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«Haam....»
La niña soltó una risita, pensando que el bostezo era gracioso.
«No es hora de jugar, come»
«He... Ugh....»
Despertar a alguien a esas horas de la mañana, decir que tiene hambre y luego no comer, sino jugar. Grace se mordió a la fuerza la punta del pecho mientras la niña empezaba a balbucear.
Cuando la niña empezó a mamar suavemente, ella volvió a ocuparse de las matemáticas que tenÃa en la cabeza. El dinero se estaba acabando rápidamente.
'¿DeberÃa volver a vender el oro?'
La mirada de Grace se desvió hacia el armario. La caja fuerte que habÃa allà contenÃa toda su fortuna. Los diamantes seguÃan allÃ, pero habÃa tres lingotes de oro menos.
'Preguntaré al agente si quiere comprar más'
Dos de los lingotes de oro se vendieron al banco, pero el último se vendió al agente inmobiliario que encontró el piso. Fue más una transacción única que una venta.
«¿Hay algún sitio por aquà que dé un buen precio por el oro? Un banco, una joyerÃa. Quizá una casa de empeños»
Antes de la firma, estaba pidiendo recomendaciones al agente sobre tiendas y buenos restaurantes de la zona, cuando me acordé.
«¿Te refieres al oro?»
«SÃ, necesito canjear un lingote de oro de una onza de oro....»
Ya tenÃa el dinero en el bolso para pagar el alquiler, pero el agente debió de entenderlo mal.
«Una onza troy.... Es suficiente para pagar el alquiler de cinco meses y medio al precio actual de mercado. Es pesado, asà que ¿por qué no pagas en especie y te ahorras el viaje?»
Decidió aceptar el alquiler por 6 meses, incluyendo los muebles, a cambio de un lingote de oro. Cuando le pregunté si no estaba perdiendo dinero, dado que en el mercado actual equivale a cinco meses y medio, el agente simplemente sonrió.
El casero iba a pagar el alquiler por adelantado con mi dinero y yo me quedarÃa con los lingotes, pero en su cara estaba escrito que iba a aprovecharse del mercado si el precio del oro seguÃa subiendo. Grace no tenÃa nada que perder, asà que pagó el alquiler en lingotes.
Esto le dejó un buen montón de dinero en efectivo, que pensó que le durarÃa hasta que se fuera. Pero resulta que los bebés crecen con dinero, no con leche.
Aunque ahorré dinero al no utilizar casi nunca leche artificial, la leche materna no es gratis.
Y no sólo la comida cuesta dinero: la colada se acumula rápidamente. Tuve que contratar a una asistenta para que limpiara y lavara la ropa porque no podÃa hacerlo todo yo. Aunque sólo venÃa un rato cada tarde, su salario semanal suponÃa un gasto enorme.
Lo más sensato habrÃa sido vender el anillo que me regaló aquel bastardo y utilizar el dinero para la manutención de mi hijo, pero no podÃa hacerlo. El joyero y el prestamista habrÃan puesto una orden de búsqueda y captura.
Por eso la criada me lo puso en el dedo el último dÃa, estoy segura de que lo encargó con un diseño único para una ocasión asÃ.
De todos modos, pronto tendré que despedirla.
La bebé, ajena a toda su angustia, posó una manita en su pecho y mamó, sin apartar sus inocentes ojos de ella, sus ojos azul oscuro llenos del asombro de las criaturas más maravillosas del mundo.
«No me mires asû
Grace soltó un fuerte suspiro y abrió el periódico de la mesilla de noche.
El contrato de alquiler de este piso finalizaba a finales de septiembre. Grace esperaba encontrar un buen hogar para la niña antes de esa fecha y marcharse a Columbia lo antes posible. Si no lo hacÃa, se quedarÃa aislada de la lÃnea transoceánica cuando llegara el invierno. EstarÃa atrapada aquà hasta la próxima primavera, perseguida por ese hombre.
Abriendo el periódico, Grace fue directamente a la sección de anuncios clasificados y frunció el ceño al ojear la página de una niña en adopción.
[Querida Daisy, tus sobrinas y sobrinos quieren conocerte]
El hombre seguÃa con ese cansino anuncio.
«Estás tirando el dinero como si nada»
La insinuación era que Winston tenÃa a Joe y a su familia como rehenes, pero Grace ni se inmutó. Joe no era un baboso como Jimmy, asà que se cuidarÃa solo.
Además, si perjudicaba a la familia de Joe, acabarÃa con Grace para siempre.
«¡Tú también tendrás el ático y tendrás que tratar bien a mis sobrinas y sobrinos, gilipollas!»
Se burló, con la cabeza gacha para mirar el anuncio, cuando de repente algo pasó volando y golpeó a Grace en la nariz. Su puño volvió a su pecho como si nada hubiera pasado.
«Oh, eso ha dolido»
Grace se frotó la nariz y gimió. Las patadas y los puñetazos continuaban dentro de su estómago.
«¿Por qué un bebé de ocho semanas es tan fuerte?»
Me reà por lo absurdo de todo aquello, ella se rió conmigo, abriendo la boca para coger un pezón.
«Da igual, es preciosa»
La sonrisa de Grace se desvaneció rápidamente.
Pronto estuvo llena y empezó a dormirse, asà que la levanté y la hice eructar. Mientras tanto, rodeaba el cuerpo de Grace con sus bracitos y se aferraba a ella. En momentos asÃ, sentÃa que el corazón me pesaba, como si supiera que estaba pensando en dejarme.
«No pasa nada, en el mundo hay mejores.... que yo»
La palabra mamá se me escapó de la lengua.
«...Mucha gente. Es mejor para ti»
La niña eructó y se aferró a ella, negándose a soltarla. El sol ya salÃa por la ventana, Grace fijó la mirada en el mar rojo entre los edificios de la lejanÃa.
Debo soltar a esta niña antes de que se acuerde de mÃ. Para cuando pueda decir mamá, yo ya estaré más allá de ese mar. Sola.
«Voy a vivir mi vida, tú vive la tuya»
Grace acarició a la niña dormida y murmuró las mismas palabras como un conjuro.
***
El tren entró en la estación principal de Winsford, con el sol de la mañana golpeando como un cuchillo. Campbell, que ya estaba en el pasillo, llamó a la puerta del coche cama cuando el tren se detuvo por completo.
«.......»
En cuanto se abrió la puerta, se impidió dar los buenos dÃas, pues el Mayor salió y parecÃa no haber descansado en absoluto. Me pregunté si estarÃa sobrecargado de trabajo.
Los dos oficiales llamaron a un taxi en cuanto salieron de la estación.
«Halewood ....»
Campbell estaba a punto de pedir al conductor que los llevara a la Mansión Winston cuando el Mayor negó con la cabeza. El mayor sacudió la cabeza y corrigió el destino.
«Campamento provisional de Winsford»
***
«Hoy cogeré uno de ésos»
Su tono era tan alegre como si estuviera escogiendo caballos de un establo, pero los hombres que Winston señaló uno a uno con la fusta en la mano no eran caballos, sino hombres.
