La tela de organza blanca que cubrÃa el techo de la pérgola ondeaba en el cielo. La zona de recepción, situada en medio de un jardÃn al aire libre, estaba tan caldeada que ni siquiera la fresca brisa nocturna conseguÃa refrescarla.
Sólo la mesa principal, situada frente a la recepción, desprendÃa frÃo.
Cuando los ancianos de la familia se marcharon, los tres jóvenes que quedaban en la mesa ya no ocultaron sus emociones. Leon miró las caras de su hermano y su prometida, que estaban sentados en diagonal uno frente al otro en la mesa redonda.
Ambos parecÃan haber venido a un funeral, no a una fiesta de compromiso.
Su cara tampoco serÃa muy diferente.
¿Prometido?
León, que se estaba enjuagando la boca amarga con champán, volvió a endurecer el rostro. Se sentÃa incómodo diciendo que era su prometida. Sin embargo, cuando por fin recordó otra cara, sólo pudo pensar que estaba loco.
El matrimonio no era más que un negocio para ganar dinero.
Viéndolo asÃ, casarse con aquella maldita mujer mezquina y malhumorada era un acto de caridad. TendrÃa que renunciar a todo lo que tiene.
'... Estás loco.'
QuerÃa meterse una bala en la cabeza por imaginar de vez en cuando un matrimonio perdido con una mujer que conocÃa bien pero que ni siquiera le querÃa.
Leon miraba con ojos tristes a la gente que bailaba al ritmo de la música en la pista. Debido a los gustos anticuados de la señora Winston, la gente vestida con trajes de jazz bailaba el vals.
Bajo las vigas cubiertas de bombillas amarillas y enredaderas verdes, la gente con copas de champán en la mano se reunÃa en pequeños grupos y charlaba ruidosamente. Cuando una joven vestida con un aburrido uniforme de oficial empezó a acercarse, abriéndose paso entre la multitud de gente con lujosos trajes y vestidos, él la miró con desprecio.
Era una de las encargadas de vigilar la cámara de tortura esta noche. La oficial informó de los movimientos de la mujer en un susurro.
"Lleva una hora tumbada".
"La comida".
La oficial lo miró con impaciencia y negó con la cabeza.
Leon suspiró brevemente y despidió a su subordinada.
TemÃa que la mujer actuara de improviso, asà que esta noche abrió la puerta de la sala de torturas y la hizo vigilar todos los movimientos de la mujer. La ceremonia de compromiso fue un poco menos aburrida porque su subordinada tenÃa que vigilar y postear cada hora, aunque al mismo tiempo, las ganas de levantarse e irse eran fuertes.
Si no hubiera sido por este maldito espectáculo de payasos, nada de esto habrÃa ocurrido hoy.
Leon finalmente no pudo resistir el impulso y se levantó.
Pasó entre las mesas y miró al comandante sentado no muy lejos. Llevaba toda la noche bebiendo alcohol con una mirada sombrÃa. Esperaba que se estuviera arrepintiendo de su estúpido error de abrir descuidadamente la caja de Pandora.
Sin embargo, él también estaba en una posición en la que tenÃa que arrepentirse de su estúpido error.
Planeaba presentar las pruebas paso a paso. Mientras tanto, la mujer estaba sola en su cabecita, dejando que su imaginación se expandiera con este asunto de tal manera que habÃa grietas en su dura cáscara de huevo.
La verdad no tuvo más remedio que filtrarse con más facilidad.
Intentó salvar las cartas que habÃa gastado en vano, pero en cuanto olió sangre, perdió los nervios y vomitó la verdad.
Y de la peor manera.
Tonto.
Asà que, al final, la carta no pudo utilizar todo su poder y se convirtió en un trozo de papel. Lo peor fue que algo pasó cuando la relación era problemática.
¿Una relación problemática?
Leon se rió con autodesprecio mientras salÃa de la sala de compromisos, pasando junto a los invitados que le felicitaban.
Tuvimos problemas desde el principio".
Fue una relación problemática desde el principio.
Llegó hasta aquà forzando botones que no encajaban y que no podÃa soltar. ¿HabrÃa sido diferente si lo hubiera corregido por el camino? No, no habÃa forma de arreglarlo más que cortando por completo el primer botón que se insertó incorrectamente en primer lugar.
A pesar de que lo sabÃa, no podÃa desecharlo y seguÃa poniéndose el botón equivocado.
"Leon, ¿a dónde vas?"
Cuando pasaba por el jardÃn, su madre, que estaba enseñando su nueva escultura a los invitados, corrió tras él y lo detuvo.
"Los fuegos artificiales empezarán dentro de una hora".
La época en que los fuegos artificiales eran un reclamo para sentarse en un lugar aburrido hace tiempo que pasó.
"Volveré pronto".
Detrás de la cara de desaprobación de su madre, una sala de compromisos brillantemente iluminada llamó su atención. Para ser precisos, sus ojos se centraron en Jerome conduciendo a la Gran Dama a la pista de baile. Ambos tenÃan ahora rostros adecuados para una ceremonia de compromiso.
