ODALISCA 158




ODALISCA 158

SS3: Craquelure (3)



Con una mirada llena de dudas, Demus respondió con seriedad.  


—¿Qué quieres decir?

—Bueno, como he perdido la memoria… Podría cometer un error frente a otras personas sin darme cuenta. Todo me resulta demasiado extraño y desconcertante. Especialmente cuando se trata de… el Marqués y yo…

—Demus.

—Ah… sí. Demus… Señor.


Corrigiéndose a sí misma de inmediato tras la indicación de Demus, Liv lo observó con cautela.  


—¿Lo dices en un sentido negativo?

—No lo sé. No es algo que pueda definir como positivo o negativo. Simplemente me sorprende. Que fuéramos amantes… Supongo que ya lo sabes, pero mi vida no ha sido precisamente acomodada, así que siempre he tenido que trabajar. Es obvio que no habría podido asistir a eventos donde podría haberme encontrado con el Marqués… No, con usted, Señor Demus.


Sus dudas eran comprensibles. Considerando la posición de Demus, era prácticamente imposible que sus vidas se cruzaran. Que alguien con quien no parecía tener ninguna conexión resultara ser su prometido… No era raro que se sintiera sorprendida.  

Cualquiera podría considerarlo un golpe de suerte, pero en lugar de aceptar la situación sin más, Liv intentaba analizarlo racionalmente. Eso era típico de ella. Aun así, por alguna razón, Demus se sintió un poco herido.  


—Tú…


Demus se humedeció los labios con la lengua, eligiendo sus palabras con cuidado.

Decirle simplemente que no se preocupara y que siguiera sin saber nada solo la llevaría a imaginar cosas y a hacer suposiciones erróneas. Lo mejor era decírselo él mismo.


—Fuiste la tutora de la señorita de la familia de Barón Pendance. Yo visité la casa del Barón por asuntos personales y ahí fue donde nos conocimos.

—Ah, ya veo. En la casa del Barón…..


Liv asintió con expresión comprensiva.  


—Entonces, ¿eso significa que nuestro encuentro en la casa del Barón nos llevó a esta relación?

—…Bueno.


No era del todo incorrecto. Aunque, claro, había muchas circunstancias y eventos omitidos en medio.  

Demus, algo inusual en él, desvió la mirada sin dar una respuesta clara. Pero Liv no parecía dispuesta a dejar el asunto así de vago.  


—¿Cómo es que un noble como usted se fijó en una simple institutriz?


Demus frunció el ceño ante la forma en que ella misma se menospreciaba.  


—¿Y qué tendría de malo que me fijara en ti?

—Es que… usted es apuesto, tiene un título de nobleza alto y, por lo que parece, también posee una gran fortuna. Debe haber muchas mujeres que lo admiren y quieran estar a su lado.


¿Debería sentirse agradecido por su cumplido? A pesar de ser palabras elogiosas, Demus no pudo evitar sentirse molesto. Quizás porque todo lo que ella mencionó no significaba nada para alguien que había perdido la memoria.  

Lo que más lo irritaba era que Liv ni siquiera consideraba la posibilidad de que él se hubiera enamorado de ella a primera vista.  

Ajena a su descontento, Liv pareció reflexionar seriamente antes de formular una nueva pregunta con cautela.  


—¿Acaso hice algo indebido con usted?

—¿Tú a mí?


Si la dejaba seguir, ¿hasta dónde pensaba llevar su imaginación?  

Demus estuvo a punto de reírse con incredulidad, pero al ver la seriedad en el rostro de Liv, ni siquiera pudo hacerlo. Lo único que no pudo ocultar fue su asombro, y con un tono de desconcierto, le respondió:  


—¿Te parezco alguien que se dejaría hacer algo así sin más?


Ante esa pregunta, Liv observó a Demus de arriba abajo. Su físico claramente indicaba que no era un hombre fácil de manipular.  

Dándose cuenta de que su suposición era un poco exagerada, Liv asintió y negó con la cabeza.  


—Bueno, supongo que no.

—Entiendo que todo esto te resulte ajeno. Pero lo único que puedo asegurarte con total certeza es…


Demus respiró hondo y la miró directamente a los ojos.  


—No soy alguien hábil en las relaciones con los demás. Por eso, nunca he tenido a nadie a mi lado. Eres la única persona que lo ha hecho. La única que tiene en sus manos todo de mí. Yo mismo te entregué esta correa, así que no hay razón para dudar. Es tuya.


Liv lo miró con la misma expresión perpleja de antes. Pero aún así, Demus no pudo hacer otra cosa más que reafirmarlo.  


—Y eso… nunca cambiará.


Porque, aunque ella hubiera perdido la memoria, seguía siendo su única y absoluta persona.
























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La salud mental no era el campo principal de Thierry, por lo que decidió viajar a una ciudad cercana para recopilar información relevante. De todos modos, lo único que se necesitaba para que el brazo sanara era tiempo, así que Demus le permitió ausentarse por unos días.

Antes de partir, Thierry advirtió a Liv que no intentara recuperar todos sus recuerdos de golpe, sino que lo hiciera con cautela. Era una herida que no podía tocar ni forzar, así que debía tratarla con el máximo cuidado.

