INTROG 160







INTENTA ROGAR 160

Volumen VI: Dolores de crecimiento II (3)




Cantidad Caracteres: 47132

Cuando regresó de su salida, León recorrió la oficina con la mirada y frunció el ceño. El soldado que vigilaba el pasillo le había informado que Grace estaba allí, pero a sus ojos, no había nadie.

Tampoco estaba en el baño adjunto a la oficina. Por muy experta que fuera en escapar, no tenía sentido que intentara huir de un lugar al que había entrado por voluntad propia. Así que debió de haber salido mientras el soldado no miraba. Justo cuando se disponía a salir a buscarla, el teléfono sonó.


—Winston......


León se acercó al escritorio y descolgó el teléfono, pero se quedó sin palabras.

Ahí estaba.

Grace yacía encogida bajo el escritorio con una expresión sombría. Sus ojos, fijos en el vacío, carecían de enfoque.

La casa de huéspedes, antes muerta, había cobrado vida desde que la mujer había entrado. Sin embargo, ella se comportaba como si estuviera muerta.


—De acuerdo, hágalo así.


La llamada no era nada importante. Aunque no le explicara, Grace lo entendería. Ni siquiera reaccionó al sonido del teléfono; sus ojos vacíos demostraban que ya no esperaba nada.

El teléfono recién instalado para recibir contacto de los remanentes no había sonado ni una sola vez hasta ese viernes por la tarde.

Mientras tanto, en el otro teléfono, desde el martes habían llegado ocasionalmente informes sobre fugitivos, pero todos resultaron ser falsos o malentendidos. Así, durante días, ambos habían oscilado entre la esperanza y la desesperación.

Alrededor del mediodía, llegó otro informe. La policía local había recibido un testimonio sobre una mujer que se parecía a Nancy Wilkins, vista en una pequeña ciudad cerca de la capital con una niña rubia. En ese momento, las autoridades estaban rastreando a la sospechosa.

Mientras esperaban noticias, León fue a practicar golf. En la celda de David Wilkins.

Le había preguntado a Grace si quería acompañarlo, pero ella negó con la cabeza. Y al regresar, la encontró así: escondida bajo el escritorio, igual que en el pasado, cuando la trataban como a un perro.

Ambos parecían necesitar hacer daño a alguien para aliviar su ansiedad y tensión. León lo hacía con otros; Grace, consigo misma.

'¿No seré yo quien le inculcó esa costumbre?'

La inquietud que acababa de disipar volvió a instalarse en su pecho.


—¿Quieres que te ponga una correa también?


Cuando colgó el teléfono y la observó un momento, le hizo la pregunta. Grace esbozó una sonrisa vaga y asintió débilmente. León dejó escapar un suspiro.


—Sal de ahí.


Parecía una bebé.

Sacó a Grace de debajo del escritorio y la sentó en una silla.


—¿Quieres que llame a tu hermano?


Se preguntó si la presencia de un familiar la haría dejar de autolesionarse, pero Grace sacudió la cabeza.


—¿Y el bonete?


Al escuchar la pregunta de León, ella señaló hacia el sofá. Sobre la mesa de centro, cuidadosamente doblado, estaba un gorro de lana color marfil.  

Era algo que había empezado a tejer para fingir amor por su hijo mientras aún estaba embarazada de Ellie. León lo había dejado intacto en la mesita de noche junto a la cama, lo primero que Grace hizo al regresar fue volver a tomarlo entre sus manos.


—Se lo daré a Ellie cuando regrese.


Como si fuera un ritual para desear su regreso sano y salvo.

Y en pocos días, terminó de tejerlo.


—¿No crees que necesitará también una bufanda a juego?


Dijo eso porque, si no tenía algo en las manos, probablemente terminaría apretando su propio cuello.

Grace lo miró fijamente, comprendiendo su intención sin necesidad de palabras.


—Entonces ayúdame con mi trabajo.


León acercó un escritorio móvil con una máquina de escribir frente a Grace y le entregó un fajo de notas escritas a mano. Poco después, el sonido de la máquina resonó con la cadencia de una ametralladora.

Se sentó en su escritorio y reanudó su labor. Encendió la radio a todo volumen para tapar el sonido de las teclas, pero aun así, le crispaba los nervios.

Suspiró y sacó un cigarro, pero no le apetecía fumar. Estaba a punto de abrir una botella de agua con gas que descansaba en la esquina del escritorio cuando el sonido de la máquina se detuvo de golpe.

Vio a Grace levantarse y dirigirse al sofá. Pensó que iba a acostarse, pero no.

Tomó una naranja del frutero sobre la mesa de centro, se acercó y la dejó frente a él sin decir nada antes de volver a su asiento y retomar la mecanografía.

León la observó con curiosidad antes de centrar su atención en la fruta.

Tras mirarla por un momento, sacó su navaja, peló la naranja y separó los gajos. Al darse cuenta de que no había un plato, improvisó con una copa de cristal, en la que colocó ordenadamente los trozos. Luego, la dejó al lado de la máquina de escribir.

Grace levantó la vista, sorprendida.


—…Era para ti.


Ahora era León quien se sorprendía.

Y las sorpresas no terminaron ahí.


—Ya veo. Buen trabajo.


León colgó el teléfono de la unidad especial y exhaló un largo suspiro.

El informe, que había parecido prometedor, resultó ser otro error.

¿Debería decírselo?

León se cubrió la frente con una mano, observando a Grace de reojo.

Justo en ese momento, ella se levantó de repente y se acercó a él.

Su expresión era tan solemne que por un instante pensó que iba a agarrarlo del cuello. Pero cuando extendió la mano hacia él, se quedó completamente inmóvil.

Grace lo abrazó.

Le sostuvo la cabeza contra su pecho y le acarició suavemente el cabello.


—Está bien.


Luego, sin más, lo soltó y regresó a su asiento.

Incluso si lo hubieran atacado por sorpresa, no habría quedado tan desconcertado como ahora.

León se quedó mirando fijamente su espalda, aturdido, mientras ella retomaba la mecanografía como si nada hubiera pasado.

Finalmente, preguntó:


—¿Qué fue eso?

—…Consuelo.

—¿Consuelo? ¿Tú, a mí?

—Si no te gusta, no lo volveré a hacer.

—No es eso lo que quise decir.


