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Anillo Roto: Este matrimonio fracasará de todos modos 108

Sirenas y soldados (14)




'¿Por qué me das esto?'

'Tómalo, es todo lo que tengo ahora'

'Soy ......... Señorita, no me atrevo a aceptarlo'

'¿Por qué?'

'…..... Porque yo .....… soy demasiado ......…'

'¿Demasiado, qué?'

'…..... Insuficiente ......… Nunca he recibido algo así antes .......… No sé bien cómo ......…'

'.......'

'Con mi humilde condición .....… atreverme a tener ......… un deseo tan impuro ....… tan indeseable .....…'

'.......'

'He sido solo una carga ......… ¿Con qué cara podría aceptarlo ......…?'




Era tan bonito y lamentable que miraba al suelo y no podía hablar. No podía decir que se me diera muy bien mentir, pero así fue al principio.

De todos modos, Inés estaba prácticamente encima de la cabeza del ingenuo Emiliano, que estaba desesperado por contener su excitación mientras era arrastrado frenéticamente por la hábil Inés.

En su urgencia, ni siquiera se dio cuenta de que el 'cuerpo' de Inés era tan nuevo para él como el suyo propio. Ni durante, ni después, ni hasta que vio un atisbo de sangre.

Al ver la sangre, comenzó a disculparse apresuradamente, preguntando si había fallado nuevamente... Cuando le dijeron que solo era por ser la primera vez, su rostro se tornó pálido y volvió a disculparse sin cesar: 'Cómo me atreví... ¿Cómo pude atreverme? Lo siento... A la que será la futura princesa heredera... Todo es culpa mía, quiero morir ahora... Por favor, acaben conmigo... He arruinado todo...'

Hizo falta otra ronda de sexo para que se callara, yo estaba tan extasiada que no pude evitar reírme cuando se disculpó y confesó que en realidad quería morir.

Cuando le dijeron: 'Eres realmente guapa y sorprendentemente fuerte; si solo mantuvieras la boca cerrada, serías perfecta', cerró la boca de inmediato y, con ojos llorosos, continuó esforzándose en silencio. ¡Qué adorable se veía así!

¿Estás llorando? No... No estoy.... ¿Por qué lloras? Te quiero tanto....

Porque eres como un sueño.......

Curiosamente, aquel momento también fue un sueño para Inés. También hirió un poco su orgullo. Era la primera vez que Emiliano veía el cuerpo desnudo de una mujer fuera de un cuadro, por no hablar de sexo, y, como me contó más tarde, nunca había pintado a una mujer desnuda porque le daba demasiada vergüenza hacerlo.

Y a juzgar por todos los maravillosos elogios vertidos sobre Inés, las dulces palabras de la naturaleza y las actitudes casi de adoración a la diosa, es fácil comprender cómo debió de sentirse invadido por un deseo irracional.

No me habría sorprendido, por tanto, que hubiera terminado tan pronto como empezó; y fue una lástima que lo soportara hasta el final. Pero una valoración tan sobria sólo podía hacerse después de los hechos.

En realidad, ella lo codiciaba, sin saber si era bueno o no. Porque cada vez que Emiliano tanteaba, ella se sentía cosquilleada y abrumada, como si lo hiciera por primera vez.

Todo era excitante. Todo era diferente de lo que ella conocía.

Incluso antes de enterarse de la infidelidad de Oscar, nunca se había sentido feliz practicando sexo. Al menos había estado bien en los primeros días de su matrimonio. Pero con el paso de los días, él se convirtió en un hombre que satisfacía su libido con actos extraños y estrafalarios, e Inés respondía con una mínima excitación defensiva.

Incluso eso cruzó la línea un día, más tarde a ella le dio igual cómo se sintiera él, sólo quería hacerle correrse y salir de la cama. El arte de satisfacer rápidamente a un hombre. Vivía cada noche sintiéndose como una puta.

Incluso antes de darse cuenta de que era un hombre que no sólo compraba putas, sino que entraba y salía de burdeles.

Se había visto obligada a aceptar penes que habrían entrado y salido del ano de cualquier putero, aunque conocía perfectamente la inmundicia que le había hecho perder a sus hijos, se estremecía cada noche sabiendo que ahora tendría que satisfacerle para acabar con él.

La había vencido y, sin embargo, tenía a Inés. No había dicho que no a los azotes; se había limitado a decir, con una mirada ligeramente avergonzada, que no se atrevía a hacerle un arañazo a mi bonita esposa.

Eres mi orgullo, Ines. La voz diabólica que susurraba adorablemente mientras le forzaba la sucia polla en la boca... No era la princesa de la corona, sólo una puta de buena sangre. Una yegua sin valor para la emperatriz, incapaz de tener descendencia, no podía juzgarse por otra cosa. El sexo era miserable.