Arrodillados en fila sobre el suelo, atados de pies y manos con cadenas y grilletes, estaban los hombres que una vez habÃan dirigido el ejército revolucionario.
TraÃdos a la prisión antes del amanecer, todos miraban fijamente sus zapatos marrones raspados, temerosos de establecer contacto visual con el demonio. Winston, que por alguna razón llevaba traje en vez de uniforme de oficial, se paseaba perezosamente de un lado a otro delante de ellos, con el látigo crepitando a sus espaldas, el demonio preguntó.
«¿Algún voluntario?»
Nadie respondió. Nadie querÃa presentarse voluntario para un pelotón de fusilamiento.
Los hombres, que ahora sabÃan demasiado bien lo que ocurre cuando las burlas del demonio alcanzan su punto álgido, empezaron a temblar visiblemente.
Dos de ellos no temblaron. Ya sabÃan que no morirÃan hoy, pero seguÃan visiblemente tensos. Eran los destinados a ser los últimos en ver morir a sus camaradas, los últimos en ser atados a la columna al final de la penitenciarÃa.
«¿No hay voluntarios? Maldita sea....»
Hace poco más de un mes, habÃa ocho hombres reunidos en la celda. Pero ahora sólo habÃa cinco, lo que significaba que uno de los tres reunidos hoy aquà estaba destinado a morir.
Desde finales de la primavera, Winston se habÃa vuelto cada vez más cruel. Si antes habÃamos visto a través de él hasta dónde podÃa llegar la crueldad humana, ahora era como si la propia crueldad jugara con un caparazón humano.
Jimmy tuvo una corazonada. Esto es un castigo. No por algo que hayamos hecho nosotros, sino por algo que le hizo otra persona, se está desquitando con nosotros. Era evidente que la otra persona era Grace.
Winston, que habÃa estado paseándose burlonamente delante de él, con los dientes castañeteándole y su mal genio subiendo y bajando, se detuvo bruscamente.
«Bueno, entonces, supongo que debe ser asû
La última vez, el verdugo fue elegido por sorteo. Todos contuvieron la respiración y tragaron en seco, preguntándose qué demonios iban a hacer esta vez.
«Por turnos, dime por qué alguien que no sean ustedes merece morir. Los dos que consigan convencerme vivirán»
Los tres, excepto Pequeño Jimmy y David Wilkins, levantaron la vista y se miraron con desconcierto en los ojos. Pronto sus ojos empezaron a mostrar vacilación en lugar de desconcierto, todo cambió cuando uno de ellos habló primero.
«Entonces, Mayor, ¿sabÃa usted que esos dos mantenÃan una relación el otro dÃa....»
Y asà empezaron las feas revelaciones.
«¿E ... estás diciendo que he vendido a mis compañeros por una mujer llamada Riddle, por una obsesión con un hombre...?»
«¡Basta ya!»
«¿No lo hiciste tú también? Has estado divagando sin parar sobre ello, ¡asqueroso renegado!»
«¡Cuándo he dicho yo que no te comas viva a la gente!»
Al final, los tres estaban con la cara roja, jurando y maldiciendo. Fue un momento en el que el miedo a la muerte se impuso a décadas de camaraderÃa.
«Es el mejor espectáculo que he visto en todo el año»
Al contemplar el desorden, Winston se rió como si estuviera viendo una pelÃcula cómica.
«Vamos, rÃete un poco por tus camaradas en apuros»
Incluso llegó a forzar una respuesta de Jimmy y Dave, que se habÃan quedado blancos y en silencio.
«Ustedes dos ni siquiera tiemblan»
Winston los miró y se mofó de ellos. Los dos hombres contuvieron la respiración, con una sensación de presentimiento en el aire.
«Eh, mira aquû
Gritó, los tres hombres, que habÃan estado insultándose entre lágrimas y escupitajos, volvieron a mirar a Jimmy y Dave.
«Es difÃcil elegir un favorito», dijo, “asà que he decidido que estos dos que no morirán hoy elegirán al que sà lo hará»
Al borde de una vida cruel y de una muerte aún más atroz, aquellos individuos cayeron fácilmente en las intrigas baratas de Winston. Aunque suplicaban a Jimmy y Dave, sus miradas no ocultaban el desprecio y el resentimiento que sentÃan hacia ellos.
Finalmente, uno de ellos se rindió.
«Mátame ya.... Mátame ya....»
De todos modos, algún dÃa iba a morir. HabÃa llegado a la conclusión de que más le valÃa hacerlo antes que vivir con miedo cada dÃa, pero eso no impidió que Jimmy y Dave lo condenaran a muerte.
«Mátame.... Por favor, mátame....»
Leon chasqueó la lengua mientras observaba en silencio a las dos ratas que murmuraban las mismas palabras al unÃsono y que no morirÃan hoy.
«¿No puedes hacerlo? De todas formas, sabes hacerlo bien. Vale, hoy voy a elegir un favorito»
A pesar de fingir que no tenÃa elección, León habÃa elegido realmente a los verdugos. Tras hacer pasar a los tres condenados por una crisis tras otra, observar intensamente su comportamiento, eligió al que no fue ni el primero en intentar vivir ni el primero en morir.
«El primero en traicionar, el primero en rendirse, el más indeciso»
León apuntó con la punta de su látigo a uno de los prisioneros, el rostro del hombre se contorsionó y se estremeció.
«Odio a los indecisos»
La falta de voluntad para asumir riesgos, la cobardÃa y la pusilanimidad son mis manÃas. Mientras León recitaba sus razones para elegir al verdugo de hoy, se detuvo bruscamente.
«Espera, ¿Quién es éste?»
Extendió las manos en señal de admiración, como si reconociera el rostro de un conocido.
«Tan indeciso, sin embargo eres el primero en sugerir que se dé a Grace una muerte honorable»
Se quedó más pensativo y miró a sus camaradas con resentimiento. Alguien que estaba presente en aquel momento habÃa dado la voz de alarma.
«Bueno, yo no di la orden.... Eso es lo que pensaban todos, ¿no? DÃganlo todos»
Pero sus camaradas se dieron la vuelta o miraron a Leon.
«Por favor, déjame vivir»
Leon se inclinó hacia el hombre que se arrastraba por el suelo, con aspecto de estar a punto de morir. La punta del látigo empujó la barbilla del hombre hacia arriba.
«Dios, ¿por qué no te tragaste el cianuro y moriste con honor? Asà habrÃas evitado esta muerte deshonrosa»
«Por favor, estuvo mal»
«Ahora sé por qué la criaste, es una maravilla. Una panda de idiotas que tenÃan el Joker en sus manos y no sabÃan cómo utilizarlo»
Leon chasqueó la lengua y se enderezó.
«Me aseguraré de que se entere de que has muerto»
No necesité decirle de quién querÃa oÃr la noticia. Miré hacia atrás y Campbell asintió, con el cuaderno en la mano. Los periódicos de mañana informarán de la ejecución del autor.
