Reina de las Sombras 206
Canción del Sol (13)
La cabeza del Gran Duque Friedrich, que cometió una traición, fue válida en el Arco del Triunfo. Colgar su cabeza en el Arco del Triunfo simbolizando la fundación del imperio era una expresión del deseo y la voluntad de Sian de abrir un nuevo imperio. Ren lo llevó en secreto en el momento en que se enfrió el interés del público por el cuello del Gran Duque Friedrich, que habÃa estado vigente durante mucho tiempo.
"Es el cuello del tÃo que tanto odiaba mi padre. ¿Está satisfecho ahora?"
Frente a la lápida, Ren habló como si refunfuñara. Pero la única respuesta seguÃa siendo el silencio.
"He heredado la familia Bastache. El apuesto Su Alteza me otorgó el tÃtulo de Conde por mis esfuerzos para detener la rebelión, y dijo que me darÃa un señorÃo. DeberÃa interesarle"
Ren hablaba de ello de forma rotunda, como si estuviera hablando de él. Como lo que significa el Conde, el señorÃo y el territorio. Los ojos de Ren, mirando la lápida, se llenaron de soledad.
"Padre"
Le cantó al vizconde Spencer con voz tranquila. Ni siquiera querÃa un cumplido. ¿Por qué no pidió más? Deseó gritar o enfadarse. El vizconde Spencer no dijo nada.
"Todo ha terminado. Hemos hecho todo lo que querÃamos. Maldita sea, por qué es tan vano"
Una sonrisa solitaria se extendió por la boca de Ren. Parece que el vacÃo que le inundaba como una ola habÃa vaciado su mente. No quedaba nadie a su lado cuando todo habÃa terminado. La madre y el padre.
Desde hace cientos de años, era el momento de correr por los deseos de la familia Bastache, se habÃan visto obligados a sacrificarse a causa de la relación colateral, por lo que no habÃa espacio para mirar o buscar en otra parte.
"Voy a tomar un descanso. Voy a tomarme un descanso y descubrir lo que significa. Cómo vivir, por qué vivir"
Ren sonrió mientras se recogÃa el flequillo.
"Por supuesto que no es la vida que quieres, asà que no lo esperes. Yo no podrÃa hacer nada. Es molesto y engorroso"
Ren no querÃa que floreciera la familia Bastache. Es sólo para mantener su lugar como ama de llaves y entregarlo cuando sea el momento. Fue suficiente para detenerse allÃ.
"Me iré. No vendré a menudo. No soy un hombre rico que tenga la amabilidad de verte a menudo, ¿verdad?"
Ren hizo un saludo silencioso, metió la mano en el bolsillo y se dio la vuelta. Aunque miró hacia atrás una vez, no le dio la espalda a la lápida.
De repente, Ren dejó de caminar. Luego levantó la barbilla y miró el cielo azul sin una sola nube.
"Siempre es asÃ. Me recuerda algo"
Ren, que miraba el alto cielo, se rió como un tonto. No lo sabÃa, pero... el sentido de la vida, lo siguiente, la forma de vivir. ParecÃa que no era necesario encontrar la respuesta desde la distancia.
'Tal vez ya lo sé'
***
"¿No?"
"SÃ, no quiero"
Elena, que se detuvo en el salón para cambiar el carruaje, hablaba con Hurelbard, que iba con ella. Originalmente, el caballero tenÃa que sentarse en el asiento del jinete o llevar un caballo de escolta, pero Elena lo puso en el asiento delantero, diciendo que tenÃa algo que hablar. Se trataba de decir el tÃtulo y las tierras que se conceden en reconocimiento a la represión de la traición.
"¿Y el capitán de la Guardia Imperial?"
"SÃ, señorita. Me gustarÃa hacerle compañÃa como ahora"
"..."
Elena, que comunicó la noticia con alegrÃa, fue sorprendida por una inesperada reacción de Hurelbard. Hurelbard dijo que no aceptarÃa el tÃtulo de caballero del Imperio, ni una medalla, ni un tÃtulo, ni tierras, ni siquiera un puesto de capitán de la guardia imperial.
