ODALISCA 9

¿Podría ser más ilusa que eso?

En un principio, no sabía cómo llamar mucho la atención o entretener a alguien con su charla. Lejos de ser una cuentacuentos, era obvio que no soportaba la atención en el escenario.

Liv decidió deshacerse de sus pensamientos inútiles y centrarse en su conversación con Millian.

«¿No me digas que te lo crees, Millian?».

"¡Claro que no! Mírale la cara. ¿Por qué iba a hacer algo así? Se lo deben de inventar los que le envidian».

En cuanto a la taxidermia, Millian, que estaba llena de fe cuando dijo que había oído al  Marqués escupir una línea de una novela, se burló rotundamente. Liv la siguió esbozando una leve sonrisa.

Taxidermia...

Dado lo poco que se sabía del pasado de Demus Dietrion, se había especulado mucho sobre él. Tantas que incluso Liv, que no prestaba atención a los rumores ajenos, había oído hablar de él.

La taxidermia era uno de ellos, un extraño rumor que se formó basándose en la remota ubicación de la mansión del Marqués respecto a la ciudad y en el hecho de que sólo unos pocos invitados habían acudido a su mansión.

Por supuesto, había muchas personas de clase alta que en realidad tenían aficiones con las que preferirían no ser vistos. Como Liv también iba a un internado y trabajaba como tutora a domicilio, había cosas que veía y oía por encima del hombro.

Una afición así no tenía nada que ver con el estatus social o la riqueza. Por tanto, no sería extraño que el Marqués tuviera algún gusto secreto o sucia intimidad.

Quizá la razón por la que dijo que observaría el proceso de pintar desnudo era una de sus aficiones secretas...

"¡Vaya, maestro! Es Adrienne!"

Millian, que estaba ocupada cotilleando sobre el Marqués, apartó la mirada con un brillo en los ojos. Adrienne, íntima amiga de Millian, las saludaba desde lejos. Millian se puso en pie de un salto, emocionada al ver a Adrienne, que parecía haber venido a jugar con unas amigas.

Liv, que estaba mirando cómo Millian corría hacia sus amigas, ordenó el asiento donde estaba sentada. Como guardiana, tenía que vigilar de cerca a Millian. Y sería estupendo si llamara la atención de uno de esos amigos y consiguiera un trabajo adicional.

No se sentía desgraciada ni deprimida por su situación, en la que tenía que intentar quedar bien con niños pequeños. La vida de Liv era demasiado lúgubre para que sintiera tales emociones.

Liv se movía afanosamente. El hombre que llenó su cabeza por un momento fue rápidamente olvidado.

***

El Marqués envió un carruaje al estudio de Brad.

Era un carruaje negro sin ningún dibujo en particular. No había nada muy inusual en la superficie, pero sólo cuando subió al carruaje Liv se dio cuenta de que no había ventanas en el carruaje.

Para ser exactos, desde fuera parecía que había una ventana, pero en realidad no podía ver el exterior desde dentro. El carruaje que transportaba a Brad y a Liv estaba cerrado por fuera, y corrió durante bastante tiempo hacia un destino desconocido.

Este trato tan sigiloso puso nerviosa a Liv, pero a Brad no pareció importarle lo más mínimo.

Estaba ocupado alabando la generosidad del Marqués por enviarle personalmente un carruaje durante todo el viaje. Expresó su admiración, mencionando uno por uno lo mullida que era la silla, cómo el carruaje circulaba sin traqueteo y lo cara que era la decoración interior. Incluso se rió a carcajadas, diciendo que el interior era lujoso y todo un festín para los ojos, así que estaba bien no ver el exterior.

Me alegro de haber montado en esto con Brad.

Liv se sintió bastante aliviada. El tan simplón de Brad era mejor que nada.

Si hubiera estado sola en un carruaje así, se habría enfrascado en todo tipo de imaginaciones negativas. Y para cuando se hubiera bajado, las piernas se le habrían vuelto gelatina. Todo ello mientras recordaba los extraños rumores sobre el Marqués que había compartido con Millian no hacía mucho.

«¡Ya hemos llegado, Liv!»

Liv, que estaba incómodamente sentada con el trasero colgando sobre el borde de una silla de carruaje acolchada, levantó la cabeza al oír aquellas palabras. Efectivamente, tal y como dijo Brad, pudo sentir que el movimiento del carruaje se ralentizaba.

Finalmente, el carruaje se detuvo por completo y se oyó el sonido de una cerradura que se abría desde el exterior. Tras la puerta silenciosamente abierta, un lacayo con uniforme de gala les bajó el estribo.

"Bienvenidos. Seguidme, por favor».

El criado, que parecía ser el guía, les saludó cortésmente. El rostro de Brad se iluminó de emoción ante la hospitalidad que nunca antes había recibido. Liv, que miraba con ojos ansiosos la espalda del sirviente que caminaba delante, levantó la vista.

La escalera, de algún modo imprecisa, y la antigua mansión que había en lo alto parecían de ensueño, como la ilustración de un libro ilustrado.

Las ventanas arqueadas de los muros exteriores, de color crema, eran tan transparentes que cabía preguntarse si eran de cristal, y el estrecho tejado azul celeste de encima tenía estatuas detalladas en cada esquina. Se veía tan hermoso contra el cielo limpio.