Grace entendía lo que en realidad preguntaba.

Guardó silencio un momento antes de responder, aún de espaldas.


—Dijiste que Ellie también tenía una obsesión con la sangre, como tú. Eso me recordó mucho a ti.


'Cuando vio a su padre cubierto de sangre… ¿se sintió como tú?'


—Debe haber sido difícil no poder controlarte.


'Cuando eras niño, ¿hubo alguien que te abrazara? ¿Alguien que te dijera que todo estaría bien?'

No.  

Seguramente, no hubo nadie.

Antes de que pudiera superar el impacto de ver a su ser amado regresar como un cadáver destrozado, ese hombre tuvo que pararse frente a las cámaras, ante la multitud.  

Como cabeza de familia, debía proteger su linaje. Como soldado, debía prometer venganza. Y lo hizo ante adultos que sentían más codicia que compasión.

Para un chico de 13 años, aquella carga era demasiado cruel.


—Pensé… que si hubieras tenido a alguien que te amara, serías diferente ahora.

—Entonces, si hubiera alguien que me amara ahora… ¿podría cambiar?


Un truco barato. Grace solo sonrió.


—De todos modos, gracias.


Su tono era ligero, pero la sinceridad oculta en sus palabras pesaba.

Al escucharlo, Grace sintió un cosquilleo en el pecho. Ella era quien lo había consolado, pero, de alguna manera, sentía que era ella quien había recibido consuelo.


—La próxima vez, un beso lo haría más reconfortante…...

—Eres demasiado codicioso.


Grace lo miró con los ojos entrecerrados antes de soltar una carcajada.


—Ponte a trabajar.

—Lo haré, mi amor.


Ella lo miró de reojo una vez más antes de girar la cabeza.

El sonido de la radio volvió a mezclarse con el de la máquina de escribir.

Esta vez, a León ya no le molestaba.


























⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅




























Robert Fisher estaba a solo un día de no visitar a su esposa en el hospital el domingo. También quedaba apenas un día para el plazo que Nancy Wilkins había fijado para la liberación de su padre.  

Leon había preparado planes para cada escenario posible. Los posibles lugares de operación eran las cercanías de la prisión de Winsford, donde estaba David Wilkins, el norte, donde se encontraba el hospital estatal de Brayton y la frontera de Norden, que Nancy Wilkins había señalado.  

Para reducir las opciones, trasladaron a David Wilkins a una prisión en el norte. Hicieron el traslado de manera escandalosa, asegurándose de que si Nancy Wilkins vigilaba la prisión de Winsford, no tuviera más opción que seguir el movimiento hacia el norte, incluso si se encontraba en el oeste.  

Luego, los dos se trasladaron a un hotel cerca del hospital estatal de Brayton, donde era casi seguro que Fisher haría su visita.  

Leon se sentó en la alfombra frente a la bañera, apoyando la espalda en la pared de la misma. Su mirada no se apartaba de Grace, quien estaba de pie en la ducha, dejando que el agua caliente cayera sobre ella.  

¿Era una costumbre adquirida en la sala de torturas el no correr la cortina de la ducha, incluso cuando sabías que te estaban observando?  

Pronto, el baño se llenó de un calor sofocante. Su camisa se humedeció, pero Leon no se la quitó.  

De todos modos, había soportado esa sensación pegajosa toda la semana. La ansiedad que los había atormentado en la cabaña de huéspedes se había aferrado a su piel y los había seguido hasta este lugar lejano.  

Sintió deseos de tomar un trago, pero desechó la idea. Podría surgir una situación inesperada en la que necesitara estar completamente lúcido.  

El sonido del agua cesó. Leon se puso de pie y se acercó a Grace.  

Le entregó una toalla y dejó que sus ojos recorrieran las contusiones y heridas de su cuerpo hasta encontrarse con su mirada. Curvó los ojos en una sonrisa, fingiendo diversión por el espectáculo, y Grace le lanzó una mirada fulminante.  

Si te molesta, podrías cubrirte.  

Pero solo después de envolver su cabello en la toalla, Grace se la pasó por el cuerpo. Lo hizo con tal naturalidad que resultó irritante.  

Cuando Grace se colocó frente al lavabo, Leon se acercó por detrás. Ella se quitó la toalla de la cabeza y comenzó a secarse el cabello. No era del brillante tono dorado de antes, sino de un castaño oscuro.

En los últimos días, Grace había resistido hasta derrumbarse, solo para obligarse a levantarse de nuevo, una y otra vez. Leon la había visto innumerables veces desplomarse como un cadáver inerte, solo para ponerse en pie de repente, ardiendo con una renovada voluntad de vivir.  

Ayer, de la nada, se quejó de lo desastroso que estaba su cabello, con las raíces oscuras y las puntas claras, le pidió que le consiguiera un tinte. Leon hizo que una criada le trajera uno que coincidiera con su color natural.


—Ellie lo lamentará.


Grace murmuró mientras se secaba el cabello.


—Yo no.


Leon levantó un mechón de su cabello, ahora más oscuro por el agua, lo rozó con sus labios mientras murmuraba:


—Te queda bien cualquier color, pero eres más hermosa cuando estás al natural.


Grace frunció el ceño al ver al hombre reflejado en el espejo.


—Tú eres más soportable cuando eres un arrogante sarcástico.

—¿Te pones tímida, cariño?


Justo cuando él soltó una risita y le susurró al oído, Grace se estremeció y le lanzó la toalla mojada a la cara.


—Así que así es como expresas tu timidez... de forma bastante agresiva.


Leon arrojó la toalla al cesto y abrió el neceser sobre el estante del lavabo. Dentro había ungüentos, vendas y otros suministros médicos.

Tomó la mano de Grace y revisó su meñique. En el lugar donde debería estar la uña, aplicó un ungüento, cubriéndolo con una gruesa capa de gasa antes de envolverlo con un vendaje. Esto no era más que el comienzo de su rutina diaria de 'jugar al médico' dos veces al día.  

Mientras sacaba otro frasco de ungüento, suspiró suavemente, mirando el rostro de Grace en el espejo.


—Ellie se asustaría si te viera así.


El enrojecimiento había disminuido en los últimos días, pero los moretones seguían ahí, ahora con un tono azul y amarillo. De una manera diferente, seguían viéndose terribles.


—¿Aún puedes decir que soy hermosa con esta cara?