"No lo hagas. Eres demasiado grande para estar conmigo"
Dijo Hurelbard con una mirada y una expresión inquebrantables, como si fuera un caballero del hielo.
"Dejé la Gran Casa para servirte y pensé mucho en el honor de un verdadero caballero. La caballerosidad que aprendà era una mentira"
"Señor"
"El verdadero honor del caballero es que no importa si el mundo no los reconoce. Sólo una persona, si tengo el corazón de mi señor. Eso es lo que tú eres para mÃ"
Elena suspiró profundamente mientras observaba a Hurelbard, que le pedÃa sinceramente que se quedara con ella. Su talento era un desperdicio, y ella lamentaba los años que habÃa pasado conociéndola, asà que intentó darle alas más grandes, pero él se opuso y esperaba quedarse con Elena.
"¿Estás seguro de que no necesitas nada? ¿TÃtulo, medalla, patrimonio, todo?"
"SÃ, señorita. Mi deseo es servirle hasta que muera"
La cortés negativa de Hurelbard no mostraba signos reales de temblor o conflicto.
"¿Estás seguro de que no te arrepentirás? Aunque supliques irte después, no te dejaré ir entonces"
"No sucederá"
"De acuerdo, si eso es lo que quieres, no hablaré más del tema"
Elena dio un paso atrás. Por mucho que fuera para Hurelbard, no podÃa resistirse porque él dijera que no le gustaba.
'Gracias, y tú eres un tonto'
Elena miró a Hurelbard a los ojos con frustración. Estaba tan agradecida y apenada de que él fuera capaz de mantenerse a su lado.
"Necesito vivir más que nada"
"¿Qué quieres decir?"
Hurelbard, que no entendÃa lo que ella querÃa decir, ladeó la cabeza. Elena se revolvió el pelo por encima del hombro y dijo significativamente.
"Tengo que volar más alto y más lejos para que el nombre de Sir sea popular entre las generaciones futuras"
"No tienes que hacer eso por mÃ. Ya has sido..."
"Es mi elección, asà que por favor respétela, Señor. Al igual que usted eligió quedarse conmigo"
"..."
Elena, con una sonrisa traviesa al mirar a Hurelbard, desvió la mirada hacia la ventana. El carruaje, que estaba lejos de la capital, recorrÃa una carretera desierta en las afueras. Era un lugar en el que nadie buscaba lo suficiente como para llamarlo bosque abandonado, pero se sentÃa artificial de alguna manera.
Al llegar al final del camino, que conducÃa a decenas de ramales, pudo ver una mansión que no cabÃa en el profundo bosque. Era un refugio secreto construido por el Gran Duque en todo el continente. La ubicación fue revelada por el testimonio de Artil, que estaba viendo la obra real del Gran Duque, ya que el sitio fue descubierto cuando Sian, que ocupaba la Gran Casa, realizó una investigación masiva.
"Bienvenida, yo."
Cuando Elena bajó del carruaje, un guardia de palacio, que custodiaba la casa de seguridad, se mostró cortés.
"Siento molestarle cuando está ocupado"
"No. La petición de Su Majestad se hizo para servirle sin ninguna molestia cuando viniera L"
Mientras continuaba con sus palabras, el guardia imperial se ocupaba de mirar a Hurelbard detrás de Elena. Estaba asombrado por Hurelbard, que mostró una actuación sobresaliente comparable a la de Sian y Ren en el enfrentamiento con los Caballeros liderados por el Gran Duque Friedrich.
"¿Entramos?"
"¡Oh! SÃ, por aquÃ. Les mostraré el lugar"
Elena, que entró en la mansión junto a la Guardia Imperial, se dirigÃa a la entrada que llevaba al sótano.
"Los prisioneros siguen siendo investigados, y aún están bajo custodia"
"Ya veo. ¿EstarÃa bien si yo y Sir Hurelbard fuéramos los únicos que quisiéramos entrar?"
