Reina de las Sombras 36
L (5)
El genial músico, que compuso la sinfonÃa "Aria en el cielo" con sólo 16 años, pierde la audición a la temprana edad de 20 años. Dejó de atender la enfermedad crónica y dejó de oÃr. Elena pensó en curar los oÃdos de Centonio.
Además, no dejaba de lado lo que necesitaban los maestros en innumerables campos, como médicos, pintores, técnicos y filósofos. La razón por la que Elena fue estrangulada por los maestros que aún no habÃan visto la luz fue por su deseo de comprar sus corazones.
'La gente es un tesoro'
Lo mejor es apadrinarlos y comerciar con el arte terminado. Ella puede ganar más que una inversión, pero eso no es todo. Elena querÃa más que eso.
'¡Un efecto dominó cultural!'
Elena querÃa literalmente liderar y dominar aún más los tiempos.
"May, tómalo"
En el pergamino que Elena entregó, estaba escrito con detalle las necesidades inmediatas de cada persona de forma clara y ligera.
"Ve a buscarlos y ayúdalos como dice"
"¿Todas estas personas?"
"Como puedes ver, todos necesitan ayuda. No comen bien, están endeudados, no tienen buena salud... Ocúpate de lo que necesitan. Si necesitan dinero, dáselo. Si están enfermos, llévales un médico. ¿Puedes hacer eso?"
May no pudo borrar su expresión de desconcierto. Era suficiente con dejar la petición del gremio, pero Elena esperaba juzgar y actuar de forma independiente de acuerdo con la situación de May.
"¿Por qué? Creo que puedes hacerlo bien"
La sonrisa de Elena contenÃa una fe y una confianza absolutas. La propia May se quedó perpleja ante lo que habÃa visto y confió en ella.
"SÃ, lo intentaré"
"SÃ. Si lo sabes todo, dÃmelo. No es un asunto para tratar en un dÃa o dos, asà que tendrás que preparar una coartada para engañar a Anne"
"¿Coartada?"
Elena esbozó una sonrisa significativa mientras May la miraba como si se preguntara de qué estaba hablando.
***
"¡Ack!"
El grito de Elena sonó en el dormitorio del segundo piso de la residencia. Anne, que estaba limpiando la ropa en el primer piso y Hurelbard, que hacÃa guardia, subieron corriendo al segundo piso.
"¿Se encuentra bien, señorita?"
Anne y Hurelbard, que subieron a esta planta casi al mismo tiempo, se encararon con Elena, que fruncÃa el ceño ante su muñeca hinchada.
"Lo siento. Soy bastante culpable"
Frente a ella, May se inclinaba y se disculpaba. Las tazas de té se derramaron sobre la alfombra. El vapor se elevaba desde el té derramado. Mientras Elena envolvÃa su muñeca en una toalla, May parecÃa haber derramado agua caliente por error.
"¿Perdón? ¿Eso es todo?"
"Lo siento mucho. Perdóname una vez..."
Las siguientes palabras de May no continuaron.
El dorso de la mano de Elena se inclinó de abajo a arriba y golpeó la mejilla de May. May, que recibió un fuerte golpe, no pudo sostener la cabeza, se derrumbó y lloró.
"S-señora"
Anne y Hurelbard se quedaron tiesos, sin atreverse a dar un paso adelante. Anne contenÃa la respiración porque habÃa experimentado personalmente lo temible que era su ira, y Hurelbard estaba perdido porque era una situación que nunca habÃa vivido.
"Vete. No quiero verte, asà que sal ahora"
"Señorita, perdóneme sólo una vez..."
"¡¿No me oyes?! ¡Fuera de aquÃ!"
Cuando Elena disparó violentamente como si se la fuera a comer, May salió del dormitorio llorando.
"Te lo advierto, no te presentes ante mÃ"
Estremecimiento.
May se estremeció ante la gélida voz. Bajó a la planta baja con el rostro demacrado y pronto salió del dormitorio.
"¿Qué estás mirando? Moja la toalla en agua frÃa"
"¿SÃ? ¡SÃ, señorita!"
Anne, que tenÃa la mirada perdida a través de la ventana del dormitorio del segundo piso, recobró de repente el sentido y se movió.
"No bajes"
Hurelbard se inclinó, aparentemente pensando que no estaba en una situación en la que tuviera que bajar.
"¡Aquà tienes!"
Elena se envolvió la muñeca en una toalla frÃa que trajo Anne. El agua del té estaba tan caliente que seguÃa siendo caliente. Anne trató de mantener los ojos abiertos tomando ungüentos y vendas para evitar que Elena la criticara, que reventarÃa si la tocaba.
"Aunque se manche la cara de la señora, es resina de aceite. ¿Cómo puedes cometer el error de derramar el té?"
"Tienes razón"
"DeberÃa haberte obligado a hacerlo. No habrÃas cometido este error"
El labio de Anne se crispó ante el cumplido de Elena. Controló la expresión de su cara, pero ver cómo echaban a May la hizo sentirse mejor.
"Voy a llegar tarde a mi conferencia"
"Vamos, señorita. Voy a limpiar"
"Me alegro de que estés en mi guardia"
Elena, que tenÃa una pomada en la muñeca, salió del dormitorio. Los cumplidos hacÃan bailar hasta a las ballenas, y Anne tarareó y cogió la alfombra, que estaba empapada de té, y no le importó la molestia de secarla.
Elena se dirigió directamente a la biblioteca. Salió con una excusa para su clase, pero hoy era una clase corta. El profesor estaba ausente debido a la presentación de la conferencia, asà que la clase se retrasó.
