Reina de las Sombras 5
El ascenso de la venganza (5)
"Gracias por las condolencias. No tengo dudas de que la joven ha encontrado la paz al lado de la diosa Gaia. Es sólo que es difÃcil para el resto de nosotros vivir y rejuvenecer el dolor"
"Estabais muy unidas"
"SÃ, estábamos unidas como hermanas. Aún asÃ, estoy tratando de enterrar mi corazón poco a poco. Lo que realmente me preocupa es lo que me preocupa. Su padre no ha aceptado la muerte de su única hija durante más de tres meses"
Chesana asintió con el corazón triste.
"Asà serÃan todos los padres. Si hubiera sido nuestra Elena, habrÃamos estado igual"
Ante las palabras de su esposa, el barón Frederick endureció su rostro como si no quisiera vivir. Para los padres, el dolor de perder a su hijo era incomparable con el de perder los órganos internos.
"No habÃa nada en el mundo que no pudiera obtener, se lamentaba de que no tendrÃa un deseo si pudiera encontrarse con su hija muerta una sola vez"
"Me temo que eso es..."
"Sé que es un deseo que nunca podrá hacerse realidad. Es imposible traer de vuelta a los muertos. Eso es lo que yo pensaba. No podÃa creerlo cuando me enteré por un mercader que te habÃa visto al otro lado del continente"
Los ojos de Leabrick se fijaron en Elena. Fue el momento en el que la historia hilada alcanzó por fin su esencia.
"Señorita Elena, ¿quieres ser su hija?"
"¡..!"
Sorprendida por la impactante sugerencia, Elena no pudo hablar con los ojos bien abiertos. Lo mismo ocurrió con Chesana. Como si sólo se lo hubieran dicho al barón Frederick de antemano, no hubo ninguna reacción. Elena se puso la mano en el pecho y respondió respirando profundamente.
"No sé cómo tomarme esto"
"Sé que es repentino"
Leabrick admitió con franqueza. Al mismo tiempo, tampoco se olvidó de empujar hábilmente a Elena para instarla a tomar una decisión.
"Lo sé, pero te lo ofrezco porque no quiero que seas una concubina y seas infeliz".
"Concubina..."
Elena bajó la voz. Su expresión se oscureció naturalmente con las pesadas palabras.
"He visto innumerables veces lo miserable que es el final de la concubina de un noble. No quiero que la señorita Elena siga los mismos pasos que ellos"
"..."
Elena bajó la mirada con los labios apretados. Tampoco se olvidó de mostrar signos de conflicto con expresiones complejas.
"SÃguela"
"¿Cariño?"
Elena levantó la cabeza y miró fijamente al barón Frederick. La expresión del padre ya estaba decidida para su hija.
"He visto el patrón antes. Una familia noble arruinada como nosotros no puede ni siquiera atreverse a hablar. SerÃa mejor que ahora, no faltarÃa nada"
"Padre"
"Ve. Ve y vive una nueva vida, Elena"
Chesana, avergonzada por el repentino acontecimiento, también cambió de opinión sobre la actitud activa del barón Federico.
"SÃ, querida. Haz lo que quieras"
"Mamá"
Chesana fingió estar tranquila, apretó los dientes y se preocupó de que Elena no se fuera si veÃa sus lágrimas.
"Mamá y papá"
Elena también se mordió los labios con fuerza.
Se le rompió el corazón ante la sinceridad de los dos al decirle que se fuera porque no podÃan proteger a su hijo.
"... Pensé que ser concubina tampoco era malo. Si no podÃa cambiarlo de todos modos, sólo tenÃa que renunciar. Asà apenas podrÃa soportarlo"
"Elena".
La angustia de Elena, que se derramó cuidadosamente, rompió el corazón de la pareja una vez más. Pensaron que la razón por la que ella maduró más recientemente fue porque aceptó la realidad de que no podÃa cambiar, por lo que se sintió tan lastimada y dolida que no pudo soportarlo.
"... Me iré"
En los ojos de Elena habÃa una esperanza de poder escapar de esa realidad enfermiza.
"¿Cómo voy a vivir si me convierto en su hija?"
"Es una vida que no se puede definir en una palabra. Pero puedo decirte esto con seguridad. Que el mundo girará en torno a la señorita Elena. Podrás lograr cualquier cosa, podrás tener cualquier cosa"
"¿Cualquier cosa?"
"Cualquier cosa"
Elena tenÃa una mirada de desconcierto.
"Puedes llevar los vestidos más finos unas cuantas veces al dÃa, y puedes hacer y llevar joyas todos los dÃas con gemas raras del norte. Y los bailes, la hora del té, los banquetes... Es una vida muy diferente, asà que es difÃcil enumerarlas individualmente. PermÃtame asegurarle una cosa. Todo lo que imagines, es más que eso"
Leabrick sacó a relucir deliberadamente las fantasÃas que podÃan tener las mentes jóvenes de aquella época. Se basó en el juicio de que Elena, que tuvo una infancia pobre, habrÃa admirado la vida de este espÃritu aristocrático.
"Más allá de la imaginación..."
Elena, que se habÃa quedado sin palabras durante un rato, fingió ser cuidadosa y sacó las palabras que buscaban una oportunidad.
"¿Puedo entonces hacer un juramento con un caballero?"
"¿Tienes uno? ¿Un juramento?"
Las comisuras de la boca de Leabrick se levantaron en una sonrisa. La existencia de un caballero noble entre los jóvenes sociales era un adorno y un objeto de amor compartido que les hacÃa destacar más. A menudo les acompañaban caballeros de renombre, y las peleas emocionales entre los niños estimados al duelo de caballeros para determinar su superioridad.
