Domé a un Tirano y Huà 212
SIDE STORY - 73
Mientras tanto, en el pasillo del tercer piso, el Gran Duque forcejeaba con una doncella de Charlize.
—¿Cómo es que las cartas de Rachel sà pueden pasar, pero no los regalos que dejó?
—Su Majestad el Emperador ha dado órdenes estrictas: cualquier obsequio destinado a la Emperatriz debe ser inspeccionado minuciosamente antes de ser entregado.
—Y ya fueron inspeccionados.
—Es la cuarta vez que lo repito, pero los regalos preparados por Su Alteza el Gran Duque no cumplen con los estándares de seguridad.
El Gran Duque y su primogénito, Akan, intercambiaron miradas de incredulidad.
—Estos son regalos que mi difunta esposa, Rachel, preparó para… la hija de su hija. ¿Cómo se atreven a impedÃrmelo?
—Por más doloroso que sea, no podemos violar los protocolos.
En ese momento, Dante, el segundo hijo, apareció en el pasillo y frunció el ceño al ver la escena.
—¿Padre? ¿Hermano? ¿Qué hacen aqu�
—…Dante.
El joven entendió todo al ver la caja de regalo en manos del Gran Duque: ropa y juguetes exquisitos para una recién nacida.
'Maldición, padre. Por favor…'
Sin considerar el dolor que esto causarÃa a Charlize, su único objetivo era entregar regalos a la hija de ella. Dante apretó los puños.
—Deje en paz a la criada y regresemos al palacio, padre.
—No te metas.
Aunque el Gran Duque lo reprendió con frialdad, Dante no cedió.
—¿Cree que el Emperador no lo sabÃa?
—¿Qué?
—Él ya conocÃa la existencia de estos regalos. Si no permitió que llegaran a la Emperatriz, fue por una razón.
Si conocÃa a ese hombre —a Dylan—, era obvio que ya habÃa tomado una decisión irrevocable.
El Emperador es sorprendentemente indulgente con Ronan… quizás por respeto a Charlize. Pero incluso su indulgencia tiene lÃmites. SerÃa sabio no cruzarlos.
No habÃa interacción alguna entre Dylan y Ronan. Sin Charlize, ni siquiera existirÃa un punto de contacto.
—Tss.
Ante la mirada firme de Dante, el Gran Duque chasqueó la lengua y desvió la vista. Pero entonces sus pupilas se dilataron: a lo lejos, distinguió un séquito imperial.
¿Charlize?
Desde el tercer piso, la figura de Charlize era clara incluso a través de las ventanas. Con una sonrisa radiante, caminaba con cautela, sosteniendo de las manos a Dylan y a Kaleon.
Su vientre, prominente por el embarazo avanzado, parecÃa tan grande como una montaña.
Charlize reÃa ante los parloteos de Kaleon, mientras Dylan la vigilaba con devoción, como si fuera una frágil porcelana.
—…....
Siguiendo la mirada del Gran Duque, Dante y Akan también volvieron los ojos hacia la ventana.
Familia.
Por primera vez, esa palabra les pareció adecuada. Charlize irradiaba una felicidad completa.
Ante ella, Dylan no era más que un cordero dócil.
No se veÃa qué le habÃa pedido Charlize, pero el Emperador, señalándose a sà mismo con incomodidad, asintió con la cabeza mientras su rostro se enrojecÃa hasta las orejas.
Para Charlize, su familia ya no era Ronan, sino Dylan, Kaleon y la princesa que pronto nacerÃa. Todo parecÃa… armonioso.
—…....
Los hombres de Ronan enmudecieron.
Pero los remordimientos siempre llegan tarde.
Es la primera princesa de Lariego.
MerecÃa un trato exquisito.
La lista de nombres propuestos para la princesa superaba ya los 700, pero más de la mitad eran obra de Kaleon.
El niño, genio precoz convertido en maestro espadachÃn, notó las miradas de Ronan a lo lejos… y las ignoró.
—¿Ya eligió el nombre de mi hermana?
—SÃ, Kaleon.
—¿Cuándo me lo dirá, mamá?
—Será el nombre que llevará al nacer. ¿Podrás esperar hasta entonces?
Aunque detestaba que le tocaran la cabeza, hacÃa una excepción con sus padres. Bajo la caricia suave de Charlize, el niño sonrió con picardÃa.
—Cuando nazca, le haré el juramento de caballero de inmediato.
Incluso si era solo un bebé, Kaleon ya estaba listo para servir a su hermana como su dama.
Aunque al principio su corazón se habÃa encogido al saber del embarazo, la confirmación de que serÃa una niña lo habÃa aliviado más que a nadie.
—Prométeme que la amarás mucho.
Charlize apartó un mechón de su hijo al hablar. Algo en su tono hizo que Kaleon se quedara quieto.
Dylan apretó levemente la mano que sostenÃa a Charlize.
