La Princesa Monstruosa 64
Interludio: 15 años (3)
"¿Tienes insomnio?"
Los ya muy familiares honorÃficos sonaron en sus oÃdos. Arbella no durmió bien hoy y salió del dormitorio. Entonces, mientras estaba sentada sola en un banco del jardÃn, Gerard apareció en silencio.
"Para ti también es muy tarde, ¿por qué has salido de la cama?".
preguntó Arbella mientras se acercaba a su lado y se volvÃa hacia Gerard. ParecÃa todo un caballero por la forma en que ahora estaba de pie con las manos a los lados de la espalda, en lugar de estar sentado con las rodillas hirviendo a sus pies como un dÃa.
Arbella miró a Gerard con un pequeño "Ho~" en su mente.
¿PodrÃa ser que el señor Rombel le enseñara intensamente desde una postura de aspecto frÃo?
La postura de pie de Gerard era bastante plausible hasta el punto de que existÃa tal sospecha.
"No podÃa dormir, asà que iba a hacer el entrenamiento solo".
"¿A esta hora?"
"SÃ."
Ella pensó que se tomaba muy en serio lo de entrenar a altas horas de la noche.
Arbella mantuvo la barbilla apoyada en las manos durante un rato y miró a Gerard de arriba abajo.
¿Era un poco más alto que la primera vez que lo vio? Su cuerpo estaba más tonificado que a su edad.
Su rostro también era varonil y apuesto, con una nariz clara y lÃneas gruesas.
Mientras que la mayorÃa de los chicos de esa edad que se veÃan por Arbella tenÃan un aspecto pulcro, Gerard tenÃa un sabor afilado y rudo, un poco menos refinado. Asà que si Gerard hubiera salido socialmente en nombre de su familia, habrÃa sido popular por su frescura, incluso entre las damas.
Por supuesto, no era más que una imaginación sin sentido que le vino a la mente una vez por aburrimiento. Pues la familia Lassner ya habÃa desaparecido en el rocÃo, y Gerard nunca más podrÃa volver al estilo territorial de los Lassner.
Gerard parecÃa incómodo con la mirada de Arbella, como si le estuviera mirando a cada centÃmetro. Pero Arbella era una princesa imperial, y Gerard ya era suyo con una huella, asà que continuó mirando con dignidad.
Al hacerlo, se sintió traviesa y preguntó, ladeando la cabeza.
"Por cierto, ¿por qué has venido a los jardines? Este lugar ni siquiera está cerca de donde ejerces".
Los ojos de Gerard, como la luz de la luna, se deslizaron hacia Arbella. No contestó. Pero Arbella ya sabÃa por qué.
"Ah, ¿has venido a verme?".
Ella rió sin sonido, moviendo los ojos y los labios, y los ojos de Gerard se estremecieron.
Gerard miró fijamente a Arbella con los labios obstinadamente cerrados hasta el final.
El aroma de Silverwood que soplaba con la brisa fresca los envolvió suavemente. El tiempo parecÃa ralentizarse entre las miradas que se encontraban.
Arbella miró a Gerard, que estaba de pie a la luz de la luna con una leve sonrisa en el rostro, y cerró lentamente los ojos. Antes no habÃa podido dormir, pero ahora sentÃa como si pudiera hacerlo si se tumbaba.
Tal vez era porque el tiempo habÃa pasado y la noche era más profunda.
De este modo, los dos compartieron un rato juntos, sintiendo la presencia del otro en el jardÃn, donde se oÃa suavemente el sonido de la hierba y los insectos.
Una noche a los quince años transcurrió tranquila y apaciblemente.
***
El tiempo voló como una flecha, y antes de darme cuenta tenÃa dieciocho años. Sin embargo, mi vida no habÃa cambiado mucho en comparación con antes.
SeguÃa teniendo fiebre de vez en cuando y tenÃa dos pájaros preciosos como hobby. Y además de todo eso, ahora era la princesa más fuerte, simpática y hermosa del mundo, que incluso habÃa empezado a vencer a un monstruo no identificado que habÃa salido de las grietas.
