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Miércoles 21 de Febrero del 2024 |
La Princesa Monstruosa 192
SS1: Recepción del Conde Lassner (5)
"Judith".
Al salir del palacio de la emperatriz.
Judith se encontró con Arbella, que la estaba esperando.
Arbella, enderezándose tras apoyarse en una columna, mostró su brillante cabello rubio, que recordaba al de la emperatriz Charel, aunque distinto en su elegancia en cascada alrededor de la nuca en lugar de en la cintura.
"¿Le ha gustado el té?"
Judith se dio cuenta de que Arbella habÃa orquestado intencionadamente su encuentro en el jardÃn con la emperatriz Charel.
Tanto Judith como Arbella conocÃan bien los entresijos del palacio. Judith hizo un sutil mohÃn, sintiendo una mezcla de vergüenza e incomodidad innecesarias.
"La tarta de arándanos de la emperatriz está especialmente deliciosa".
"Ah, sÃ, la tarta de arándanos, desde luego".
Compartiendo recuerdos de infancia, los dos intercambiaron una carcajada que parecÃa albergar una broma secreta propia.
"A Su Majestad la Emperatriz le gustarÃa invitarle a usted y al PrÃncipe Miriam la próxima vez".
"Muy bien. Despejaré mi agenda pronto".
Pasearon uno al lado del otro por el sendero adornado con flores blancas.
"Por cierto, te has cortado el pelo. CreÃa que esta vez te lo ibas a dejar largo".
"SÃ. Lo he tenido corto durante bastante tiempo, y es más cómodo asÃ".
Judith miró a Arbella.
La cara que solÃa ver en el espejo todos los dÃas. Pero estaba claro que no era sólo su pelo lo que hacÃa que la Arbella actual se sintiera tan diferente de la de antes.
"SÃ, creo que esto también me gusta más".
Si esta diferencia no provenÃa de la mera apariencia fÃsica, ¿podrÃa deberse también a los diferentes colores de sus almas? Judith pensó que le gustaba esta aura que ahora sólo podÃa sentir de Arbella.
Arbella pareció darse cuenta de que Judith no sólo estaba comentando su peinado, y se miraron por un momento.
"Yo también lo creo".
Entonces Arbella se rió.
Su sonrisa, tan libre de arrugas como el cielo empapado por la lluvia, captó la luz del sol y deslumbró los ojos de Judith.
***
¿Tengo algo as� ¿Algo que me distinga de la Judith de mi vida anterior?
Judith se debatió con la pregunta mientras recordaba su encuentro con Arbella frente al palacio de la emperatriz, no hacÃa mucho tiempo. Pensó en ello durante un rato, pero no pudo encontrar una buena respuesta.
'...¿Mal genio?'
Judith se sintió un poco deprimida.
"¡Cuarta Princesa, su saludo inaugural de hoy fue maravilloso!"
"Ah, gracias, Presidente".
Abruptamente, una voz cercana devolvió a Judith a su entorno, y sonrió como si acabara de esbozarla.
Alex Samuel, el Presidente de la Academia Rabelle, le sonrió.
"No, supongo que deberÃa dirigirme a usted como Profesor de Magia Aplicada, no como la Cuarta Princesa. ConfÃo en que guiará a nuestros alumnos con cuidado en los próximos dÃas".
"Por ahora, siéntase libre de usar ese tÃtulo. TodavÃa me estoy adaptando a que se dirijan a mà como 'Profesor', asà que tendré que acostumbrarme".
"Jaja, ¡estoy seguro de que te aclimatarás enseguida, Cuarta Princesa! Por cierto, ¿has visto al Segundo PrÃncipe? QuerÃa saludarle antes de la ceremonia de apertura, pero parece que le he perdido..."
"Si es Lloyd, le he visto dirigirse en esa dirección hace un rato".
"Ah, gracias. Iré a saludar al Segundo PrÃncipe antes de que parta... ¡Oh, mÃrame! Se supone que debo guiar a Su Alteza hasta el laboratorio que utilizará este semestre..."
"Soy perfectamente capaz; puedo encontrar el laboratorio por mi cuenta. Por favor, ocúpese de otros asuntos".
"¡De ninguna manera!"
Alex Samuel jadeó, dándose cuenta de que era la primera vez que dos miembros directos de la realeza pisaban la Academia.
"PermÃtanme darles un recorrido".
En ese momento, alguien dio un paso adelante, ofreciéndose voluntario para asumir el papel del Presidente.
El joven, ataviado con una sencilla túnica de color topo oscuro que acentuaba su bien tonificado fÃsico, caminaba con elegancia, y Judith lo reconoció de inmediato.
Su pelo rojo brillante y sus ojos grises plateados acentuaban su porte modesto. Se trataba de Gerard, el individuo que Judith habÃa encontrado recientemente en la toma de posesión del profesor.
Un sutil tic apareció en el rabillo del ojo de Judith ante la inoportuna aparición de la figura.
"Seguro que el presidente está ocupado, asà que ¿por qué no me acompaña a dar una vuelta por el laboratorio del profesor, Cuarta Princesa?".
Alex Samuel, por el contrario, agradeció la oportuna llegada del incoloro, pegándose a Judith.
"Muy bien, muy bien. Si el profesor Lassner le está enseñando los laboratorios a la Cuarta Princesa, yo puedo marcharme tranquilo. A los dos, os veré en la recepción de esta tarde".