VigÃlalo de cerca. Asà es como voy a vengarte.
Leon suspiró, presionándose la frente con la punta de los dedos, y ordenó.
«Llévenselo»
Un soldado raso que esperaba arrastró al condenado de hoy hasta el pilar situado al final de la penitenciarÃa. Le fallaron las piernas y forcejeó, gruñó y se agitó sin sentido.
«Tú mataste al padre de ese monstruo, Dave, ¡tú eres quien deberÃa estar aquà de pie!»
David Wilkins giró la cabeza mientras gritaba al ser atado al poste.
«¡Argh!»
La punta del látigo golpeó al hombre en la nuca a través del uniforme carcelario. El hombre cayó al suelo, luchando por levantarse. HabÃa perdido el uso de una de sus piernas al quedar atrapado en una explosión que Grace habÃa provocado al intentar escapar por un pasadizo subterráneo durante la Operación Blackburn. Leon le guiñó un ojo y un soldado que estaba detrás de él le ayudó a ponerse en pie.
«Si me he tomado la molestia de sentarte en el palco real, tendrás que mostrarme el respeto que merezco»
Esta vez la punta del látigo se clavó en la mejilla de James Blanchard Jr. mientras éste apartaba la mirada.
«MÃrame»
Pequeño Jimmy era el más obediente, pero Wilkins mantenÃa la cabeza gacha, negándose a escuchar. Leon cogió un guante negro de Campbell, se lo puso y lo agarró por el pelo.
«Quiero que veas cómo murieron tus cachorros, y cómo morirán el resto de ellos y tú»
Apretó los dientes, los ojos se le llenaron de lágrimas repugnantes al recordar lo que habÃa hecho y lo que harÃa. Pude ver cómo le temblaba la mandÃbula.
Mi primer enfrentamiento con él seguÃa vivo meses después.
En ese momento, el hombre estaba rezando, mirando fijamente la cruz colgada en la pared de la celda. Cuando le preguntaron por qué rezaba, Wilkins apretó los dientes y respondió que estaba pidiendo el descanso eterno para su hijo. No parecÃa saber que Leon ya estaba al tanto de dos verdades: que él era el padre del espÃa Fred y el otro secreto que Grace le habÃa revelado.
«Que Dios se apiade de ese pobre niño»
«Me pregunto si rezas eso por mi padre»
Su rostro se puso blanco al darse cuenta del motivo de su visita.
«Lástima. Si hubiera sabido que eras el enemigo que mató a mi padre, no habrÃa dejado marchar a Fred tan fácilmente, o al menos lo habrÃa matado delante de ti»
El hombre se mostró adusto, como si hubiera previsto que morirÃa de forma más dolorosa que su hijo.
«Siento de veras lo que le ocurrió a Comandante Richard Winston, nunca quise hacerlo»
«Me disgusta ver que crees que una disculpa lo compensará»
«No es eso....»
«Una vida por una vida»
Sus manos empezaron a temblar ante sus palabras.
«Por eso ya he echado a Fred asÃ....»
«Oh, quieres decir que le pagaste con la vida de tu hijo en vez de con la tuya, oh no... Fred, ¿has oÃdo lo que ha dicho tu padre hace un momento?»
preguntó León, mirando hacia el suelo de la prisión, burlándose de Fred en el infierno.
«De acuerdo. Si quieres pagar por tu vida con la vida de tu hijo, lo haré»
Ver cómo la chispa de esperanza en los ojos de su oponente se apagaba tan rápido como se encendÃa era uno de los pasatiempos favoritos de Leon.
«No voy a matarte de inmediato, pero te dejaré en paz con todo este rencor después de que me traigas a tus hijos, uno por uno, los mate delante de tÃ, por cierto, tienes bastantes hijos. Incluida Nancy, que se escapó. En otras palabras, te mantendré con vida hasta que la atrape y la mate, merecerá la pena que te perdone la vida por tus hijos»
Y León ha cumplido su promesa hasta el dÃa de hoy.
«¡Angie! ¡Esa perra también es cómplice!»
Un dÃa, cuando estaba delante de su hijo, que se estaba enfriando, le gritó en un arrebato de rabia.
«¡Si vas a matarla, mata también a los hijos de Angela Riddle!»
«Eso no servirá nunca»
Para ello, tendrÃa que matar a mi cachorro.
A mi cachorro, que debe de estar vivo en alguna parte.
León apretó los ojos.
«¿Mayor?»
¿Cuánto tiempo habÃan estado mis ojos cerrados? Abrà los ojos al oÃr que me llamaban y vi caras que lo miraban interrogantes.
«Estoy preparado para cumplir tu sentencia»
Estaba preparado, pero no dio la orden, asà que uno de sus soldados volvió a transmitirle la situación. Con un movimiento de cabeza, Leon se soltó del agarre de Wilkins y se colocó detrás del soldado raso, que tenÃa el fusil bien sujeto.
«Apunta»
El sollozante condenado a muerte empezó a aullar de nuevo al oÃrlo. A otros condenados se les permitÃa la misericordia de una venda en los ojos, pero no al lÃder rebelde que habÃa tratado a su mujer como a una cerda. El soldado raso hizo lo que le habÃan ordenado y apuntó, evitando la zona fatal.
«Fuego»
La orden llegó mientras avanzaba a paso lento, látigo en mano y espalda a cuestas. Un chillido resonó en la prisión cuando sonó el disparo.
«¡Grace Riddle, puta asquerosa!»
La sonrisa de Leon desapareció en un instante.
Mientras todos se congelaban bajo el ardiente sol de pleno verano, los ecos de los disparos y los gritos se desvanecieron lentamente y luego desaparecieron por completo. No habÃa más que un silencio sin respiración.
Leon, con los ojos fuertemente cerrados y los dientes apretados, los abrió de golpe. Hizo un gesto al soldado raso, que esperaba su siguiente instrucción. El soldado bajó el fusil y se hizo a un lado.
Tak tak.
El sonido de unos pasos sobre la tierra seca se cruzó lentamente en el camino del prisionero. Sollozando por el indecible dolor que irradiaba desde sus muslos a todo su cuerpo, abrió los ojos cuando los pasos se detuvieron frente a él y sintió un arrastrar de pies.
En ese momento, lamentó no haber muerto ya.
«¡Hmph!»
El grueso extremo del látigo se clavó en la herida. El vampiro de Camden enseñó ferozmente sus blancos dientes, como si fuera a morderle la garganta.
«¿Qué has dicho?»
«¡Hmph!»
El hombre, atrapado en un dolor extremo, echó los ojos hacia atrás hasta que solo se veÃa el blanco y respiraba con espasmos ahogados.
«Te he preguntado a quién has llamado puta»
Winston le ahuecó la barbilla con una mano enguantada en cuero, obligándole a encontrarse con su mirada, y escupió cada letra.
«Grace es una santa»
Su voz era escalofriante.
«No lo olvides en el infierno. Mi mujer es una santa»
En cuanto el látigo retrocedió, ella aspiró un suspiro. Esperaba que fuera el último, pero el dios de su captor no conocÃa la piedad.