—Sí. Tanto que casi le agradezco a ese maldito roedor por habértela dejado así. Sería justo que yo le devolviera el favor, ¿no crees?

—Creo que ya me adelanté en eso. Su cara no debe estar mucho mejor que la mía.

—No esperaba menos de ti.


Leon tomó la mano derecha de Grace, donde la piel de sus nudillos había estado completamente desgarrada y ahora solo quedaba una fina costra. La levantó, la agitó levemente y luego la soltó.


—No pienses en robarme el placer de hacerlo también. Incluso preparé nuevas herramientas. Para separar las articulaciones......


Con una voz refinada y pausada, recitó palabras de una crueldad digna de un carnicero. Durante todo el tiempo, su hermoso rostro no perdió esa sonrisa bárbaramente satisfecha.


—Por eso, tiene que ser capturada con vida.


Grace frunció el ceño mientras lo escuchaba relatar su plan despiadado. En ese instante, los dedos de Leon, que estaban aplicando ungüento con ligeros toques sobre el moretón bajo su ojo, se detuvieron.


—¿Te duele?

—…No.


Pero sí dolía. No el cuerpo, sino el alma.

Quería que el ciclo interminable de venganza ensangrentada se detuviera de una vez por todas. De repente, sintió que si no lo salvaba, ese hombre quedaría atrapado en esa espiral para siempre, y ese pensamiento le dolió.

Y sin embargo, en el fondo, ella también pensaba: "Solo una vez más"

Qué ridículo. Dos personas atrapadas en la misma rueda de venganza, creyendo que podían salvarse mutuamente mientras se hundían más.

Los dedos de Leon volvieron a moverse. Con una mano, sujetó con delicadeza el mentón de Grace y giró suavemente su rostro de un lado a otro mientras aplicaba el ungüento sobre cada herida.

Casi se echó a reír. Tal vez era su costumbre como soldado y noble, pero incluso en sus gestos más amables, mantenía un aire de autoridad.


—¿Qué es tan gracioso?

—Nada.

—El precio por guardar un secreto que yo no sepa será alto.


Junto con un susurro que le hizo cosquillas en el oído, sintió el cálido aliento rozarle la piel. Leon miró a Grace desde arriba antes de levantar la vista y encontrarse con su reflejo en el espejo.

En ese instante, sintió curiosidad por saber cuál sería ese precio.


—Ábrelo.

—…¿Qué?


Desde la mano que sostenía su barbilla, Leon extendió el dedo índice y golpeó suavemente sus labios resecos.


—Ah…..


Cuando Grace entreabrió los labios, su dedo húmedo se deslizó sobre su labio inferior, frotándolo con suavidad. La zona agrietada ya tenía una costra, así que parecía que no necesitaba tratamiento.


—¿Qué creías que quería que abrieras?


Sus moretones ya habían perdido el color rojizo hace tiempo, pero en el espejo, su rostro seguía ardiendo de vergüenza. Leon mordió su labio, conteniendo la risa con una expresión que dejaba claro que lo había hecho a propósito. Qué irritante.

¿También esto lo hacía adrede?

La tela rígida de su camisa, empapada por el contacto con la piel húmeda de Grace, le rozaba constantemente el cuerpo. Cada vez que ocurría, una sensación punzante recorría su piel, erizando cada vello. Pensamientos que no debía tener en su sano juicio se filtraban en su mente.


—Siéntate.


Cuando ya no encontró más heridas que tratar en su rostro, Leon la hizo sentarse en el borde de la bañera y él se acomodó sobre la alfombra frente a ella. Mientras aplicaba ungüento en sus espinillas, su mirada, como por costumbre, se deslizó hacia la sombra entre sus piernas, apenas oculta por la toalla.

Grace le había contado todo lo que le pidió, sin omitir ni un solo detalle sobre lo que había sucedido. Incluso cómo mató con sus propias manos a ese maldito roedor que intentó violarla.

¿Por qué lo mataste, cariño?

Qué decepción.

Que lo único que podía hacer para vengarse fuera deshonrar un cadáver ya sin vida… No era algo que le trajera emoción ni placer.


—¿Dónde estás mirando?


Al notar su mirada, Grace apretó instintivamente las piernas y le lanzó una reprimenda.


—No te preocupes. Ahora me da miedo meter la cabeza entre tus muslos.


Sobre su cabeza, Leon dejó escapar una risa ligera.


—O quizás no… Si hasta ahora nunca ha pasado nada, entonces no hay nada que temer, ¿verdad?


Me decías que no lo hiciera con la boca, pero nunca intentaste ahorcarme con las piernas. Con los demás nunca tuviste piedad… ¿Por qué solo conmigo fuiste tan indulgente?

Le lanzó una mirada significativa antes de curvar los ojos en una sonrisa. Grace frunció el ceño.


—No.


Ni siquiera había pronunciado la pregunta en voz alta, pero ella ya lo negaba.

¿De verdad no?

Leon, con los dedos aún untados de ungüento, frotó la herida de su rodilla antes de rozarla con los labios. Lentamente, sus besos subieron por su piel hasta detenerse justo en el punto donde sus piernas se unían.

Las piernas que Grace había apretado por pudor fueron separadas con toda la caballerosidad de un hombre que pretendía respetar el orgullo de una dama.

Deslizó su cabeza entre sus muslos como si la retara a que lo aprisionara. Sin embargo, las piernas no volvieron a cerrarse.

Depositando un beso en la parte interna de su muslo, susurró:


—Yo también te amo, cariño.


Yo 'también' te amo. Así que tú me amas a mí.

En el instante en que usó su propia confesión como una trampa para hacer que Grace mostrara sus sentimientos, ella apoyó ambas piernas sobre sus hombros, como si realmente fuera a estrangularlo.

Pero, sin importar lo que Leon hiciera entre sus muslos, jamás apretó con fuerza.

Le subió las manos por los muslos y separó la toalla. Una vez que su coño quedó al descubierto, le agarró una pierna y le estimuló el interior de la rodilla con el pulgar. Sus muslos empezaron a temblar visiblemente.

La cabeza dejó de moverse en medio de los muslos. León apretó los labios en el mismo lugar y observó en silencio cómo el coño se humedecía lentamente.