"Bienvenida, Arbella."
"Abuela".
Hoy tenÃa un horario externo por primera vez en casi una semana.
Al entrar en la habitación, que olÃa débilmente a hierbas medicinales, me recibió una anciana sentada junto a la ventana, sonriéndome.
La anciana, sentada en un sillón con una manta sobre las rodillas y el pelo blanco suelto, parecÃa una anciana normal y corriente disfrutando de su vejez. La escena de la habitación, donde habÃan crecido todo tipo de plantas y flores, también parecÃa la de una apacible y acogedora casa de campo.
Sin embargo, lo que la anciana sostenÃa en la mano no era un simple pasatiempo, sino un importante documento confidencial con los sellos oficiales de la familia imperial y la familia ducal.
Teresa Delphinium, mi abuela materna y cabeza de la Casa Ducal de Delphinium.
Dio a luz a mi madre siendo una niña tardÃa y ya tenÃa más de ochenta años. A pesar de ello, era una "dama de hierro" que seguÃa activa en polÃtica, sin ceder su tÃtulo a su hijo adulto.
Pero cuando se quitó las gafas y me miró, la aguda luz de sus ojos que antes los habÃa ceñido desapareció.
"Ha pasado mucho tiempo, abuela. ¿Has estado a salvo?"
"SÃ, gracias a tu preocupación no he tenido ningún problema".
Teresa, que habÃa vuelto del rostro de la cabeza, la lÃder del ducado, al de una abuela maternal que vigila a su nieta, me habló con voz suave.
Hoy me he pasado por la Casa de Delphinium para ver a mi abuela por primera vez en mucho tiempo. La mayorÃa de mis abuelos, tanto por parte de mi madre como de mi padre, fallecieron pronto, por lo que sólo me queda mi abuela materna, Theresa. Asà que a veces me tomaba un tiempo para venir a saludarla, como hago ahora, para hacerle saber que estaba sano y salvo.
"Ven aquÃ. Déjame ver de cerca la cara de mi nieta por primera vez en mucho tiempo".
Me acerqué a la silla junto a ella a su entera disposición. Sus manos arrugadas barrieron suavemente mi rostro.
"¿Lo has pasado mal últimamente? Hace unos dÃas hubo otra grieta, ¿verdad? He oÃdo que te ocupaste del monstruo que se derramó de allÃ".
Apoyé la cara en las manos de mi abuela frente a las dos. Cuando era un poco más joven, ella me cogÃa en brazos y me mimaba en lugar de mi madre, pero ahora soy demasiado mayor para eso.
"Pero volver a verte el pelo cortado, ¿te lo ha hecho un maldito monstruo?".
"No, me lo corté yo. El tratamiento de los monstruos de la grieta no fue nada difÃcil porque es algo que siempre hago".
"¿En serio? ¿Pero por qué la cara de mi nieta se convirtió en una nueva mitad que yo no vi?"
No sé si he cambiado porque soy la cara que veo todos los dÃas, pero no a los ojos de mi abuela.
"Arbella, espero que siempre estés bien. La magia es útil, pero también hay que mover el cuerpo con moderación, asà que asegúrate de hacer ejercicio todos los dÃas. Especialmente los jóvenes de hoy en dÃa, poco a poco no quieren sudar, y eso es un problema..."
Como si me hubiera estado esperando, empezó a charlar mucho conmigo, como hacen los abuelos cuando ven a sus nietos. Pero tal vez fuera porque rara vez tengo noticias de mis padres en el Palacio Imperial. No me pareció molesto ni fastidioso.
"Y Arbella".
Lo que preferÃa no oÃr tanto era lo que mi abuela siempre añadÃa tras su preocupación por mÃ.
"No odies demasiado a Charel".
Me susurró hoy la abuela Teresa, pidiéndome que la cogiera de la mano.
Sentà como si tuviera tierra atascada en la garganta.