«Déjalo morir como está»
«Por favor, por favor, mátame....»
León escuchaba los gritos como si fueran música dulce, limpiándose perezosamente la suciedad de los zapatos con un pañuelo. Sostuvo el pañuelo sucio delante de las 4 ratas de ojos azules y ladró órdenes.
«Ustedes 4 se quedarán mirando hasta el final»
El fin para los que osaron insultar a mi mujer.
Lo repitió amargamente mientras salÃa de la celda.
Esa mujer inocente es una santa. Una santa que se sacrificó para destruir el mal, la más pura de todas las santas.
Ante la mera mención de la palabra santa, no pudo evitar soltar un sollozo soez. Por supuesto, su vulgaridad en la cama era un secreto que sólo conocÃan los dioses.
Para los mortales de este mundo, era una santa.
Sólo que tenÃa que ser una santa viviente.
***
«Abington Beach. Próxima parada, Abington Beach»
En cuanto el conductor del tranvÃa llamó, Grace abrió los ojos sobresaltada. Se preguntó cuándo se habÃa quedado dormida. Últimamente no se limitaba a recostar la cabeza, sino que se dormÃa en cuanto se sentaba.
Se miró el brazo y vio que su hija dormÃa profundamente con un diente lateral en la boca. Este angelito en este momento era en realidad una diablilla.
Por favor, no te despiertes.
Grace suspiró y levantó la cabeza, luego se quedó inmóvil. Aguas turquesas y arenas doradas se extendÃan ante ella entre árboles colgantes de jugosas naranjas. Era una vista familiar.
«Hay un océano en tus ojos»
Cállate. Por favor, cállate.
Atónita, Grace giró precipitadamente la cabeza hacia el interior, observando cómo la luz del sol se derramaba sobre el mar que reflejaba sus ojos, brillantes como el pelo del hombre.
Pero el tranvÃa tenÃa ventanas por los cuatro costados. Cuando el paisaje familiar se desplegó por todos lados, hasta que pudo ver la entrada de la feria, bajó la mirada hacia la niña dormida, como si quisiera escapar. Ni siquiera entonces pudo escapar del hombre.
«Ha... maldito....»
Murmuré las feroces palabras en voz baja y cerré los ojos con fuerza.
HabÃan cambiado tantas cosas en 16 años, habÃa tranvÃas que entonces no existÃan, pero ¿por qué sólo veÃa las cosas que no habÃan cambiado en aquellos breves instantes que pasaron?
No querÃa venir aquÃ. HabÃa estado buscando un lugar donde alojarme desde que estuve a punto de firmar el contrato de alquiler de un piso en Wakefield, pero se frustró cuando el casero cambió de opinión, asà que volvÃa una y otra vez al sur.
Racionalmente, no era una mala elección. La costa está llena de chalets, asà que es más fácil encontrar un piso de alquiler a corto plazo para 6 meses o asà que en otras partes del paÃs. Además, es un destino turÃstico de verano, asà que nadie pensarÃa que es raro que lleve gafas de sol todo el tiempo. Es un lugar frecuentado por desconocidos, asà que hay menos preocupación por los demás.
Y no habÃa mejor lugar que Abington Beach para explotar una laguna en el pensamiento del hombre. Seguramente supondrÃa que no se esconderÃa en Abington Beach, donde quedarÃa algún residuo de culpa o emoción, asà que era una buena idea utilizar ese pensamiento a la inversa y esconderme en Abington Beach.
Pero al final no lo hice, porque, como predijo el hombre, el residuo de emoción me hacÃa sentir incómoda ante la mera mención de Abington Beach.
Asà que acabé conformándome con un lugar situado a unos 20 minutos en tranvÃa de Abington Beach.
Después de aquello, nunca venÃa por aquà cuando tenÃa que salir, pero hoy no tenÃa elección. HabÃa una familia al final de la lÃnea del tranvÃa que querÃa llevarse a la niña.
PodÃa haberles pedido que vinieran a buscarla. Asà solÃan ser las adopciones. Pero Grace eligió recorrer el trayecto ella misma, cargando con una niña pesada en el calor del verano. QuerÃa ver a la gente y la casa.
'Es mi deber encontrarle un buen hogar'
Sin saber que ésa serÃa la última vez que verÃa a su hija dormida, el tranvÃa continuó hasta pasar Abington Beach. Pronto no hubo playa a la vista, sólo una serie de pequeñas ciudades y pueblos, luego las afueras de una gran ciudad.
«New Haven. Próxima parada, New Haven»
Aquà era donde Grace debÃa bajarse. El tranvÃa sonaba como una nana, la levanté, aún profundamente dormida.
«Uf... pesada»
A los tres meses, su peso y tamaño se habÃan disparado como una bola de nieve rodando colina abajo. Necesitaba desesperadamente un cochecito para llevar a una niña tan pesada, pero no lo compré.
Pronto la mandaré a casa, asà que nada de cochecito.
HacÃa calor, asà que la envolvà a ella y a mà con el gran chal que habÃa dejado sin envolver. Mi sueño meloso se vio interrumpido por una mueca y un gemido.
«Estás muy cansada, de verdad que voy a pasar esta semana»
Grace suspiró pesadamente mientras bajaba del tranvÃa y se adentraba en el barrio residencial, calmando durante todo el camino a la malhumorada bebé.
No se habÃa dado cuenta de lo difÃcil que iba a ser criar a aquella niña. Cuando era adolescente, se habÃa ganado dinero de bolsillo cuidando a bebés y niños pequeños en una guarderÃa local, asà que se habÃa enorgullecido de saber cuidar a los niños.
Incluso utilizó su experiencia para colarse en casa de un oficial como niñera a los 22 años y robar documentos clasificados. Nadie se dio cuenta de que no era niñera porque era muy hábil cuidando niños.
Era tan fácil con este niño que pasó por alto el hecho de que su padre no era un hombre fácil.
La niña no sólo tenÃa el sueño muy largo, sino también muy ligero. Llora como si se hubiera caÃdo en la taza del váter cuando su pañal está mÃnimamente mojado. Últimamente come mucho más, asà que empecé a darle leche artificial, pero es muy sensible al sabor de la leche artificial. Si no le gustaba, chupaba un bocado y lo escupÃa.
«Esta diablilla realmente.... sensible y quisquillosa, eso sacó de su padre»
Ya me preocupaba que, siendo tan quisquilloso y necesitando tanta atención, terminara siendo rechazado o devuelto.
Para entonces, ya me habrÃa ido.
«Asà que más te vale portarte bien»
Grace se detuvo cuando llegaron a la casa de la familia que querÃa adoptar a la niña.
«Por favor, cuando vayas allÃ, ponte guapa y sonrÃe, ¿vale?»
«Waaa-»
Pero la infame hija de Conde Winston empezó a sollozar, retorciéndose para ver qué otra cosa le molestaba tanto.
«Querida, mÃrame»
Chasqueé los dedos para llamar la atención de la bebé. SeguÃa llorando con lágrimas colgando de los ojos y los labios enfurruñados, asà que le hice una demostración.