"Está Lord Hurelbard, y no hay manera de que no pueda. El prisionero que mencionó L está encerrado en una celda al final del tercer piso del sótano. Entonces, me quedaré aquÃ"
Elena, que pedÃa comprensión, bajó las escaleras del sótano. El sonido de los tacones rompió el silencio inmóvil y sonó en el sótano. Los prisioneros de las rejas, que sintieron la presencia, extendieron la mano y rogaron por sus vidas, diciendo que eran inocentes. Algunos utilizaron la maldad para gritar o mostraron un comportamiento agresivo cuando sus súplicas no surtieron efecto. Por supuesto, esas personas estaban heladas por la profunda sed de sangre de Hurelbard, y se calmaron rápidamente, sólo movieron la boca.
Elena se detuvo y visitó la última habitación del tercer piso del sótano. La oscuridad que no se puede ahuyentar con una lámpara y el moho que atraviesa la punta de la nariz vibran. El hecho de que la mayorÃa de la gente estuviera atrapada aquà era un lugar tan terrible que resultaba asfixiante.
"Leabrick"
La cabeza de una mujer, que habÃa estado caÃda como un cadáver, se levantó lentamente más allá de los barrotes. Su anterior aspecto inteligente y pulcro era tan horrible que no se podÃa encontrar.
"Si hubiera sabido que estabas atrapada aquÃ, habrÃa venido antes"
"¿Estás aquà para reÃrte de mÃ?"
La voz de Leabrick se quebró. Ella no vio su antigua confianza. Sólo estaba empapada de desesperación y miseria.
"SÃ, estoy aquà para hacer eso"
"Es infantil. SÃ, rÃete de mà todo lo que quieras. ¿Por qué, por qué no escupes? ¿No has venido aquà porque querÃas?"
"Estás arruinada"
Aunque sacó pecho, Leabrick estalló de cinismo ante la innegable crÃtica de Elena.
"SÃ, estoy arruinada. ¿Pero soy la única que está arruinada? Eso no es cierto. El Gran Duque cayó"
Leabrick, que estaba soltando palabras de autoayuda, jadeó como si estuviera cansada. El aire turbio de la mazmorra sin goteras le estaba carcomiendo los pulmones.
"No deberÃa haberte traÃdo entonces. No, cuando te llevaste a tus padres, tuve que sospechar. Al menos entonces..."
Leabrick se arrepintió del pasado cuando hizo un plan para jugar un papel. Hubo muchas oportunidades de parar. Elena se vio obligada a obedecer a sà misma en ese momento.
"Yo soy el que hizo caer al Gran Duque. Soy yo"
Ella lo hacÃa ahora que era el más vergonzoso y patético arrepentimiento. Leabrick, luchando con la desesperación, manchado de arrepentimiento, se levantó de repente y agarró la reja. Luego se puso malvada y la sacudió.
"¿Qué estás haciendo? Estoy aquÃ. ¿Por qué no me abofeteas? ¿No te sentirás mejor asÃ?"
"..."
"¿Por qué me miras as� Mira, ni siquiera puedes resistirte. Quieres intimidarme, ¿no? Desátalo. Desátalo todo"
Elena miró a Leabrick, que forzó el sadismo sin decir una palabra. Los ojos de Elena la hacÃan más miserable y terrible que cien insultos y cualquier desprecio que rompiera su dignidad.
"No. No quiero"
"¿Qué?"
"Volvamos, señor"
Elena se volvió con frialdad. Ahora Leabrick estaba destrozado. No valÃa la pena reÃrse de él. Ya era suficiente con verla con semejante lÃo.
'No vale la pena tratar con ella'
No la volverÃa a ver. A Leabrick no le quedaba ningún valor para sentirse superior y disfrutar de la alegrÃa de la venganza.
"¡Espera! ¡Quédate ahÃ!"
Leabrick se agarró a los barrotes y gritó. Una hebra de orgullo que la sostenÃa fue pisoteada. Esperaba que Elena se maltratara y acosara tanto como la habÃan herido a ella. El hecho de que tuviera esos sentimientos significaba que Elena se reconocÃa a sà misma. Pero Elena no lo hacÃa. Leabrick no pudo soportar el momento.
¡Bang!
La cabeza de Elena se giró por reflejo al oÃr el sonido sordo del timbre del sótano.
"¡...!"
El cuerpo de Leabrick, cuyo cráneo estaba aplastado contra la pared, se desplomaba. Sus pupilas se volvieron borrosas y su frente se hundió. Leabrick se rió grotescamente.
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