'Este collar ....… es demasiado para mí, señorita. Es algo demasiado valioso. Si es una limosna, por favor, retírela ....…'

'Emiliano'

'....... Que conozca un nombre tan insignificante como el mío ya es suficiente'

'.......'

'Con que me haya tenido en sus preciosos ojos, aunque solo haya sido por un momento, me basta'



Hasta aquella noche, en la que fue amada con algo que rayaba en la adoración.

Quizá Ines también era ingenua. Creía que podía tener amor verdadero con un hombre de clase baja que no tenía nada, creía que podía tener una vida verdadera sin nada. Creía que podía aprovecharse de un hombre aparentemente inocente, lo hacía porque pensaba que no tenía nada que perder.




'Nunca iría a ninguna parte, ni me atrevería... a hacer nada que ofendiera tu dignidad; soy huérfano, sin nada que ofrecerte salvo dos manos con las que pintar, pero juro por estas dos manos, las únicas que tengo .......'

'No intento cerrarte la boca con esto'

'......¿Es así?'

'Nadie te creería si salieras a hablar de todos modos, así que éste es un precio demasiado caro para pagar por tu silencio'

'.......'

'Deja de parecer un hombre de hombres'

'Lo siento....'

'Y deja de decir lo siento'

'Lo siento... ah'

'Es sólo mi corazón, porque era tan, tan bueno....'

'...¿Qué?'

'No, no es un lienzo... no es como un lienzo....'

'Señorita... te estás sonrojando'

'.......'

'Nunca te había visto tan tímida'

'...Cállate'




Pero Emiliano era el único, a través de la fe ingenua que ella había albergado una vez.




'Pero esto es demasiado para mí'

'Tómalo, es todo lo que puedo darte ahora ........'

'Me dijo que te había gustado, pero .....… no lo hice muy bien ....…'

'Te dije que no era un lienzo, que si tenía que pagarlo, lo cogería porque era mejor que tú'

'Es cierto, pero no tengo nada que ofrecerte .........'

'Entonces puedes pintar un retrato más tarde'

'...Si es un retrato, ya lo he pintado .........'

'Mi retrato no ........ No me gusto mucho, así que quiero que me hagas un retrato muy bonito. Algo que sea lo más bonito que hayas dibujado nunca'

'Pero nada de lo que he dibujado es más bonito que tu retrato'

'Eres realmente muy cursi'

'Te estás sonrojando otra vez ........ Eres mona. Señorita'

'Cógelo'.

'........ Has dicho que esto es tu corazón, ¿verdad? Me lo das porque te ha gustado esta noche .........'

'......Te lo doy porque me gustas'

'.......'

'Así que cógelo. Es una prueba de mi corazón, Emiliano'




Recuerdo la expresión de su cara cuando aceptó el collar como si fuera el mundo entero.




'Este collar, es igual que tus ojos'




Y la sonrisa que brotaba como una flor en plena floración.

Emiliano llevaba su collar como un cáliz: era el primer regalo que ella le había hecho y, en cierto modo, representaba su primera noche juntos, así que era lógico que fuera tan delicado.

Pero eran pobres sin truco. Ella de 16 a 20 años, él de 18 a 22. En cuatro años de vagar por el mundo, ella había vendido todo lo que había traído del castillo, incluidas las brillantes bandas de oro de aquel collar de olivino.

Emiliano, hombre sin codicia, se afligió por ella en raras ocasiones. Y empezó a apreciar aún más el collar ahora que sólo estaba medio lleno. Cada vez que tenía que vender una de las preciadas posesiones de Inés, acariciaba el lapislázuli del medallón con desesperación, cuando Inés entraba en la habitación, sonreía como si no hubiera pasado nada.




'Un día, cuando esté establecido y pueda vender mis cuadros como es debido, quiero volver a comprar las cuerdas de este collar'

'Antes deberías comprarme un regalo, ¿De qué estás hablando?'

'Pero ....... esto es muy importante, Inés'

'Siempre te niegas a dármelo'

'Porque era demasiado para mí... igual que tú, Inés'

'Si hubiera sabido que lo apreciarías tanto como primer regalo, te habría dado algo mejor'

'No hay nada más precioso que este collar'

'¿Por qué no? No tienes que recurrir a los diamantes, por tanto rubí podría comprar varios caballos de raza'

'No me gustan los rubíes, sino el peridoto'

'¿Por qué?'

'...porque se parecen a tus ojos....'




