HDH 826




Hombres del Harén 826

esta noche, conmigo




Asure: 아우엘: Auel = Auel (Nombre propio) .... acuérdense de este nombre
Ya que había entrado al baño, Latil decidió lavarse la cara antes de salir.

Tasir seguía sentado tranquilamente en el sofá, leyendo un libro de poesía.

'Menos mal. Parece que no ha notado nada'

Aliviada, Latil se sentó a su lado.

Cuando apoyó la mano sobre el tejido sutilmente brillante de sus pantalones, Tasir bajó el libro y la miró.

A pesar de no haberse lavado aún la cara, seguía luciendo impecable. ¿Acaso Hierlan había entrado en secreto para darle un paño húmedo solo a él?

Mientras acariciaba la suave y tersa mejilla de Tasir, Latil terminó confesando sin darse cuenta:


—Anoche, mientras dormía, escuché una canción.

—Ahora que lo dices, creo que también la escuché en sueños.

—¿De verdad?

—Sí. Debe haber sido una voz muy atractiva, ¿no?


Latil golpeó suavemente su pantalón en respuesta.

Tasir colocó su mano sobre la de ella. Mientras lo hacía, se dio cuenta, para su propia confusión, de que la confesión de Latil lo había hecho sentir un poco aliviado.


—Mmm… Me gusta más tu voz.


Latil murmuró tras pensarlo un momento. En realidad, el rostro de aquel hombre le había causado tal impresión que su voz ya se le estaba difuminando en la memoria.

Tasir deslizó su mano detrás de la cintura de Latil y la rodeó con un brazo. Cuando apoyó su mano sobre su vientre, la emperatriz recostó la cabeza sobre su hombro.

Él inclinó la cabeza sobre la de ella y entrecerró los ojos.

Si lo pensaba bien, era extraño. La aparición de un nuevo hombre no era motivo para sentirse incómodo.

Objetivamente hablando.

Definitivamente.
















⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
















Cuando la emperatriz salió tras terminar el desayuno, Hierlan entró en la habitación empujando un carrito para recoger los platos vacíos.

Podría haberle pedido a un sirviente que lo hiciera, pero tenía tantas cosas que quería decir que decidió encargarse él mismo, dejando al sirviente esperando en el pasillo.

Cada vez que movía las manos, los platos chocaban entre sí con un tintineo metálico. Tasir, que estaba bebiendo un café fuerte, soltó una carcajada.


—Hierlan, no necesitas hacer todo esto. Ya sabes que te amo, ¿verdad?

—¿Es momento de bromear?


Hierlan frunció los labios con disgusto.

Tasir dejó la taza sobre la mesa y cruzó sus largas piernas.


—¿Bromear?


Se preguntó si su perspicaz asistente había notado el malestar inexplicable que lo invadía.


—Estoy hablando de Su Majestad.

—¿Qué pasa con nuestra Emperador?

—Está siendo injusta. A estas alturas, debería haber nombrado al Maestro de la Orden como Esposo Oficial.

—Ah…


Por suerte, Hierlan no había percibido su incomodidad.


—Para ser sincero, algunos Consortes ni siquiera deberían estar considerados para ese puesto. Y entre los que sí son aptos, el Maestro de la Orden es, sin duda, la mejor opción. Entonces, ¿por qué sigue dudando Su Majestad?


Tasir soltó una risa. Sabía que, aunque Hierlan hablara así, en realidad no subestimaba a los demás Consortes.

Si realmente fueran rivales sin importancia, no estaría tan impaciente. El tiempo se encargaría de poner todo en su lugar.


—La Emperador no está dudando.


Tasir vació de un solo trago su taza de café y la dejó sobre el plato de sopa vacío.


—Está calculando de la manera más meticulosa y realista posible.

—Pero la respuesta obvia es el Maestro de la Orden, ¿no?

—Y también Ranamoon.

—¡…!


Hierlan abrió los ojos de par en par, pero, siendo tan astuto como era, comprendió de inmediato lo que Tasir quería decir.

Tasir tenía las mejores cualidades para ser Esposo Oficial. No es que los demás no fueran aptos, simplemente él era el mejor.

Ranamoon, en cambio, era lo opuesto. Aunque los otros Consortes tenían buenos antecedentes, ninguno podía igualarlo.

Poseía todos los símbolos de poder: era el padre biológico de la primogénita de la Princesa, tenía un parecido asombroso con la niña, lo que hacía imposible que otro Consorte pudiera desplazarlo, era hijo de un gran benefactor del imperio y, además, su imagen suavizaba la de la Emperador, cuya reputación estaba teñida por los rumores sobre el Lord.

Hierlan dejó caer los hombros con resignación y salió del cuarto empujando el carrito.

Cuando la puerta se cerró, Tasir apoyó el rostro en una mano y frunció levemente el ceño.