Tras la marcha del Presidente, Judith hizo un mohÃn mientras caminaba junto a Gerard.
"¿Por qué estás sola? CreÃa que venÃas con la hermana Arbella".
"La Primera Princesa se topó con el Segundo PrÃncipe y están charlando un poco".
"Estoy segura de que la Hermana Arbella no visitó a Lloyd antes que a mà porque le cae bien... ¿Tuvo algún accidente?".
Aunque pronunciada con seguridad, la suposición de Judith resultó ser exacta.
El ceño de Gerard se frunció ligeramente al recordar el incidente anterior.
"Nada grave. Caminaba descuidadamente y se cayó por las escaleras frente al gran salón donde se habÃan reunido los alumnos. Montó un escándalo para eliminar inmediatamente todas las escaleras de la academia, pero cuando vio a la Primera Princesa, se calmó."
"Oh no. Por suerte, ningún estudiante quedó atrapado en el fuego cruzado".
Estaba totalmente en el carácter de Lloyd crear un espectáculo en la academia en su primer dÃa.
Judith se rió por lo bajo, pensando ya en hipotéticas consecuencias si alguna vez pillaban a Lloyd haciendo travesuras en la academia: se le ocurrieron generosos deméritos y castigos.
La mirada de Gerard se detuvo un momento en Judith, con una sonrisa que desprendÃa una pizca de picardÃa parecida a la de Arbella.
"Por cierto, conde Lassner, no tengo del todo claro su plan de estudios en la Academia. ¿Es usted espadachÃn mágico? ¿Tuvo que hacer exámenes de ingreso como yo?".
Judith se volvió hacia Gerard, un repentino recuerdo brilló en su mente. Gerard asintió a su pregunta.
"Me examiné tanto de magia como de esgrima. La Academia Rabelle no contrata profesores sin comprobar sus capacidades".
"Hmph, me centré en la magia, asà que hice un único examen. Incluso asÃ, logré las mejores puntuaciones tanto en los exámenes prácticos como en los escritos, teniendo en cuenta lo notoriamente desafiantes que son."
"Sobresalà tanto en los exámenes de Magia como en los de EspadachÃn, tanto en los escritos como en los prácticos. El esfuerzo mereció la pena".
"Sin embargo, estoy seguro de que el examen de especialización en magia fue mucho más desafiante que el de esgrima, profundizando más en su disciplina".
"¿Por qué comparar? La estimada Academia Rabelle, que lleva el nombre de la Primera Princesa, no pasarÃa por alto a ningún estudiante".
Judith miró a Gerard, con un atisbo de insatisfacción evidente mientras él seguÃa debatiendo sin ceder. Sin embargo, Gerard la miró con su habitual despreocupación, aparentemente ajeno al trasfondo competitivo.
Judith sintió una oleada irracional de fastidio y se enfadó momentáneamente. Al instante siguiente, Gerard le dedicó una sonrisa repentina.
"Pero la Cuarta Princesa tiene razón. Teniendo en cuenta su experiencia en magia avanzada, la elección de un profesor con el más alto nivel de conocimiento y habilidad parece lógica".
Con eso, afirmó despreocupadamente su observación y reanudó la marcha.
Judith se quedó de pie, sorprendida.
La sonrisa que habÃa vislumbrado en el rostro de Gerard tenÃa un aire extrañamente relajado, como si estuviera tratando con alguien a quien consideraba inferior en algún aspecto.
Se asemejaba a la sonrisa que una persona mayor podrÃa dedicar a otra más joven o que una persona mayor podrÃa ofrecer a un colega menor en el trabajo.
Sin embargo, Gerard no desprendÃa el tipo de actitud que justificara la irritación, por lo que a Judith le resultaba difÃcil enfadarse.
No pudo evitar preguntarse si él suponÃa algún tipo de conexión entre hermanos sólo porque se colocaba al lado de Arbella.
"Conde Gerard, por curiosidad, que yo sea hermana de Arbella no significa que automáticamente sea también su hermana, ¿verdad?".
"Por supuesto que no, aunque nunca he tenido el deseo de tener una hermana pequeña como tú".
"Pues entonces, bien... Espera, ¿por qué actúas como si tener una hermana como yo fuera un problema?".
Con eso, Judith y Gerard se dirigieron al edificio de investigación de la facultad.
Como compañeros de la misma academia, estaban destinados a encontrarse con frecuencia a partir de aquel dÃa.
Para sorpresa de Judith, conversar con Gerard no era tan frustrante ni molesto como habÃa previsto. Arbella también visitaba de vez en cuando la academia para ver a Judith y a Gerard. La vida en la academia les resultó bastante agradable, salvo por los irritantes intentos del presidente de formar parte de la mezcla.
Lloyd, igualmente ansioso por mantener su posición académica, consiguió mantenerse alejado de los problemas tras el primer dÃa. Aunque intentó aprovecharse de su estatus coaccionando disimuladamente a un estudiante diligente para que terminara sus deberes a mediodÃa, Judith lo detuvo rápidamente y él tuvo que atenerse a las consecuencias.
A pesar de guardar rencor a Judith por el incidente, Lloyd reconoció que Judith tenÃa un don para devolverle en especie cualquier travesura que orquestara. No obstante, estaba dispuesto a atenerse a las consecuencias.
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