'Lo siento por May. Es una actuación, pero te golpeé demasiado fuerte'
El incidente anterior fue una obra de teatro que Elena y May planearon para engañar a Anne. Elena le dio una bofetada sincera para actuar de la manera más realista posible. Pudo engañar a Anne gracias a eso, pero se arrepintió por dentro.
Elena se disfrazó de LucÃa en la sala de grabación. Ahora que estaba acostumbrada al maquillaje, el tiempo que tardaba en disfrazarse también se habÃa reducido.
"Cecilia ¿cómo... debo tratarte?"
Mirándose en el espejo, Elena lanzó una pregunta. Antes la odiaba como rival. Sin embargo, las emociones pasadas que habÃan sido intensas a través de la regresión se han diluido. Elena fue la primera invitada a unirse a la relación entre ella y el prÃncipe Sian.
SÃ, Elena se sentÃa culpable por Cecilia. Un año después de que Sian ascendiera a emperador, Leabrick y el Gran Duque Friedrich envenenaron a Cecilia en un intento de poner a Elena en la posición de emperatriz.
Aunque Elena no intervino directamente, se sintió apenada porque en ese momento esperaba el puesto de emperatriz.
"Tú y yo no tenemos que repetir ese terrible futuro"
Elena abandonó el estudio de grabación decidida a no repetir la mala relación y el error. Aunque su cabeza seguÃa siendo complicada, Rafael, aparte de eso, era esencial. Si evitaba a Rafael porque le resultaba pesado toparse con Cecilia, la venganza de Elena se verÃa gravemente alterada.
Elena se dirigió al anexo oeste de la Academia. Siempre lo sintió, pero cada vez que venÃa aquÃ, se sentÃa animada. A diferencia de los aristócratas que estaban llenos de formalidad y pretensión, en este lugar, dominado por la gente común, se veÃan intercambios sinceros y comunicación en medio de una competencia bien intencionada. Se sentÃa más apegada a ella.
"¡Señorita LucÃa!"
La cabeza de Elena se dirigió a un tÃtulo más natural que la princesa Verónica.
"Hola, senior"
Fue una terrible coincidencia. De lo contrario, no habÃa forma de que se encontrara con Cecilia hoy, a esta hora.
"Te veo de nuevo. ¿Ibas de camino a ver a Rafael?"
"SÃ, es una conferencia pública, asà que voy como adjunta. ¿Usted también, senior?"
"Es... cierto que voy a ver a Rafael, pero por motivos diferentes. Estoy huyendo de alguien"
Elena miró la risa juguetona de Cecilia.
"¿Los estás evitando?"
"Hay alguien asÃ. Es una persona muy difÃcil para mÃ"
Cecilia, que dejó un comentario vago, agitó el sobre de papel en su mano.
"Venga, vamos. Hoy he traÃdo un montón de galletas"
"¿Cómo sabes que a esta junior le gustan las galletas?"
Se dirigió amistosamente al anexo, dando una respuesta adecuada.
Cecilia, que parloteaba como un gorrión, se detuvo de repente.
"¿Qué te pasa?"
Elena levantó la vista y se rió como si se lo preguntara, y tenÃa buen aspecto. Y Elena pudo ver a un hombre de pelo negro parado diez pasos adelante.
"¡...!"
Ojos que parecen estar metidos en una nariz estrecha. La dignidad y la nobleza innata que no se podÃa ocultar con un uniforme escolar fluyó hacia el hombre de pelo negro. La atmosfera que parecÃa que no podÃa ser tratada descuidadamente aunque solo estaba de pie en silencio era tan fatal que una vez que se le miraba, no se podÃa apartar la vista.
"Su Alteza Real"
Los pequeños labios de Cecilia revelaron la identidad del hombre.
Claude Sian. El prÃncipe heredero del imperio de Vecilia, que habÃa perdido el control del continente, era este hombre ante sus ojos.
"TodavÃa me evitas"
En cuanto se enfrentó a él, pudo escuchar la voz de Sian en los oÃdos de Elena, que se habÃa endurecido. Su voz hizo vibrar su corazón y su tÃmpano. Sintió que él y Elena eran los únicos que quedaban en todo el mundo.
En cuanto vio a Sian, los sentimientos que creÃa bien enterrados volvieron a surgir en su cabeza. Las complejas emociones teñidas de resentimiento, culpa y arrepentimiento por él rompieron el estándar de la razón y la emoción y despejaron su mente.
"Ni siquiera niego haberlo evitado"
"Su Alteza siempre me pone en problemas"
Claramente, eran Cecilia y Sian quienes intercambiaban conversaciones, pero Elena sólo podÃa escuchar la voz de Sian. Al igual que las cicatrices que dejó en Elena, las palabras que hirieron sus sentimientos fueron recordadas y la marearon.
"Nunca te he amado ni un momento. Eres mi error, mi deshonra y mi desgracia"
Las dolorosas palabras de él que atravesaron su corazón se convirtieron en espinas y apuñalaron de nuevo a Elena. El dolor le provocó una inspiración y un sudor frÃo en la espalda. Para Elena, Sian era un dolor, una herida y una amarga cicatriz que nunca sanarÃa.
"Me disculparé contigo, asà que quiero que hagas tiempo"
"... Me estás obligando de nuevo. ¿Srta. LucÃa?"
Cecilia, que tenÃa una sonrisa amarga, sintió que Elena, que estaba a su lado, parecÃa preocupada y preguntó.
"¿Qué te pasa? ¿Estás enferma?"
"..."
Elena estaba fuera de sà para responder. Consiguió mantener la cabeza fuera del agua, pero era muy difÃcil.
'Estoy mareada. Volvamos por hoy'
Si se quedaba asÃ, no podrÃa hacerlo bien. Su mente trató de volver y descansar, pero su cuerpo no la siguió.
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