La Princesa Monstruosa 62
Interludio: 15 años (1)
Judith se detuvo en el umbral creado por las sombras de los árboles y la luz del sol y miró sin aliento a Arbella, que miraba a lo lejos.
Siguió la mirada de Arbella y vio a la emperatriz y al principito.
El lindo bebé prÃncipe, que ya tenÃa tres años, sonreÃa tiernamente en brazos de la emperatriz, mientras ésta miraba a su joven hijo con adoración y le besaba la cara. Si a eso añadimos que incluso Arbella los miraba, la armoniosa escena familiar se completaba como de costumbre.
Era tan nostálgica y hermosa como las escenas que Judith veÃa a veces cuando se escabullÃa sola por el palacio imperial o en el vÃdeo de piedra mágica que pedÃa prestado a escondidas a las criadas.
Pero entonces, por alguna razón, Judith pensó que la escena que veÃa ahora le parecÃa muy extraña. Era porque Arbella, que siempre habÃa sido la protagonista en otros lugares, sólo hoy estaba en la posición de una espectadora fuera del escenario. Y en el momento en que la luz del sol se amontonó entre las hojas de los árboles y pasó una vez junto a los ojos vidriosos de Arbella...
Los labios de Judith se abrieron involuntariamente al darse cuenta de repente.
Judith supo cuándo le vino a la mente la expresión que Arbella llevaba ahora.
Era la expresión que ves cuando miras a alguien a quien amas pero no puedes amar. Amar y volver a amar, pero cuanto más lo haces, más tristeza sólo puedes sentir...
Esa era la cara de alguien que, a pesar de los innumerables esfuerzos por desprenderse de su corazón, al final no pudo hacerlo, y por eso se quedó a solas con él para aliviar su soledad.
"Primera Princesa. Debes irte ahora si no quieres llegar tarde a tu próximo horario".
En ese momento, la criada, de pie en silencio detrás de Arbella, llamó a su amo.
Arbella instantáneamente volvió al rostro que Judith recordaba. Con su rostro duro e impecable original, la máscara de una princesa perfecta sin un rasguño, Arbella, que habÃa apartado su mirada de la escena interior del jardÃn de flores, se volvió y comenzó a alejarse, encontró a Judith.
Sus miradas se encontraron por un momento. Por alguna razón, Judith se sobresaltó y se escondió a un lado, sintiendo como si acabara de presenciar el gran secreto de Arbella.
¡Guau, guau!
Fue en ese preciso momento cuando el perro del Segundo PrÃncipe Lloyd, que habÃa estado persiguiendo a Judith desde hacÃa un momento, entró corriendo en el jardÃn de flores. El perro, que habÃa corrido delante de Lloyd, de repente se elevó en el aire.
"¡Hyuk! S-hermana Bella!"
"Lloyd. ¿No te advertà que no dejaras ir a tu mascota a ninguna parte?"
"N-no, es que tengo que buscar a alguien..."
Los ojos de Arbella se movieron ligeramente hacia donde Judith se escondÃa. Ella parecÃa tener una idea general de la serie de acontecimientos que habÃan ocurrido entre Lloyd y Judith en un corto perÃodo de tiempo.
Pero no habló con el Segundo PrÃncipe Lloyd sobre Judith, sólo le reprendió con voz frÃa.
"Ahora, ahà dentro está mi madre, la Emperatriz, dando un paseo con su joven hijo. Por cierto, si esta mascota, que, como tú, es igual de poco cortés, le causara un solo arañazo a mi hermano, mi madre seguramente no te dejarÃa en paz. Y si el humor de mi madre se agria por tu culpa, yo también me enfadaré terriblemente contigo".
"¡Lo siento! ¡De ahora en adelante, lo soltaré sólo en mi palacio! SÃ, voy a volver ahora fuera de la vista de la hermana, asà que sólo tendrás que echarme de menos una vez..."
El segundo prÃncipe Lloyd temblaba delante de ella después del incidente anterior de romperse la pierna por culpa de Arbella.
Arbella se la devolvió sin tratar más con él.
"Vete de aquà ahora mismo".
A diferencia de su frÃa voz, la magia de Arbella se movÃa suavemente. Volando por el aire como un nadador en una ligera brisa, el perro aterrizó cómodamente en el pecho de su amo, flotando y moviendo la cola como si acabara de jugar a un divertido juego.
Sosteniendo a semejante perro, Lloyd, el segundo prÃncipe, se alejó con cara contemplativa.
"Vamos, Marina".
Arbella no tardó en abandonar también el jardÃn de flores.
Judith miró a Arbella en la distancia sin volver la vista ni una sola vez hacia donde estaba.
La fragante brisa que permanecÃa en el jardÃn pasó dejando un susurro tentador en el corazón de Judith.
Por primera vez, Judith sintió una emoción invisible de Arbella.
La escena que acababa de presenciar no podÃa borrarse de su mente.
Ella también tenÃa esa mirada.
Ella miraba a la gente con ese tipo de mirada.
Ella también...
Se sorprendió de que a veces sintiera lo mismo que ella.
Por primera vez, Arbella, que siempre habÃa parecido tan distante y elevada, parecÃa estar cerca de ella.
