La Princesa Monstruosa 70
Caballero de Arbella (2)
"Oye, Arbella, sigues siendo increÃblemente popular. No, creo que tu popularidad es aún más increÃble que antes".
En cuanto estuvo en la tribuna de la familia real, Ramiel, el Primer PrÃncipe, fue el primero en dar la bienvenida a Arbella.
Ramiel, que ahora tenÃa 18 años, seguÃa siendo tan sorprendentemente guapo como siempre. Ella se preguntó si tal vez era la encarnación de la pereza y la lujuria, dos de los siete pecados tradicionales.
El largo cabello de Ramiel estaba adornado con flores y joyas, lo que le sentaba tan bien que era difÃcil mirarle con desprecio. No le gustaba ver sangre, pero hoy era el dÃa de la final del torneo, asà que le apetecÃa estar entre el público.
Mientras lo hacÃa, la mirada de Ramiel se volvió hacia los que seguÃan a Arbella. Una sonrisa retorcida apareció en sus labios.
"Hoy tienes a tu lado a ese caballero subordinado. "
La frÃa mirada de Gerard también se dirigió a Ramiel.
Ramiel no habÃa tocado a Gerard desde que Arbella le habÃa advertido. Sin embargo, a Ramiel seguÃa sin gustarle. Por supuesto, Arbella sólo dijo una frase al pasar junto a Ramiel.
"No es tuyo, asà que no llames la atención".
Ramiel levantó las manos en muda rendición y se echó a reÃr.
"¡Ah, hermana Arbella! Bienvenida!"
Cloe, que parecÃa estar discutiendo con la persona que tenÃa al lado, se levantó y echó a correr en cuanto vio a Arbella.
"Chloe, tú llegaste primero".
Chloe también tenÃa el pelo corto como Arbella. El corte de pelo corto de Arbella hacÃa tiempo que se habÃa puesto de moda entre la gente de Kamulita. Una a una, las personas de la familia real, que al principio la consideraban de otra especie, empezaron a aparecer con el corte de pelo.
"¿Has estado jugando con Judith?".
Los ojos de Arbella se volvieron hacia la otra chica que hace un rato estaba discutiendo con Cloe.
"Bueno, no es que haya jugado...".
"¡SÃ, hermana! Estaba esperando con la Segunda Princesa".
Cloe reaccionó con desgana, pero por otro lado apareció una alegre respuesta afirmativa.
La Cuarta Princesa Judith sonrió alegremente mientras miraba a Arbella. Ahora tan bonita como una flor de diente de león en plena floración, Judith seguÃa recibiendo las miradas de los bebedores.
Además, ya no era la más joven. Arbella siempre llevaba a Judith, su asiento se ajustaba naturalmente hacia arriba, al lado de Arbella. Asà que incluso ahora, Cloe ocupaba el asiento a la derecha de Arbella y Judith el de su izquierda.
Ramiel, que parecÃa tener predilección por lucirse, se sentó solo y separado en la entrada con una silla y una mesa decoradas con preciosas flores. RecibÃa toda la atención de la gente que iba y venÃa por el camino a su antojo.
"¡Hermana, hermana! ¿Quieres echarle un vistazo a mi pelo?".
Una vez que Arbella estuvo sentada, Cloe le suplicó.
"¿Qué te parece? Lo he combinado con un adorno para el pelo parecido al tuyo. Tu atuendo de hoy es blanco y dorado con puntos rojos. Asà que intenté ir en sentido contrario con azul... pero no destacaba por mi color de pelo, ¡asà que lo resalté con dorado!".
Chloe tenÃa el pelo corto hasta la clavÃcula, más largo que el de Arbella. Estaba ansiosa por averiguar el estilo de vestuario de Arbella en cada evento importante como éste.
Arbella encontraba fastidiosa a esa Chloe y solÃa ignorarla, pero aun asà de vez en cuando le daba información a su antojo.
"SÃ, me gusta. Te queda bien".
Arbella hizo un amplio cumplido a Chloe, tal y como ésta querÃa, mientras se saciaba la garganta con el té de lima que habÃa traÃdo la dama de honor.
