Anillo Roto: Este matrimonio fracasará de todos modos 72
Volver al plan original (7)
Era poco probable, pero también era raro que algo que saliera de la boca de Inés no se hiciera realidad.
Kassel miró nervioso a José Almenara. El hombre que se había visto obligado a sentarse en aquella mesa desconocida tampoco se sentía a gusto.
Llevaban juntos desde que él había sido nombrado Teniente hacía año y medio, pero nunca antes se habían sentado a una comida formal como aquella.
Les habían invitado a la residencia del oficial al mando, o simplemente a un yogui rápido en medio de una misión........
En otras palabras, nunca habían sido los invitados del otro. Hasta ahora.
«Bueno, Almenara, ¿Qué tal la comida? Nos encanta la comida de Yolanda, espero que sea lo suficientemente buena para el Teniente»
«Ah, sí. Señora escalante... muy buena. No, es excelente. La sopa ¿La sopa está fría...?»
«¿No te gusta fría?»
«No, no, no, es especial, es así de especial»
El primer invitado que habían hecho los Escalante, José Almenara, tenía una presencia que ocupaba todo un lado de la mesa de comedor, bastante grande, que había en el centro de su comedor. No era de extrañar, ya que era literalmente un oso.
Pero por alguna razón, cada vez que abría la boca delante de Kassel, era, y sigue siendo, un puntito.
Y como José normalmente sólo abría la boca cuando Inés le hablaba, ahora se encogía antes incluso de que Inés abriera la boca.
«Hoy ha hecho mucho calor, creo que Yolanda nos ha preparado sopa fría»
«Ah... sí, eso es considerado. Después de todo... los asalariados de Escalante....»
Asalariados, ¿qué? Mientras Kassel lo miraba con esa expresión, por costumbre, José se sintió un poco más pequeño. Era el puntito más grande del mundo.
«Estoy seguro de que estarás de acuerdo en que sus proezas son dignas de la talla de Escalante....»
Cacareando, el fastuoso elogio de José fue interrumpido por una risita. Intentó tragársela, pero cuanto más lo intentaba, peor le salía.
Inés hizo un rápido gesto al mayordomo para que rellenara la copa de José con más agua mientras Kassel le lanzaba una fría mirada como si estuviera viendo el mundo pasar.
«Almenara, bébete el agua, ahí»
«Kuk, sí, kuk, kuk... Señora, kuk, perdón......»
José, demasiado ocupado en ser cortés como para beberse el agua, finalmente se agachó y cogió el vaso, engullendo furiosamente.
Tragó el agua fría, con una tos áspera saliendo de su boca. Se hizo un silencio ruidoso.
Tras una serie de jadeos y algunas respiraciones, José levantó la vista con expresión desconcertada. Inés le miró preocupada, mientras su inmediato supervisor....
«Parece que pudieras comer carne cruda, ¿no puedes dejar pasar algo que no tiene ni un trozo de carne?»
«Tú eres el salvaje que destrozaría la carne cruda, Kassel»
«Inés... cuántas veces tengo que decirte que eso es carne cocinada»
«El Duque lamentará verte atado así»
«Es por tu culpa, Kassel, que el teniente no ha podido pasar ni un trozo de comida»
«Pobre hombre, si le hiciera caso a ese gran hombre....»
murmuró Inés, con un lánguido murmullo se incorporó y empujó la cesta de pan hacia José.
Kassel resopló con incredulidad.
«Come un poco de esto cuando te hayas calmado, es evidente que estás grogui por culpa de alguien»
«Señora Escalante... Gracias....»
«...Gracias, ¿así que es por mi culpa?»
preguntó Kassel, inclinando la cabeza rígidamente por costumbre, mientras José se puso rígido mientras mordía el pan. El pan era grande, aunque estaba cortado, pero su cara y sus manos eran tan grandes que parecía diminuto.
Lo mordió y se endureció .....
«Es mono cómo sigues mirando hacia otro lado»
¿Lindo? ¿Quién? Kassel no ocultó el menor atisbo de diversión, pero Inés miraba al corpulento José como si estuviera viendo algo realmente lindo.
Era una situación muy extraña para José, que podía ver sus expresiones de un vistazo.
«¿Mono? ...¿Lo soy?»
una pregunta muda cruzó su inocente rostro mientras se metía el pan en la boca, esta vez, una clara carcajada brotó de Inés.
«Sí. Eres mono»
La expresión de Kassel se tornó tan molesta como se iluminó la de Inés, como si se proyectaran sombras en la luz. ¿Eso? Ni siquiera Kassel podía admitirlo. Esa cosa del oso pardo es mona, si es mono, prefiere serlo él mismo .....
Inés, que no había prestado mucha atención a su acompañante de al lado, sonrió y saludó con la mano al criado que acababa de entrar con la comida.
«Llegas justo a tiempo, por favor, pon primero la comida delante del Teniente»
«¡Señora! ¡Cómo me atrevería!»
Pero ya estaba allí. Los ojos de José estaban fijos en la carne, reluciente y chorreante de grasa. El olor era casi artístico.
«Le gusta el cordero, resulta que es muy buena cocinera. Antes odiaba el cordero, pero se le da tan bien que incluso a una que lo odia como yo se lo recuerda de vez en cuando. Me contó algunas cosas una sirvienta que ha estado en la residencia del Teniente, pensó que sería un buen manjar para servir»
«Es lo que más me gusta.......»
murmuró José, involuntariamente emocionado. El tercer hijo de Conde Almenara tenía una mente engañosamente simple y un comportamiento naturalmente tímido.