La carne rosada se enrojecía. Las protuberancias rosadas que parecían blancos nacarados también eran claramente visibles, hinchándose de sangre. Besé el interior de su muslo y exhalé un suspiro, haciendo que la protuberancia se estremeciera.


Haa....


Un largo suspiro llegó desde arriba.


Todo esto es porque eres demasiado bueno.


Trato de alejarme de nuevo, usando la conveniente excusa de que no importa lo que Leon haga, la única razón por la que no puedo matarlo es porque amo su cuerpo, no a él. Apartó los labios e intento apartar su pierna de su hombro.

Grace agarró su corbata, que estaba tendida sobre su muslo, tiró de ella como si fuera una correa. Leon se introduce indefenso entre sus piernas y enterró sus labios en los de ella.

Sí, no estoy en posición de negárselo.

La succión y el lamido de la carne continuaron durante un rato, a los que se unió el sonido de los dedos hurgando en su humedad. Los gemidos de Grace aumentaban con cada obsceno ruido.

Sus dedos se clavaron en su cabello dorado claro, tirando con fuerza de su nuca, sus talones crujiendo en la ajustada camisa y arañando la espalda de Leon.


¿Te gusta?

Sí, mmm....

¿Qué tal aquí?

¡Oh!

Sí, ya lo sé.

¡Awww!


Leon se apresuró a coger a Grace en brazos mientras ella se tambaleaba hacia atrás en una oleada de clímax. La toalla que se había enrollado obstinadamente alrededor de su cuerpo ondeaba al viento.

La textura extraña de la camisa contra su cuerpo desnudo siempre humillaba a Grace, pero hoy había un extraño alivio en la humillación familiar.

Quería volver a sentir lo que era ser desnudada y descuartizada viva.

Grace jadeó en los brazos del hombre y preguntó.


¿Lo hay?


El hombre sonrió satisfecho, como si hubiera estado esperando las palabras, sacó una cajita del bolsillo trasero de sus pantalones. En el fondo de mi cabeza, pensaba en sexo, cuando todo lo demás era pecado.


Estás completamente arruinada.

Si solo yo estuviera arruinada, esto no sería necesario, ¿verdad?


Grace soltó una carcajada que sonó como un suspiro.

El mundo se volvió del revés, el suave pelo de la alfombra envolvió su espalda y pronto el techo del extraño cuarto de baño del hotel empezó a temblar.


¡Ah, ah, más fuerte, más fuerte, ahhhh!


Su hija había sido secuestrada y no sabían si seguía con vida, pero sus padres se entregaban el uno al otro como bestias dominadas por el deseo. Sabían perfectamente que era una locura.

El sábado, esperando el domingo, renunciaron a ser humanos. Al menos así pudieron pasar el tiempo cruelmente lento.


¡Haa…!

Ugh....


A medida que se acercaba el momento en que se decidiría el destino de la niña y el suyo propio, convirtieron la asfixiante tensión en sus corazones en tensión física, aferrándose desesperadamente el uno al otro.


Haa....


Leon se pasó la mano por el cabello que caía sobre su frente y levantó la cabeza. En cuanto vio con claridad a la mujer desplomada sobre la alfombra, jadeando con el rostro perdido, su visión se volvió borrosa. La presión de su piel estremeciéndose tras la embestida del clímax lo envolvía como una ola, apretándolo con una intensidad que casi lo destrozaba.


—Haa… ¿Una vez más, lo harás?


La mujer, leyendo el deseo que volvía a arder en sus ojos, preguntó.


—¿O lo dejamos aquí?

—…..Vamos a la cama.


Una vez más. Grace repitió esas palabras incontables veces.

Más rudo. Aún más rudo.

Cuanto más tiempo pasaba usando el sexo con él como un sedante, más extremas se volvían sus exigencias. Leon sabía mejor que nadie que, cuanto más dependes de una droga para olvidar el dolor, mayor se vuelve la dosis necesaria. Y que, tarde o temprano, terminaría cruzando la línea.


—Átame. Trátame como a un perro, si quieres.


Cuando él ignoró repetidamente sus peticiones, que evocaban los encuentros en la sala de tortura, Grace finalmente cruzó el límite.


—Hazlo. Haz lo que quieras. Seguro que lo has estado reprimiendo. Te gusta esto, ¿verdad?


Le pidió que la estrangulara. En ese punto, Leon no pudo seguir negándolo.  

Pensó que compartían el dolor para consolarse mutuamente, pero en realidad, ella solo intentaba olvidarlo a través del sufrimiento que él le infligía.

Para esta mujer, el sexo con él no era intimidad, sino tortura. Porque, para Grace Riddle, Leon Winston era el mejor instrumento de tortura.


—Por favor…...


Cuando ella le suplicó que la torturara y, desesperada, guió sus manos hasta su propio cuello, Leon perdió el control.


—¡Te dije que ya no haría algo así!


Él apartó las manos que lo sujetaban con fuerza y se deshizo de la mujer que se aferraba a él. Cuando intentó levantarse para escapar de aquella escena dolorosa, sus piernas cedieron y se desplomó de nuevo.


—¿Sabes qué?


Con los ojos fuertemente cerrados, el hombre soltó una risa entrecortada, casi un sollozo, antes de hablar.


—Ahora que lo pienso, era mejor cuando me trataban como a un gigoló.


Solo entonces Grace recuperó la claridad.


—Leon…....


Arrastrándose hacia él, se incorporó y lo abrazó, rodeando con sus brazos su cuerpo más grande que el suyo. Mientras lo acariciaba con la mirada perdida, intentaba comprender cómo se había sentido él por lo que ella había hecho.


—Yo… no era eso lo que quería decir…....

—Da igual. ¿Por qué te molestas en explicarlo? La culpa es mía.


Si la mujer que amaba lo veía como un simple torturador, era porque él mismo lo había permitido.


—Leon, yo no intentaba usarte de esa manera… No, en realidad sí lo hacía. Pero eso no significa que te guarde rencor ni nada por el estilo…...


Mientras Grace balbuceaba con desesperación, Leon abrió los ojos. Miró fijamente aquellos ojos verde azulado que lo observaban desde arriba y, de repente, comprendió algo. Soltó una risa vacía, como si acabara de aceptar su propio destino.


—Estoy jodido.

—No, no es así… ¡Ah!


De repente, él extendió la mano y atrapó la nuca de Grace con una sola mano, sujetándola de la misma forma en que ella misma había intentado que la estrangulara antes.