Chloe murmuró, retorciéndose el vientre con los dedos como si no le gustara su pelo.
"Ojalá tuviera un precioso pelo rubio como tú".
"Tu pelo parece del color del mar, asà que queda especialmente bien con este tiempo".
Al hacerlo, el rostro de Cloe se tiñó de emoción ante las palabras que Arbella lanzó en el estrado. Era como una palabra que Arbella habÃa recortado sin pensárselo dos veces para llamar su atención en otro lugar.
Marina, que estaba de pie detrás de ella, chasqueó la lengua interiormente, pensando que realmente era una maestra pecadora. Aunque hacÃa uno o dos años que Gerard no veÃa a Arbella desprenderse de la gente sin darse cuenta, esta vez tuvo que mirarla con extrañeza.
"¡Y hermana, de verdad! Se te da muy bien ese tipo de lenguaje conmigo".
A Cloe le gustó esta vez, retorciendo su cuerpo en lugar de su pelo. Luego sonrió inmediatamente a Judith, que se sentó a la izquierda de Arbella.
"Judith, tú tienes el pelo largo, asà que no te sentirás parecida a Bella pase lo que pase. Lástima".
Judith, que habÃa estado observando en secreto con ojos recelosos a Arbella y Chloe, que parecÃan llevarse muy bien, apretó la taza de té con ambas manos.
"Dices que quieres ser como tu hermana, pero aún no te atreves a cortarte el pelo, ¿verdad? Aún eres joven".
Aún asÃ, Chloe y Judith sólo se llevaban un año de diferencia. Nunca pensó en los renacuajos de rana... Cloe parecÃa haber olvidado que ella también solÃa ser incapaz de cortarse el pelo y sólo lo imitaba corto enrollándolo hacia dentro.
Pero Judith movió los labios con irritación ante las palabras de Cloe y abrió los ojos con seguridad, como si recordara enseguida lo que iba a decir.
"Oh, hermana... dijo que le gustaba mi pelo largo. Asà que decidà dejarlo crecer en lugar de cortarlo".
"¿Qué...? ¡¿La hermana te dijo eso?!"
¿Qué hacen ahora estas chicas?
Mientras tanto, Arbella, que estaba viendo al marqués Graham acercarse desde la tribuna de los nobles, también se percató en ese momento del alboroto que habÃa al lado.
Era cierto que le habÃa dicho algo parecido a Judith, pero sus intenciones eran muy distintas.
El otro dÃa, Judith le dijo: "Hola, hermana. He oÃdo que el pelo corto está de moda últimamente en Kamulita. ¿Y si yo también me corto el pelo?". Ella, horrorizada, le preguntó con cautela: "¿Qué te parece si yo también me corto el pelo?".
Si se cortaba el pelo de aquà a Judith, tendrÃa que pasar por tres personas juntas, incluyendo a Chloe con un aspecto similar.
"SÃ, puedes cortártelo si quieres, pero ¿tienes que seguir necesariamente la tendencia? Creo que me gustas tal y como eres".
Asà lo dijo, pero escuchando ahora la historia de Judith, de alguna manera no pudo evitar sentir que el momento habÃa sido mal comunicado.
En cualquier caso, un huésped no invitado de alguna manera se habÃa encontrado en las gradas de la familia real.
"Chloe", Judith. Las flores detrás de las gradas eran muy bonitas. ¿Por qué no me traéis un ramo?"
Las dos miraron con suspicacia las extravagantes palabras de Arbella.
"¿De verdad? ¿Hay flores tan bonitas? ¡Puedo darte todas las que quieras! Drea!"
La falta de tacto de Cloe la escuchó tal cual y llamó a una criada.
Judith, en cambio, que habÃa sido ingeniosa desde niña, echó un vistazo a la cara de Arbella y se levantó de inmediato.
"La Segunda Princesa está aquÃ. Parece que la hermana Arbella quiere las flores que su hermano menor le trajo directamente, asà que iré yo".
"¿Qué? Sólo porque son mis hermanos, ¿vas a atarnos juntos? No, ¡espera un momento! Voy a regalarle a la hermana Bella la flor más bonita".