«Dios mío, ¿voy a trabajar en un sitio así?».

Brad miró a su alrededor con incredulidad. Parecía no importarle aunque le regañaran por hortera. Pero Liv estaba tan sorprendida como Brad, así que no podía burlarse de su reacción.

La mansión era enorme. Dado que no había más que jardines verdes y una vasta llanura alrededor de la mansión en pie, probablemente era una de las villas que tenía el Marqués. Pensó que no sería extraño que el sensible Marqués, que no socializaba con nadie, tuviera una villa tan apartada.

No, de hecho, Liv ni siquiera sabía si se trataba de una villa remota. Esto se debía a que no pudo mirar el paisaje exterior en absoluto durante todo el viaje.

Podría tratarse de una propiedad privada en la ciudad.

Brad y ella, arrastrados a un lugar desconocido.

De repente, Liv recordó la penosa conversación que había mantenido con Millian. Todos los oscuros rumores infundados sobre el Marqués, que ella se había tomado a la ligera en aquel momento.

Parece que sería fácil matar y ocultar a alguien en un lugar como éste...

Puesto que todos los empleados que residían en la mansión eran gente del Marqués, nadie sabría lo que les ocurriera a Brad y a Liv aquí.

Por ejemplo, que los taxidermizaran.

Aquel pensamiento le puso la carne de gallina. Por alguna razón, en ese momento le vino a la mente la mirada indiferente del Marqués escrutando su espalda desnuda. En aquel momento, el Marqués parecía estar juzgándola más como producto que como persona.

¿No tendría esos ojos cuando veía los objetos disecados?

«¿Qué ocurre, Liv?».

Liv volvió en sí en un instante ante la voz interrogante de Brad. Antes de que se diera cuenta, Brad, que iba muy por delante de ella, la estaba mirando desde las escaleras. Cuando los dos se detuvieron, el criado que caminaba delante guiándoles también se detuvo y los miró.

Liv, al ver la mirada misteriosa de Brad y la indiferente del criado que iba detrás, caminó apresuradamente. Cuando subió rápidamente los duros escalones de piedra y alcanzó a Brad, el criado se volvió de nuevo.

La puerta de la hermosa gran mansión se abrió lentamente. Tras ella había un interior coloridamente decorado. Al conocer de antemano la noticia de su visita, los trabajadores se colocaron a ambos lados para recibir a los invitados.

Tuvo la sensación de entrar en la boca de una serpiente que tentaba a su presa, camuflándose en lujosos y coloridos colores. Mirando todo lo que brillaba tanto que le dolían los ojos, Liv reprimió inconscientemente la ansiedad que la invadía.

El sonido de la puerta al cerrarse a sus espaldas era pesado.

***

Cuando se desnudaba en el estudio de Brad, siempre temblaba a causa del aire frío.

Con el tiempo se había acostumbrado a las bajas temperaturas, así que ahora estaba bastante cómoda, pero al principio temblaba de frío. Sobre todo en invierno, hubo una vez que volvió de modelar muy resfriada.

El estudio de Brad tenía fuertes corrientes de aire y no tenía calefacción. A la mujer de Brad no le gustaba que su marido pasara tanto tiempo en su estudio, así que no quería gastarse ni un céntimo en renovarlo.

Aunque Brad era pintor, su mujer era quien se ocupaba de la casa en vez de él, cuyos ingresos eran escasos. Quizá la razón por la que Brad utilizaba con tanta prisa el dinero de la venta del cuadro era que temía que aquella insignificante cantidad de ingresos se la llevara su mujer.

De todos modos, Liv no tenía nada que ver con la situación familiar de otra persona. Lo importante era que el entorno de su estudio era muy pobre.

Por eso lo comparaba aún más con este lugar.

"¡Dios mío! ¡Qué color tan vivo! Y mira qué punta de pincel tan suave!"

La boca de Brad dejó escapar una serie de exclamaciones.

Incluso para Liv, que no sabía mucho de herramientas de pintura, todos los suministros preparados aquí parecían excelentes. Brad miró cada uno de los utensilios de pintura que le habían dado casi como si estuviera a punto de desmayarse.

Su admiración no cesó ni siquiera cuando se sentó frente al lienzo. Liv se quedó de pie frente al lienzo, medio resignada. Aunque no era tanto como Brad, también estaba realmente sorprendida por aquel gran estudio. No hacía falta mencionar el sofá o la cama en los que se sentaría, eran los mejores muebles.

Sin embargo, lo que la sorprendió fue que el aire del estudio era más cálido de lo esperado.

Ella no lo sabía bien, pero Brad decía a menudo que la pintura es un trabajo muy sensible, en el que influyen mucho la temperatura y la humedad. Incluso refunfuñaba a su mujer, que no lo entendía y no quería gastar ni un céntimo en el estudio. Por eso Liv no podía expresar su descontento con el aire frío del estudio.

Este lugar era sin duda más cálido que el estudio de Brad. Era tan poco familiar que Liv se frotó lentamente el antebrazo expuesto. Se le puso la carne de gallina aunque no hacía frío.

"He dicho a los criados que preparen el estudio para que no interfiera en el trabajo. ¿Necesitas algo más?"

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