Pero, en lugar de apretar su cuello, la atrajo hacia él y presionó sus labios contra los suyos. A diferencia de su gesto brusco, el beso fue cuidadoso. Sus labios se abrieron lentamente, asegurándose de no volver a lastimarla.

Leon la tumbó de nuevo sobre la cama y, esta vez, mientras se acomodaba sobre su cuerpo, le susurró al oído.


—Está bien. Aunque estemos jodidos, estaremos bien.

























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Leon despreciaba todas las acciones repugnantes del mundo. Entre ellas, lo que más odiaba era comer en la cama.

Pero el destino es cruel y disfruta jugando con aquellos que usan palabras absolutas como 'todo' o 'siempre' 

Cuando Grace, acostada de lado junto a él, dejó de masticar, Leon le ofreció un trozo de manzana cortado en un bocado. Sin embargo, en lugar de aceptarlo, ella le puso el último pedazo en la boca.

¿Siempre habían sido tan dulces las manzanas?

Se sintió ridículo por dejarse llevar por pensamientos tan triviales.

A pesar de haber comido una manzana entera, Grace seguía luciendo exhausta. Sus ojos recorrieron la canasta de frutas sobre la mesita de noche hasta que se fijaron en una caja de chocolates, un regalo de bienvenida del hotel.

Cuando se giró para alcanzarla, la sábana que cubría su cintura se deslizó. Justo en ese momento, sintió una caricia en la parte externa de su muslo izquierdo.

Al bajar la mirada, vio los dedos de Grace trazando la cicatriz de una herida de bala. En sus ojos se reflejaban culpa y preocupación.

Leon recordó el momento en que ella lo había abrazado y observado desde arriba.

Durante tanto tiempo, había anhelado aquellos ojos verde azulados llenos de desprecio hacia él. Sin embargo, ahora se daba cuenta de que lo que realmente había deseado era verlos cargados de preocupación.

Y si antes había hecho todo tipo de artimañas para ganarse su desprecio, quizá ahora haría lo mismo para ganarse su preocupación.

Tal vez, al final, incluso su amor.

Sin dudarlo, llevó sus pensamientos a la acción.

Mientras se movía dentro de ella con intensidad, se detuvo justo antes de que Grace alcanzara el clímax. Entonces, fingió una punzada de dolor en su muslo izquierdo, como si la vieja herida le impidiera continuar, se disculpó.

En un instante, la expresión de frustración en el rostro de Grace fue reemplazada por preocupación.



—¿Por qué no lo dijiste antes?  



Grace, sintiéndose culpable, lo empujó suavemente para tumbarlo y se subió sobre él, moviendo las caderas. Si esto era un pecado, incluso el castigo sería dulce.  

Leon observó cómo ella acariciaba su cicatriz con una expresión apenada y se tomó un instante para pensar. Si seguía con su juego, Grace, perspicaz como era, se daría cuenta de que estaba manipulándola. Así que decidió cubrir su verdadera intención con una cortina de humo que pareciera aún más obvia.  


—Si soltara unas lágrimas y te lo pidiera, seguro que me lo meterías en la boca sin dudarlo.  


Comentó con sarcasmo, señalando con la mirada su erección endurecida por el roce de sus dedos.  

Grace le lanzó una mirada de advertencia, pero Leon simplemente se cubrió la cicatriz con la sábana.

Ahora, esa marca quedaría grabada en su mente.

Seguramente ella pensaría que lo hacía por orgullo, por no mostrarse débil. Pero en realidad, todo era un truco para que lo viera precisamente como alguien vulnerable.

Estoy jodido de verdad.

Una vez más, se confirmó que la naturaleza de una persona no cambia. Leon Winston siempre había sido un caso perdido para Grace Riddle. Lo único que variaba era la forma en la que lo demostraba.

Sacó un praliné de la caja de chocolates y lo colocó en la boca de Grace antes de preguntarle:


—¿Recuerdas los chocolates que me diste en Abington Beach?


Los movimientos de su mandíbula, que hasta entonces masticaba despreocupadamente, se ralentizaron.


—Ni siquiera sé a qué sabían.


Entre la investigación policial, el funeral y todo lo demás, cuando finalmente pudo detenerse a pensar, los chocolates ya habían desaparecido. Y esta vez, no estaba mintiendo para manipularla. Era la verdad.


—Tal vez la sirvienta los robó. O los tiró.

—En la estación de tren cerca de Blackburn todavía los venden…....


Grace murmuró con un dejo de nostalgia. Luego, tras un momento de silencio, deslizó su mano bajo la sábana y volvió a recorrer la cicatriz con los dedos antes de hablar.


—Yo sí comí lo que me diste.


Por un instante, Leon no entendió a qué se refería. Luego lo recordó. Hablaba del chocolate que le había enviado a través de una oficial médica el día en que la liberó con Ellie para usarla como cebo y así encontrar su base.

Pensar en ese día le dejó un sabor amargo. Ellie y Grace, que en ese entonces no eran más que una mujer y una bebé sin rostro ni nombre en su conciencia, ahora tenían identidad, y con ella, su culpa se hizo más tangible.

Durante el trayecto de la oficina de correos a la estación de tren, la imagen de Grace sollozando desconsoladamente sin importarle la mirada de los demás seguía grabada en su mente. El chocolate lo había comprado por impulso después de observarla desde el asiento trasero del sedán.


—¿Cómo supiste que era mío?

—La caja olía a tu perfume.


Leon dejó escapar una risa seca.


—Así que no fue culpa de la oficial… Fui yo quien se delató.

—¿De qué hablas?


Grace sonrió de lado.


—Desde el momento en que vi la pistola en tu abrigo, ya te había descubierto.


3 años después, ese detalle le cayó como un golpe inesperado. No pudo hacer otra cosa que reírse.


—Debería haberme molestado recibir ese chocolate, porque significaba que me estabas vigilando. Pero no fue así. No sé si lo que sentí fue culpa… o afecto.


Grace bajó la mirada.


—Fuera lo que fuera, sentí que querías consolarme.


Incluso en aquellos días llenos de engaños y manipulaciones, donde ambos se esforzaban por mentirse mutuamente sin éxito, ella había sido capaz de percibir su sinceridad.

Pero Leon no se sintió feliz por ello.