Sí, ahora debía concentrarse en el asunto del consorte oficial.

No en esta extraña sensación de malestar.


—…....




Si no puedes ser Esposo Oficial, entonces huye antes de que sea demasiado tarde.



La voz de su madre le vino a la mente. Tal vez temía los rumores sobre la Emperador y el Lord, pues incluso había susurrado al decirlo.

Tasir curvó los labios en una sonrisa y sacudió la cabeza.

'¿Huir? Qué absurdo'

















⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
















Al salir con el carrito de comida, Hierlan se dirigió directamente a un pequeño santuario dentro del palacio.

Colocó un cuenco de agua sobre el altar de piedra blanca e impecable, juntó las manos y comenzó a rezar.


—Por favor, que nuestro Maestro de la Orden sea nombrado Esposo Oficial... Que nuestro Maestro de la Orden sea nombrado consorte oficial ........


Baekhwa, quien había pasado por el santuario acompañado de unos Paladines, inclinó la cabeza con curiosidad al notar la escena.


—¿No es ese el asistente de Sir Tasir?


Uno de los Paladines reconoció el rostro de Hierlan y murmuró.

Sí, lo era. Y además, era un vampiro.

Baekhwa no pudo evitar soltar una risa entre incrédula y divertida.

¿Acaso los dioses responderían a las plegarias de un vampiro? Eso no lo sabía.

Pero de lo que sí estaba seguro era de que los dioses siempre escuchaban las oraciones de un Sumo Sacerdote.

Apenas terminó sus asuntos, Baekhwa caminó directo al harén y sacó del campo de entrenamiento al Sumo Sacerdote, quien parecía haber ganado aún más musculatura en ese corto tiempo.


—¿A qué se debe esto?


Jaisin lo miró con desconcierto mientras lo seguía.

Sin decir nada, Baekhwa lo llevó hasta una habitación y abrió la puerta del baño.


—Lávese y vaya a ver a Su Majestad.

—¡A Su Majestad no le gusta que la interrumpan en su trabajo!

—Entonces, al menos quédese merodeando en la entrada del harén a la hora en que Su Majestad regresa. El asistente de ese comerciante, a pesar de ser un vampiro, está rezando en un santuario con un cuenco de agua.

—¡Que la bendición de los dioses lo acompañe! ¡Parece una buena persona!

—Esta vez, los dioses no deberían conceder esa bendición. Porque si lo hacen, ese comerciante será Esposo Oficial.


Baekhwa trató de hablar con calma para no parecer molesto, pero la comisura de su boca ya comenzaba a temblar.


—Justo es la hora del almuerzo, así que vaya a verla. ¡Rápido! Acompáñela a comer o algo.


Con la determinación de quien estaba dispuesto a darle un baño él mismo si era necesario, Baekhwa empujó a Jaisin hacia el baño.

Jaisin, aún aturdido, terminó dentro de la bañera.
















⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
















En ese momento.

Meradim estaba divirtiéndose nadando en el lago cuando Titus lo atrapó.

Titus lo arrastró hasta la orilla y exclamó:


—¡Señor! ¡Dijo que tenía algo importante que decirle a Su Majestad!


Meradim, que estaba en medio de un juego de persecución, respondió con desgana y fastidio:


—¿Yo dije eso? No recuerdo nada.

—¡Sí lo dijo!


Titus, tan molesto como Baehwa, levantó la voz.


—¡Anoche! ¡Dijo que vio a Auel!

—¿De verdad?


El rostro de Meradim se llenó de sorpresa al escuchar ese nombre.


—Pensé que lo había olvidado otra vez. Pensé que otra vez se le había pasado. ¿Por qué nunca se toma el tiempo de recordar las cosas?


Titu murmuró con reproche mientras le entregaba ropa seca.

Meradim rápidamente transformó sus piernas en humanas, se vistió y se dirigió al despacho de la Emperador.


—Su Majestad está ocupada trabajando en este momento. ¿Desea que le informe de su llegada?

—Hmm… No es necesario. Esperaré.


Pero la Emperador estaba trabajando.

Meradim no quería interrumpirla, así que entró en una habitación vacía junto al despacho.


—¿Meradim?


Pero dentro de la habitación ya estaba el sumo sacerdote, sentado.

Como estos dos gigantes solo interactuaban cuando se trataba de asuntos físicos o entrenamientos, el encuentro en esas circunstancias los tomó por sorpresa.

Se miraron incómodos.


—¿Qué lo trae por aquí?

—Tengo un asunto que tratar… ¿Y tú?

—También tengo algo que hablar con Su Majestad.


Después de intercambiar algunas palabras con torpeza, Meradim y Jaisin se sentaron en sofás separados, en un silencio incómodo.
















⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
















Cuando llegó la hora del almuerzo, Latil se levantó de su escritorio mientras se frotaba los hombros.


—¿Quiere que le dé un masaje?