Por esa razón, Coryda también decidió explicarle solo lo esencial y observar cómo se desarrollaban las cosas. Dado que estaban en periodo de vacaciones, Coryda se quedó junto a Liv para ayudarla a sentirse más tranquila.

Liv aceptó la recomendación de Thierry de asimilar la situación poco a poco. Sin embargo, eso no significaba que dejara de cuestionarse lo que estaba sucediendo.

De hecho, cuanto más pasaba el tiempo, más crecían sus dudas.


—Tengo la sensación de que le hice algo malo.


De repente, Liv habló mientras observaba el paisaje a través de la ventana.

Coryda, que estaba en la misma habitación leyendo un libro, levantó la vista con expresión curiosa. Liv seguía mirando afuera, pero su mirada vagaba sin rumbo fijo.


—Si no fuera así, no tiene sentido que alguien tan perfecto esté tan ciegamente obsesionado conmigo.


Coryda, que la escuchaba en silencio, terminó respondiendo con un suspiro y una expresión de fastidio.


—Hermana, acéptalo. Por increíble que parezca, esta es tu vida.

—Pero me siento incómoda.

—¿Incómoda?

—Sí. Siento como si hubiera llevado a una persona completamente normal por el mal camino.


Coryda parpadeó, incrédula.


—…¿De qué hablas?


Pero Liv simplemente suspiró con el rostro preocupado, sin escuchar la incredulidad de Coryda.  


—¿Cómo llegó a ser así? ¿Qué le hice?


Dios… No podía estar más equivocada.

Coryda la miró con expresión incrédula y chasqueó la lengua, negando con la cabeza. Si tenía tiempo para divagar con semejantes pensamientos, entonces parecía estar recuperándose bien.  

Echando un vistazo al brazo que, según Thierry, estaba sanando sin problemas, Coryda decidió volver a concentrarse en su libro. Haber sido testigo directo del caótico romance entre esos dos le dejaba claro que no había nada bueno en involucrarse. Mejor aprovechar el tiempo repasando las clases del próximo semestre.

Mientras tanto, Liv seguía totalmente sumida en sus pensamientos.

La imagen de Demus durante su conversación afuera de la mansión seguía grabada en su mente.  


—Eres la única mujer a quien he permitido pronunciar mi nombre. Mi primera y última amante. Y pronto, la única familia que tendré.  


Al escuchar esas palabras, sintió que el corazón le daba un vuelco.

Honestamente, ¿cómo podía no sentirse afectada cuando un hombre tan irrealmente hermoso le hacía una confesión tan intensa?

Había pasado su vida ocupada trabajando para pagar las medicinas de Coryda, sin tiempo para esperar un romance. Pero eso no significaba que no lo hubiera deseado.

Siempre había querido apoyarse en alguien, que alguien la protegiera. Simplemente, al considerarlo imposible, había aprendido a no mostrarlo.

Así que, en teoría, debería estar feliz con la situación…  

Pero ¿por qué?

Ese profundo y apasionado juramento le había parecido inestable. No, no era solo la confesión. Era él quien se veía inestable.

Y, aunque quizás solo fuera su imaginación, Demus parecía evitar hablar con claridad sobre su relación. No era solo por la advertencia de Thierry de ir con cuidado… Había algo más.

Esa sensación de incertidumbre la inquietaba.


—Si quieres irte de aquí, hazlo.


Ahora que lo pensaba, Coryda le había dicho eso al principio. Para alguien que acababa de perder la memoria, esas palabras no tenían mucho sentido.

Cada vez más, su intuición le decía que había algo oculto en todo esto.




Toc, toc.  




Un sonido de golpes en la puerta interrumpió sus pensamientos.

Coryda se levantó para abrir y, al otro lado, Demus estaba de pie.

Bajo la mirada curiosa de ambas, él carraspeó antes de preguntar con cortesía.


—¿Te gustaría salir a tomar aire conmigo?


Coryda, con los ojos bien abiertos, los miró alternativamente antes de cubrirse la boca y dar un paso atrás. Su intención de dejarlos solos era evidente.

Liv dudó por un momento, pero finalmente asintió.

Preocuparse no le daría ninguna respuesta. Lo mejor era pasar más tiempo con Demus.

Tal vez, poco a poco, los recuerdos perdidos regresarían.
























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Fue Philip quien le aconsejó que tuvieran una cita.


—No puedes quedarte de brazos cruzados para siempre. Doctor Gertrude no dijo que no pudieran salir juntos. Si pasan tiempo de forma natural, quizás la familiaridad le ayude a recuperar sus recuerdos.


Demus, que hasta entonces solo había estado rondando ansiosamente alrededor de Liv, aceptó la sugerencia de inmediato. Además, hizo algunos arreglos para crear un ambiente que pudiera despertar sus memorias.

El bote decorado con flores en el que estaban navegando era parte de ese plan.


—Es un lago realmente grande.  


Mientras observaba con atención la expresión asombrada de Liv, Demus se dio cuenta de que ella no recordaba absolutamente nada.  

Todo su esfuerzo de contactar deliberadamente a la familia Pendence para alquilar ese bote… había sido en vano.

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