Cloe fue provocada por Judith y corrió, sin aliento, por las escaleras hasta el fondo de las gradas. En cuanto estuvieron fuera de sus asientos, apareció el marqués Graham.
"Buenas tardes, Alteza Real. Junon Graham le envÃa saludos".
Arbella dejó la taza de té que sostenÃa y sonrió.
"Madre mÃa, habÃa muchas escaleras en las gradas, pero no pensé que te atreverÃas a forzarte a venir a saludar siquiera".
"Jaja... ¿Qué tan difÃcil serÃa si hay varias escaleras para las gradas? Y dicen que eres joven y el trabajo duro se puede comprar".
"Te has vuelto a descuidar. Ya no eres tan joven, y lo digo desde el punto de vista de una anciana... ¿No sabes que hay un dicho que dice que se pasa en un instante?".
Se mostró ligeramente sarcástica con la edad del marqués Graham, que ya tenÃa casi cuarenta años tras el paso del tiempo, y su boca, que como de costumbre tenÃa una curva natural, se endureció.
Pero el marqués Graham inclinó cortésmente la cabeza y ocultó bien sus emociones.
"No sé qué hacer, ya que Su Alteza Imperial se preocupa tanto por mÃ. Por cierto... ha traÃdo a ese caballero subordinado a una ocasión como la de hoy".
Pronto sus ojos de serpiente alcanzaron a Gerard, que estaba de pie detrás de Arbella. Arbella reaccionó con frialdad ante la visible provocación.
"¿Hay algo malo en que mi caballero me acompañe a donde voy?"
"Hmm, no. Más bien, se dice que en el encuentro semifinal del Torneo de Espadachines de la Fundación Nacional preparado para hoy también participará un caballero apoyado por los Graham."
"Oh, ¿es as�"
El marqués Graham expuso una historia inútil que a Arbella no le interesaba escuchar; cómo el caballero era de su propia familia colateral y cuán grande era su respeto por la familia imperial.
"Entonces, si gana el torneo de hoy, me gustarÃa dedicar su espada a la Primera Princesa".
Y las últimas palabras añadidas provocaron una retorcida sonrisa en la boca de Arbella.
La mano de Gerard, que estaba detrás de ella, también se crispó por un momento.
El marqués Graham miró a Arbella y sonrió significativamente.
"Como sabe, el deseo del ganador es absoluto, por lo que la familia real no puede vetarlo. Aun asÃ, dado que sus habilidades son sobresalientes, estoy seguro de que la Primera Princesa quedará satisfecha".
"Pareces muy confiado y seguro de tu victoria".
"Por supuesto que lo estoy. No exagero al decir que es un caballero al que apadrino, pero es una buena pieza y parece la mitad de bueno de lo que es capaz de ser. No te avergonzarás de llevártelo contigo".
"Eso espero".
Después de que el Marqués Graham se retirara con una sonrisa enfermiza, un breve silencio descendió sobre el asiento donde estaba sentada la Primera Princesa.
"¡Los partidos comenzarán pronto! Participantes en las semifinales, por favor, acudan a la sala de espera del primer piso".
Justo cuando se acercaba la hora prevista, se oyó una voz llamando a los participantes a través del altavoz mágico.
"Ya es la hora".
Arbella se dirigió a la persona que estaba detrás de ella, sin dejar de mirar al frente de la sala.
"Gerard".
"¿Ha llamado, Primera Princesa?"
"No te sientas presionada, haz lo que has estado haciendo".
"Si, por supuesto."
"No te sientas presionada y sé la ganadora, ¿o algo as� ¿Sabes a qué me refiero?"
"..."
"Ibas a hacer lo mismo de todos modos".
Cuatro años la habrÃan dejado con al menos una comprensión de la personalidad de alguien a quien habÃa vivido para ver casi todos los dÃas.
Además, Gerard estuvo de acuerdo con la idea que Arbella estaba teniendo ahora.
Gerardo respondió a su amo, la Primera Princesa Arbella, mientras se arrodillaba para mostrar su sumisión.
"Seguramente dedicaré mi victoria a la Primera Princesa"
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