«¿Ves? Asà es como se sonrÃe»
Levantó las comisuras de los labios y sonrió. Enseñar a sonreÃr a una bebé no verbal de tres meses. Era ridÃculo, incluso para ella, pero miró a Grace con un brillo en sus ojos azules, luego dijo: «Je», y se rió.
«SÃ, asÃ. Eres muy guapa»
Le besé la frente y volvió a reÃr, esta vez una risa gutural. Grace se detuvo un momento y luego apartó los labios como si no hubiera pasado nada.
«Asà sonrÃes por dentro»
***
Grace miró alrededor del salón, subiéndose las gafas de sol que se le resbalaban del puente de la nariz por el sudor que se habÃa formado en ellas. La casa estaba tan limpia y ordenada por dentro como por fuera.
«Debe de haber sido duro llevar a tu hija hasta aquà con el calor que hace, seguro que tienes sed»
La mujer que estaba al otro lado de la mesa de café sirvió té helado de una jarra de cristal en un vaso alto.
«Gracias»
Grace dio un sorbo al té helado, esta vez observando la mesa. HabÃa un teléfono en una esquina de la larga mesa de caoba, a su lado una pila de catálogos de grandes almacenes.
De hecho, me di cuenta de que eran una familia adinerada por el hielo de los vasos que tenÃan en las manos.
'DebÃan de tener un frigorÃfico'
TenÃan una de esas cosas caras para cuya compra habÃa que vender dos lingotes de oro, cuando entré, habÃa un flamante sedán aparcado delante del garaje, asà que tenÃa un pase en cuanto a riqueza.
De hecho, todo lo demás parecÃa una victoria.
Las voces emocionadas de dos niños que jugaban con un perro grande en el patio trasero se colaron por la ventana entreabierta.
«DeberÃas probar esto»
Cortó una tarta de cerezas que la mujer debÃa de haber horneado ella misma y se la ofreció a Grace. Luego le ofreció un trozo a su marido, que estaba sentado a su lado, el hombre aceptó el plato de postre y plantó un ligero beso en la mejilla de su mujer.
Evidentemente, era una costumbre arraigada en él, pues no se inmutó ante la presencia de la desconocida que tenÃa delante. Con el brazo alrededor de los hombros de su bella esposa, aquel hombre de unos 30 años parecÃa un hombre de éxito social y familiar.
En resumen, la familia ideal de clase media que se ve en los anuncios.
Escogió a la adecuada.
Grace se imaginó a la niña que ahora estaba sentada en su regazo, mirando a su alrededor, formando parte de esta familia perfecta: creciendo conociendo este extraño lugar como su hogar y a la pareja como sus padres.
«Siempre quise una niña, pero sólo tenemos dos niños y no podemos tener más....»
Mientras explicaba cómo llegó a adoptar a una niña, los ojos de la mujer no se apartan de la bebé, que en cambio chupaba el dedo de Grace y jugaba.
«¿Quieres cogerla?»
dijo Grace mientras le entregaba a la niña.
No llores. No llores. SonrÃe bonito.
Afortunadamente, la niña no lloró, ni siquiera en brazos de una mujer extraña. La mujer levantó hábilmente a la niña, admirándola mientras ponÃa sus grandes ojos de arriba abajo, mirando a los desconocidos.
La admiraron.
«Oh, es preciosa. Dios mÃo, eres un ángel»
En ese momento, Grace casi se atraganta comiendo la tarta.
«¿Cómo se llama la niña ....?»
preguntó la mujer, Grace movió la cabeza negativamente.
«Oh....»
La mujer se mordió ligeramente el labio inferior, como si hubiera preguntado algo equivocado, luego cambió de tema.
«Por cierto, eres una rubia muy guapa»
Le pasó la mano por el sedoso y brillante pelo rubio, admirándola una y otra vez.
SÃ, yo también me enamoré de aquella rubia al principio.
Hace 16 años. Grace sonrió agridulcemente mientras dejaba su plato de postre.
Un cabello rubio brillante no es común, aún más difÃcil de heredar si uno de los padres tiene el cabello oscuro. Sin embargo, la niña, dejando de lado el castaño oscuro de Grace, habÃa heredado precisamente ese tono de rubio tan raro de obtener.
«No es fácil conseguir un color tan claro»
El hombre que la miraba pareció leer sus pensamientos y la fulminó con la mirada. Empezó a decir algo, luego se detuvo y se rascó la nuca tÃmidamente.
Grace creyó saber lo que iba a decir. Su pelo habÃa vuelto a su color castaño original después de que recientemente no hubiera podido permitirse volver a teñÃrselo.
Asà que es normal que piense.
El padre del niño es rubio.
El insignificante comentario del hombre fue el resultado de la falsa excusa de Grace.
Su marido murió en un accidente mientras ella estaba embarazada. Quiere quedarse con la niña, pero no puede criarla sola porque ya tiene dos hijos. Quiere dar a la niña en adopción, ésa es la historia que contó.
«Qué bonita»
La mujer miró a la hija de Grace con ojos ya enamorados. Se quitó el sabor amargo de la boca con té helado y forzó una sonrisa.
SÃ, serÃa mejor para la niña tener una madre que la mirara asÃ.
La mujer que le habÃa estado haciendo cosquillas en la barriga miró a Grace, con una expresión de adoración en el rostro.
«En realidad, he visto muchos bebés cuando buscaba adoptar, pero nunca habÃa visto uno que pareciera una muñeca»
«Va a ser una auténtica belleza cuando crezca»
«Eso es porque su madre es una auténtica belleza»
La mujer pareció compadecerse un poco de Grace por ser su madre, luego le dio una palmadita en la espalda. Grace se rió:
'No soy yo, es su padre que es tan guapo'
La niña se parecÃa a él lo miraras por donde lo miraras. Desde el pelo hasta los rasgos faciales, pasando por su carácter, se parecÃa a su padre, un hombre al que ella odiaba.
Si iba a hacerlo, también podrÃa tener sus ojos.
Miró fijamente los ojos azules oscuros de la bebé, sentada en el regazo de la otra mujer, y él le sonrió.
«Qué bebé tan bonita ¿no crees que es un desperdicio regalarla?»
Eso lo habÃa dicho la criada que venÃa todos los dÃas a ayudar con la colada. Y era verdad. Es una niña difÃcil y es muy duro trabajar con ella, pero hay una extraña satisfacción en verle sonreÃr asÃ.
Pero de ninguna manera querrÃa un hijo que se pareciera a él, de ninguna manera.
Mientras se miraban fijamente, los ojos de la niña se entrecerraron y su soleada sonrisa se desvaneció lentamente.
El añil se le escapó de las manos y el hombre lo cogió rápidamente. La forma en que volvió a meterse el mordedor en la boca y lo mordió era ya tan natural como la de una madre y su hijo.
«Cuando crezcas, tendré que conseguirte un actor»
El hombre sonrió mientras clavaba los ojos en la niña. Era un bonito cumplido, pero Grace se sintió ofendida de algún modo.