Miré fijamente la mano arrugada de la abuela y me toqué ligeramente los labios con una pequeña.
"Creo que es mi madre la que tiene más odio en el corazón que yo".
"No lo tiene".
Mi abuela me negó rotundamente.
"No hay madre en el mundo que odie a su hijo".
Su mano, que acariciaba el dorso de la mÃa, seguÃa siendo tierna y afectuosa. Pero no me apetecÃa afirmar lo que ella decÃa con facilidad.
"Esa niña tiene un corazón débil, a diferencia de su aspecto. Por eso".
Mi abuela materna, Teresa, ignoraba que yo habÃa contraÃdo la Fiebre de los Magos. Esto se debÃa a que aún era un secreto imperial que nunca debÃa filtrarse al mundo exterior.
Pero aun asÃ, los años no podÃan pasarse por alto, y ella parecÃa haberse analogado al menos con el hecho de que yo tuviera una enfermedad y que mi madre me mantuviera alejado de ella.
Theresa me caÃa bien, pero eso no me tranquilizaba. Desde que era pequeña me visitaba a menudo cuando estaba triste y sola, me consolaba y me daba palmaditas en la cabeza en lugar de mi madre. Pero, al fin y al cabo, Teresa era la madre de mi madre antes que mi abuela. Y por eso, cada vez que veÃa a mi abuela asÃ, tenÃa que pedirme que entendiera a mi madre.
Por supuesto, sabÃa que los sentimientos de cariño y lástima de Teresa hacia mà eran ciertos. Pero también me di cuenta muy pronto de que para ella siempre tendrÃa que ser la segunda después de mi madre.
Bajé la mirada hacia sus manos arrugadas y la tranquilicé.
No, los padres pueden odiar a sus hijos".
Me tragué las palabras mientras subÃan hasta la punta de mi cuello sin atreverme a dejarlas salir.
HabÃan pasado ocho años desde que me diagnosticaron fiebre de mago. La relación con mi madre estaba en su peor momento.
"Descansa ahora, abuela. Tengo que irme ya".
Solté la mano de mi abuela y me levanté de mi asiento. Una mirada melancólica apareció detrás de mÃ.
Mi corazón seguÃa vacÃo, a pesar de haber conocido y compartido el calor de esta estrecha relación de carne y hueso con alguien asÃ.
'Pero supongo que asà es como todos crecemos'.
Me consolé de este modo y me escabullà de la Casa de las Delphinium.
"Has salido pronto. ¿Vas a volver asà al palacio, aunque haga tan buen tiempo?".
Marina, que me esperaba en el carruaje, me dio la bienvenida.
"Bueno, tengo otra cita, asà que debo irme ya".
"La Princesa a veces parece una adicta al trabajo ya a esta edad...".
Me miró con ojos ligeramente expectantes, y como decepcionada por mi endeble respuesta, apagó la luz de sus ojos y murmuró un poco.
'Sé que te emociona estar fuera de palacio después de mucho tiempo, pero yo no soy una persona tan pausada'.
Pero como resultado, no pude volver al palacio de inmediato.
-¡Primera Princesa, ha aparecido una nueva grieta!
El carruaje acababa de partir cuando una nueva forma familiar de masa mágica apareció ante mÃ.
-Las coordenadas son a89, x132, k770. Esta grieta es de grandes dimensiones, ¡asà que serÃa estupendo que vinierais en cuanto podáis!
Como una sombra en forma de serpiente negra del Primer PrÃncipe Ramiel, un pájaro rosa hecho para señalar la liberación de la magia abrió el pico y emitió un chirrido.
Me quedé horrorizado.
¿He oÃdo que no habrá nuevas grietas durante al menos un mes?
Hah, sabÃa que no debÃa creer los informes de magos que predecÃan grietas".
"Ve con cuidado, princesa".
Esto sucedió una o dos veces, y Marina me despidió sin más signos de preocupación.
Recogà el pájaro rosado y me movà inmediatamente a las coordenadas que acababa de recibir usando magia.
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