Mi Amado, A Quien Deseo Matar 79
—Más fuerte.
La mano del hombre que sostenía la de Giselle se soltó. Desde entonces, Giselle sola comenzó a frotar el largo bulto de carne.
Caliente.
Tan caliente que el líquido que emanaba del glande del hombre se secaba rápidamente.
—Ugh…..
Cuando una gota transparente de líquido salió de la hendidura, Giselle frotó con fuerza la base del glande. El prepucio, empujado por la mano de Giselle, engulló el glande.
Lo tiró hasta el final y luego lo bajó, haciendo que la gruesa piel se deslizara hacia abajo y escupiera el grueso bulto de carne. El glande, empapado en líquido, brillaba como si fuera a reventar.
Repitió el mismo gesto varias veces. Cada vez más bruscamente. El sonido de la carne rozándose, pegajosa y húmeda, era descarado. El hombre se hundía cada vez más en el placer que Giselle le proporcionaba, hasta que apoyó la frente en ella.
—Ugh, tú sí que eres, ah, rápida para aprender.
Las palabras que susurró al oído de Giselle, con un tono de sufrimiento, sonaban mejor hoy que la última vez.
—Ahora bésame.
Al mismo tiempo que Giselle lo besaba, su mano se metía en la entrepierna del hombre. Besarse y acariciarse mutuamente era la forma adecuada de 'hacer el amor'
En este momento, a Giselle le daba igual que el hombre se corriera en sus manos y la cubriera de semen. Era amor.
¿El hombre también se sentía así?
—Te amo.
Sin embargo, debido al extraño tono al final de la frase, la declaración de amor sonaba más como una orden.
No podía ser.
—Yo también te amo.
La respuesta de Giselle, dicha mientras se besaban, provocó una pequeña sonrisa en los labios del hombre.
—¿A quién?
—A ti.
—Sí, claro.
—¡Ay!
Giselle se desplomó en la cama, empujada por la mano del hombre, él se le subió encima en un instante. Luego, la besó por todas partes.
—¡Ah!
Con fuerza, hasta que le dolió.
—Señor, ahí, ah, se ve.
Giselle intentó apartar al hombre que mordisqueaba la tierna piel de su brazo. Si seguía así, tendría que llevar ropa larga en este caluroso final de verano.
—Es para que se vea.
—¿Qué?
—Es una marca de territorio para los estudiantes de Kingsbridge que se atreven a soñar con tener a una estudiante de primer año de pelo rubio bajo su control. Giselle Bishop ya tiene dueño.
El hombre mostraba su lado más masculino. El corazón de Giselle latía con fuerza.
¿Sería por haber nacido con todo? El hombre no tenía ningún deseo de posesión. Era extraño que ese hombre, que nunca había sentido la necesidad de poseer nada, mostrara un deseo tan fuerte de poseer a Giselle. Era emocionante.
Giselle dejó de intentar detenerlo. El calor no era nada comparado con esto.
—Ah, uh…
Creak, creak.
Una vez que terminó de marcar su territorio, el hombre comenzó a frotar su polla entre las piernas de Giselle como un animal. El duro pilar de carne separó los labios de su conchita, se elevó y golpeó su clítoris, frotándose contra la húmeda membrana. Su parte inferior estaba empapada, pero aún ardía como si la quemaran. Giselle ya estaba enloquecida de deseo y se movía las caderas sin parar.
‘Por favor, métemelo ya’
Se había quedado sin métodos anticonceptivos y hacía dos días que no tenía penetración. Hacía dos días que no disfrutaba de ese éxtasis explosivo que lo hacía olvidar todo.
¿Sería por la acumulación de deseo que no se había liberado del todo? Su entrepierna no dejaba de picarle. Ahora, con la sangre corriendo hacia abajo, ardía tanto que se sentía loca.
Justo cuando deseaba que algo grueso y largo la rasguñara por dentro, sintió…
Un pinchazo.
—¡Ah!
El glande, que se había retirado por un momento, volvió a entrar en la entrada de su conchita con un golpe seco. El pesado bulto de carne presionó contra su carne. Un escalofrío de placer recorrió su cuerpo. Giselle mordió el extremo de su verga y tembló.
Sin embargo, la verga no entró más y se retiró de golpe. Como si hubiera sido un error. Una vez que lo probó, se le antojó más y ya no podía soportarlo.
—Señor, uh, hoy…
Giselle se giró para mirar al hombre que la abrazaba por detrás y la movía de cintura, comenzando a hablar. Decirle directamente que lo introdujera era demasiado explícito.
—¿Hoy solo va a ser así?
—¿Por qué? ¿Te gustaría que te metiera la polla en el vientre?
Agradecía que el hombre entendiera de inmediato lo que quería, pero no le gustaba la expresión vulgar. Si hablaba con rodeos, terminaba escuchando este tipo de lenguaje grosero, así que quizás a partir de ahora sería mejor que fuera directa.
—Pero ¿qué voy a hacer? Se me olvidó comprarlos.