La pareja y su hogar perfecto parecÃan de repente diferentes, como si la niña ya fuera suyo, aunque no se hubieran ofrecido a regalarlo.
No me gusta el aspecto de ese hombre. Hay muchas botellas en el aparador. Algunas están medio vacÃas. Quizá él sea alcohólico, quizá ella beba.
Empecé a hacer una serie de suposiciones completamente infundadas, luego llegué a una conclusión.
Tal vez esta imagen de una familia armoniosa y perfecta de clase media fuera un montaje.
Era imposible que Grace no supiera que era una conclusión ridÃcula. Era patética.
«Caramba, ya pesa»
«Qué bien sonrÃe, incluso a los desconocidos»
El hombre la cogió con ambas manos y jugó con ella. Grace soltó una risita, disfrutando de un juego al que nunca habÃa jugado con él.
SÃ, sonrÃe cuando se lo ordenan. Es muy buena. SÃ....
ParecÃa tan feliz en brazos de otra persona. Era tan, tan bueno que pudiera sonreÃr asà sin ella.
«Cariño, ¿vamos a ver tu habitación?»
La mujer se levantó del sofá y cogió a la niña de manos de su marido. Luego, sin vacilar, se dirigió hacia las escaleras.
Me pregunto si ha llegado el momento de dejarte marchar.
Me senté y me quedé mirando el reflejo lejano. Mis ojos se clavaron en los de la niña, que miraba por encima del hombro de la mujer. Cuando se dio cuenta de que la estaba buscando, el rostro de la niña se descompuso y tendió la mano hacia Grace, llorando.
El corazón de Grace empezó a latir con fuerza.
«Cariño, ¿Qué te pasa? ¿Estás incómoda?»
Tras un momento intentando calmarla, la mujer se dio cuenta de lo que la niña querÃa. Al entregar a la niña, cambiaron las tornas. Como era de esperar, la niña dejó de llorar en cuanto estuvo en brazos de Grace.
Ella se lo devolvió a Grace y le secó las lágrimas que habÃan caÃdo de sus ojos. Incluso después de secarse las lágrimas, la bebé se aferró al cuello de Grace con sus manitas, poniendo morritos y sollozando. Grace le acarició la espalda y arrulló en voz baja.
«Te dije que no debÃas llorar. ¿Por qué has llorado, eh?»
Su voz estaba lejos de ser una regañina.
«Veo que la bebé ya te reconoce»
La mujer que estaba de pie a lo lejos, observando a la madre y a la hija, murmuró amargamente. Grace sonrió amargamente por fuera para ser cortés, pero por dentro no pudo evitar sentirse engreÃda.
Fue una tonterÃa.
Fue una tonterÃa gritarle a la niña.
«No me sonrÃas. Calla»
***
De camino a casa, por fin me bajé del tranvÃa.
Sola, Grace cruzó la carretera y se dirigió a la playa, utilizando aquella endeble excusa cuando nadie preguntó.
El quiosco seguÃa allÃ. Sólo que donde habÃa estado el viejo gruñón habÃa un joven con acné.
«Chalet, una botella»
Compré un agua con gas. Supuse que un hombre adulto con un bebé en brazos no querrÃa comprar helado de fresa y, además, qué sentido tiene volver a visitar recuerdos desvanecidos, pero si eso era lo que iba a hacer, para empezar no deberÃa haber bajado del tren en Abington Beach.
A pesar de mi excusa, eché el agua con gas en la bolsa, me quité las sandalias y caminé hacia el océano.
El tacto de la fina arena me resultaba desconocido, quizá era la primera vez que la pisaba desde aquel dÃa. Mis pies se hundÃan y mis pasos se sentÃan pesados, como si me adentrara en un pantano. Tal vez fuera la misma sensación que tuve cuando entré en la playa de la cabaña del hombre, pero no me di cuenta de que era un pantano.
Sólo estaba en éxtasis, no, en la ilusión de que el chico que estaba de pie al final de la playa era más hermoso que cualquier cosa que hubiera visto jamás.
Mientras miraba fijamente hacia el agua en el extremo izquierdo de la playa, Grace bajó la cabeza de repente. Una brisa fresca agitó sus mechones dorados sobre su redonda frente, erizándolos como plumas.
Finalmente, dijo que se pondrÃa en contacto más tarde y se llevó a la niña. Estaba dispuesta a entregarla en el acto si se trataba de un buen hogar. Pensé: ¿por qué dudar si realmente no hay un hogar mejor?
Me detuve al llegar al agua burbujeante. Me paré con los dedos de los pies en la marea que subÃa y bajaba y observé el enorme transatlántico de pasajeros que flotaba en la distancia hasta que se convirtió en un punto, entonces le hablé a la bebé.
«¿No es asombroso? Yo también me asombré al principio»
La bebé sacudió la cabeza maravillada ante el mar y la playa de arena. Le aparté el pelo enmarañado y señalé el océano a la altura de sus ojos.
«Mira, mira. Eso es el océano»
«Oooh-»
Balbuceó la niña, imitando las palabras de Grace. Mirando los ojos desconcertados de la niña, me pregunté de repente.
¿Será que tu rostro a los 13 años se parecerá al de ese hombre?
Quizá ella no lo supiera. No deberÃa saberlo.
Cuando tenga 13 años, yo ya estaré más allá del mar.
***
Sentada en un banco al borde de la carretera mirando al océano, al final le entró sed.
«Ugh… ¿por qué beben algo tan amargo…?»
En cuanto abrió el agua con gas y bebió un sorbo, Grace hizo una mueca. El bebé que tenÃa en el regazo la observó con curiosidad y luego se quedó mirando la botella azul claro de agua con gas.
«¿Qué? ¿Quieres un trago?»
Le acerqué el pico de la botella a sus diminutos labios y le vertà un poquito de agua con gas en la boca, inmediatamente hizo una mueca de disgusto y una mueca de dolor. Al parecer, no le gustaba el sabor.
«Ewww»
«¿Verdad? ¿Cómo pueden beber algo tan horrible todos los dÃas? De verdad, no entiendo a esa gente»
El rostro de Grace se endureció de repente mientras limpiaba con el babero el agua espumosa que escupÃa el bebé, hablando y riéndose para sus adentros.
«No es bueno para su educación hablar mal de su padre delante de su hijo»
Cállate. Cállate, por favor.
Aquel hombre llevaba todo el dÃa hablando en su cabeza. Desde que la habÃan encerrado en la dependencia, él habÃa sido el único ser humano con el que habÃa podido comunicarse. Incluso después de escapar, habÃa estado tan aislada que nunca habÃa mantenido una conversación real con nadie.
Asà que, durante el último año y cuatro meses, ese hombre ha sido la única persona con la que Grace ha hablado.
Incluso cuando querÃa hablar con él, no tenÃa a nadie con quien hacerlo, asà que seguÃa manteniendo conversaciones con él en su cabeza, sólo para detenerse consternada. Pero él era tan insistente, incluso en su cabeza.