Si Arbella lo hubiera oÃdo, tal vez se habrÃa ofendido por la vulgaridad de sus divagaciones sin conocer el tema. Sin embargo, Judith se dio cuenta de que la recordarÃa hoy durante mucho tiempo, más del que recordarÃa cualquier momento de la vida de Arbella que hubiera observado a solas en secreto. Porque ese fue el momento en que Judith reconoció por primera vez a Arbella como una "persona" como ella.
Fue el dÃa en que comenzó la inocencia de la niña que nadie más conocÃa.
****
"He oÃdo que la fiesta del té de hoy será organizada por la Tercera Princesa. ¿Planeas no asistir de nuevo?"
"Preguntas algo a sabiendas".
Hoy era el dÃa de la reunión mensual de las mujeres del Palacio Imperial. Era sólo una reunión para conocerse tomando una taza de té ligero, pero yo rara vez asistÃa. De hecho, lo mismo le ocurrÃa a mi madre, la Emperatriz.
La razón por la que yo, la noble hija de la Emperatriz, tengo un bajo Ãndice de participación en esta reunión de las mujeres reales es...
Porque pensaba que la diferencia de nivel entre ellas y nosotras era demasiado grande como para mezclarme asà con otras reinas y princesas.
Por supuesto, nunca intercambié directamente esa conversación con mi madre, pero éramos madre e hija con personalidades bastante similares, asà que estoy segura de que debÃamos tener pensamientos parecidos. En fin, asà que pensé que hoy me relajarÃa en mi habitación y harÃa pociones mágicas y mirarÃa libros de magia y esas cosas...
- ¡Bip bip! ¡Bip bip!
Un modelo de canario rosa que habÃa en mi escritorio abrió de repente el pico y empezó a hacer un ruido muy fuerte.
'Ja, no me das tiempo para descansar'.
Era la señal que sonaba cada vez que necesitaban a la Gran Maga Arbella.
Miré al falso canario sobre mi escritorio con ojos ligeramente asqueados. Entonces, en cuanto vi el globo ocular rojo y brillante del pájaro con la piedra mágica clavada, me sobresalté y levanté rápidamente el cuerpo, que estaba apoyado flojamente en la silla.
"¿Qué? ¿Rojo?"
Era la señal de un desastre de emergencia.
"¡Princesa!"
Marina, que acababa de salir de mi habitación, volvió y me llamó con urgencia.
"¡Afuera ahora...!"
Ese dÃa, una pequeña piedra fue arrojada a mi pacÃfica vida cotidiana, que habÃa sido satisfactoria durante mucho tiempo.
***
"¡Bienvenida, Primera Princesa!"
Tan pronto como me movà a la posición que me habÃan dado, una cara familiar me dio la bienvenida. Era el conde Serge, el director general que se encargaba de evaluar la situación con antelación y de informar a la alta dirección cada vez que se producÃa un incidente de nivel catastrófico como éste.
Sin embargo, hoy habÃa una persona a su lado que no sabÃa por qué estaba aquÃ.
"¿Qué demonios, por qué estás aqu�"
Ramiel, el primer prÃncipe de rostro adusto, frunció el ceño ante mi pregunta.
"¿Sabes qué? Mi madre me ha enviado aquÃ".
Enrollé la lengua para que lo entendiera.
Me pregunté cómo era posible que aquel tipo tan perezoso hubiera sido enviado para semejante ocasión. Un tipo que ni una sola vez se habÃa movido por su cuenta, ni siquiera cuando se dio la señal blanca más débil en lugar de la roja.
Me pareció insólito porque su atuendo actual también era distinto del habitual, abotonado hasta el final del cuello, pero debÃa de ser el aliento de la Segunda Reina.
"Dime si vienes, ven conmigo".
Aún asÃ, cuando dije que era perezoso por naturaleza y odiaba el trabajo duro, Ramiel dibujó una sonrisa juguetona en su rostro endurecido.
"Qué, Arbella. ¿QuerÃas tomarte de la mano conmigo y usar algo de magia en movimiento?".
"De qué estás hablando, deberÃas haberme traÃdo aquÃ. Iba a usarlo como mi lanzadera mágica".
"¿Qué? Ah, por cierto. He oÃdo que es mejor tener a alguien contigo. ¿No hay posibilidad de que me explote la espalda mientras haces tu lanzadera mágica?"
Después de contar unos cuantos chistes tontos, Ramiel pareció sentirse un poco más cómodo.
Levanté la vista hacia su cara, que estaba más cómoda que antes.
"Más importante, ¿esa cosa? Me refiero a esa cosa que apareció de repente en el cielo sobre nosotros".
"¡SÃ! ¡Eso es!"
El conde Serge asintió salvajemente como si hubiera estado esperando.
"¡Nunca habÃa visto algo asà en 40 años!"
Sólo lo he visto a través de un libro en mis sueños, y es la primera vez que lo veo con mis propios ojos en 15 años de vida.
La razón por la que la señal sonó antes fue que habÃa ocurrido algo comparable a una catástrofe. También es la razón por la que la gente reunida aquà ahora hace tanto ruido, como si hubieran presenciado las señales de la destrucción del mundo.
"¡Incluso yo presencié el momento en que, de repente, el cielo se desgarraba como una sandÃa madura!".
Esto se debe a que, como dijo el Conde Serge, hubo un agujero en el cielo de repente.
Más exactamente, era más como una larga brecha que un agujero. El cielo azul se rasgó, revelando una ominosa carne roja.
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