La mirada de Giselle, que había empezado a albergar esperanzas, se llenó de decepción en un instante.
—Mi perrita, ¿te da mucha pena?
Asintió con la cabeza con sinceridad y el hombre se rió como si no pudiera contener su ternura, pero luego suspiró cerca de su cuello.
—Yo también tengo pena…
—Ah, uh…
La punta roma de su polla volvió a rozar la entrada de su puchita y luego se retiró.
—¿Esta noche solo la voy a meter así?
—¿Qué? Si lo hace así, podría quedar embarazada…
De repente, le dio miedo este sexo. Amaba al hombre, pero aún no estaba preparada para tener un hijo suyo. Era demasiado joven para tener un hijo, si quedara embarazada, según las normas de Kingsbridge, tendría que dejar de estudiar o, en caso de embarazo no ético, incluso podría ser expulsada.
Embarazo fuera del matrimonio, además con una persona famosa. Sería una vergüenza. Era consciente de que algún día su nombre aparecería en los tabloides, pero quería que su embarazo fuera recibido con bendiciones, no con críticas.
—La voy a sacar antes de que pase nada.
—¿Y si se equivoca?
—Entonces nacerá nuestro hijo, que será tan bonito e inteligente como tú.
—…Nuestro hijo también será así si se parece a ti.
Nuestro hijo. Le emocionaba la idea. De repente, al imaginarlo, el embarazo no le parecía tan aterrador. Pero eso no significaba que quisiera tener un hijo ahora mismo.
—Yo también quiero tener un hijo de usted algún día, pero esta noche es demasiado pronto. Todavía no nos hemos casado…
—Tranquila. Si parece que va a pasar, la sacaré. Lo que quiero decir es que si por casualidad nace un hijo, me haré cargo, no te preocupes. Giselle, ¿confías en mí?
—Sí, confío en usted.
—Qué buena eres.
Le dio una palmadita en el trasero y se levantó. Giselle, que ya se había acostumbrado a hacer el amor con él en estos últimos días, se tumbó de espaldas en la cama y abrió las piernas por sí misma. El hombre se colocó entre ellas.
—Mira, mi polla está empapada de tu jugo.
El hombre cogió la base, que estaba menos mojada, la movió. Giselle se sonrojó por la escena explícita y el líquido se le cayó en el vientre.
—Ya basta de bromas…
—¿Y qué quieres que haga?
Qué travieso era. Giselle hizo un puchero con los labios y extendió la mano hacia su entrepierna.
—Señor, póngame esto aquí.
En lugar de decir la palabra que le daba vergüenza, la señaló con la mano.
—Entonces, inténtalo tú.
Tal vez sería menos incómodo hacerlo con el cuerpo que con palabras. Giselle, sin decir nada, presionó el pilar que se alzaba hacia arriba para inclinarlo hacia abajo. Cuando levantó el trasero y acercó su vulva al extremo, se dio cuenta de que se había equivocado al pensar que sería menos incómodo, pero no se echó atrás.
Abrió su conchita con la otra mano y le introdujo el glande. El hombre, que había estado observando con una mirada de dificultad mientras Giselle le introducía su polla, no pudo contenerse cuando sintió que las paredes de su panochita se cerraban alrededor del glande.
—¡Ah!
Agarró la cintura de Giselle y la golpeó con fuerza. El largo pilar de carne, como si estuviera engrasado, se deslizó de golpe hacia adentro y se clavó en el fondo de su panochita.
Thud
Al mismo tiempo, sus huesos púbicos chocaron con fuerza.
—¡Haak!
¿Cómo iba a resistir la estimulación simultánea de sus dos zonas erógenas más sensibles? Giselle se echó la cabeza hacia atrás y gritó.
Se desplomó.
Su cuerpo, que había estado rígido, se hundió en el colchón. Giselle, que temblaba por completo después de que la tensión se disipara en un instante, asintió con la cabeza, aturdida por el éxtasis extremo. El hombre la miró con incredulidad y luego sonrió con sarcasmo.
—¿En serio, te has venido?
Giselle, con la mente nublada por el placer extremo, asintió con la cabeza. Su mirada de incredulidad se convirtió en una sonrisa irónica.
—¿Eres tú la que tiene sensibilidad, soy yo el que lo hace bien, o simplemente tu cuerpo encaja bien con el mío?
—Usted, lo hace, muy, bien…
El hombre, como si quisiera darle tiempo para recuperar el aliento, no sacó su verga, sino que lo mantuvo enterrado en su vientre, moviéndolo suavemente. Incluso con una estimulación suave, sus paredes internas sensibles, justo después del clímax, se contrajeron con fuerza y mordisquearon su polla. Los ojos del hombre también se nublaron por el placer.
—Ah, qué cuerpo tan bueno. Es una pena.
Asure: Buenos dias chiques, espero que les guste el juego de palabras que uso y no les resulte ofensivo, en caso lo sea avisar (siempre aviso en cada formato de novela que traduzco)
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