Durante ambos embarazos, ella le habÃa repetido la misma petición:
[Si alguna vez… tienes que elegir entre mi vida y la del bebé…]
[Eso nunca ocurrirá, Charlize.]
[Debes elegir al bebé, Dylan.]
[…]
Rachel, la duquesa, habÃa muerto al dar a luz a Charlize, por eso Ronan la habÃa despreciado.
Ese era el verdadero miedo de Charlize:
Si ella morÃa al traer al mundo a su hija…
¿PodÃa estar segura de que Dylan y Kaleon no repetirÃan la historia de los hombres de Ronan?
[Júrame por tu alma… que nunca odiarás a ese niño.]
No podÃa reprocharles su insistencia. Charlize lo repetÃa inconscientemente. Las heridas de la infancia dejan cicatrices en el alma, incluso en la adultez.
Y Dylan, cada vez, respondÃa lo mismo:
[Lo… juro, Charlize.]
—........
En ese instante, las miradas de Dylan y Kaleon se encontraron en el aire, breves pero elocuentes.
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El aire otoñal era fresco, pero Charlize, en su noveno mes de embarazo, no podÃa permitirse largos paseos.
Poco después, en el dormitorio imperial, se dejó caer en un sillón, hundiendo su espalda en el mullido respaldo.
'Estoy incómoda... agotada...'
Hasta respirar le costaba. La pesadez de su cuerpo y su estado fÃsico le recordaban lo inminente del parto. Cerró los ojos y cayó en un sueño ligero.
Chap.
Despertó al sentir sus pies sumergidos en agua tibia. Dylan, cuyas manos solo conocÃan la ternura cuando se trataba de Charlize, vertÃa con cuidado el lÃquido sobre sus empeines.
Ella abrió los ojos lentamente.
Ahà estaba: el Emperador, quien deberÃa ser la persona más augusta del reino, arrodillado ante ella, lavándole los pies.
— Hasta dormida eres adorable, Charlize.
— Dylan...
— Puedes seguir durmiendo. Seré gentil.
— ¿Y Kaleon?
Las manos de Dylan, que contemplaban sus pies pálidos, hicieron una pausa casi imperceptible antes de continuar.
— El prÃncipe ha regresado a sus aposentos.
Sus dedos, cálidos y firmes, masajeaban cada dedo con esmero. El agua donde reposaban sus pies no era ordinaria: provenÃa de las laderas de Dotren, cargada de mana, brillando como plata fundida. La temperatura, cuidadosamente regulada para no dañar al bebé, era perfecta.
Aunque Charlize no pudo evitar pensar:
'Debió ser difÃcil recolectarla, incluso en pleno invierno...'
Dylan siempre quiso darle lo más cálido, especialmente a ella, que habÃa soportado tantos frÃos en su vida.
Por más cruel e insensible que pareciera ante los demás, para Charlize reservaba cada gesto de amor, cada palabra tierna.
— Por cierto, el color del agua es hermoso.
— ¿Le gusta?
— SÃ, Dylan. A nuestra hija también le encantará.
— Saber que os complace hace que el esfuerzo valga la pena.
Aunque sus palabras fueron breves, Charlize entendió la dedicación tras ese simple acto.
Ella extendió las piernas dócilmente al sentir sus manos. Los dedos de Dylan rozaron su pantorrilla, y el sonido del agua al moverse le hizo cosquillas en los oÃdos. Con su pelo negro cayendo sobre los hombros mientras la secaba, parecÃa un cuadro de devoción.
— Siempre te agradezco, Dylan.
— Ni en diez mil años podrÃa pagar lo que he recibido de ti, Charlize.
QuerÃa darle solo cosas buenas: influencias, palabras, acciones, cuidados.
Y entonces...
— ¡Ah!
— ¿Qué ocurre, Charlize?
Ella se encogió ligeramente, sus ojos azules abriéndose como platos. Un mechón de su cabello ceniza le rozó la mejilla.
Dylan la sostuvo, alarmado, pero ella lo miró con emoción:
— La bebé acaba de patearme.
— ¿En serio? Quizás entendió que hablábamos de ella.
— Pero es solo un feto.
— PodrÃa ser una genio.
Medio en broma, el tirano apoyó su mano sobre su vientre. El latido del pequeño corazón llegaba a través del lÃquido amniótico, fuerte y claro.
— Otra patada.
— .......Te llama, papá.
— Es tan linda...
La voz de Charlize tembló, inusual para ella. Dylan la observó y sonrió.
— Tú eres más linda.
Le apartó el cabello de la oreja con ternura. Ella murmuró, dulce:
— Un esposo amoroso, un hijo maravilloso, una hija por nacer... ¿Puede alguien ser tan feliz?
— Tú mereces toda la felicidad, Charlize.
Sus manos se entrelazaron sobre el vientre. La sonrisa de Dylan era tan pura que ella no pudo evitar imitarla.
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