Reina de las Sombras 11
Hurelbard (1)
Memorizar los retratos de cientos de personas y memorizar sus datos personales era muy aburrido y confuso. Por cierto, si Leabrick tenÃa razón, Elena tenÃa más que memorizar. Sin embargo, Elena no pensó mucho.
'Es aún más difÃcil encontrar una cara que no conozca'
Elena reinaba como una flor social y llegó a la cima como emperatriz. Era una rutina reunirse con la familia real o los nobles de la lista y enfrentarse a ellos, asà que era imposible no conocerlos.
"Sigamos adelante"
Leabrick extendió la mano y puso sobre la mesa el siguiente retrato y los datos personales.
"¡...!"
Los ojos de Elena se agitaron bruscamente, recelosa de otro aristócrata evidente.
"Claudio de Sian. El prÃncipe heredero que sucederá al trono del Imperio en el futuro".
No hubo ningún sonido en el oÃdo de Elena. Sus ojos, incapaces de apartar la vista del retrato, contenÃan alegrÃas y penas indescriptibles. El hombre que una vez amó más que a sà misma.
Pero un hombre que nunca compartió un solo calor. Y el hombre que se culpaba de la entrada del niño. A pesar de que dio a luz a un descendiente que sucederÃa a la familia real, ella no podÃa olvidar cómo se desesperaba y se culpaba a sà mismo.
"Mi error momentáneo acabó llevando al imperio milenario al infierno".
Poco después del nacimiento, Elena rompió a llorar de pena en cuanto escuchó su lamento. TodavÃa estaba manchada de sangre.
SabÃa que el propio emperador no sentÃa afecto por ella, pero ¿cómo podÃa decir cosas tan crueles a una mujer que habÃa dado a luz a su propio hijo?
Después de ese dÃa, Elena se alejó de Sian. Ya no anhelaba el afecto del emperador. No tenÃa el talento necesario para macerar sin odio y resentimiento.
'¿Por qué fuiste tan estúpida? Él y yo no podÃamos vivir juntos desde el principio. Ni siquiera lo sabÃa y estaba obsesionada con él y resentida'
Sólo después de su regreso se dio cuenta de por qué tenÃa que repelerla y odiarla.
El Emperador buscando fortalecer su poder imperial, y el Gran Duque, que dio a luz a la Reina consorte y tiene poder en el cielo. Las dos personas, polÃticamente diferentes, mantenÃan una relación de confrontación imposible de convivir. Incluso ciegos de ambición, el Gran Duque Friedrich y Leabrick hicieron algo que nunca deberÃan haber hecho.
'... Envenenaron a la emperatriz para convertirme en consorte'
Fue una brutalidad cometida por el miedo a que la emperatriz diera a luz a un prÃncipe legÃtimo.
Elena ni siquiera sabÃa que era obra del Gran Duque. Ni siquiera pudo entender los pensamientos más Ãntimos del emperador, que se enfadó por la muerte de la emperatriz y la miró fijamente hasta la muerte.
Todo se supo sólo después de una mirada más sobria a la serie de acontecimientos posteriores a la regresión. Por qué odiaba tanto a Elena y la culpaba. Sólo después de acercarse a la verdad, fue capaz de dejar de lado los sentimientos del dÃa, que estaban llenos de amor y odio.
'Su Alteza, nunca volveré a estar a su lado'
Esta era la cadena de malas relaciones que no dejaban más que dolor y odio hacia el otro. Ella creÃa que lo correcto era cortar la cuerda antes que seguir con el mismo error.
"¿Me estás escuchando?"
Elena volvió en sà y se rodeó de las dagas de ojos de Leabrick.
"Oh, lo siento. Cuando vi a Su Alteza el PrÃncipe Heredero, me perdÃ. Es tan guapo, ¿lo será aún más el de verdad?"
"Lo verás pronto, asà que compruébalo tú misma entonces"
"¿De verdad? Oh, estoy tan emocionada. Ya estoy deseando que llegue ese dÃa"
Leabrick miró a Elena, que era tÃmida como una niña, y dio sus datos.
"Para ello, debes estar familiarizada con el PrÃncipe Heredero, ¿verdad? Asegúrate de entender cada palabra"
Elena asintió con indiferencia. Eran dos personas que llevaban varios años casadas. Sian no debÃa estar interesado en ella, la hija de su oponente polÃtico, pero Elena, que ansiaba unilateralmente su afecto, no se habÃa enterado de cada detalle. Sin embargo, él llamaba repetidamente su atención, tal vez debido a los vÃnculos persistentes que una vez compartieron.
Al atardecer, sólo quedaban algunos gruesos retratos y detalles personales.
"Es la última página"
Elena, que habÃa estado tomando clases de mala gana fingiendo entusiasmo, miró la cara del retrato que quedaba.
'Tú...'
Aunque parecÃa entusiasmada, la ira que se habÃa acumulado en lo más profundo del corazón de Elena creció.
'¿Hijo de puta?'
Ren Bastasche. Aquel hombre, más adecuado para hijo de puta que para su propio nombre, era el sucesor del renombrado ducado Bastasche y era primo segundo de Verónica. Según la genealogÃa, era nieto del tÃo abuelo de la princesa Verónica, que era el hermano menor de su abuelo.
Aunque eran parientes, en sentido estricto, los Bastasche eran sirvientes. Su abuelo, el entonces Gran Duque de Friedrich, habÃa formado un tratado centenario con la familia de sirvientes, en el que podÃan ser independientes con la condición de que se encargaran de manejar el trabajo sucio del Gran Duque. Por supuesto, en la actualidad, el tratado seguÃa en vigor, y obedecÃan al Gran Duque. Por esa razón, estaban llenos de fuentes de problemas.