"Creo que sé lo que quiere la señorita Elena. Usted quiere tener un artÃculo noble en la literatura, La Canción de Roland. ¿Es eso cierto?"
"SÃ, es cierto"
Mirando a los ojos de Elena, Leabrick sonrió amablemente.
"Es el derecho de la Srta. Elena de elegir un noble caballero para proteger a la dama"
"Espera, ¿en serio?"
Elena abrió mucho los ojos. ParecÃa sorprendida y encantada, como si nunca hubiera esperado tal favor. Al mismo tiempo, dio fuerza a su mano, que agarraba el dobladillo de su falda por debajo de la mesa.
'Mira. Cómo la promesa de dejarme para elegir un caballero te va a retener'
Ella no creÃa que Leabrick fuera a cumplir esta promesa. Sin embargo, la razón por la que recibió una respuesta tan definitiva fue por el bien de ella. Para tener una causa justa.
"De verdad. El mayor caballero de la familia tendrá la gloria de servir a la señorita Elena"
"Estoy tan feliz que no puedo hablar"
Elena estaba abrumada por la alegrÃa. Era una sonrisa snob en los ojos de Leabrick, pero Elena no tenÃa intención de ocultar la alegrÃa de este momento ahora. Era el deseo de Elena de destruirlos.
"¿Pero qué pasará con mis padres cuando me vaya? Me preocupa que el Vizconde pueda hacerles daño..."
La preocupación de Elena estaba justificada por el sentido común. Era muy probable que el vizconde, con el que se habÃa roto, perdiera su orgullo y se enfadara.
"Se verán perjudicados por mi culpa... No puedo irme"
La expresión del Barón Frederick, que escuchaba en silencio, se endureció de repente.
"Es una preocupación inútil. Tu padre se encargará del resto"
"Estamos bien. Sólo cuÃdate"
Elena ignoró las palabras de ambos.
Con los ojos puestos únicamente en Leabrick, esperaba que de un modo u otro se le ocurriera una solución. Leabrick sonrió como si no hubiera nada de qué preocuparse.
"Ya he preparado un lugar para llevarlos"
"¿De verdad? Ja, por fin me siento aliviada"
Elena sintió que una ola de alivio le recorrÃa el pecho. Aunque estaba actuando, debÃa ser vista como una hija de la piedad filial. Tal vez por esa costumbre, Leabrick sacó de sus brazos una bolsa de seda de alta gama que parecÃa pesada y la colocó sobre la mesa. Cuando Chesana abrió la bolsa, se sorprendió.
"¿Esto es oro, no?"
"Te serviremos sin escasez, pero te lo doy por el bien de la señorita Elena, que está preocupada por vosotros dos. Piensa que es un poco de sinceridad y guárdalo"
Leabrick sonrió. Sonrió como si estuviera apelando a una familia que tanto le importaba.
Elena, que estaba desconcertada, hizo una ligera reverencia y le agradeció su consideración. Ella tampoco olvidaba cómo expresar su gratitud con una sonrisa. Sin embargo, la boca sonrió pero sus ojos no. Leabrick es una mujer que le atravesará la espalda con una espada en cuanto se aleje de su familia.
"No, no nos merecemos esto. RetÃralo"
"No puedo aceptar esto. No, no voy a aceptarlo"
La pareja agita las manos con una mirada seria.
"¿Por qué no lo tomas para la señorita Elena?"
"Por favor"
Cuando Elena suplicó con ojos serios, el barón Frederick lo aceptó de mala gana.
"... Lo tomaré"
Sólo entonces Elena se sintió realmente aliviada. Será una semilla necesaria para sus padres, que vivirán lejos del imperio.
Una vez que la conversación terminó en cierta medida, Leabrick sacó un reloj de su manga y lo revisó.
"Es hora de partir"
"¿Nos vamos? ¿Ahora?"
Contestó Leabrick con calma ante la respuesta avergonzada de Elena.
"El señor se moverá cuando llegue el amanecer. Ahora que ha aceptado la propuesta, no hay razón para alargarse. Tenemos que partir esta noche. Es la única manera de evitar el seguimiento de la frontera"
"Es tan repentino"
En el momento en que se enfrentó a Leabrick, tuvo una débil intuición de que podrÃa tener que irse hoy. Aun asÃ, saberlo con la cabeza y aceptarlo con el corazón eran cosas distintas. ¿Cuánto más es el sentimiento de los padres que tienen que dejar ir a sus hijos sin tiempo para prepararse?
"Sólo un dÃa, ¿no podemos pasar sólo un dÃa con nuestra hija? Hasta el amanecer..."
Chesana también suplicaba con desesperación que no estaba preparada para decir adiós.
"Señorita"
"Lo sé, lo sé... Pero no estoy segura de poder dejarla ir"
"Mami"
Nada más oÃrlo, Elena se echó a llorar. Después de regresar, ella esperaba que este dÃa llegara algún dÃa. Asà que querÃa compartir muchos momentos con su familia para que no quedaran remordimientos. QuerÃa pasar un rato agradable y feliz, salir a pasear y beber té. Pensó que todo irÃa bien, pero no fue asÃ. No pudo eliminar sus sentimientos persistentes.
"Lo siento, señora. Nos vamos esta noche"
Leabrick se negó con un solo golpe, sin dar lugar a las palabras. Se excusó en que serÃa difÃcil que el señor se moviera, pero en realidad, la situación en el ducado no era tan buena como ella pensaba. Mientras tanto, la reputación de Verónica caÃa en picado debido a los rumores infundados. Debido a la premura de tiempo, Leabrick no podÃa permitirse el lujo de ocuparse de las circunstancias de Elena.
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