Recuerdo el día en que acabé vendiendo el collar en El Tabeo. No había pasado mucho tiempo desde la muerte de Emiliano. Habían vendido todo lo demás, era lo único de valor que tenían en aquel momento. Emiliano no podía soportar venderlo, cuando finalmente lo hizo, lloró.



'Soy una persona despreciable, por eso te hago sufrir así'



No, es por mi culpa que estás en esta situación.



'Yo te he arruinado'



Yo fui quien te arruinó.



'Fue el primer regalo que me diste .....… era tu corazón ....…'



Te he humillado.



'Me dijiste que te gustaba alguien como yo ....… y al final, solo te he hecho sufrir'



Yo fui quien te mató.



'Por favor ....… no llores ....… Cuando te veo llorar, yo ....… no puedo soportarlo ....…'



Emiliano tosió sangre. Lo único que ella podía hacer era aferrarse al bebé con manos temblorosas, temiendo que pudiera dejarlo caer sobre el suelo de piedra. Él se moría de nuevo. El bebé lloraba, desgarradoramente. 'Por favor… tu padre te está diciendo que no llores. Así que, por favor…'



'Olvídate de mí. Olvídalo, por favor, y sigue con tu vida, riéndote con ese niño'



No puedo hacer eso, no puedo olvidarte, no puedo olvidarte.

'Si tú mueres, moriré yo', amenazó al oído del moribundo. Va a morir. ¿Crees que no puedo? Si mueres aquí, nunca te perdonaré, ni siquiera en la muerte.

Los soldados la pusieron en pie, maldiciendo. Ella también maldijo, mientras casi perdía el control sobre el niño. No importaba, Emiliano no iba a morir. Le salvaremos de algún modo. Aunque ahora estemos separados, mientras los tres estemos vivos....

El niño siguió llorando. Luciano se levantó lentamente cuando se dio cuenta de que Emiliano había dejado de respirar.



'Tu amante ha muerto, Inés'

'No es mi amante, es mi marido'

'Nunca ha sido tu marido. Dios no lo quiera'

'¡Hicimos un juramento ante Dios!'

'Entonces han hecho un juramento falso'

'.......'

'La ofensa de traicionar al Príncipe Heredero es grave, pero quizá la Emperatriz te perdone por tu fidelidad a Valeztena y te dé un verdadero esposo. Después de todo, aún conservas tu pureza'

'No necesito su perdón'

'Más te vale que así sea. Si quieres salvar la vida de este bastardo'



Por eso, vivió un poco más. También pidió el perdón de la familia imperial. Aceptó incluso convertirse en la segunda esposa de un viejo conde. Todo eso fue, según decían, el precio necesario para que el niño pudiera sobrevivir.

Pero no, Emiliano... Dijeron que iban a matar a nuestro hijo, que no valía la pena ensuciarse las manos con un cabrón tan asqueroso, que lo enterrarían en lo más profundo de la tierra abandonada y ya está...... Me engañaron, no podía verles ganar ...... No podía soportar ver cómo el padre al que tanto amaba, la familia imperial a la que tanto odiaba, te convertía a ti, hijo mío, en algo que nunca existió en primer lugar... y luego me mostraba que al final todo era bueno... No podía soportar ver morir a ese niño tan dolorosamente, tan.......

Las lágrimas resbalaron por sus mejillas sobre las joyas de color óxido. Era el collar de su abuela, el que Inés había puesto patas arriba en su habitación cuando la persiguieron hasta palacio.

Éste era el verdadero, el único que tenía. Dos collares, una broma de mal gusto. Una broma muy pesada, perpetrada por alguien que siempre jugaba con su destino. Así que debería sentirse aliviada.

Emiliano seguiría siendo un pintor feliz que no sabía nada, él seguiría viviendo su vida en paz, sin conocerla. Si lo piensas, .......

'La dueña de este collar lo dejó aquí... A ver, hace ya tres años'

El rostro de Emiliano se reflejaba en el collar que no se había quitado en su vida. El dique se había derrumbado. Todo lo que había conseguido construir había sido barrido.

Sentí que mi cabeza volvía a desmoronarse. Los gritos del niño resonaban en mis oídos.

Sentía como si no hubiera vivido otro día desde aquel día.

¿De verdad te acuerdas de mí? ¿De verdad... te acuerdas de mí?

Y si es así, ¿sabes lo que he hecho?

Emiliano. Yo.......


«....... Maté a nuestro hijo»


Maté a quien tanto amabas. No cumplí ni una sola de tus peticiones.


«¿Podrás perdonarme alguna vez por esto?»


Inés enterró los labios sobre la fría gema. Nunca me perdonarás, Emiliano....


«...... Así que, por favor, no te acuerdes de mí. Por favor....»

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