«Grace Riddle»
¿Por qué?
«¿Has imaginado alguna vez la vida sin mi?»
SÃ, voy a vivir una vida no como Grace Riddle. Ordinaria. Como ellos.
Grace se quedó mirando a la joven pareja que estaba de pie, uno al lado del otro, sobre la arena enrojecida por la puesta de sol, cada uno cogiendo de la mano a su pequeño bebé.
No sé lo que es una vida normal, pero eso es lo que parece. Grace se esforzó por no imaginarse al hombre y a la niña, imaginándose a sà misma allà de pie. Entonces el hombre de su cabeza susurró molesto.
«Me pregunto cómo serÃa la vida sin ser Leon Winston»
Sin duda, la voz que habÃa sonado tan cansada en el momento en que la habÃa oÃdo sonaba ahora como el dulce susurro de una serpiente astuta. Grace apretó los dientes.
«¿Por qué me dices eso? Lo hagas o no, no te atrevas a meterme en tu vida»
Entre ese hombre, yo y esta niña, los tres nunca Ãbamos a tener una vida normal.
Si no hubiera ocurrido, ¿podrÃas haber sido un adulto mejor de lo que eres ahora, podrÃamos haber sido felices juntos si no hubiera ocurrido? Es divertido pensar en el momento en que lo pensé.
Los «y si...» no importan, lo que ocurrió no puede deshacerse.
Ocurrió, y porque ocurrió, crecieron y se convirtieron en adultos feos, dejando a una vÃctima inocente, una niña, en su miseria.
Siempre que se juntan, saltan chispas y las llamas se propagan, reduciendo a cenizas todo lo que les rodea. No podÃan permitir que esta niña inocente se viera envuelta en las llamas.
Asà que los tres creÃmos que la única forma de alcanzar la felicidad ordinaria era que cada uno siguiera su camino por separado.
Pero, ¿Qué voy a hacer ahora?
Grace suspiró mientras agitaba la botella vacÃa llena de conchas y observaba a la bebé sonreÃr con la cara más feliz del mundo.
Esta sencilla felicidad es un lujo efÃmero. Debo dejarte marchar antes de que seamos infelices juntos, pero ¿qué estoy haciendo?
«Ha....»
Eso, y traerte aquÃ. Como si quisiera mostrar los frutos de su amor afectuoso.
Esta niña no es hija de aquel dulce muchacho. El chico de Abington Beach hace tiempo que murió, asà que Daisy también deberÃa. Ha vuelto donde empezó todo, aún no ha matado a Grace Riddle.
No. Va a matarme, va a abandonarme, va a dejarme.
murmuró Grace, acunando a la niña somnolienta que se acurrucaba en sus brazos.
Se irá si se lo permites.
***
Incluso en noviembre, en la cúspide del otoño y el invierno, hacÃa suficiente calor en el sur para que una gabardina pareciera gruesa. Abrà la ventanilla y entró en el taxi un aire fresco y húmedo con olor a mar.
Lejos de la estación de tren, el taxi empezó a bajar a toda velocidad por la carretera que separa el distrito comercial de la playa. En temporada alta, el centro de la ciudad bullÃa pasada la medianoche, pero en temporada baja estaba inquietantemente tranquilo.
Mirando por la ventanilla con los ojos hundidos, Leon levantó la vista cuando la entrada de la feria parpadeó ante él. Pronto, la noria, que se alzaba contra el cielo negro, se hizo visible.
No puedo creer que siga allÃ.
Allà de pie, con todas las luces apagadas, era como si el tiempo se hubiera detenido para siempre. En ese tiempo, en ese momento.
Quizá asà son los recuerdos. Como un carnaval cerrado, que permanece latente con las luces apagadas, pero cuando encuentras un recuerdo, se encienden las luces y vuelve a cobrar vida.
Ese fue el momento en que se accionó el interruptor de los recuerdos.
El chico que estaba en lo alto de la noria, besando a una chica, giró de repente la cabeza hacia aquà y le miró con resentimiento. Un grito insonoro no tardó en sonar en sus oÃdos.
Idiota.
Te he dicho que me digas algo que no sé.
Mientras apoyaba el brazo en la ventanilla y enterraba la cara entre las manos, el taxi subió un par de cuestas y se detuvo frente a un edificio de ladrillo blanco. Leon se puso las gafas de sol que guardaba en el bolsillo delantero de la chaqueta del traje.
«Quédate aquû.
Dejando a Pierce en el taxi, él y Campbell se dirigieron a la entrada del edificio. En cuanto Campbell llamó al timbre de la puerta principal, ésta se abrió y un hombre de mediana edad sonrió nerviosamente a los dos.
«¿Sir Hopper?»
«SÃ, soy yo, pasen por favor»
El agente inmobiliario los condujo al tercer piso, mientras se secaba la frente sudorosa con un pañuelo.
«No tenÃa ni idea de que los lingotes de oro se querÃan....»
«No te preocupes, no estás implicado en ningún delito»
Ante las palabras del joven, Hopper exhaló un enorme suspiro de alivio. HabÃa vendido al banco hacÃa una semana los lingotes de oro que habÃa recibido como alquiler de su inquilino la primavera pasada, otros dos que habÃa comprado durante el verano, llevaba todo el dÃa pensando ominosamente en ellos desde que habÃa recibido hoy la llamada de los militares.
Se detuvo ante la habitación 303 y sacó una llave del bolsillo. La puerta se abrió lentamente, revelando una habitación pulcramente ordenada, con muebles y utensilios bien dispuestos. No habÃa signos de habitación humana ni calor.
«CreÃa que habÃas dicho que se habÃa ido hace 2 meses»
Preguntó el hombre, que habÃa permanecido en silencio, en un tono agudo, mientras irrumpÃa en el interior.
«Sû
A pesar de la arrogancia del joven, que en el mejor de los casos parecÃa su sobrino, Hopper sólo pudo responder cortésmente. Iba vestido de paisano, por lo que era imposible saber su identidad o rango, pero parecÃa ser un oficial de alto rango del ejército, a juzgar por el aura de mando y el porte que desprendÃa.
«¿Por qué?»
«El hecho es que la Sra. Baker....»
Justo cuando iba a explicarme, el hombre resopló.
«¿Por casualidad dijo que me llamaba Mary Baker?»
«SÃ, lo dijo»
Leon aspiró hondo y cortó los dientes. La mujer, como si hubiera esperado que él la localizara aquÃ, habÃa dejado un mensaje amablemente burlón.
«Continúa»
«SÃ, en realidad, la mujer querÃa prorrogar el contrato de alquiler uno o dos meses más, pero el casero dijo que un contrato tan corto sólo era para los meses de verano»
Desde entonces, el piso está vacÃo y sin contrato.
León tuvo que desahogarse de nuevo. Si se hubiera prorrogado el contrato, ya habrÃa recuperado a Grace y al niño, poniendo fin a la caza de casi un año.