'Soy yo quien debería hacerte tambalear, no al revés'

Grace seguía provocando los deseos que él se esforzaba por enterrar.

Cuando por fin había renunciado a su deseo y la dejó ir, ella regresó. No porque lo quisiera, sino porque lo necesitaba.

Y cuando su utilidad llegara a su fin, se marcharía.



—Mi promesa sigue en pie. Puedo enviarte lejos con Ellie.



Leon dejó claro que la enviaría lejos.



—Después de eso, dependerá de ti.



Por supuesto, incapaz de renunciar a ella por completo, fingió que la elección aún estaba en manos de Grace. Al mismo tiempo, no dejaba de insinuarle lo que realmente deseaba escuchar: que le pidiera que se fueran juntos.

Patético.



—Ellie no te ha olvidado. Quiere ver a su papá.



Y con esas palabras, Grace lo sacudió hasta la médula.

'Si sigues diciendo esas cosas, me harás querer retractarme de mi promesa. ¿Lo haces a propósito?'

Se tragó esas palabras con toda la paciencia que pudo reunir.


—Por eso iba a llamarte… cuando me interceptaron los rezagados.


¿Eso significaba que no pensaba abandonarlo?

Otra vez, un rayo de esperanza lo golpeó, seguido del inminente desconsuelo que siempre lo acompañaba.

'Claro…'

Grace aún no le había pedido que se fuera con ella. Luchó contra su propia codicia, pero con el tiempo, la balanza se inclinaba en su contra.

'¿Sabes cuánto me sacudió que me dijeras que reconociste mi perfume? Ni siquiera te das cuenta de lo que me haces con cada palabra'

Todos sus trucos, sus artimañas, palidecían ante la inocencia desprevenida de ella.

Justo cuando decidió abandonar su juego y levantarse para darse una ducha, escuchó a Grace reírse sola.


—Es extraño reír mientras hablamos de esto.


murmuró, como si le diera vergüenza.  

Leon, aún inmerso en sus pensamientos, se preguntó por qué les resultaba tan antinatural recordar sus memorias compartidas como simples anécdotas del pasado.

Entonces, con la voz más serena de lo que sentía por dentro, dijo:


—Ey…...


Grace parecía estar pensando lo mismo. Se incorporó y, sentándose frente a él, se disculpó.


—Lo siento. Hace un momento no estaba en mis cabales.


Leon no era lo suficientemente descarado como para aceptar sin más una disculpa por haber sido tratado como un torturador en plena intimidad.

Durante toda su vida, jamás había tenido algo parecido a la conciencia. Pero con ella, sí.  

La conciencia era una cadena. Y también un medio de control.

La mujer llamada Grace Riddle había conseguido, sin saberlo, ponerle un collar al perro llamado Leon Winston.

Y ahora, sin siquiera darse cuenta de que era su dueña, le estaba pidiendo perdón a ese perro.


—Ni siquiera sé por qué hago esto.

—Yo sí lo sé.


Primero lo hería, luego lo consolaba.

Después de observar a Grace durante días, Leon había entendido la razón por la que ella lo trataba como quien besa la mejilla que acaba de abofetear.

No era diferente a lo que él mismo le había hecho en el pasado.

Ella no era buena en estas cosas, igual que él. Y en su estado actual, con la mente enredada en un caos, iba y venía sin control.

Decir que la cabaña, ese lugar que para ella era una pesadilla, le parecía el más seguro…

Aferrarse a los actos que él le había hecho sufrir como una forma de autodestrucción, buscando en ellos una falsa sensación de estabilidad…...


—Sé que te duele no poder controlarte.


Le devolvió las mismas palabras que ella le había dicho al consolarlo antes.

Grace se acercó más y le prometió:


—Haré todo lo posible por mantenerme firme. Y si alguna vez vuelvo a perderme, quiero que lo recuerdes. Ya no te guardo rencor. No quiero vengarme.


Levantó ligeramente la comisura de los labios y asintió, pero por alguna razón, Grace frunció los labios.


Es en serio. Créeme.


Asintió de inmediato, pero al parecer, su respuesta pareció demasiado vacía.


Tú y yo solo fuimos arrastrados hasta aquí sin quererlo. Pero ya no sé qué sentido tiene culparnos el uno al otro. Solo siento lástima por los dos.

La compasión no está mal.


Si aceptar el amor era difícil, empezar con compasión tampoco era una mala opción.


Solo... a veces me lo pregunto.


Grace murmuró, recostándose de lado junto a él.


¿Cómo habría sido si hubiéramos crecido con una vida normal?


Leon también se lo había preguntado a veces.


Quizás habría ido a la universidad y viajado por el mundo. Tal vez incluso me habría casado. Antes, solía menospreciar a las mujeres que esperaban a sus esposos con la cena lista, como si fueran iluminadas que habían descubierto algún gran secreto. Pero ahora, creo que esa también es una forma de felicidad.


Leon dejó que sus palabras lo guiaran mientras imaginaba un comienzo normal para ambos.

Quizás habrían tomado la misma clase en la universidad, compitiendo por el primer puesto y peleando constantemente, hasta que alguno terminara besando al otro primero.

O tal vez, durante un viaje por el mundo, habrían compartido mesa en un vagón restaurante de tren o en un hotel por mera coincidencia. Leon habría soportado a la extraña que le hablaba sin parar de sus aventuras, solo por cortesía, pero luego, al regresar a su habitación, seguiría escuchando su voz en su cabeza. Al día siguiente, sin pensarlo, él sería quien buscaría sentarse a su lado.

Trató de imaginar a Grace esperando su regreso del trabajo con una cena caliente, pero sus pensamientos se detuvieron en seco con sus siguientes palabras.


¿Tú habrías seguido la tradición familiar y te habrías convertido en soldado? Yo me habría hecho periodista y te entrevistaría. Me habría enamorado de ti a primera vista, pero tú ni siquiera me prestarías atención. Luego, pasaría el resto de mi vida presumiendo que no solo vi al gran Leon Winston de cerca, sino que también llegué a estrechar su mano.


Absorbida por su propia imaginación, Grace soltó una risa divertida. Pero Leon no pudo reírse.  

La pregunta inicial era sobre 'nosotros', pero al final, la historia que Grace imaginaba solo hablaba de 'tú y yo'. En la versión de otra vida que ella describía, nunca había un final en el que estuvieran juntos.  