Preguntó Sonnaught con cautela, pero Latil negó con la mano, indicándole que se fuera.

Últimamente solo se preocupaba por Ranamoon, como ayer había ido a ver a Tasir, hoy tenía pensado visitar a Kallain.

Aunque en su corazón ya estaba reduciendo las opciones para Esposo Oficial, Latil quería ser prudente hasta el último momento.


—Su Majestad, Sir Meradim y el Sumo Sacerdote tienen asuntos urgentes y la están esperando.


Justo cuando salió al pasillo, un guardia le informó.


—¿Meradim? ¿Jaisin?


Ninguno de los dos era un consorte que visitara con frecuencia. Latil fue directamente a la sala donde la esperaban.


—¡Su Majestad! ¡Ha venido!

—Lord, ¿estás aquí?


Tan pronto como abrió la puerta y entró, dos hombres corpulentos se pusieron de pie al mismo tiempo. Latil empujó suavemente a Sonnaught, que la había seguido, cerró la puerta.


—¿Por qué han venido los dos al mismo tiempo?


Como ambos se sentaron separados, Latil también tomó asiento en una silla individual, igualmente apartada, y preguntó.

Meradim parpadeó con sus grandes y puros ojos mientras la miraba.


—¿Nosotros? ¿Por qué hemos venido?

—Ah, no, no. No vinimos juntos, cada uno vino por su cuenta.


Jaisin, dándose cuenta rápidamente del malentendido de Latil, se apresuró a aclararlo. Meradim lo miró de reojo.


—¿Ah, sí?


Latil miró a ambos alternativamente antes de preguntar.


—Entonces, ¿por qué vinieron por separado?


Jaisin había sido enviado por Baekhwa, pero con otro consorte presente, le resultaba difícil decirlo.

Además, como era naturalmente considerado, cedió el turno a Meradim con buena intención.


—Hable usted primero, Sir Meradim.


Latil también miró a Meradim. Como le habían dicho que era algo urgente, tenía una expresión seria.


—¿Yo?


Meradim se sintió incómodo. En realidad, pensaba que había venido junto con Jaisin.

No sabía exactamente por qué había ido, pero como Jaisin estaba cerca, asumió que era por la misma razón.

'Ah, me distraje otra vez. Pero si él está aquí, puedo quedarme callado y no decir nada'

Hasta hace un momento, eso era lo que pensaba.

Pero ahora que le tocaba explicar su propósito por sí solo, se sintió en apuros.

Hace poco se había enterado de que la gente lo llamaba 'cabeza de pez dorado', el impacto lo había dejado en shock.

Fue Titus quien se aseguró de que lo recordara, así que no podía olvidarlo ni aunque quisiera.

No quería que lo llamaran así nunca más.


—¿Meradim?


Al ver que Meradim no hablaba y tenía una expresión solemne, Latil se preocupó aún más.


—¿Es algo muy serio?


Jaisin preguntó con cautela.


—¿Debo salir?


Meradim aprovechó la oportunidad y mostró su ingenio.


—Que el Sumo Sacerdote hable primero.


Latil nunca había visto a Meradim tan indeciso antes. Le preocupaba su estado.

Mientras tanto, Sonnaught entró de nuevo con la excusa de traer agua.

Jaisin, sin otra opción, finalmente habló con franqueza.


—Su Majestad. Pase la noche en mi habitación hoy.


Latil, que estaba recibiendo un vaso de agua de Sonnaught, casi lo dejó caer.


—¿Qué?


De hecho, Sonnaught también se sobresaltó y su mano tembló, pero Latil, que giró la cabeza bruscamente, no lo notó.

El agua se derramó sobre sus rodillas, Sonnaught rápidamente sacó un pañuelo.

Latil miró a Jaisin con sorpresa y luego frunció los labios con timidez. Pero Jaisin era su consorte y estaba en una posición en la que podía expresar tales deseos.


—Hmm… Puede ser…...


Después de pensarlo un momento, Latil murmuró con voz apenas audible.

Al ver que el emperador aceptaba inesperadamente la propuesta de inmediato, Jaisin sonrió radiante.


—¡Sí! ¡Entonces esta noche dormirá en mi habitación!


Sonnaught, que estaba recogiendo el pañuelo, lo dejó caer y lo recogió varias veces mientras mordía sus labios detrás del sofá.

Al ver eso, Meradim finalmente recordó por qué había venido y exclamó:


—¡Ah, Lord! ¡Ahora recuerdo por qué vine!—


'Ah, así que se le había olvidado'

pensó Latil, aliviada al descubrir la razón de su expresión preocupada.


—¿Sí? ¿Y por qué?

—¡Quiero dormir con usted también!

—¡Pff!


Latil escupió el agua que estaba bebiendo y se golpeó el pecho. Sonnaught y Jaisin dejaron caer la mandíbula mientras miraban a Meradim.

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