, por supuesto.

—Pero ya fallaste en saltar a tiempo y fuiste absorbido por el templo subterráneo, ¿recuerdas…?

—…….


Cuando Latil dejó la frase inconclusa, la expresión de Klein se tornó visiblemente sombría. Frunció los labios y desvió la mirada con disgusto. Pero no insistió más.

Jaisin, sabiendo que él tampoco tenía una solución para el problema del suelo que desaparece, se quedó en silencio.

Latil dirigió entonces su mirada a Girgol.

Girgol, que no estaba prestando atención a la conversación, ladeaba la cabeza distraídamente. Cuando sus ojos se encontraron con los de Latil, sonrió radiante y sugirió:


—¿Y si simplemente les hacemos un funeral? Ambos han vivido lo suficiente, ¿no?


Latil lo miró boquiabierta y, pensando que Girgol no era la mejor opción, volvió la vista hacia Meradim, que estaba sentado apartado de él.


—Meradim, ¿qué opinas? ¿Puedes hacerlo?


Sin embargo, Meradim, su última esperanza, lo rechazó inesperadamente.


—No puedo, Lord. Estoy ocupado estos días.

—¿Ocupado con qué…?


Latil recordó que la rutina de Meradim consistía en nadar, limpiar el lago, cantar, bailar, seguir a Tasir para charlar, mojar a Klein cuando pasaba, pelear con Girgol, entrenar con Jaisin y arreglarse la cola.

Bueno, de alguna forma estaba ocupado, pero no parecía tener nada tan urgente como para no ausentarse unos días.


—Solo serán unos días. ¿No puedes?

—Estoy cuidando un huevo, Lord.


Pero la explicación de Meradim fue aún más sorprendente.


—¿Un huevo? ¿Qué clase de huevo?


Latil preguntó, cada vez más confundida. Meradim golpeó el suelo con el pie y llamó:


—¡Titus, Titus!


Poco después, Titus apareció cargando un enorme huevo envuelto en una tela, como si fuera un bebé.

Latil frunció aún más el ceño.


—¿Y esto qué es? ¿Es tan urgente vigilarlo? ¿Es un huevo de avestruz?

—¿¡Avestruz!? ¡Este es mi huevo!


Latil seguía sin entender y solo lo miró con desconcierto.

Meradim sonrió, tomó el huevo de manos de Titus y lo abrazó con ternura.


—Cuando el huevo eclosione, nacerá un adorable bebé sirena. Lord, críelo como su propio hijo.


Tasir, que estaba bebiendo café, se atragantó y comenzó a toser mientras se golpeaba el pecho.

Los demás consortes miraban a Meradim sin comprender lo que acababan de escuchar.


—Ha sido demasiado repentino…


Titus suspiró y se giró hacia Latil para explicarle:


—Los sirenos nacen de huevos, Lord.


Pero tanto esa explicación como la anterior no aclaraban nada.

Latil seguía sin entender. De hecho, lo que más le intrigaba era otra cosa.

‘¿Quién puso ese huevo?’

Pero no se atrevió a preguntar. Si lo sacaban de la nada, tal vez había alguna historia triste detrás.

Por suerte, Klein, que no se preocupaba por esas cosas, preguntó sin rodeos:


—Esa no es la cuestión. ¿De dónde salió ese huevo? ¿Lo puso el Rey Pez o se lo dieron a él?


El rostro y la voz de Titus se tornaron fríos en un instante.


—Si vuelves a llamar a nuestro líder ‘Rey Pez’, morirás, humano. Y para que quede claro, nosotros no ponemos huevos. Los huevos simplemente aparecen. Así que, estrictamente hablando, este no es el huevo de Meradim, sino uno de nuestra especie.


Klein golpeó la mesa, indignado.


—Entonces, ¿quieren que criemos como un príncipe imperial a un pez cualquiera que ni siquiera es hijo de Su Majestad o de Meradim? ¡Qué descaro!


Antes de que terminara de hablar, un chorro de agua le cayó encima, Meradim exclamó indignado:


—¡Tres o cuatro, da igual!


Su comentario, descarado y rotundo, dejó a todos sin palabras, incluso a Girgol, que solo se quedó mirándolo fijamente.


—…….


Latil observó el huevo que Meradim sostenía con tanto cariño y suspiró.


—Está bien. Todo el reino sabe que eres un sireno, los ministros también, así que un bebé sirena no será problema. Lo aceptaré como hijo adoptivo o hija adoptiva.


Después de todo, no sería un heredero ni nada por el estilo, al ser de otra raza, no habría conflictos. Además, Meradim seguía siendo, técnicamente, un consorte de Latil, así que sería un buen gesto aceptar al bebé.

Cuando Latil le dio su aprobación, Meradim se sintió tan eufórico que empezó a tararear y, abrazando su huevo, se marchó con Titus.


—¡Ese maldito pez! ¡Se olvidó de que estábamos en medio de una reunión!


Klein gritó, furioso, pero Meradim ya se había ido. Molesto, exprimió el agua de su cabello.

Latil dejó escapar un profundo suspiro y miró a los demás consortes. Al final, la única opción que quedaba era Gesta.


—Gesta, al final parece que eres el único que puede acompañarme.


Cuando Latil volvió a mencionarlo, Gesta puso una expresión de pánico y bajó la cabeza.


—Lo siento, Majestad… Me da miedo… ¿Y si me desmayo antes de poder usar la Guarida de zorro…?


Ante la segunda negativa, el rostro de Latil se endureció.

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