Inés mira a Kassel, pensando para sí: 'La academia ha abandonado a varias personas...' Kassel le devolvió la mirada, sabiendo que ella le está mirando a él.
«¿Por qué?»
«Por tu culpa»
Su rostro impecablemente terso protestaba su inocencia.
Pero tres años en la academia no habían hecho nada en la psique de Kassel, así que tal vez fueran sus superiores quienes habían abandonado a Jose. O ambos.
«¿Le molesta mucho Kassel, teniente?»
«¿Qué? ¿Te refieres al Capitán? Eso es un improperio....»
Jose negó la pregunta de Inés con una cara que se derretía junto con la carne derretida. No se dio cuenta de que había levantado la cabeza sin darse cuenta.
Las cejas de Kassel se alzaron bruscamente.
«Las acciones hablan más que las palabras, Almenara»
«Es la diferencia entre el comportamiento exterior y los pensamientos interiores. Kassel. Acéptalo»
Mientras Inés decía esto, José agitó las manos enérgicamente.
Sus manos eran tan grandes que las flores de un jarrón cercano se mecían con la brisa.
«No, no. No, no, no. Eso no es verdad»
«¿Cuántas veces has acosado a un teniente para que se asuste y lo niegue?»
«...Almenara, ¿te he 'acosado' así habitualmente?»
Kassel puso un énfasis inusualmente fuerte en la palabra, como un ligero sarcasmo, José volvió a negar con la cabeza, como si no estuviera realmente sorprendido.
«No, claro que no... sólo es normal»
Kassel se encogió de hombros, volvió a mirar a Inés como diciendo: '¿Ves?', luego apartó la cabeza al darse cuenta de lo que realmente está pensando tras otro comentario casual de José.
...¿Normal...?
«Así que Kassel acosó al teniente, no hasta ese punto, pero sí en un grado medio, ¿y luego qué?»
«Oh, estás equivocada, Inés»
«Nunca había conocido este lado de mi marido, a pesar de conocerlo desde hace tanto tiempo....... este lado sádico»
«En primer lugar, Inés, sádico suena aún más raro aquí. Y te equivocas, joder, no me imagino lo a gusto que está ese cabrón en la Marina»
«Kassel, ¿has insultado a mi invitado?»
«...Es mi teniente, ¿no?»
«Ahora es mi invitado, ¿no?»
«Uhh... Ustedes dos, no se peleen por mi culpa.......»
José murmuró lastimeramente como un héroe trágico.
«Señora Escalante, me temo que he cometido un error .......»
«Me invitaste porque ese cabrón es mi teniente …..»
«¿Estás insultando a mi invitado, llamándolo ese cabrón otra vez?»
Kassel sacudió la cabeza nerviosamente y miró con odio a José.
«Explícate, Almenara. Nunca has sido acosado, tú mismo lo sabes»
«Teniente. Primero recibirás una disculpa de Kassel»
«¿Cómo el Capitán se atrevería a pedir disculpas ......?»
«Dile a la Señora lo ocioso de tu puesto. Almenara»
«Porque esto es un acoso, el acoso es un abuso del cargo, Teniente»
Los ojos de José iban de Kassel a Inés y viceversa, palabra por palabra.
«Si la política es acoso, el acoso es abuso del cargo, entonces la flota está llena de hombres que se ahogarían en el mar»
«¿Así que estás dispuesto a arrojar al mar al preciado tercer hijo de Conde Almenara?»
Kassel se congeló instintivamente por un momento ante el sombrío reflejo que Inés hizo de Duque Valeztena. El padre y la hija... el padre y la hija... tenía un don para parar de repente a la gente en seco.
Pero era el insignificante José.
«...Es sólo el tercer hijo, no tiene nada que ver con la sucesión, aunque uno de ellos sí»
«Discúlpate, Kassel»
«.......»
«No te avergüences de disculparte, avergüénzate de no poder disculparte»
Para bien o para mal, no eran exactamente recién casados. El tono inmediato fue el de un sermón severo a un niño.
Los ojos de José se movieron frenéticamente entre Inés y Kassel, para acabar quedándose con la mirada perdida en algún punto intermedio.
No quería una disculpa de su jefe. Pensar en la sutil retribución misionera que supondría aceptar una disculpa...... Pero el cordero estaba delicioso y la jerarquía entre la pareja ya estaba clara.
Antes que ofender al jefe de su jefe, no, a la mujer de su jefe, diciendo que no lo quería, y ofender a su vez al jefe de su jefe.......
José guardó silencio y saboreó su cordero. Luego, al cabo de un rato.
«......Hice algo un poco mal»
«¿Qué?»
«¿Qué?»
«Tienes que decir exactamente lo que hiciste mal, para que sepamos que exactamente es lo que hiciste mal y que te disculpes por ello, en plan: 'Te he hecho una irreparable falta de respeto.... por haberme tomado la molestia de invitarte a esto, aunque estabas invitado', o algo así»
«Maldición, lo siento... lo invitaste y luego me regañas»
«¿Y cuando dices que lo sientes por maldecir y luego vuelves a maldecir?»
«....... me disculpo por decir maldiciones otra vez. ¿Entendido?»
Si te gusta mi trabajo, puedes apoyarme comprándome un café o una donación. Realmente me motiva. O puedes dejar una votación o un comentario 😁😄
0 Comentarios
Deja tu comentario p'