Aun asÃ, no todo era inútil, pues medio año de sufrimiento habÃa terminado. Grace estaba viva, el niño también. No era exagerado decir que habÃa pasado el último medio año intentando averiguar precisamente eso.
«¿VivÃa sola?»
«Que yo sepa, sû
«¿Supongo que se llevó al niño con ella cuando se mudó?»
El agente asintió, extrañado de que le hiciera una pregunta tan obvia.
«Ha....»
Grace no habÃa abandonado a su hijo, lo que me hizo sonreÃr, aunque volvà a pasar por alto a la mujer por poco.
Al fin y al cabo, la mujer solitaria no podÃa abandonar a su hijo, que era igual que ella. Aunque huyera de ella, arrastrarÃa sus grilletes por el suelo, éstos se harÃan más pesados cada dÃa que pasara, hasta que la atraparan.
Leon vio esperanza en su desesperación.
«No sabes adónde ha ido»
«No lo sé. Me ofrecà a llevarle a otra casa cercana, pero Señora Baker dijo que habÃa cambiado de opinión»
Me pregunto adónde fue.
Conozco el destino final. Va a casa de su tÃa en Columbia. Compruebo regularmente las oficinas de inmigración de todos los puertos, pero no ha habido noticias de que aparezca la mujer buscada.
¿Cuándo piensa salir del paÃs? León pensó en el médico que habÃa acudido a la dependencia para una revisión en la Navidad del año pasado. Ahora tenÃa 6 meses, más de los cuatro que habÃa dicho el médico. Eso significaba que era lo bastante mayor para viajar largas distancias en barco.
Ya casi era hora de que entrara en la trampa.
Hice algunas preguntas más, pero el agente sabÃa muy poco. Sólo la habÃa visto unas pocas veces para firmar contratos o vender lingotes, lo cual era comprensible. Leon despidió al corredor y giró hacia Campbell.
«Ve a sondear a los vecinos»
Era tarde para llamar a la puerta de alguien, pero todos fruncieron el ceño al ver el uniforme del agente y obedecieron a la pregunta.
«Dicen que vivÃa sola y que casi nunca hablaba con nadie. A veces le han visto salir con un niño, pero no saben su sexo ni su nombre. La mujer que vive en la casa de enfrente dijo que tenÃa una criada que entraba y salÃa todos los dÃas, asà que quizá ella lo sepa»
«Quédate aquà y busca a la criada. Otra cosa, cuando salga el sol, ve al registro civil y comprueba si se ha inscrito algún niño con el apellido Baker desde el pasado mes de mayo»
Pero es posible que la mujer no haya dado al niño el apellido que ella escribió burlonamente.
«Mira a ver si hay algún niño registrado con el nombre de Angela bajo cualquier otro apellido»
Yo suponÃa que Grace habrÃa llamado a la niña como su madre, a la que admiraba. Pero no tenÃa ni idea de cómo habrÃa llamado a un niño. Es difÃcil imaginar que una mujer llamara asà a su primogénito, como es costumbre desde hace mucho tiempo, aunque estoy segura de que serÃa muy emocionante.
Por otra parte, es posible que el nacimiento no se registrara, pero no perdÃa nada investigando.
Una vez completadas sus instrucciones, León recorrió lentamente la casa vacÃa donde habÃan vivido su hijo y la mujer. No habÃa rastro de la mujer en el espacio, que habÃa sido limpiado para dar la bienvenida a los nuevos inquilinos.
Su endurecida mandÃbula se suavizó al abrir la puerta del dormitorio.
El pequeño dormitorio tenÃa dos camas. Una cama para dos y una cuna con barandillas. El leve olor a bebé no era una ilusión cuando abrió la puerta.
Las comisuras de la boca de Leon se curvaron lentamente al acercarse a la cuna. Acarició la barandilla con las manos desnudas como si se tratara de un niño y miró el colchón vacÃo.
Aquà es donde estaba mi hijo.
Se dio la vuelta bruscamente y volvió a dirigir la mirada hacia la cuna.
Y allà nació mi hijo.
León se sentó en la cama de aspecto destartalado. Acariciando el polvoriento colchón, sintió un calor que no deberÃa seguir allà mientras imaginaba momentos que no conocÃa.
Una emoción desconocida surgió en su pecho. Lo que empezó como un escalofrÃo cosquilleante pronto se convirtió en un latigazo, que golpeaba con dureza su corazón.
«Ha....»
La emoción siguió envolviendo el corazón, apretándolo hasta hacerlo palpitar. DeberÃa doler, pero no era tan malo cuando todo lo que podÃa hacer era reÃr, reÃr y reÃr.
Leon cerró los ojos e intentó imaginar.
Cómo serÃa el hijo de Grace y yo.
EstarÃa bien que el niño se pareciera a la mujer que amaba, pero se imaginó a un niño que se pareciera a él. Grace recostada en esta cama. En sus brazos, un niño que se parecÃa a él dormÃa profundamente.
Sintió un extraño placer.
Quizá en el corazón de Grace creciera un amor por el niño y sembrara las semillas de un amor por él. Una esperanza cobarde brotó en su corazón.
Bajo la superficie dulce y amarga de su imaginación, los ojos de Leon se abrieron de golpe al oÃr un sonido lejano.
Las olas.
Se acercó a la ventana y descorrió las cortinas. PodÃa ver el océano negro más allá de los edificios del otro lado de la calle y, a lo lejos, una colina poco iluminada se alzaba sobre la bruma acuosa.
Era la zona de casas de campo de Abington Beach.
Con un torrente de emociones imposibles enredándose entre sÃ, formuló una pregunta que no sabÃa dónde dirigir.
Grace, ¿en qué estabas pensando al criar a nuestro hijo en una casa con vistas al lugar donde nos conocimos?
Tal vez no habÃa pensado en absoluto, tal vez habÃa elegido este lugar entre todos los muchos de este vasto reino basándose únicamente en su cabeza. Razones razonables, lógicas y racionales alzaron sus voces, ahogando sus patéticas expectativas.
Volvió a sentarse en el borde de la cama, mirando fijamente el catre vacÃo, cuando oyó una voz detrás de él que se aclaraba la garganta.
«Soy yo, Su Excelencia....».
Era Pierce, que parecÃa perplejo sentado en el dormitorio de su apartamento sin dueño. El asistente personal de Leon no sabÃa por qué habÃa venido aquà con tan poca antelación desde su viaje a la capital real.
«Lo siento, señor, pero es hora de que se vaya»
Con el tÃtulo de caballero llegó la molestia de un puesto en el Consejo Privado. TenÃa que coger el último tren a la capital si no querÃa llegar tarde a una importante votación parlamentaria mañana.
Sentarse en casa sin ella era una pérdida de tiempo tan grande como la polÃtica. Saliendo del dormitorio, se cruzó con Campbell en el salón y ordenó.
«Investiga también la compra de este lugar»
Y asÃ, dÃa tras dÃa, sus reliquias crecÃan.
Asure: Buenas noches chiques, pag 299 de 579, un poco tarde para publicar .... cayó feriado largo y me fui de viaje .... disfruten
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