Leon no dijo nada. La decisión aún le pertenecía a Grace.

Al menos, hasta ese momento.

Cuando fueron al baño para ducharse juntos, sucedió algo que lo obligó a tomar una decisión completamente inesperada.


Ah, ah…!

Espera, detente…

No… No puedo.


Habían entrado a la ducha solo para asearse, así que no habían llevado ningún tipo de protección.


Grace… Ah… Suelta las piernas… Joder…..


Ella, embriagada en el clímax, no lo dejó ir, él terminó derramándose dentro de ella. Tan pronto como sus piernas perdieron la fuerza y lo liberaron, Leon se apartó de inmediato. Con su miembro aún palpitante, observó cómo la lechita goteaba lentamente.

Pero todavía debía haber algo dentro.

Sostuvo a Grace contra la pared para que no se derrumbara y luego se inclinó. Levantando una de sus piernas sobre su hombro, deslizó dos dedos dentro de ella y trató de sacar cualquier resto de su lechita.

No quería volver a verla consumirse poco a poco por otro embarazo no planeado. No quería que pensara que intentaba retenerla con un hijo. Ya no deseaba mantenerla a su lado de esa manera.

Grace, que lo miraba aturdida mientras él escupía una maldición entre dientes, hizo algo inesperado.


—No lo hagas.


Empujó su mano.

Ahora era Leon quien tenía que poner cara de desconcierto.


—…¿Por qué?


Sabía perfectamente lo que significaba que ella no quisiera que sacara su semen, pero aún así lo preguntó. Simplemente no podía creerlo.

Grace quería un hijo. Su hijo.

Su cordura comenzó a escaparse, igual que su corazón galopante. Su reciente promesa de no volver a verla sufrir por las náuseas matutinas se arrodilló ante la determinación de Grace.

Si me quieres, entonces con gusto.

Maldición. El deseo lo consumía de nuevo.

Quería devorarla a besos, cargarla en brazos, llevarla a la cama y arrojarla sobre el colchón. La necesidad primitiva de marcar su útero una vez más con su semilla ardía en su interior.

Ella siempre lograba despertar su lado más retorcido. Siempre lograba sacudirlo hasta los cimientos. Y él quería perder esta batalla contra su propio deseo.


—¿No lo haga? ¿Por qué?


Se aferró a la poca cordura que le quedaba y preguntó, ansiando un golpe final.


—…¿Porque quieres tener otro hijo?

—Sabes que esa no es la verdadera pregunta. ¿Por qué quieres tener un hijo mío?


Ella quedó desconcertada. Como si nunca se hubiera planteado esa cuestión.


—…Si no eres tú, ¿entonces quién?


Justo en el momento en que Grace, desconcertada, le devolvió la pregunta, el deseo primitivo de Leon se enfrió de golpe.

No era una declaración de amor, no era una promesa de que él sería el único hombre en su vida. Era simplemente una confesión de que no tenía otra opción.

No estoy en posición de rechazarte, pero esto sí debo rechazarlo.

Leon reanudó el movimiento de sus dedos, raspando a fondo las paredes de su interior. El rostro de Grace se encendió al instante.


—No estás lista.


Quizás ella también lo sabía, porque sus manos, que antes lo detenían, cayeron sin fuerzas.

La noche llegó sin previo aviso. A través de la ventana del hotel, las calles de la ciudad bullían de vida, llenas de gente disfrutando del fin de semana.

Leon no había olvidado la razón por la que estaba aquí. Escaneó la multitud con la mirada.

Pero era un esfuerzo inútil. La lluvia fina solo dejaba ver un interminable desfile de paraguas.

Aplastó la colilla casi consumida contra la montaña de cenizas en el cenicero y cerró la ventana cubierta de gotas. El ruido de la calle desapareció y, con él, se instaló un incómodo silencio. Desde lo ocurrido en el baño, ninguno de los dos había hablado mucho.


—Nosotros… realmente…


Grace rompió el silencio. Leon giró la cabeza hacia ella. Estaba acostada en la cama, con el pijama puesto, el rostro sonrojado. No sabía si era por vergüenza o por el reflejo rojo de los letreros de neón.


—¿Nosotros realmente qué?

—Somos unos padres horribles.


Así que era lo primero. Se sentía avergonzada de haberse entregado al placer todo el día para olvidar el dolor.

Leon, apoyado contra el alféizar de la ventana, soltó una leve risa.


—Fuiste tú quien empezó. ¿Por qué yo también soy un mal padre en el paquete?


Grace giró los ojos y abrió la boca para responder, pero al recordar que Leon tenía razón, dejó escapar una pequeña risa y cambió de tema.


—Y encima un hermano… Si fuera Ellie, me sentiría traicionada.


Que estuvieran considerando tener otro hijo cuando la primera estaba en peligro de muerte solo reforzaba la idea de que era una madre terrible.

Leon la observó en silencio y de repente se preguntó:

¿Habrá malinterpretado lo que le dije sobre no estar lista?

Así como su cuerpo lo había aceptado antes que su corazón, tal vez también estaba dispuesta a concebir de nuevo en un nivel físico, aunque emocionalmente aún no estuviera preparada.

Parecía agotada. Sus ojos somnolientos pronto se cerraron por completo. Solo entonces Leon se acercó en silencio y apartó con la punta de su dedo índice un mechón de cabello que caía sobre su mejilla dormida.


—Eres la persona más valiente y más temerosa que conozco.


Desde el otro extremo de la habitación, manteniendo la distancia, había estado observándola y analizando su comportamiento.

El hecho de que hubiera considerado tener otro hijo con él significaba que había tomado una decisión: quedarse a su lado.

Pero no por elección propia.

Grace no lo había elegido a él, sino a su hijo. Estaba forzándose a apartar los sentimientos negativos que tenía hacia Leon, solo por el bien del niño.

Y cuando uno hace algo a la fuerza, es inevitable avanzar y retroceder continuamente.

Por más que Leon anhelara recibir su compasión, resultaba humillante saber que estar a su lado requería tanto esfuerzo y sacrificio de su parte. Y también la hacía infeliz a ella.

Grace, ojalá puedas darte cuenta de que no me necesitas, sino que me deseas. Solo entonces podremos empezar una nueva vida juntos.