Ren era el sirviente más peligroso del mundo, si tuviera la oportunidad de matar a su dueño, lo harÃa.
'Espera, ahora que lo pienso, Ren ha sospechado que soy un falso desde el primer encuentro. ¿Por qué?'
De repente le surgió una pregunta.
'¿Cómo podÃa Ren estar seguro de que Elena era una falsa Verónica a menos de diez minutos de haberla encontrado?'
"Por muy jóvenes que fueran, no se habrÃan visto muchas veces"
Elena recordó su primer encuentro con Ren. Miró hacia atrás para ver si se habÃa perdido algo.
"Desde luego, al principio no sospechó que yo era falsa"
Debió de haber algo que Elena pasó por alto para que las dudas no fueran convincentes. Si sólo se pudiera saber eso...
'¿Y si..?'
Elena se dio una palmadita sin querer en la parte posterior de la oreja. La piel suave y esponjosa se le pasó a las yemas de los dedos. Por supuesto, no tenÃa la cicatriz que se suponÃa que tenÃa Verónica.
'He oÃdo que Verónica nunca llevaba el pelo atado. Ella tenÃa miedo de que la cicatriz detrás de sus orejas se revelara. Estoy seguro'
La cicatriz no era más que una desgracia para una noble. Es comprensible ser sensible y esconderla aunque no sea obvia detrás de las orejas.
¿Cómo era? Las comisuras de la boca de Elena se levantaron ligeramente. Si no fuera por Leabrick, se habrÃa reÃdo libremente, pero era una pena que no pudiera hacerlo.
'No voy a dejarme influir más por ese hijo de puta. Sólo puedo hacer una cicatriz'
Ren era un hombre con el que no debÃa relacionarse. Como resultado, serÃa difÃcil sospechar que Elena podrÃa ser un suplente.
"Ren Bastache"
'Es el heredero de una familia independiente del Gran Ducado, pariente de la princesa y su primo sexagenario'
"Si fueran parientes, ¿habrÃan sido cercanos?"
"No, no se llevaban bien. Para empezar la conclusión, nunca se acercan"
Leabrick también desconfiaba de Ren. Era porque era un hombre ambicioso y peligroso para estar ligado al Tratado de los Cien Años. Todas las figuras han sido identificadas con consejos y recomendaciones sobre los peligros de Ren.
"Recuerda todo para mañana. No debe haber pequeñas confusiones. Los pequeños errores en las relaciones humanas son irreversibles"
"Lo intentaré"
Leabrick añadió palabras a Elena, que no se sentÃa confiada pero mostraba entusiasmo.
"No acepto los errores. A partir de ahora, todo es real, asà que no hay vuelta atrás"
"Si es real, no me lo digas..."
Leabrick continuó tranquilamente mientras observaba a Elena nerviosa por cualquier cosa que pudiera adivinar.
"En dos dÃas nos vamos de aquà y nos vamos al gran ducado"
Elena, de pie junto a la ventana, miró el carruaje de cuatro ruedas que habÃa a la entrada de la mansión. En el lateral de un carruaje conducido por cuatro caballos blancos, se habÃa grabado bellamente un dibujo de reparación de veneno, que simbolizaba al Gran Duque. La arrogancia del águila, que tenÃa el poder de contener la respiración incluso de la familia imperial del imperio, exudaba.
"Tendré que ir al nido para retorcer el cuello del águila"
Elena se puso delante del espejo y alisó su vestido. Los bordados de oro y plata que caÃan como una cascada combinaban perfectamente con el impresionante vestido.
Sin embargo, era el ambiente el que hacÃa que Elena pareciera una mujer llena de elegancia. La nobleza de sus ojos benévolos, su barbilla noble y sus gestos mezquinos le daban una autoridad a la que él no podÃa resistirse.
Toc, toc.
Incluso antes de que se oyera el golpe, la puerta se abrió y Leabrick entró.
"Ha llegado el carruaje. ¿Nos vamos?"
"SÃ"
Elena respondió y salió de la habitación.
Al pasar por el vestÃbulo y salir de la mansión, los caballeros que la esperaban estaban bien educados. Elena subió al carruaje de cuatro ruedas en lugar de devolver la cortesÃa con un gesto de la barbilla. No tardaron en oÃrse las duras palabras y cuatro vueltas comenzaron a rodar por el suelo.
"No se pusieron nerviosos e hicieron un buen trabajo. Son caballeros, pero son inferiores a la princesa. No tienen que responder"
"Eso es un alivio. Me preocupaba la incomodidad..."
Elena parecÃa preocupada, como si siguiera llevando una ropa que no se ajustaba a su cuerpo.
"Tienes que controlar tus expresiones, Elena. ¿Lo sabÃas?"
"SÃ, Liv"
Mientras Elena respondÃa por reflejo, los ojos de Leabrick eran feroces. Elena era como una gallina que ha sido atrapada innumerables veces.
"Otra vez, otra vez. Debo haberte advertido. Ayer, una mujer llamada Elena murió. ¿Has olvidado quién eres?"
"Lo siento, no volveré a cometer el mismo error"
"Recuerda el hecho de que eres una princesa. No te pongas nerviosa"
Leabrick tensó la tensión en caso de que ella cometiera un error. Aun asÃ, añadió que todas las criadas que sirvieron a la difunta Verónica fueron expulsadas, asà que estaba bien llevarse bien. Intentaba controlar a Elena con el palo y la zanahoria adecuados.
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