Leon se volvió y siguió caminando hacia el anexo. Salió de la funeraria, pero su rostro severo seguÃa siendo el mismo.
 
 
 
"¡Por eso he dicho que la enviemos a un orfanato!".
Cuando un fuerte grito resonó en sus oÃdos, Grace se tapó los oÃdos. Pero taparse los oÃdos no ayudó a que los sonidos sonaran en su cabeza.
"Hija mÃa. Ven aquÃ, ven aquÃ".
"Grace Riddle, eres la prueba de que los rebeldes Blanchard usan la sucia trampa de la seducción".
¡No! ¡No!
QuerÃa gritar hasta quedarse afónica, pero no pudo. La mujer que montaba guardia tras la puerta abierta de par en par se lo dirÃa a su superior. Ella no querÃa que ese bastardo furtivo viera ninguna evidencia de que estaba agitada.
Trampa de seducción.
Vender el cuerpo para obtener información.
No habÃa forma de que su madre, que era una orgullosa soldado, hubiera utilizado un truco tan sucio. Además, no tenÃa sentido que su padre, que siempre estaba con ella en la operación, lo hubiera ordenado u observado.
Grace, que habÃa estado hurgando en su mente en busca de más pruebas para refutar las afirmaciones de Winston, se agarró la cabeza y gimió.
Ya estaba.
Las pruebas de que Winston estaba equivocado eran escasas, pero las de que tenÃa razón eran muy sólidas.
Se podrÃa argumentar que los ojos azul-verdosos eran una mutación que apareció entre las dos personas por casualidad, pero ¿realmente se puede decir que los ojos, el color del pelo y los rasgos faciales únicos son sólo una coincidencia?
Además, si dijera que era una hija ilegÃtima nacida por error durante una operación, se explicarÃa la actitud incómoda de sus padres. Por eso habÃan querido enviarla a un orfanato.
Por mucho que la respetara, no podÃa pensar que su madre, que era el objetivo de su vida, hiciera algo asÃ. Tal vez fue forzada por aquel hombre durante la operación porque los monárquicos eran todos unos cerdos cachondos.
"Oh Dios mÃo... Es terrible..."
SÃ, no tenÃa sentido. Esto era sólo obra de ese astuto bastardo.
Al final, negó todas las pruebas claras y llegó a la conclusión más fácil.
Grace se tapó la cabeza con la manta y reprendió a Winston sin cesar. Un ser humano atroz que no sólo jugaba con su cuerpo sino que también querÃa pisotear su mente a su antojo... No, un feo demonio disfrazado de humano.
'Ese hijo de puta probablemente se lo inventó todo... No te lo creas. No caigas en mentiras como esta'.
Tuvo que aferrarse tenazmente a su odio hacia Winston para no derrumbarse. Ese era el único sentimiento fuerte.
'...Es imposible que yo sea hija de un monárquico. Sucio. Sucio.
Grace se rascó el antebrazo mientras negaba y afirmaba al mismo tiempo. Una marca de color rojo brillante quedó donde habÃan pasado sus uñas. Por si fuera poco, se rascó la piel hasta que se formaron pequeñas gotas de sangre.
Al momento siguiente, al oÃr el ruido sordo de los zapatos en el exterior, apretó los dientes bajo la manta.
"Por favor, desalojen el anexo durante dos horas a partir de ahora".
En cuanto Leon echó a los oficiales y entró en la sala de torturas, dejó escapar un breve suspiro. La bandeja de plata que habÃa sobre la mesa a los pies de la cama seguÃa cubierta.
Estaba claro que nunca la habÃan abierto.
Si trataba a la mujer como él se sentÃa, como si estuviera metido en una alcantarilla, su relación empeorarÃa aún más. Templó su ira todo lo posible y preguntó en voz baja.
"¿No tienes hambre?"
Como era de esperar, la mujer no respondió. Agarró lo que parecÃa ser su hombro por la manta y lo sacudió ligeramente, y sólo entonces salió una voz ronca.
"Déjame en paz. Ya he sufrido bastante con tu truco de hoy".
¿Qué truco?
Leon chasqueó la lengua brevemente.
La mujer descartó la verdad de que fuera la prueba de una trampa de seducción como un truco suyo. Le preocupaba que el huevo se rompiera de golpe y lastimara al pájaro que habÃa dentro, pero en lugar de romperse, la mujer aplicó otra capa de yeso a la gruesa membrana.
Mira esto. Se ha convertido completamente en un trozo de papel de seda.
Estaba casi desolada.
"Levántate. Porque tengo algo que darte".
"No lo necesito. Si es un caramelo, métetelo por el culo. Si es una manzana de caramelo, métetela en la boca".
Se quedó sin palabras ante la superficial respuesta. HabÃa sido atormentado durante todo el dÃa y su paciencia, tan delgada como el papel, estaba peligrosamente a punto de quebrarse.
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