Esperaba que ella pudiera aclarar sus propios sentimientos por voluntad propia, sin que nadie la presionara. Tal como él lo había hecho.

Si Leon hubiera sido el de antes, el simple hecho de que Grace deseara a su hijo y no a él lo habría cegado por completo. Pero después de tanto tiempo conociéndola, había aprendido a ser más cauteloso.

Al final, perdió la batalla contra su propia codicia. Y ahora, una nueva lucha comenzaba.

Conociendo bien al enemigo frente a él, abandonó la estrategia pasiva. En lugar de un simple repliegue, optó por una retirada fingida para atacar desde otro ángulo.


—Duerme bien. Mañana te devolveré a Ellie a tus brazos. Y lo siento.


Cuando Ellie regrese, solo una vez.


—Solo una vez más, haré trampa.


























⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅




























Por más que lo pensara, solo había una conclusión posible.  

Esto era imperdonable.  

Robert observaba con pesadez a la niña, que apoyaba la barbilla en el alféizar de la ventana y miraba melancólicamente hacia afuera. Desde el amanecer, en cuanto abrió los ojos, se dirigió directamente al ventanal.  

Verlo esperar a sus padres con tanta valentía, sin tener idea del destino que lo aguardaba, le oprimía el pecho.  

Esto es una crueldad imperdonable para una niña inocente.  

Incluso se sorprendió a sí mismo sopesando los pecados de Dave. Por supuesto, la balanza se inclinaba por completo hacia su lado, pues no había nada en el otro plato que equilibrara la carga.  

Dave había matado al abuelo de esa niña, debía pagar por ello. Pero la pequeña no tenía culpa alguna. Entonces, ¿por qué estaba aquí? ¿Por qué tenía que cargar con una bomba de tiempo invisible?  

El reloj avanzaba.  

La noche se acercaba, al imaginar lo que podría suceder, la ansiedad de Robert solo crecía.

Escuchó en la radio que Dave había sido trasladado a un centro de detención no muy lejos de allí.  

¿Significaba que realmente planeaban liberarlo?  

Sin embargo, Nancy le advirtió que no podía confiar en nada hasta que lo viera con sus propios ojos. Aquel demonio no debía ser subestimado.  

Sí, en otro tiempo, él mismo habría dicho lo mismo.  

Cuando el sol comenzó a asomar, Robert desvió la mirada al reloj sobre la mesa.  

Era hora de prepararse para partir.  

Era domingo, el día en que visitaba a su esposa. Sus ojos volvieron del reloj a la niña.  

'…....Esto es una locura'


























⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅




























Tras los 6 días más largos de sus vidas, el día decisivo por fin había llegado.

Antes de que el sol saliera por completo, dos figuras se dirigieron al Hospital Estatal de Brayton. Según los informes de las enfermeras, Robert Fisher visitaba a su esposa a distintas horas cada semana.

Esta vez, no había llamado para cancelar.

Solo podían esperar que aquel hombre no tuviera ni la menor idea de que su esposa había sido localizada.

Desde la oficina de administración del hospital, un par de ojos inquietos esperaban recibir noticias de la llegada de Robert Fisher.

A las 8 de la mañana, después de dos horas de tensa espera, la impaciencia crecía.


—No irá a dejar a Nancy sola con él, ¿verdad?


Grace, incapaz de controlar su ansiedad, levantó la mano para morderse las uñas, pero se detuvo a medio camino. No podía apartar la vista del reloj en la pared.


—Por favor… Que al menos traiga a Ellie.


La mejor de las posibilidades era que Robert Fisher dejara atrás a Nancy Wilkins y trajera solo a Ellie.

Leon interrogó a los rebeldes encarcelados en el campo de detención y obtuvo información crucial. Robert y Hattie Fisher tenían una hija de la misma edad que Grace. Y Annabel Fisher murió en un accidente con un arma de fuego provocado por James Blanchard Jr. cuando solo era Ellie.



—¿Cómo es que no lo sabías?



Era increíble que Grace no estuviera al tanto de una información tan decisiva. En cuanto lo descubrió, Leon no pudo evitar preguntárselo.



—¿Quién recuerda cosas de cuando tenía tres años?



Aun así, un evento tan impactante como la muerte de una amiga era algo imposible de olvidar. Por un momento, pensó que tal vez había sido sometida a un nuevo lavado de cerebro, pero resultó ser simplemente un recuerdo inexistente en su memoria.



—Por aquel entonces, Grace tenía un resfriado y no fue a la guardería. Desde entonces, el tema se convirtió en un tabú. En aquel momento, yo también era un idiota y pensé que era lo mejor para todos.



Jonathan Riddle Jr., quien ya tenía edad suficiente para estar en la escuela en aquel entonces, lo recordaba con claridad, incluida la apariencia de Annabel Fisher.

Una niña de cabello rubio y ojos verdes.

Robert Fisher sentiría compasión por Ellie, quien se parecía a su hija fallecida. Incluso si tenía la osadía de proyectar la imagen de su hija en ella, mientras actuara según sus planes, Leon podía tolerarlo.

Aprovechar la compasión y la culpa de Fisher para recuperar a Ellie sana y salva

Ese era el primer plan de Leon.

Si no lograba persuadirlo, siempre podía tomar a Hattie Fisher como rehén. Si no traía a Ellie, podían seguirlo después de una visita y averiguar su paradero.

Si Ellie no estaba en su escondite… si Nancy Wilkins la había sacado de allí en secreto… si Fisher no aparecía…

Leon repasó una y otra vez en su mente todos los planes, considerando cada posible 'qué pasaría si'

Asure: buenos días, tardes, noches, madrugadas, pagina 170/481 .... disfruten chiques.
PD: Se esta actualizando desde esta semana la otra novela de la autora: Mi amada, a quien quiero matar (de 4 a 6 capítulos por semana), debido que la versión inglés se demora para actualizar. Aparte también otra obra de la autora que esta finalizada en raws. Cualquier cosa estaré avisando. Pasen buen domingo

Ey, estoy de vuelta ----> Si te gusta mi trabajo, puedes apoyarme comprándome un café o una donación. Ya tu sabes, no te exijo, es de tu bobo aportar o no, no te exijo :p

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Me puso hot
Me enamora papu
Se me sale un diente
No lo puedo creer
Pasame la botella
Me emperra